El enano sintió una potencial angustia al ver las llamas. Miró hacia el cielo, buscando a Munin para que le diera un lugar a dónde buscar. Reprimió su deseo de gritar por el nombre del elfo, ya que no sólo podía ser peligroso para él, si no también para el enano y sus compañeros.
Todos corrieron, pero él no tenía las piernas largas de los demás. Correría, por supuesto, pero sabía que ésa no sería el diferencial ante sus compañeros. Intentó dilucidar qué podía significar eso, si podría ser una trampa. ¿Por qué no? Algo le olía mal, y no era sólo el humo...
Invoco Suspicaz, y Resistencia por si tengo que correr mucho jeje
Aunque el elfo se movió con el sigilo de un gato, las cadenas y el repiqueteo del martillo contra ellas no es que fuera algo sigiloso. No todos los prisioneros estaban muy cómodos con la presencia de Vanwa allí, algunos le achacaron entre susurros que con tanto ruido conseguiría que los mataran a todos. Para colmo sus intentos de liberar al grandullón habían sido en vano, continuaba apresado de pies y manos. Los guardias no tardaron en percatarse del ruido y señalaron al elfo.
—¡Eh, tú! ¡Alto ahí!
Como las desgracias nunca vienen solas, las llamas del incendio que había provocado como distracción estaban empezando a descontrolarse. Una columna de humo y fuego ascendía arrasando los árboles colindantes a las tiendas de los bandidos, y el fuego se extendía de árbol en árbol. Tras un seco verano, y después de que las lluvias otoñales no hubieran hecho demasiado acto de presencia, aquello era como yesca esperando la chispa adecuada.
El bosque que divisaban en la distancia, del cual surgía hacia el cielo una inquietante columna de humo grisáceo, era un pequeño bosque cubierto de arbustos y vegetación, el lugar perfecto para ocultarse y también las peores condiciones para un incendio. El verano había sido seco, y el otoño incipiente todavía no había traído lluvias, lo cual era un peligro mayor para ese tipo de incendios. Por fortuna era un bosque no demasiado grande, lejos de otras zonas arboladas y del bosque Negro.
Observaron que los bandidos que allí se dirigían, al ver que su campamento y el bosque en el que lo habían ocultado eran pasto de las llamas, tomaban otras direcciones, desperdigándose todavía más. La mayoría se dirigía hacia el norte, hacia el Viejo Vado, pero también había muchos a los que la desesperación les llevaba a cruzar las aguas del Anduin a nado. Pocos eran los que se dirigían al bosque.
Baldbrand, acuérdate de desmarcar a Vanwa.
No son necesarias las tiradas. Además aclaro que todavía estáis lejos de los árboles.
Una inquietud comenzaba a asaltar a Miriel. Si los bandidos evitaban regresar a su campamento al verlo pasto de las llamas, huyendo despavoridos, era posible que no hubiera sido idea suya… ¿Habría sido parte del plan de Vanwa? ¿Una venganza de los esclavos liberados? ¿Algún accidente durante la liberación? … ¿O algo más siniestro? A pesar de los días transcurridos el recuerdo de las flechas de los orcos aún perduraba en su memoria. Ahora no podía evitar pensar que pudiera haber algo más siniestro detrás de aquellas llamas.
- Atentos… Podría… haber algo más… que llamas y humanos… en ese bosque. – compartió con los demás sus preocupaciones mientras seguía corriendo sin aflojar el ritmo.
Si en algún momento es relevante, Buena Vista y Ágil :)
Saltó como un gato al ser interpelado cuando fue descubierto. Y de fondo el fuego rugiendo, amenazando con comérselo todo. Oh, oh... Desde luego, aquello no estaba saliendo como esperaba.
Intentó ocultar la palanca debajo del prisionero más cercano, esperando que entendiera el gesto, aprovechando que el propio cuerpo del humano impedía ver el objeto*.Les sacó la lengua a los guardias y huyó en dirección contraria, tomando lanza y escudo. Su idea era probar de esconderse en el bosque o enfrentarse a ellos algo lejos del campamento, si no tenía más opción.
¿Podrían los prisioneros liberarse? ¿Usarían los guardias a los prisioneros para intentar sofocar el incendio? Quizás, de forma inconsciente, había ideado una mejor forma para conseguir liberar a los prisioneros.
