Negro; el color de la muerte, de la oscuridad dicen algunos. Otros lo consideran el color perfecto con argumentos tipo "no desentona con nada"... Pero para Shizuka no es más que el color de sus visiones y de su vida en los últimos años. Como le hubiese gustado volver a ésos tiempos felices en los que su madre aún vivía, ésos momentos de felicidad... En una burbuja, pero de felicidad.
Tal vez fue culpa de la sobreprotección de sus padres el que ahora se haya vuelto débil y sumisa en cuanto a relaciones; escondiendo los moratones y callando el dolor de las mofas, todo por no causar más sufrimiento del que ella siente.
- Shizuka...
Sintió su nombre en la lejanía.
- ¡Shizuka!
- ¡Shizuka despierta!
Un manchurrón oscuro fue tomando forma en los ojos de la muchacha, pero no una forma cualquiera... Si no la de Nabari-sensei, su profesor de inglés en el instituto. El hombre sostenía con cuidado la cabeza de la muchacha, que se encontraba rodeada por un corrillo de curiosos. Le había dado un ataque en plena calle, y ni siquiera recuerda que hacía allí. Nabari-sensei se relajó un poco al ver que la muchacha dejaba de convulsionar nerviosamente. Estaba al tanto de su enfermedad, y sabía que no era del todo grave... Pero no podía evitar preocuparse de todos modos.
- ¿Estás bien, Shizuka?
Había caído, nunca puede saber que un ataque vendrá, sólo siente como su boca se seca y luego todo se va a negro, pero no como cuando su mente se borra y su consciencia desaparecer del mundo. No, no es igual. Shizura volvería sus ojos al cielo y estos se pondrían blancos, luego, el cuerpo arqueado cae pesadamente al suelo, en medio de convulsiones, su cuerpo se mueve sin control, con la cabeza haca atrás, y sus dedos agarrotados, echando espuma por la boca. El cuerpo se aloca mientras el cerebro pierde el control de todo...
La joven puede escuchar una voz que va pronunciando su nombre, muy lento, o así lo escucha, pero cuando va abriendo los ojos se encuentra con la mirada de preocupación de su profesor. LA joven en otro momento se hubiera sonrojado, pero estaba tan mareada por el golpe en la cabeza y el dolor en todo su cuerpo que es incapaz de reaccionar el todo.
- pro... profesor...- susurra, y vuelve a cerrar los ojos, sabe que la están observando, con ojos extrañados, llenos de miedo - me... me duele la cabeza...- murmuró la joven, se había golpeado en la nuca al caer - me...- abrió sus preciosos ojos castaños y se quedó mirando en los iris de su profesor, tomando su mano y apretándola con toda la fuerza que podía.
- Maldita sea...
Nabari-sensei no soltó la mano de la muchacha mientras que con la izquierda agarraba rápidamente el teléfono y se disponía a llamar a una ambulancia. Parecía bastante nervioso, aunque obviaba el golpe en la cabeza, era consciente de que uno fuerte podría ser bastante grave. Se quedó junto a Shizuka hasta que llegó la ambulancia, hablándole con voz suave mientras le indicaba que no moviese la cabeza, pero una vez subió al vehículo, la joven se volvió a desvanecer.
Al despertar se encontraba en una habitación de hospital. Nabari-sensei estaba sentado en la silla que yacía junto a la cama. - Por fin despiertas... Qué susto me has dado. - Comentó, aliviado. - No ha sido nada, por suerte. Sólo un golpe... Tamara te vendrá a recoger en breves.
Lo último que le dio fue una sonrisa, una tibia sonrisa que se desvaneció cuando su consciencia se volvió a perder. En ese sueño estaba su madre, agotada en una cama, respirando agitada y con su pequeña hija a su lado, su madre tenía el cabello como ella, largo y precioso, y le sonrió al verla, era uno de los últimos gestos que el cáncer le dejó. Su madre cerraría sus ojos, mientras su hija lloraba en su regazo...
Shizuka despertó de golpe, sentándose en la cama, pero el dolor en la cabeza fue como un masazo que la lanzó de vuelta a la cama, su cabello estaba extendido en la almohada, y ella, agotada y pálida como un papel se encontró con el rostro de su salvador. El profesor Nabari, habían tantas chicas enamoradas de él, era joven atlético, guapo, y soltero, no eran pocas las que lo deseaban y tampoco eran pocas las que coqueteaban descaradamente con él...
