Partida Rol por web

Camino junto a mi nueva compañera. El festival no estaba nada mal, y cada vez que había algo que llamaba medianamente la atención... Me llamaba la atención poderosamente. Intentaba fingir pasividad pero... ¡Era tan bonito! 

Lavinia me dice de repente de pararnos a comer. Ciertamente, toda la comida de los alrededores hacían que me gruñese la tripa. Pero entonces, la voz de un hombre mayor me llama la atención. Estaba intentando vender todas sus cosas. Pero mis orejas se alzan. El cielo estaba a punto de descargar sobre la ciudad. Mala cosa para los puestos. Entonces me fijo en Lavinia. Miraba tan intensamente los libros. En su mirada se leía "¡Quiero salvarlos todos!". Y realmente, yo también quería. No se sabía qué libro podía ser un manual de magia o una novela de caballerías. Tras reflexionarlo unos segundos, me acerco al vendedor. 

- Disculpe ¿Cuánto pide por todo? - sabía que era una locura. Pero los libros sería un desperdicio que se perdiesen por la lluvia - Al menos... Por los libros - es entonces cuando me fijo en el humano que tenía delante en la taberna. ¿Raven se llamaba? - ¡Eh, Raven! ¡Aquí! - intento captar su atención. Luego vuelvo con el señor - Soy mago negro. Me gustaría mucho comprar todos los libros posibles. Soy... Un gran amante de la cultura y sería una pena que estos libros fueran consumidos por la lluvia - entonces observo a Lavinia. No puedo evitar que se me dibuje una leve sonrisa en la cara. 

Felicidad era su estado de ánimo mientras llevaba a su boca unas jugosas brochetas de carne y la disfrutaba con todos los sentidos... pertinentes. Se veían bien, olían exquisitas, la textura era suave y jugosa y el sabor era increíble. Había pedido tanto para comer como para llevar y ya teniéndolas empaquetadas disfrutaba la jugosa carne en su boca y hasta mesiéndose de lado a lado ligeramente en su asiento al comer. Todo un amante de la carne, sin duda un cazador.

- ¡¿Nmm?! Al escuchar su nombre giraría la cabeza hacia la dirección del sonido a pesar del tumulto gracias a su excelente audición. - Ñam Ñam Ñam... A pesar de estar seguro de que le llamado desde esa dirección no ve a nadie conocido por un momento. 

- (¿No es esa la cantinera de la posada?) Vería a Lavinia frente un local donde venden libros pero está seguro que nunca le dijo su nombre, luego de unos segundos vería entre la gente que pasaba un sombrero negro junto a la chica y se reiría. - Peshro sh... Glup traga el bocado - Pero si es Mortimer jaja Gracias a los dioses está alejado o seguro que lo escucha.

Es consciente del cielo nublado y dando la última mordida a su brocheta paga y deja propina para tomar en una mano su carne para llevar comenzando a caminar hacia el dúo luego de limpiarse las manos en el puesto de carnes.

- ¿Qué sucede pequeño? Señorita. Inclina un poco la cabeza hacia Lavinia. Notaría la preocupación e indecisión en los ojos de Lavinia y comenzaría a conectar puntos. Tienda de libros, lluvia, mago, posible ayuda... - Quieres que te preste dnero para comprar libros? Miro al pequeño Mortimer.

La verdad es que no es fanático de la literatura, sino más bien se mueve hacia el lado de lo más práctico leyendo todos los libros sobre bestiarios y herbolaria y/o pocas anatomía que pueda encontrar a su paso pues es un buen aditivo a su profesión.

- Cuántos piensan comprar? Miro la buena cantidad de libros apilados.

Los ojos de Lavinia adquirieron un brillo deslumbrante al comprender la intención de Mortimer. ¿De verdad iba a comprarlos todos? ¡Qué locura! Contempló a su nuevo amigo patidifusa. Su mente buscaba la trampa, alguna señal de que aquello era falso, sin éxito. Se le escapó una sonrisa genuina y de oreja a oreja, despertada por lo que fuera que aleteaba en su interior. 