* no sé si se entiende muy bien, pero mi intención es usar escurridizo o si no lo ves apropiado, tiro por sigilo, para ocultar la palanca y así mientras me persiguen, intenten liberarse ellos mismos.
Cuando el elfo huyó, los guardias dudaron si seguirlo o no, pues el incendio cada vez estaba más descontrolado y había cosas más urgentes que atender. Vanwa logró darle las herramientas del enano al fornido prisionero de manera disimulada, si él no era capaz de liberarlo, tal vez otro compañero suyo pudiera hacerlo. Con algo de suerte, igual incluso habría allí un herrero compartiendo destino con aquellas personas.
Vanwa no se detuvo a comprobar si los guardias le seguían o se unían a las labores contra el incendio ya descontrolado. Lo más seguro ahora que apagar el fuego era evidentemente imposible era que los bandidos se limitaran a salvar sus cosas y ponerse a salvo lejos de allí, tal vez dejando a su suerte a los prisioneros.
Transcurridos unos largos minutos de incertidumbre para el elfo, que se mantuvo escondido entre los árboles más alejados del fuego y después caminando alrededor del bosque, vio como un grupo de prisioneros huía en diversas direcciones, algunos se dirigían al norte y otros al este, cada uno de ellos buscando salvar su propia vida. Alzó la vista hacia el sur y vio que los bandidos regresaban a su campamento, pero no lo hacían en la formación ordenada y bien dispuesta en las que les había visto llegar al Folde Sombrío, sino completamente desordenados, corriendo también por sus vidas y, al ver el fuego, dirigiéndose también en otras direcciones. Aquello era caótico.
El plan estaba saliendo totalmente distinto a como había pensado y el elfo, lejos de desesperarse se reía por dentro. Bueno, casi, pues le dolía profundamente el fuego. ¿Qué culpa tenían los árboles de los estúpidos humanos? Los hombre vivían y morían en un suspiro, pero aquellos árboles habían vivido muchos inviernos. Era injusto morir abrasados por aquellos humanos. Y todo por su culpa.
Los bandidos volvían, peor no como lo harían los vencedores.
- ¡Munin! ¡Munin, amigo mio! Mira a ver si puedes ver si están cerca nuestros amigos. Necesitaremos muchas manos para apagar esto.- Pidió. Estaba claro que los guardias no tenían razón para seguir ahí, apagando un fuego imposible de un campamento que ya no era suyo, y que tras los bandidos, llegarían sus compañeros y los beórnidas. Se acercó de nuevo al campamento, dispuesto no ya a ayudar a los humanos, sino a hacer todo lo posible para enmendar el daño que estaba haciendo al bosque el fuego que él había provocado.
- Nunca más un incendio en un bosque, Vanwa idiota. Nunca más.- Se dijo.
Ainar se sorprendió al ver que los bandidos se alejaban del campamento, y hasta algunos con sorpresa. No perderían tiempo con ellos, pero sí seguía atento a si veían a Valter por algún lado. Tal vez Vanwa había tenido algo que ver, aunque le sorprendería en gran manera que hubiese hecho algo así con su naturaleza, sus bichos y sus plantas. No, eso podía ser de los prisioneros, o algo más, pero no de Vanwa.
Cuando Miriel dijo lo que dijo, Ainar se colgó nuevamente el escudo.
-¡Entonces acérquense, no quiero que estén muy lejos de mí por si me necesitan!- les dijo a los demás a los gritos, que le habían quitado varios metros de distancia.
Munin apareció en los cielos, volando en círculos y graznando sobre el grupo de aventureros. Se deslizó suavemente con las alas extendidas hasta posarse en el hombro de Ainar y lanzó un último y alegre graznido. Inmediatamente después de saludar a su amigo enano, el cuervo alzó el vuelo de nuevo de un insistente modo que Ainar reconoció inmediatamente, quería que lo siguieran, y con premura. El cuervo les llevó hasta las lindes del bosque, donde se encontraba un preocupado Vanwa.
Resultó que el incendio había sido cosa suya, por mucho que el enano hubiera puesto las manos en el mismo fuego para defender su inocencia en el asunto. Vanwa, queriendo provocar una distracción para los guardias del campamento, había provocado unas llamas que se descontrolaron rápidamente por las tiendas de los bandidos y treparon hasta los secos árboles e incendiaron los arbustos con rapidez, propagándose en un periquete con virulencia. La distracción había servido para que los guardias terminaran huyendo, y que los presos se lograran zafar de sus cadenas, aunque la mayoría de ellos también puso tierra de por medio de aquel lugar.
