Partida Rol por web

Vanwa se sentía íntimamente desilusionado. ¿No amaba Brunilda a Odorico? Hablaba de aprecio, y por las cosas que decía, parecía que Odorico sí podía amar a su hermana pero o no existía el mismo sentimiento recíproco, o bien Brunilda lo quería ocultar.

¿Era Rathfic demasiado celoso? ¿O sabría de la existencia de algo real entre ambos? ¿Era capaz de pedirle Odorico a su hermana huir juntos sin tener una certeza de sentimientos recíprocos? ¿O quizás era Odorico un joven con muchos pájaros en la cabeza?

Cuantas preguntas... Se maldijo a si mismo por haber interpretado el moratón en el cuello con un intento de estrangulamiento, pero bueno, a Vanwa le seguía pareciendo mucho más melodramática su versión que la de la mujer, donde dos hombres forcejeaban como dos borrachos de taberna.

Miró al resto del grupo, como preguntándose cual era el siguiente paso. Parecía escuchar mejor a Welf, así que si se tenía que convencer a la joven para que les acompañara para dar testimonio ante Beorn, junto a Odorico, sería él el más adecuado para convencerla para ello... O quizás no sería necesario. A fin de cuentas eran los emisarios, pero bueno, que Beorn viera a aquella mujer desecha podía jugar a favor del fugado... O no. Se podía interpretar como pena por la pérdida del marido o la desgracia del hermano.

Baldbrand hizo acto de presencia de nuevo uniéndose al grupo a grandes zancadas, justo cuando la mujer relataba cómo habían sucedido los hechos. Al final sus compañeros habían conseguido que lo dijera... o al menos, su versión.

El ceño del joven no podía fruncirse más. Pareció debatirse internamente en cómo decir sus siguientes palabras. Brunilda parecía genuinamente convencida de su relato y, en parte, coincidía con lo encontrado, pero por eso mismo, tampoco podían perder más el tiempo. Tomó el sentimiento final de la mujer y habló, quizá de forma seca y tajante:

-Si en verdad os sentís culpable, si en verdad le tenéis aprecio, decidnos dónde fue Odorico y no neguéis lo evidente. He visto huellas recientes en la parte trasera de vuestra casa. Huellas que entraban y que salían. Él estuvo aqui de nuevo para convenceros de que os fuerais con él ¿es así? ¡Ayudadnos de una vez! Si todo fue como decís, tened por seguro que lo que habéis dicho llegará a oídos de Beorn... pero también os digo, la actitud de Odorico es cada vez más condenable. Cuanto más robe y huya, peor será para él. Vos tenéis en vuestra mano que esto termine a bien para él de una vez por todas. -terminó de decir con la sinceridad brutal que le caracterizaba.

A por él una noche de invierno llegaron
Arrestado, atado lo arrastraron
Más alla de las colinas...
Creyó que no lo encontrarían
Solo me defendí, se lamentaría
Ya nadie le escucharía
Más allá de las colinas...
Lejos, muy lejos viajaron
Nadie inocente huye, sentenciaron
Quien nunca amor ha recivido
No puede creer que será creido
Más allá de las colinas...

Recitó Miriel tratando de suavizar el golpe de las palabras de Baldbrand.

- Las palabras de Baldbrand son ásperas, pero son sinceras. Cuanto más huya, más creerán que es culpable y la verdad después poco importará. Si podemos encontrarlo, convencerlo de que regrese con nosotros para someterse a la justicia de Beorn, tendrá más posibilidades. Si vos aceptáis acudir como su testigo, pues en verdad sois la única testigo de lo ocurrido, tendrá más posibilidades de recibir clemencia. – guardó silencio un instante – Una vida huyendo no será vida. Siempre mirando por encima del hombro, siempre temiendo que vengan a por él y quizás al final, una noche, será cierto. – la miró tratando de conmover su corazón para que los ayudara a que Odorico hiciera lo correcto.

Vanwa veía que aquella historia de desamor e infortunios tenía un potencial melodramático muy alto y podía convertirse en una gran canción, sin embargo todavía había muchas preguntas sin respuesta y muchas respuestas que no concordaban con la idea que tenía él en la cabeza para la trama de aquella historia. Tendrían que investigar más a fondo sobre todo el asunto para ver si al final merecía la pena adaptar la triste historia de Odorico y Brunilda como una canción de desamor, o bien ser reinterpretada de alguna forma. 

