Partida Rol por web

Yo... no pienso moverme... Dijo el policia mientras apretaba los dientes.

Bueno, aunque quiera no puedo moverme, este dolor me va a matar...

¿Qué narices está pasando allí fuera?

¿Por qué no se largarán de una vez por todas de aquí?

¿Qué más quieren de esta familia?

Morton atravesó la habitación acercándose a la ventana. Durante un instante se detuvo y observó al policía. Estuvo un rato examinándole de arriba a abajo. Se encogió de hombros y, sin querer, se le escapó una sonrisa.

No tenía intención de reírse del policía pero todavía recordaba la reacción de Updike hacía unos instantes.

Continuó caminando hacia la ventana, se colocó de costado sobre ella y corrió un poco la cortina con los dedos para mirar de soslayo al exterior.

Fuera continúa granizando, cada vez con más fuerza. Las bolas de granizo son de un tamaño considerable, golpeando sonoramente tanto el tejado como los cristales de la casa.

Hay algo fuera que llama tu atención, junto a la puerta de la casa, ves unas luces parpadeantes. Hay un coche de policía en la puerta de la casa. Apenas reparas en ellos escuchas cómo llaman a la puerta de la casa.

Alguien llama a la puerta de la casa.

-¿Que demonios pasa? ¿Quien llama?- Le dijo en un susurro a Morton. Todo tras hacer un elocuente gesto a los rehenes para que se quedaran calladitos por la cuenta que les trae.

-Oh –me lamento, emergiendo de mi ensoñación. –¿Esperaban visita, Ella? ¿Uder?

Sin esperar contestación, ordeno a mis cómplices:

-Morton, ¿puedes ver algo por esa ventana? Que alguien se quede aquí con el policía y la maruja. Tú mismo, Juárez. Usted también quédese aquí, Uder. Todos tranquilos y en silencio, ¿ok?

“Ella, bajemos. Estaré cerca de usted, detrás de la puerta. Actúe con naturalidad y trate de despedir a quien sea lo más pronto posible. Picahielos, baja conmigo, búscate un arma. Si es la policía, estáte dispuesto a todo.

Antes de marcharme, apurando a Ella, giro la cabeza para dedicarles a los rehenes una sonrisa y unas palabras tranquilizadoras:

-Les aseguro que en cuanto pase esta maldita tormenta, nos esfumaremos de aquí y nos disolveremos en las brumas del olvido como un mal sueño.

-¿Algo como esto?- Dice sacándose del cinturón la porra que le quitó a Spundie en la huida. La agita un poco como sopesando su peso y la posibilidad de abrirle la cabeza a alguien con ella. Seguidamente se encamina tras Updike.

Morton levantó una mano deteniendo al grupo.

—La pasma —dijo simplemente.

Miraba a Updike con severidad. Era la policía quien llamaba a la puerta y sopesaba ese "estate dispuesto a todo" de Steve.

Hizo un gesto confirmando que se quedaría en esa habitación con el policía, la mujer y Juarez.

—No te hagas el héroe. ¿De acuerdo? —sentenció mirando a Updike como si le estuviera apuntando con el cañon de una recortada.

Uder se alzó como una sombra chinesca desde la cama, elevando las cejas crispadas de su rostro envejecido.

-No diga tonterías, si fueran los soldados no habrían llamado a la puerta. Tendríamos ya sus botas en el cuello. ¿No ven que las explosiones suenan demasiado lejanas aún? Todavía quedan horas para que entren en la ciudad... -El viejecillo intenta salir por la puerta del dormitorio, ante la atónita mirada de los delincuentes y los rehenes, en pos de Updike y su esposa-. Pero si cree que voy a dejar que el preboste se lleve a Ella otra vez es que está muy equivocado...

Ella se dispone a salir de la habitación seguida de Updike y Picahielos. Abajo la policía vuelve a insistir golpeando a la puerta una vez más. Uder parece que tiene intención de bajar junto a su esposa mientras Morton y Juárez quedan vigilando al funcionario de prisiones y a la mujer.

Habría recompensado la disposición de Picahielos distendiendo las facciones en un remedo de sonrisa si el anuncio de Morton no me las hubiese petrificado.

Por si fuese poco, Uder se ha reanimado como por arte de magia, y va soltando disparates. Arrugo la nariz.

-¿El preboste? – No hay mucho tiempo, la policía se está impacientando allá abajo, y montar jaleo es peligroso. Decido: -Está bien, Uder, baje con nosotros, pero guarde silencio, se lo advierto. Si ocurre algo malo será por culpa de ambos, de usted y de su esposa. Nuestro único deseo es pasar aquí lo que resta del temporal y marcharnos en paz. Picahielos, mantén al hombre en la cocina, fuera de la vista, ¿ok? Ella, usted abrirá, dirá que su marido está en cama, indispuesto, y que tiene que darle la medicina, improvise, pero haga que se marchen.

Mientras bajamos, me saco el arma de debajo del pijama, la jodida lleva rato ahí oculta, calentita, pasando desapercibida. La inspecciono. De armas sé poquito, más bien nada. Pero sí sé cuando el seguro está echado o no, y estaré listo para quitárselo en cuanto me coloque en mi posición, detrás de la puerta. “La policía va a querer entrar, eso es seguro. Muy bien, nos haremos con más rehenes”, voy maquinando.

Picahielos obedece a Morton, es obvio que no le gusta que le den ordenes pero en la situación parece una buena idea. Coge al viejo del cuello y lo hace avanzar mientras sigue tras él con la porra en la mano, dispuesta para dar un golpe brusco. La mano tampoco se separa mucho del cuello para evitar que de un grito cogiéndole la traquea y apretándola fuertemente.