Hicieron falta una larga cadena humana de béornidas, además de los propios integrantes del grupo, para poder extinguir las llamas y para cuando lo hicieron, buena parte del bosque se había quemado, pero habían logrado salvar la mayor parte. No había mucho tiempo para más, al anochecer del segundo día tras la batalla en defensa de Vado de Piedra se celebraría en la Carroca el juicio a Odorico, y no solo estaban invitados a asistir, sino que su testimonio sería clave en el futuro del muchacho.
Podéis marcar a Vanwa.
Durante la extinción del fuego fue la única vez que pudieron ver al Vanwa serio. Solo después de que se apagó el último rescoldo del incendio se permitió una agotada sonrisa y muestras de afecto hacia sus amigos. Agradeció la ayuda perstada por todos y se interesó por saber los detalles de lo ocurrido en la batalla, pues aunque no le importaban las gestas guerreras, sí que le importaba que todos ellos siguieran con todos los miembros del cuerpo en su sitio.
Agradeció especialmente al enano sus muestras de lealtad por su defensa y lo abrazó.- maldito enano testarudo... Por desgracia cometo errores como cualquier otro, pero os juro que intentaré que semejante torpeza no se repita.- Le dijo tomando a Ainar por las muñecas.- Me dejé llevar por mi orgullo y creí necesario hacer lo que fuera para lograr liberar a los prisioneros, sin pensar en el riesgo real de este incendio.- Añadió mirando a los demás.
Abrazó a cada uno de los miembros de tan singular compañía y aún se quedó un rato a solas, observando la devastación del fuego. El precio de su orgullo. Solo después de ello se acicaló, para quiatrse el hollín y la peste a humo antes de dar testimonio en el juicio de Odorico.
Cuando el beórnida llegó al campamento de los bandidos, vio el "estropicio" y se enteró de lo que había pasado, abrió los ojos de par en par...
Aunque la cosa no duró demasiado. Desde luego, el elfo sólo se las había arreglado para terminar con el campamento enemigo, aunque parecía que había existido más accidentalidad que propósito. Sin pensárselo dos veces, y viendo que la zona era segura, Baldbrand fue de los primeros que se puso a intentar apagar el fuego junto al resto.
Al final la incursión de aquellos hombres sanguinarios había tenido un coste, tanto en vidas como en el propio bosque, pero habían sobrevivido y se había acabado con la amenaza.
De camino hacia el juicio de Odorico para prestar testimonio, el adusto beórnida no dejaba de pensar que, en parte, todo había sido gracias a que su "presa" había actuado en conciencia. En cierto modo, se había redimido y salvado a su gente y aquello debería pesar a la hora de emitir un juicio por parte de Beorn. O al menos eso pensaba él y así lo haría.
Lanzó una mirada a sus compañeros de viaje. Lo cierto es que alegraba que estuvieran todos sanos y salvos. En aquellos días de deambular tras la pista del juzgado, había estrechado lazos con aquellas gentes ajenas a su solitaria rutina. Había llegado a admirarles y respetarles. Tenía que reconocer que la idea de su tía Beratyn y el viejo Borgforn de que siguiera a los "extranjeros" había sido bastante buena. Llevaba tanto tiempo patrullando el territorio de su aldea y la Carraca que parecía haber olvidado que el mundo era mucho más grande y lleno de cosas dignas de ver, asi como peligros a los que enfrentarse.
Qué pena... y qué alegría ver que los actos a veces traen tristeza y satisfacción a la vez. Welf miraba la devastación provocada por el fuego y le resutaba extraña, en el Bosque, su hogar, el fuego apenas se propagaba, había mucha humedad y los pocos incendios quedaban reducidos a nada de forma rápida. Tal vez esa podría ser una solución.
Una vez sofocado el incendio buscó a algunos de los responsables de la aldea para sugerirle que enviara a un grupo a buscar retoños del bosque. En el Salón del Bosque seguro que más de una persona estaría dispuesta a ayudar a buscar nuevos árboles para plantar aquí y la cercanía del rio ayudaría a que crecieran.
Cuando Ainar supo que había sido Vanwa (un poco por él, y otro poco por Munin) no lo podía creer en primera instancia y luego le dio hasta gracia que justo él fuera el provocador de semejante incendio. No lo expresó, porque sabía que para el elfo era algo realmente serio, y su rostro confirmaba su parecer. Por lo que rápidamente la gracia dio paso a la pena, sabiendo que estaba realmente dolorido.