Ainar y Baldbrad regresaron con el grupo. El primero de ellos había ido a inspeccionar los túmulos pero no encontró nada importante, el segundo en cambio encontró huellas que le hacían sospechar sobre una visita de Odorico a la casa de Brunilda. El joven beórnida llegó con el ceño fruncido y con las sospechas de que la mujer no estaba siendo del todo sincera. Directo como era siempre, se enfrentó a la mujer para exigirle que dijera la verdad y contara lo que sabía sobre el paradero de Odorico. Las conjeturas del beórnida sobre lo sucedido no iban desencaminadas y Brunilda no pudo negar lo evidente. Miriel se apresuró a rebajar la tensión con unos versos muy acertados que hicieron que la congoja y la preocupación por el futuro de su hermano se apoderaran de Brunilda y la removieran por dentro. 

—Es cierto. Odorico vino a verme una noche de hace pocos días. Me contó que Odo y Merovech habían sido muertos por los orcos, pero que había conseguido escapar en la confusión. Tomó eso como que el destino le ha dado una segunda oportunidad y ahora pretende no volver jamás a las tierras de los beórnidas —soltó un suspiro y miró a Miriel a los ojos, esperando encontrar en ella comprensión por haber guardado todo aquello en secreto—. Aquella misma noche partió al oeste, a través del Gran Río. No creo que vuelva a verle de nuevo, pero si lográis encontrarlo... No seáis demasiado duros con él. Odorico es buena persona. Os lo ruego.  

Os doy mi palabra que no sufrirá daño por mi mano y que haré todo lo posible para que ninguno de nosotros le dañe. ¿Qué podría decirle para calmarle si no quiere venir con nosotros? No tiene sentido que se enfrente a nosotros que no pretendemos causarle ningún mal pero no tiene ningún motivo para confiar en nosotros. ¿Hay algo que sólo sepáis vosotros dos y que si se lo decimos nos sirva para que nos crea y evitemos un enfrentamiento innecesario?

Welf pensaba en la relación que su familia había tenido con Miriel y cómo muchas de las cosas que pasaban de madres a hijos servían para ganar la confianza de cada nueva generación en la elfa que siempre les vigilaba y ayudaba. Había relatos, sucesos que sólo ellos conocían y cuando alguna vez habían necesitado su ayuda para alguien cercano usaban esos gestos y palabras para demostrar que iban con sus bendiciones.

Era un fastidio. Iba a tocar perseguirlo un poco más. Odorico había huído una vez más, sin su amada. Quizás el amor no era tan correspondido, a fin de cuentas. ¿Acaso era mejor quedarse en aquel pueblo, marcada por la vergüenza, que irse con la persona amada? ¿Era preferible quedarse en la casa del asesinato que ir en busca de un lugar mejor? No había hecho nada ni por lavar el nombre de Odorico ni por irse con él. Vanwa se sentía muy triste por lo mundano y vulgar de aquella historia. Al igual que un niño, podía pasar de la más honda excitación al desinterés más absoluto en un pestañeo.

- ¿Tenían acaso un lugar secreto? ¿Un lugar donde Odorico pensara llevarla?- Añadió el elfo, a las pesquisas de Welf. Iba a ser de mucha utilidad saber algún dato que los identificara como "amigos" de Brunilda. Seguro que el desgraciado aún esperaba que acabara viniendo. El amor obraba esa especie de milagros. Creer en lo imposible. Aquello empezaba a ser realmente triste para el pobre Odorico.

Las palabras de Brunilda no parecieron convencer o conmover demasiado al beórnida.

A sus ojos, Odorico era un cobarde, un ladrón y un oportunista de la peor calaña. No dudaba que el asesinato de Rathfic fuera accidental, pero a partir de entonces, en vez de comportarse como alguien de honor, había aprovechado cualquier oportunidad para empeorar la situación como si no quisiera enfrentar las consecuencias de sus actos con valor.

-Sus actos dicen lo contrario mi señora. -dijo de forma lacónica sin poder morderse la lengua- En vez de enfrentar un juicio que podría haberse saldado con su inocencia o con un castigo menor por ser este asesinato accidental, ha robado una espada que no le pertenecía y una gran cantidad de dinero que tampoco le eran de suyo. Nuestra intención no es otra que llevarle a presencia de Beorn. Si de verdad tiene buen corazón, se entregará... no obstante, lo que apunta mi compañero Welf podría hacerle entrar en razón.

Entonces suspiró y luego gruñó, porque había tenido una idea y, aunque no le gustara en absoluto, podría tener un buen desenlace.

-Habría otra forma de que Odorico mostrara su buen corazón. Que vos nos acompañarais y nos ayudarais. Incluso que vinierais con nosotros hasta la Casa de Beorn. Eso aseguraría que las cosas salieran de la mejor forma posible. Se que es doloroso, pero también es la única forma en que vos podréis terminar de cerrar toda esta herida. Está en vuestra mano Brunilda. Si no es así, podéis quedaros aqui lamentando no sólo lo que habéis perdido si la oportunidad que podéis tener de arreglarlo todo.

