Los 4 bajan las escaleras apresurándose a ir a abrir la puerta.
Updike sigue a Ella hasta la puerta, colocándose tras la puerta mientras apunta a la mujer con su arma.
Por su parte, Picahielos lleva a Uder hacia la cocina, quedándose ambos tras la puerta de ésta, desde donde pueden escuchar lo que sucede en el recibidor.
Ella abre la puerta encontrándose a un par de policías estatales. A pesar de llevar un chubasquero los hombres están empapados, podéis escuchar el fuerte ruido del granizo en el porche.
- Buenas noches señora. - dice uno de ellos - No se si habrá visto las noticias, pero ha habido una fuga en Surrey.
Antes de que el hombre continúe explicando la situación, Ella le interrumpe. La mujer continúa con esa tranquilidad que empieza a caracterizarla, hablando de la manera más natural del mundo.
- Oh! sí sí, he escuchado las noticias. Es terrible agente, confiaba en que pronto se solucionase todo. Tanto mi marido como yo estamos muy asustados y hemos cerrado la casa a cal y canto, Dios santo!
Ella en todo momento mantiene su mano en borde de la puerta, sin tenerla abierta del todo dejando margen a Updike, mientras continúa hablando tranquilamente con la policía.
El segundo policía habla ahora mientras le enseña unas fotografías a Ella:
- Señora, estamos avisando a la gente del lugar que permanezcan en sus casas y estén alerta por lo que pueda pasar. Si ven a alguno de estos hombres rondando por aquí, llamen inmediatamente a la policía y no salgan de sus casas, son muy peligrosos.
Ella echa un vistazo a las fotos mientras asiente con la cabeza.
La conversación parece que ha sido totalmente convincente... los policías se despiden de la mujer y vuelven a su coche. Ella cierra la puerta y al cabo de unos segundos escucháis el motor del coche ponerse en marcha.
Picahielos afloja su presa sobre el anciano mientras sonríe.
-Habéis hecho lo mejor, cuando nos vayamos de aquí no sabréis de nosotros nunca más. Prometido.- Dice en un susurro, como si temiera que algún policía siguiera tras la puerta.
Uder también parece aliviado tras la marcha del policía.
-Oh, claro, claro. No podemos permitir que los soldados os encuentren aquí. Hay rumores de lo que hacen con los de... vuestra naturaleza cuando os encuentran -Las cejas del anciano se arquean en una mueca de terror- ¡Rumores horribles! Dicen que hay... una especie de recintos, de... de... campos, eso es. Y lo que pasa allí es algo que es mejor no... no imaginar...
Luego lanza una mirada de cierto reproche a Updike, como si sólo él supiera de lo que está hablando y tomando del brazo a Ella, vuelve a subir las escaleras.
No he bajado la guardia hasta estar seguro de que esos polis no regresaban. Y sigo tenso. Contemplo atónito a Uder halando de su esposa por las escaleras. Busco en el rostro de Picahielos una expresión análoga de desconcierto.
-¿Pero dónde hemos venido a parar? –la pregunta es para mí. Me duele la cabeza. Zanjo con un suspiro: –Voy a calentarme un poco de leche.
Entro en la cocina. Dejo el arma sudada, aquella cosa proveniente de criminales dimensiones, sobre la encimera, ubico el microondas, me hago con un vaso de la alacena y abro el frigorífico.
-Voy enseguida –aviso.
La visita de la policía se ha quedado en un pequeño susto. Ella se ha comportado debidamente ante ellos consiguiendo que se fueran en tan solo unos minutos. Aún así, Picahielos y Updike siguen algo recelosos, podrían volver en cualquier momento.
Picahielos acompaña a Uder y Ella al piso superior junto a los demás, mientras que Updike se detiene un momento en la cocina.