No era que Lavinia no tuviera amigos, pero entre las largas horas de trabajo y las cosas que de por sí había que hacer por casa... no tenía mucho tiempo para salir, no digamos ya para crear vínculos con nadie del pueblo. Cierto, cuando salía a comprar intercambiaba frases triviales sobre el tiempo con sus convecinos, pero la mayoría de los que conocía y que tenían la misma edad disfrutaban de aficiones muy distintas. Y los que eran mayores que ella estaban demasiado ocupados con sus quehaceres diarios como para ponerse a leer. 

Encontrar a alguien a quien le gustasen los libros era, de por sí, todo un hito para ella. 

Su recién adquirido entusiasmo se apagó un tanto al escuchar una voz y unos pasos acercarse a ellos. Reconoció al hombre de la posada, de haberle atendido recientemente. Esa misma noche, pudiera ser. Iba con la boca llena de los espetos del puesto próximo. Parecía un tipo desenfadado, a pesar del músculo que marcaba y el pañuelo de la cabeza. Se ajustaba, a simple vista, con el típico saqueador de caminos que describían los libros de viajes que habían llegado al poder de Lavinia. Pero no parecía mala persona, juzgó ella. La saludó con una cortesía que parecía fuera de lugar, en un ambiente tan distendido. Disipó con ese gesto su incomodidad, y Lavinia esbozó una media sonrisa a modo de bienvenida:

— Hola, caballero —volvió la vista a los libros —. La verdad es que son un montón, y algunos parecen un poquito ajados...

Ella misma se disparó la flecha en el pie. Era su particular manera de poner en práctica eso que llamaban regatear. Pero no estaban ajados; eran libros experimentados, seguramente primeras ediciones, material manuscrito... incluso había vislumbrado plumas de chocobo. Se aguantó las ganas de morderse el labio. 

— Tampoco es para tanto, mujer. Es normal que no conozcas tanto a Lohman como yo, a fin de cuentas aún te llevo veintitantos años - comentó Dronn, sonriendo. Aún parecía algo preocupado, pero quizá había decidido que era mejor no darle demasiadas vueltas a algo respecto a lo que poco podían hacer. Incluso fingió una punzada en el pecho cuando Kallista habló sobre él con aquella ironía. — Ah, qué dulces palabras me dices a veces. Supongo que tendré que anestesiarme un poco. - Con aquello dicho aceptó la oferta de Amet, guiñándole un ojo a la joven mientras se servía una buena jarra de vino de nuevo.

La comitiva extranjera, por otra parte, tomó asiento en su rincón particular, decidiendo lo que hacer. Baadu seguía enfurruñado por el trato que habían recibido, pero los demás participaban activamente en la conversación. Lo primero sería planificar el encuentro del día siguiente. A pesar de lo descortés de los humanos, tenían que dar mejor ejemplo. De hecho quizá sería hasta bueno, pues ahora partían con una cierta situación de poder. Agradándole todo lo que oía, el viejo ratón parecía mejorar paulatinamente de humor, aunque no así ocurría con Saphir, quien parecía más hastiada que otra cosa. Ni siquiera sus propios congéneres intentaron sacarla de su retiro, parecían más que acostumbrados a ello.

Cuando Kallista se acercó finalmente al hombre para despertarlo, el mismo seguía en la misma posición en la que lo habían dejado. Tardó un poco en poder espabilarse, momentos en los que la joven se planteó seriamente arrojarle agua para espabilarlo. Finalmente el tipo se levantó algo tambaleante, murmurando algo así como que jamás volvería a beber, y que al día siguiente tendría una resaca importante, mientras se dirigía hacia la puerta para volver a casa.

Fue en ese preciso instante cuando algo pareció quebrar el cielo ennegrecido, como un rayo de luz que en lugar de caer al suelo atravesó todo el firmamento por encima de Tafeld. Hubo un chasquido seguido de un fogonazo que dejó a todos perplejos, aunque no era eso lo más increíble de todo. En medio de la calle habían aparecido de repente unos hombres vestidos con armadura completa de color azul eléctrico, así como otros tantos hombres vestidos con ropa similar, pero no tan fuertemente acorazados. Todos ellos iban fuertemente armados con diversos tipos de armas. Durante unos segundos que parecieron una eternidad, las gentes de Tafeld miraron con una mezcla de estupor y miedo a aquellos extraños que habían aparecido como por arte de magia en medio de la vía pública. Y entonces, cuando todos al unísono cargaron sus arcos y dispararon a los civiles, se desató el caos.