Ainar posaba su peso en una pierna, y luego en la otra. Ya estaba ansioso por ir en busca de Odorico. No creía que fueran a sacar mucho más. Tendrían que luchar, eso estaba claro. Era un niño con entrenamiento en combate, y como tal tendrían que tratarlo. Al menos por lo que había escuchado hasta ahora.

No pensaba prometer nada, que no podía prometer no tener que matarlo si se tenía que defender. Claro que iba a hacer todo lo posible por no hacerlo, pero nunca se sabía en el fragor del combate...

Las palabras de Welf fueron tranquilas y sinceras, parecía preocupado por el destino que aguardar a Odorico y prometió no hacerle daño y velar porque nadie más se lo hiciera. Aquel gesto conmovió a Brunilda que lo agradeció con un asentimiento de cabeza. El hombre del bosque preguntó por algo que solo ellos dos supieran, y eran tantas las cosas que podían saber el uno del otro dos personas que habían compartido la infancia que a Brunilda no se le ocurrió nada concreto. 

—Ahora mismo no sé... Dígale que... dígale que... le perdono —dijo antes de que el elfo preguntara por algún lugar o escondite que ambos compartieran, Brunilda negó con la cabeza—. De niños teníamos un escondite en las afueras, una cabaña en un árbol. Pero dudo que Odorico se haya detenido allí un solo instante. Dijo que se iría lejos. Que dejaría este pueblo tan atrás como pudieran permitirle sus pasos. 

Entonces irrumpió Baldbrand en la conversación, los pensamientos que tenía hacia Odorico se reflejaban en sus palabras y en su manera de pronunciarlas. La cara de la viuda se fue transformando aunque las lágrimas todavía brotaban a borbotones por sus ojos.

—Que ha robado todo eso es lo que vosotros decís —respondió indignada—. Y aunque así fuera lo habrá hecho por pura supervivencia, no con mala fe. ¿Acompañaros yo? Ni en broma. Odorico merece la vida que desea, lejos de este pueblo que le odia. ¿Qué iba a afrontar si ni su propio padre le dio tiempo a explicarse cuando ocurrió el suceso? Seguro que él habla de corazón —dijo señalando a Welf—, pero no me fio de tus intenciones si lográis encontrar a Odorico. ¡Es más, deseo que no lo encontréis jamás!

Y dicho aquello se metió en su casa y cerró de un portazo. Al menos habían conseguido algo de información sobre lo que sucedió aquella noche y los implicados en el suceso, y también sobre el paradero de Odorico. Si bien era muy incierto lo que la joven viuda les había dicho, no perdían nada por comprobar si realmente Odorico había cruzado el Gran Río rumbo al oeste. Tal vez hubiera alguna pista más en Vado de Piedra. 

Cuando Brunilda cerró de un portazo, casi se le escapa la risa. Miró a Baldbrand, divertido.- Se puede decir que no dejáis a nadie indiferente...- El beórnida era tan cortante con las palabras como seguramente lo sería con su hacha.- Quizás nosotros somos muy condescendientes con lo ocurrido, pero ser muy severo, o pensar en lo peor, tampoco es la mejor opción. La Sombra se asienta en el rencor y la desconfianza. Tener en mayor estima a los demás, hasta que se demuestre lo contrario, siempre es preferible a pensar lo peor de los demás, hasta que se demuestre lo contrario...- Bromeó el elfo. Lo dijo en tono ligero, sin atisbo de reprimenda en sus palabras.

- Voy a ir a hacer una visita a esa cabaña de las afueras... A ver si ha dejado allí un mensaje... Por si Brunilda cambia de opinión. Seguro que Odorico no ha perdido la esperanza en encontrarse con su amor. Y quien sabe, quizás hay alguna pista más sobre todo esto.- Vanwa quería saber más de aquella relación amorosa cargada de culpa y prejuicios.

Y tras ello, se dispuso a marchar hacia allí con paso muy ligero, como solo saben hacer los elfos, silencioso como un ratón. No sabía si iba a encontrarse allí con un meditabundo Odorico. O cualquier otro que pudiera estar acechando por la zona.

Baldbrand lanzó una mirada ceñuda al elfo.

-Las palabras no sirven de nada si no van acompañadas de acciones que las respalden. -volvió a responder tajante y sin importar que le oyera Brunilda a pesar del portazo, es más, en el fondo esperaba que le oyera la mujer. Aquella hipocresia fruto de la cobardía le enfermaba.

Luego se alejó de la casa yendo hacia la parte trasera pero al oir al elfo se detuvo. No parecía de humor.