-Has hecho bien, Vanwa, lograste lo que te habías propuesto, y tal vez hasta le venía bien el incendio al bosque. Renacerá, en cambio esos prisioneros no tenían esa posibilidad- dijo encogiéndose de hombros.
A él no le preocupaba mucho el bosque, aunque entendía que para ellos tal vez era como un derrumbe en la montaña, una veta mal aprovechada o unos sucios goblins excavando la montaña.
Entre el tiznado del humo y el carbón mezclado con la sangre ajena, y el armamento de acero negro, el enano daba una apariencia bastante tenebrosa. Fue requerido mucho refregar y mucha agua, para tener una presencia adecuada para el juicio que se avecinaba.
Miró al enano negro y con pegotes de sangre apelmazada con sorpresa, tras escuchar sus palabras. Tras pensar unos segundos, rompió en una sonorsa carcajada, cristalina como la inocencia de un niño. Quizás había sido su aspecto terrible, negro y pegajoso, donde resaltaban sus ojos, o más bien habían sido sus sabias palabras cargadas de esperanza.
- Has hablado como un elfo sabio, amigo mio. ¿Seguro que no se esconde uno de los primeros nacidos bajo esa barba y toda esa suciedad?- Dijo a modo de broma.- Eres sabio, Ainar hijo de Ai.- Remató, en tono bajo, solemne, pero ya sin pesadumbre.
Más tarde asintió también a las palabras de Welf, y se ofreció para encargarse de ir, lo antes posible, en busca de retoños de la corte de Thranduil, para repoblar aquella zona. Aunque no cayera muy bien entre sus hermanos de raza, aún conocía a unos cuantos elfos a los que podía considerar amigos y que le ayudarían para llevar a cabo una misión así.
Si no lo hubiera escuchado de los propios labios de Vanwa no habría creído que el mismo que hace unos pocos días se oponía a la idea de un incendio como distracción hubiera recurrido a esa misma idea en este lugar. ¿En que momento se le había quedado la cabeza como una nuez hueca? Miriel guardaba silencio, aunque la reprobación era visible en su dura mirada.
- Lo importante es que estás bien. – dijo con sinceridad, pero un tono más frío de lo que acostumbraba.
Las ideas que proponían sus compañeros para ayudar a la repoblación del bosque le parecían buenas, pero también sabía que el bosque no necesitaría de su ayuda, aunque pudiera beneficiarse de ella, pero ahora le preocupaba más llegar a la Carroca a tiempo y con un aspecto relativamente presentable tras la batalla y teniendo en cuenta que estaría rodeada de beornidas y no en la corte de Thranduil. Quería creer que Beorn acabaría imponiendo un castigo relativamente menor a Odorico, el exilio a lo sumo, pero tenía esperanza de que fuera más magnánimo que eso. Eso estaba por ver.
El verano había sido seco y las lluvias otoñales se retrasaba, lo que había convertido aquel pequeño bosque en un lugar peligroso en el que dejar un fuego desatendido. Pero para Vanwa aquello no eran excusas, pues sentía profundamente la cicatriz que había causado en aquellos árboles como si fuera propia. Por fortuna, el esfuerzo comunitario había servido para lograr apagar las llamas. La parte negativa era que habían perdido la pista de Valter el Sanguinario, quien había logrado huir junto a la gran mayoría de sus hombres. También lo hicieron los prisioneros que caminaban junto a los bandidos, quienes al verse libres ni siquiera miraron atrás y uno de ellos se había llevado las herramientas que Ainar le había prestado a Vanwa para tratar de liberarles.
Pero había muchas cosas por celebrar. Habían logrado rechazar a los invasores y con eso en el pueblo de Vado de Piedra se habían salvado muchas vidas y se había librado a las tierras de los beórnidas de saqueos y de un grave problema si Valter y los suyos lograban hacerse fuertes allí. Los defensores habían sabido plantar cara pese a lo complicado del desafío, y la aparición de Beorn en forma de oso había terminado de decantar la balanza por completo.
Desde allí viajaron hacia la Carroca, donde llegaron al caer la noche tras dos días de viaje. Allí se juzgaría y decidiría el destino de Odorico, y el mismo Beorn presidiría el juicio.
Cambiamos de escena: Juicio en la Carroca.