Mientras cada uno disfrutaba de la comida a su gusto, Mortimer y Lavinia fueron yendo de puesto en puesto, dispuestos a gozar de las diversiones que ofrecía un festival de tal calibre. A la joven tabernera no se le escapó del ojo aquel puestecito ambulante con tantos libros, y todo su rostro brillaba como una vela al presenciar tal despliegue literario. El cielo oscurecido tampoco fue algo que el mercader pasara por alto, y sus pregones se aceleraban más en previsión a la lluvia que caería pronto. No obstante, la oferta de Mortimer le dejó patidifuso.

— ¿Comprar todo? ¡Eso te costaría una fortuna, pequeño! - rio a carcajadas el hombre. — Vale que quiera marcharme de la ciudad mañana, pero eso no significa que vaya a regalar todo porque sí. - No obstante, el mismo mercader sabía que no podría llevarse todo consigo si pretendía viajar tan lejos. Miró a Lavinia con una sonrisa velada, y asintió ante el intento de regateo. — Está bien, ni siquiera os he dicho el precio y ya me estás regateando. Pareces una política, señorita. ¡Bien! No puedes ni soñar con pagar todo, pero puedo dejar que os llevéis los más antiguos por un módico precio. - El hombre se llevó la mano a la barbilla, mirando después a Mortimer. — 500 guiles por un lote de diez. Si eres un mago sabrás que el conocimiento más oculto está en los escritos más antiguos - mencionó el mercader, pinchando donde dolía. — Es una oferta única, no daré mi brazo a torcer. Tengo que ganarme el pan, ¿sabéis?

Como dando el trato por formalizado sin ni siquiera esperar a la confirmación, agarró los libros más viejos que tenía en la pila y los puso delante de Mortimer y Lavinia para que los vieran antes de proceder a empaquetarlos. La mayoría eran de historias o cuentos, pero quizá pudiera sacarse algo de ellos, aunque fuera un rato de lectura entretenida. Además, sería una pena que se echaran a perder bajo la lluvia, el cielo parecía a punto de descargar...

Un rayo partió por la mitad el cielo de Tafeld; un rayo que, en lugar de caer al suelo, atravesó longitudinalmente el firmamento por encima de sus cabezas. Hubo un chasquido sonoro que dejó a todos perplejos en el sitio, aunque aquello no sería lo más increíble de todo. Tras volver a abrir los ojos, Lavinia, Mortimer y Raven vieron cómo una hoja de espada atravesaba el torso del mercader, quien tenía los ojos y la boca abiertos en sorpresa. A su alrededor, mezclados entre la gente que disfrutaba hasta ahora del festival, habían aparecido en la calle un grupo muy numeroso de hombres, todos ellos vestidos con ropas y armaduras de color azul eléctrico. Incluso había algunos con armadura completa. Todos ellos por igual iban fuertemente armados, y el tipo que había aparecido tras el mercader sacó la hoja con un deslizamiento rápido, dejando que el ya inerte cuerpo cayera al suelo, salpicando levemente con su sangre los libros que pensaba vender.

— ¡Vall'hand omi nu rutu! - gritó aquel extraño, mientras los demás apuntaban con sus arcos a los civiles, haciendo que el caos y el pánico estallaran en la ciudad de Tafeld.

El estruendo del exterior hizo que Saphir saltase de la impresión, sacándola de su momento de introspección. Miró con alarma a los suyos y luego a su alrededor, intentando buscar en las caras de los demás alguna certeza sobre lo que estaba ocurriendo. En cuanto los gritos de los civiles comenzaron, hizo un gesto a sus guardias con la intención de que se interpusieran entre el posible peligro que pudiera entrar al local y la comitiva.
—¡¿Qué es?! ¡¿Qué ocurre?! —Espetó alterada a los humanos.