- Nabari- sempai...- dijo en un susurro - ¿Tamara-san vendrá?... - preguntó reaccionando y desilusionada, no era su padre el que vendría por ella, lo cual en si no era una novedad, su padre no tenía tiempo para su única hija - gra..gracias... Nabari-sempai... - dijo, mientras sus mejillas se teñian de un rojo tierno,
Nabari-sensei sonrió al ver la reacción de Shizuka. Estaba acostumbrado a que varias alumnas se le declarasen descaradamente, cómo si a ésa edad supiesen algo del amor... ¡Si ni él a sus 26 años estaba seguro de conocerlo del todo! Posó la mano en la cabeza de Shizuka y acarició suavemente su cabeza.
- No ha sido nada, cualquiera hubiese hecho lo mismo. - Dijo a la vez que volvía a colocar su mano sobre su propia pierna. - Debe de ser muy duro todo lo que estás pasando, ya sabes que en el instituto cuentas con el profesorado para lo que sea. - Le comentó, dando a entender que los rumores sobre el acoso constante a Shizuka habían llegado a sus oídos.
Sonrió apenada, ya no había rubor en sus mejillas, sino un gesto doliente, la joven se puso de costado, la cabeza ahora si dolía, como si se abombara, debía ser por el golpe que se había dado, pero aun así podría hilar perfectamente ideas, aunque requería mayor concentración. La joven se quedó mirando a su profesor, había comprendido a que se refería, la joven apretó los labios, el rictus de estos se mostró mucho más serio y compungido.
Shizuka sabía porqué le había dado ese ataque, en los camarinos una de las chicas, Yuno Gasai, entró sin que nadie se diera cuenta, mientras se bañaba, y la atrapó contra la pared helada, mientras el agua caía sobre ambas. La miró y ella la sujetó del cuello apretando con fuerza, no la tocó, solo la miró, como si deseara algo, como si quisiera algo...
- sabe que no es así...- murmuró la joven y lo miró a los ojos, el profesor vería desolación en esos ojos castaños y bellos - no puedo hablar o sería peor... no puedo buscar ayuda.. no...- se encogió de hombros, y cerró sus ojos - ¿es cruel desea no estar? - preguntó, no tenía con quién hablar, siempre se quedaba callada, siempre se quedaba quieta, siempre se quedaba contemplando y sonriendo, como esa mañana en la ducha, de rodillas desnuda y con el agua cayendo sobre ella, viendo como su compañera se iba, sin hacerle nada...
Nabari-sensei observó a la joven con cierta lástima. Si ya era difícil de por si ayudar a los alumnos con problemas de ése tipo, la cosa siempre se hacía mucho peor cuando no colaboraban. Soltó un largo suspiro, bajando la cabeza.
- Está bien, pero... Tú tan solo no te dejes dominar. - Volvió a clavar su mirada en los ojos de Shizuka. - Eres una buena chica, no dejes que se aprovechen de ello. - Al poco de decir éso la puerta se abrió, dejando ver a Tamara. La joven corrió hacia su hijastra para observarla de cerca.
T: - ¡Shizuka! ¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien?
N: - Tranquila, no es nada. Sólo se llevó un buen golpe. - Informó el profesor mientras se levantaba, dispuesto a marcharse.
T: - Gracias por todo, señor Nabari. - Agradeció Tamara. El hombre se limitó a sonreír y asentir antes de salir de la habitación. Ella volvió su vista a Shizuka, con expresión triste. - Me tenías preocupada...
No pudo decirle nada a su profesor, aunque tampoco había mucho que decir, no podía hablar, tenía miedo que los acosos fuesen peores, que destruyeran su vida, aún más. Si hablaba, y el que habla, es un paria entre los suyos y no sabía si podría soportar aún más acoso. Con ojos langüidos le dedicó una última mirada antes de que Tamara entrara en la habitación. Shizuka bajó la mirada, y se puso de espaldas, mientras escucha el nerviosismo de la novia de su padre.
Cuando se le acerca, y ahora sin el profesor, Shizuka apenas la mira, y asiente con la cabeza, estaba bien, pero estaba mejor cuando no estaba ella. Tamara no era una mala persona, pero Shizuka no podía tolerarla, ella le estaba quitando a su padre, o mejor dicho, le quitaba lo poco que él le entregaba.
- si quieres vas a hablar con el médico, Tamara-sama - dice fríamente y se queda mirando por la ventana alejándose mentalmente de ahí, de su dolor de cabeza y de la cara de su madrastra a la que se resistía en aceptar.
Aunque estaba acostumbrada al rechazo por parte de Shizuka y sabía que era casi imposible que la joven mostrase un mínimo interés por mantener una buena relación en aquel intento de familia, Tamara nunca se rendía. Sabía que tendría que haber algún modo de llegar al corazón de Shizuka. Recogieron sus cosas y volvieron a casa. Había empezado a llover.
"¿Es cruel desear no estar?"
FIN CAPÍTULO 0