La carga de Vigía da comienzo a una lucha desesperada contra la Urdimbre. Aún cuando las zarpas del Uktena se transforman en pedazos inertes de metal gris sigue golpeando y rompiendo telarañas en una brutal competencia con las pequeñas Tejedoras que intentan reparar el agujero. Ithan se afana en proteger a Sharon, quien pronto descubre que con su canción, imbuida con su Glamour, es capaz de quemar las telarañas. De los hilos rotos brotan pequeñas quimeras que se unen al Fianna prometiéndole gloria eterna si no ceja en su empeño. Kaylie revolotea alrededor del torbellino lazando graznidos inconexos y enloquecidos y transmitiendo su Gnosis al espíritu para ayudarle a resistir las hordas de arañas y traer a más de los suyos, que entran a través del agujero. Todo esto prepara el terreno para que Ícaro, transformado ahora en una ardiente esfera de llamas, sea absorbido por los Colmillos de Helios que Adalid ha clavado en la Urdimbre y canalizado hacia su interior.
Al principio el efecto es mínimo, insignificante. Una pequeña columna de humo que se alza de la punta hundida en la telaraña al mismo tiempo que la Gnosis de los Colmillos es drenada matando al fetiche y convirtiéndolo en polvo. Los Torbellinos del Kaos son atraídos hacia el mismo orificio, cuyos bordes se tiñen de todo un abanico de colores. El ínfimo orificio no tarda en convertirse en un pozo conforme más y más Torbellinos se unen a las llamas del Corax y los Colmillos. La Urdimbre empieza a temblar mientras el Wyrm despierta por primera vez en eones. Ithan hinca su Klaive en la Urdimbre y sujeta la mano de Sharon para que no caiga al fondo del pozo. Adalid se aferra con sus garras a las telarañas y Kaylie sigue guiando a los espíritus del Kaos que entran en el Reino.
Una súbita columna formada por una energía imposible de describir brota del fondo del pozo. La Urdimbre se cubre de grietas.
El Wyrm se libera tras eones de confinamiento...
Mordisco salta en el último momento lanzando el coche a través del vacío abierto en el espacio por la telaraña de los Ananasi.
¡Ahora, Rata! - la apremia Asier - ¡Haz que los tuyos atraigan a tantos como puedan! ¡Chillad, ratas! ¡CHILLAD!
Y Mordisco chirría. Con toda la fuerza de sus pulmones y rodeada por cientos de arañas que se agitan en una caótica danza. Pronto los demás Ratkin unen sus chillidos a los de la Señora de la Plaga. La estruendosa cacofonía atrae a más y más Torbellinos. La grieta por la que surgen los hijos del Kaos es ya tan grande que empieza a devorar las montañas que rodean el túmulo, transformando su masa en energía pura y creando más espíritus sin más función que la de destruir la Urdimbre que asfixia el mundo. Cientos, tal vez miles de ellos, son atraídos hacia la telaraña por los chillidos de los Ratkin y el baile de los Ananasi.
Una extraña energía brota del otro lado de la telaraña. Lo último que ve Mordisco es el mar de arañas de la Tejedora siendo engullido por las cegadoras energías del Kaos...