-  Me agrada cuando te comportas de acuerdo a tu edad, me hace sentir más joven- sonrió sutilmente asintiendo con la cabeza. Aunque el orgullo pronto se transformó en un suspiro de resignación al ver que su mentor volvía a los viejos hábitos.

Ni un apice de risa asomó por sus labios al despertar al padre del niño de más temprano, las tipicas promesas sobre dejar la bebida y ese comportamiento que no consideraba digno de un padre le causaban cierto resquemor a la mujer. Quizás debía visitar más seguido al pequeño solo para estar segura de que estaría bien. Los pensamientos de preocupación por el niño se disiparon y fueron remplazados por unos mucho más urgentes. Observó con estupor todo lo que acontecía fuera de la taberna e inmediatamente desenvainó su espada bastarda.

- Quedense aquí, cierren la puerta. Dronn deja esa jarra estamos bajo ataque- la voz pesada precedió a la salida de Kallista de la taberna. Como se atrevían a venir aquí y atacar a la gente en frente de sus narices. Sin dudarlo ni un segundo se adelantó entre los civiles dispuesta a luchar contra los atacantes.- ¡Bestias!- dijo para llamar su atención, con la esperanza de que dejaran de atacar a los ciudadanos. Y soltó la frase más cliché de los cliché- Metanse con alguien de su tamaño.- levantó su pesada espada poniendose en posición de combate.

Lavinia se sonrojó hasta las orejas por el comentario del vendedor. Por un momento pensó, avergonzada, que había metido la pata con su parco intento de regateo, pero dejó escapar un suspiro de alivio al comprobar que el hombre no estaba enfadado. Además, con el comentario acerca de su capacidad para pagar, estaban en paz.

Cuando puso los libros a su alcance, Lavinia perdió la conciencia de lo que pasaba a su alrededor y volcó toda su atención en ellos. Las antologías de cuentos le gustaban mucho y tenía pocas. Siempre eran pocas. No quería mirar con demasiada insistencia a Mortimer. Lo que realmente quería era zarandearle para que se diera prisa en su transacción y la dejase oler las páginas. Con eso estaría feliz durante… un minuto, siendo generosa.

Así que no lo vio venir. Lavinia se quedo petrificada mientras su cerebro trataba de asimilar lo que tenía delante. El cuerpo del vendedor cedió y la sangre manó libre por la mercancía, oscura como el abismo. La visión la sumió en un hechizo, una pared acolchada que amortiguaba los gritos que despertaron alrededor del grupo. Lavinia no podía apartar los ojos del anciano, pero el instinto de supervivencia tiraba de ella. Veía sombras azuladas y de metal brillante contonearse en el margen de su visión, sintió un empellón que tampoco consiguió moverla.

Lavinia buscó a propósito la mirada del asesino. Solo ahí podría discernir si estaba soñando, si era realidad, si era una broma o una actuación de mal gusto.

Sonrío al anciano. Lavinia no era ninguna política, pero el anciano probablemente había hecho ese comentario para echarle un chascarrillo. Nos pone una torre de libros delante, que mi compañera empieza a ojear.

- ¿Quinientos guiles? Bueno, creo que podemos reunirlos entre... - en ese momento, es como si el mundo fuese a cámara lenta. Tras el rayo, el anciano es empalado. La sangre me salpica el rostro. De él la sonrisa desaparece. Entonces me fijo en el portador de la espada. Tras sacar la espada del torso del anciano, grita en su idioma natal. Y la furia invade mi rostro, mientras golpeo el suelo con el extremo del bastón.

- ¡¡¡HIJO DE PUTA!!! - me pongo frente a Lavinia, preparado para luchar.

No te preocupes Lavinia. Yo te protegeré.

- (Con 500 guiles me podría comprar una pieza de equipo decente para variar)

Pensando esto para si mismo asentiría, la verdad es que entre los tres no es un mal precio y tal vez pueda encontrar uno o dos libros de su interés entre estos tantos, además de que el señor no parece tacaño y seguro algún libro nos regala o nos oferta al final.

- Bueno qué tal si... 