-Mejor será que nunca me digais algo que no podais respaldar con vuestros actos, maese elfo. Es mejor guardar silencio. -quizá por eso el beórnida solía ser un tipo callado. Igual pensaba que las palabras eran mucho más importantes que lo que la gente solía suponer.

-Hay que ponerse en marcha de nuevo. Compañero Welf, encontré las huellas de ese cobarde y ladrón detrás de la casa. Igual podamos seguirlas. Ya hemos perdido demasiado tiempo aqui. -terminó de decir enfadado.

Parecía que para Baldbrand no era necesario juicio alguno y ya tenía claro el veredicto. Tampoco lo culpaba por ello. Parecía que el hombre había tenido una vida dura y para Vanwa su forma de hablar y su expresión corporal no era más que una forma de defenderse de un mundo al que veía como algo hostil. Se encogió de hombros, sin más. No iba a entrar en discusiones estériles ahora que se abría ante él la perspectiva de husmear en la cabaña de los sueños de un joven enamorado.

Dejó al beórnida con su deseo de lebrel siguiendo la pista de la shuellas para dirigirse a la cabaña del árbol.

Ainar ni se inmutó ante el portazo de Brunilda. Era toda una desconocida para él.

-Muchacho, entiendo tu ímpetu, pero de nada servirá querer seguir un rastro por la noche- dijo el enano -Terminaremos perdiéndonos o encontrándonos con algo indeseable- se acercó al beórnida para ponerse a la par -Mejor descansamos esta noche, nos reaprovisionamos con lo que necesitemos... y al despuntar el alba iniciamos la búsqueda. De nada servirá buscarlo y que se nos pase por la oscuridad-

Por un lado no quería desaprovechar la comida que les habían ofrecido, y por otro lado realmente pensaba que no serviría de mucho rastrearlo en la noche. Era la mejor posibilidad para que se escondiera de ellos, y hasta podrían pensar que estaban cazándolo y tal vez hasta le habían pasado por el costado, y como un idiota no quería quedar.

Al alba sería el momento ideal de seguir esas huellas dijo mirando a Baldbrand pero prefiero echar ahora un vistazo que están localizadas y mañana las reconoceré más fácilmente. Seguir un rastro concreto siempre es mas fácil que hacerlo solo por intuición.

Siguió al beornida hasta donde le indicó e intentó guardar los detalles del tamaño y fuerza de las pisadas. Esos detalles siempre importaban. Después buscó alrededor el resto de pequeñas pistas que sumadas me darían una idea más certera del rastro que tocaba seguir aunque parecía que el destino final ya estaba fijado por las palabras de Brunilda 

Las palabras de Ainar hicieron que los ánimos de Baldbrand se apaciguaran.

-Tenéis razón maese enano. -comentó asintiendo y concediéndole la verdad de forma humilde- Me dejé llevar un poco por el ímpetu. Mañana continuaremos la búsqueda.

Dicho aquello, también asintió hacia Welf al que llevó a la parte trasera de la casa donde había visto las huellas que habían dejado al descubierto las palabras de Brunilda.

Si por él hubiera sido, habría seguido aquel rastro intentando reducir la distancia que les separaba de aquel cobarde... pero ahora formaba parte de un grupo y dejó que sus pasos le guiaran hacia un breve descanso antes del alba.

Vanwa decidió ir a comprobar la cabaña en el árbol que Brunilda les había mencionado. El elfo fue hasta el lugar con la esperanza de encontrar alguna pista de Odorico, pero también de añadir más detalles a aquella historia de amor prohibida entre ambos humanos. Sin embargo, cuando llegó al lugar la decepción con aquella historia volvió a ser lo único que encontró en el lugar. La cabaña del árbol llevaba años sin ser utilizada, y la naturaleza se la había tragado casi por completo. Las partes que todavía permanecían en pie estaban llenas de ramas salvajes y plantas trepadoras que ahora eran sus únicas ocupantes. Era evidente que nadie había pasado por allí en muchos años, y el elfo pudo comprobar que en el interior tampoco había rastro alguno de la presencia del fugitivo ni de su paso por allí. Otra decepción más a aquella historia. 

Baldbrand, por su parte, guió a Welf y al resto a ver las huellas que había encontrado bajo una de las ventanas de la parte trasera de la casa de Brunilda. Welf se fijó bien en el aspecto y la marca que supuestamente Odorico había dejado en la tierra al entrar por aquella ventana, y después al irse, pues había dos juegos de huellas de la misma persona: las que llegaban al lugar y las que se marchaban de allí. Pero decidieron que no sería hasta el día siguiente que se pondrían manos a la obra para seguir el rastro que había dejado el fugitivo al irse de allí. El grupo al completo se reunió de nuevo en la casa del propio Odorico, cedida para ellos por intermediación de Ava, para descansar lo que restaba de noche.