Viendo como el vendedor acomodaba unos cuantos libros frente Mortimer me habría dedicado a leer sus portadas de un vistazo si estas fueran legibles... eso hasta el sentir la caliente y pegajosa sensación en mi piel tan familiar que ya junto al rayo me hizo levantar la mirada en un segundo para ver como el vida escapaba de los ojos del anciano junto a la hoja que retrocedía dejando caer al suelo su cuerpo.

- Qu... Cómo había dejado de mirar a su alrededor y tampoco se había dado cuenta de esas armaduras que ahora estaban en todas partes junto a las armas desenvainadas que ahora estaban en la plaza. - . . . 

Al instante una mano en su arco y en la otra en una flecha mientras cubría a Mortimer y Lavinia, instinto tal vez. Ya sabe que el pequeño es mago pero no sabe que tanto, espera que le de una buena sorpresa pero aún así no se arriesga a que reciba el primer golpe. - Dónde están los guardias?... 

El caos y el pánico se desataron rápidamente en las calles. Amet se quedó blanco como el papel con una bandeja en la mano, mientras observaba cómo aquellos desalmados masacraron a un buen puñado de personas con aquella primera andanada de flechas. Dronn dejó caer la bebida, estupefacto ante la realidad de que estaban bajo ataque; un ataque que parecía literalmente caído del cielo.

Los  miembros de la comitiva extranjera parecían estar desorientados por esta nueva situación, pero pronto los guardias se lanzaron hacia la puerta para bloquearla ante los atacantes, gritando y dándose órdenes entre sí para mantener a sus superiores a salvo. Así mismo, Kallista se lanzó hacia fuera junto con su compañero, dispuestos a dar pelea. La visión que los recibió no era muy esperanzadora, pero no podían rendirse. Había muchos más soldados atacando a lo largo de toda la calle. Parecían un ejército en toda regla invadiendo la ciudad, no solo por sus flamantes armas y armaduras, sino por lo coordinados que eran en sus ataques a la población civil. ¿Cómo era siquiera posible que hubieran aparecido de repente?

No había mucho tiempo para pensar, no obstante. Aquellos movimientos hostiles no habían pasado desapercibidos para los agresores, y algunos ya se encontraban alzando sus afiladas armas para ir al encuentro de los dos guardias que plantaban cara en solitario.

El infierno se desató en apenas unos instantes. Las flechas de la primera andanada salieron silbando de los arcos de aquellos atacantes, y un buen puñado de personas cayeron al suelo acribilladas. Los gritos estallaron como una cacofonía de voces pidiendo auxilio. ¿Cómo habían aparecido de repente? Mirando alrededor, la vista no era muy esperanzadora. Parecían un verdadero ejército, con todo su poder militar reflejado en sus afiladas armas y exquisitas armaduras.

No obstante, no había tiempo para pensar. Los pocos guardias que había alrededor desenvainaron tarde, estupefactos por la posibilidad de un ataque sorpresa de tal calibre. Lo que era un festival alegre y risueño había desembocado en lo que parecía que iba a ser una verdadera carnicería. Las siguientes flechas ya estaban dispuestas en sus arcos, y el hombre que había asesinado al mercader ya se había percatado del movimiento de Mortimer por proteger a Lavinia.

Aunque el vallondon no era tan común en la academia, sí que habías escuchado este idioma antes en unos magos negros de tercer año que venían del imperio. El idioma era bastante infrecuente en aquellas tierras, pero habías pasado el suficiente tiempo con ellos (o más bien observándolos) como para reconocer una frase tan sencilla y corta.

"¡Fuerza y gloria para Vallonde!"

- Diablos...

La impresión de la espada saliendo del torso del vendedor le habría tomado por sorpresa un segundo pero rápidamente habría despabilado, aunque el caos, los gritos y el caos que lo rodeaba estaba creciendo, para estas situaciones es que se ha entrenado y además, no es la primera y de seguro no será la última.

- Lavinia reacciona! Ya se había percatado de que el pequeño mago estaba ¨despierto¨, pero para bien o para mal bastante airado, solo espera que esto no le juegue en contra. Sin embargo la chica de la posada no parece tener el brillo de alguien que esté atento en sus ojos y eso le preocupa. Muchas preguntas surgirían en este momento, pero la verdad por ahora no le interesa formularlas ni pensarlas y su mente solo trabaja en cómo salir idealmente todos vivos de esta situación, ya que para el el destino los puso a los tres en el mismo barco.

- Tu... Al mirar a los atacantes más cercanos se percataría de la mirada del soldado que reacciona ante el grito de Mortimer con una espada en la mano, primero debe encargarse de el para que el mago pueda conjurar su hechizo apropiadamente.

Rápidamente retrocede 3 metros hacia atrás haciendo distancia de un par de ágiles pasos y brincos (Acción menor) y apuntaría al soldado cercano a al pequeño mago que sostiene la espada para dispararle una flecha (Acción mayor) y seguir retrocediendo 3 metros más para dispararle otra flecha (Acción mayor) al mismo soldado, apuntando a su pecho y cuello en sus disparos. Permaneciendo atento a su entorno mientras saca otra flecha.

Los ojos de Kallista no daban credito al caos que se extendía frente a ella, que clase de magia era esa, capaz de traer a un ejercito completo a asolar una ciudad pacifica como esa. La guardia real tardaría en llegar y a juzgar por la belicosa actitud de los invasores, no podían darse el lujo de esperar a nadie. Haciendo uso de su temple y la profesionalidad que le caracterizaba tuvo que contener sus ganas de ayudar a los heridos, tuvo que ignorar los gritos y en su lugar concentró su vista en aquellos que ahora debían ser detenidos.

Observó de reojo como la guardia de los hombres rata cubría la puerta de la taberna y como Dronn estaba reaccionando al ataque. Y corrió, en dirección a sus enemigos, blandiendo su espada con mirada fiera sin retroceder ni dudar por un solo segundo buscando un punto frágil en la imponente armadura enemiga. El clank de sus botas contra el suelo de piedra era opacado por los gritos y los llantos de aquellos que habían caído presa de el implacable enemigo.

- ¿Quienes sois?¿Cómo os atreveís?.

Cada músculo del cuerpo de la guardia se encontraba en tensión para convertirla en un muro de combate. Si hubiese podido habría atraído hacia si a cada enemigo en los alrededores incluso si le costaba la vida, cualquier cosa era mejor que ver sufrir a aquellos que había jurado proteger.

Observó por alguno de los ventanales la situación en el exterior y la rapidez con que se había desatado el desorden. Retrocedió junto a su gente y les indicó que se quedasen lejos de puertas y ventanas. Saphir no iba a jugarse el pellejo de primeras, y menos si sus guardias seguían en disposición de hacer su trabajo. Igualmente se quedaría observando tras los cristales cómo se desarrollaba la pelea en el exterior, en caso de que Dásil le diese una señal para que interviniese.

Avanzo hacia atrás para colocarme cerca de Lavinia mientras le lanzaba miradas furiosas... Digo furiosas, ¡asesinas! al perro que había matado al pobre anciano.

No se merecía morir así.

Su idioma me es conocido. Es vallodon. Y su grito no me era del todo desconocido. Y, cuando veo como alza la espada, lanzado ese grito de guerra, aprovecho para cargar un conjuro de fuego. Aunque luego pienso en las condiciones meteorológicas. Apenas se iba a comer nada de daño.

- ¡La fuerza y la gloria las tendrás en el infierno, cabrón mataviejos - y le lanzo el Piro con toda mi rabia, a la vez que escucho el silbido de dos flechas a mi lado, dirigidas al mismo objetivo.

En un momento, sus dos nuevos amigos se pusieron delante de Lavinia para defenderla, mientras ella permanecía en un estado de estupor. En su interior se debatía salvajemente contra él. Y eso era lo que la tenía tan ofuscada. Había sido una milésima de segundo la que había bastado para despertar algo en ella después de ser testigo de la muerte del anciano vendedor. Sintió que la sangre le corría con más ferocidad en las venas, le ardía. Pero no era el calor de verano, sino la mordida del hielo que empezaba a emanar vapor en la palma de su mano. Una parte de ella aún estaba en shock, la misma que le recordaba que era otra persona quien lo había hecho.

Y el segmento de ella que estaba invocando el hechizo usó ese mismo argumento para mover los hilos de su cuerpo. Abrió los dedos en abanico para liberar el pequeño carámbano que había formado en su palma y lo lanzó con más saña que cuando practicaba en casa contra los viejos candelabros.

Las agresiones comenzaron en un abrir y cerrar de ojos. Las flechas volvieron a pasar silbando a través de la calle, que se había convertido en un verdadero campo de batalla. Los ciudadanos de Tafeld seguían corriendo por sus vidas, chillando e implorando piedad los más rezagados. No obstante, el ejército invasor no parecía tener ojos ni oídos para sus plegarias.

Kallista se lanzó hacia delante enarbolando su espada bastarda con un grito furioso, y el soldado más cercano recibió un tajo horizontal que le cruzó el pecho por completo. Solamente la armadura pesada que portaba evitó que fuera cercenado en dos, pues la fuerza de la mujer era mucho mayor de lo que se esperaba en un principio. Rápidamente los enemigos se pusieron en alerta ante tal despliegue, y varios encararon a Dronn y Kallista, dispuestos a hacerles caer con sus hojas azures.

La comitiva de hombres ratón, por otra parte, continuaba manteniendo el perfil bajo en la taberna. Baadu temblaba como una hoja y murmuraba todo tipo de cosas. Miraba a Saphir con incredulidad y un deje de ansiedad en los ojos, danzando de lado a lado mientras se frotaba los puños. — ¿Qué está pasando? ¿Cómo hemos llegado a esto? ¡Saphir, di algo, maldita sea!

Amet seguía pálido como la leche, pero había reaccionado algo y ahora se encontraba detrás de la barra con una navaja en la mano. Sin embargo, el temblor de su puño evidenciaba que no era ni muchísimo menos un guerrero experimentado, solamente una víctima más de aquel sangriento desenlace.

— Vollund nu ehri si shela - siseó el soldado más cercano a Kallista, el que había conseguido evitar la hoja bastarda de la mujer por un pelo. Parecía mirarla con desprecio bajo el yelmo, a pesar de que ni tan siquiera sus ojos fueran visibles con la penumbra. Acto seguido lanzó una estocada que alcanzó a Dronn en el hombro, quien refunfuñó furioso por el dolor, mientras una flecha pasaba silbando hasta rozar a Kallista en la pantorrilla. Afortunadamente no se había llegado a clavar, pero sintió el escozor y la sangre manar lentamente de la herida, que solo era superficial.

— Te va a hacer falta más que eso para tumbarme, hijo de puta - gruñó el compañero de Kallista, alzando su propia espada para entablar combate con aquel indeseable invasor.

Raven reaccionó con la presteza de alguien experimentado en el combate. Se armó con su arco con una rapidez y técnica exquisitas, y mientras ponía distancia entre él y los combatientes cuerpo a cuerpo lanzaba flechas certeras que, si bien rebotaron en la armadura del soldado, no fueron del todo ineficaces, pues los rebotes le propiciaron cortes en los brazos y la pierna en las secciones desprotegidas. No obstante, aquella distancia no sería efectiva para no recibir un flechazo en el brazo. Afortunadamente el proyectil pasó de largo sin llegar a clavarse en la carne del arquero.

Mortimer, por otro lado, parecía realmente furioso. Materializó un hechizo de fuego en su mano, que lanzó al mismo soldado. Una pequeña nube de vapor estalló en el lugar del impacto, haciéndole retroceder ligeramente con cara de sorpresa y algo de dolor. Los atacantes parecían haberse dado cuenta del grupo ya, y empezaban a concentrar sus ofensivas sobre ellos.

Finalmente, una flecha voló a través del grupo, rozando esta vez la espalda de Lavinia. Como movida por un resorte, aunque aún absorta en sus pensamientos, la joven maga lanzó un pequeño carámbano de hielo a aquel soldado también, quien de repente había visto una resistencia inesperada en un grupo de civiles.

— Vihklas rea borun, Eifhendall - dijo el soldado, mirando directamente a Mortimer antes de lanzarse hacia delante, enarbolando su espada para alcanzarle por los pelos en el brazo. No parecía ni tan siquiera furioso, y mantenía la calma a pesar de haber sido sobrepasado tan ampliamente por sus ataques concentrados.