Partida Rol por web

Poco a poco la oficina volvió a hacerse visible. Podría haber sentido terror si es que el desorden no le generara adrenalina y diversión. Su pensamiento iba y venía entre la imposibilidad de entender cómo se configuraría el mundo a partir de ese momento.
Su forma de Aridai se fue derritiendo poco a poco para dejar ver a la criatura que la emulaba. Kochen sufrió el profundo dolor de morir en ese mismo momento. Estático donde se encontraba miraba hacia todos lados.
Una mujer de pelo gris seguía apuntándolo con su arma. El humano de pelo blanco se encontraba en el lado opuesto de la habitación. Había parado su arremetida contra la pared una vez una vez hubo atravesado su forma ilusoria.

Frente al caótico Kochen, el stub con diamantes incrustados flotó estático ante él. La sensación le provocó repulsión. Me desharé de esos malditos grilletes. Se dijo prometiendo que algún día volvería a ser libre.

La herida que había sufrido como Aridai ya no estaba allí pero el dolor sí. Un dolor que fue génesis de la prisión que ahora lo encerraría. Kochen convulsionó hasta vomitar desde su interior otro pequeño báculo del tamaño del primero aunque diferente forma.

La criatura se quedó estática en medio de la habitación mientras ambos pequeños bastones se dirigieron a sus dueños.
Supo en ese momento que estaba destinado a Shauna. La figurilla de unos quince centímetros de largo estaba adornada con varios ojos que pestañeaban constantemente con un halo violáceo arremolinándose. Éste se trasladó hacia la reguladora incrustándose en su frente.

Por otro lado la figura con diamantes incrustados voló hacia Bergen a la altura de sus manos. Flotó unos breves segundos para que éste pudiera observarlo y luego lo atravesó en la palma desapareciendo en su interior.

El agotamiento de Fionn comenzaba a mostrar la fuerza que había ganado, era difícil hasta mantener los ojos abiertos pero cogía energías de la necesidad de ayudar a su amigo, el treiber. No reparó en lo que había logrado mas la importancia de la velocidad para la toma de decisiones había adquirido toda prioridad, ese portal no podía cerrarse sin estar él y los stubs dentro.

Grumpuff parecía la mejor opción para llevar consigo a la otra dimensión, puesto que si el enemigo era más fuerte que él y teniendo en cuenta que estaba utilizando sus últimas energías para esa empresa, la necesidad de huir sería inminente; más allá de su explicación anterior de no usar su poder, desde dentro tenía que ser diferente ya que allí se encontraba Tillen por completo, física y espiritualmente.

Tu eres quien completará el trió dijo dirigiéndose al transportador.

Juntó sus palmas haciéndolas sonar, como un gong que anunciaba el fin de su estadía en el plano de los stubs. Abrió los ojos observando la realidad consiente y se puso de pié; con el primer paso flaqueó perdiendo estabilidad pero el segundo fue reafirmante, debía ser una montaña imposible de derribar, por lo menos hasta tener a Tillen a salvo. Se acercó a él divisando esa grieta que por suerte aún permanecía y la tocó.

No entendió que pasó al momento siguiente, pero todo estaba oscuro y silencioso... ¿había logrado traspasar la barrera? ¿era una ilusión? o lo peor había sucedido: ¿un nuevo desmayo?...

El desconcierto de Bergen Leuenberger era indescriptible. No podía comprender aquello que había experimentado minutos atrás. Una colérica Aridai, una esposa que había intentado arrebatarle la vida y sin conseguirlo lo había herido en varias ocasiones. Tal fue su sorpresa que no fue consciente del caótico en frente de él ni de aquella mujer de cabello cenizo. El vuelo del Stub fue aparentemente desapercibido por Bergen al igual que su desaparición en la mano del farmacéutico. Sólo existieron en su mente cientos de palabras que daban forma a una Aridai abatida. ¿Cuántos yo? ¿Cuántas ella? ¿Cuántos nosotros? se preguntaba. Su reflexionar casi filosófico negaba la presencia de esa criatura y abría las puertas de un mundo lleno de preguntas sin respuestas; preguntas que cuya estética era más bella que la belleza misma pero en simultáneo seductoras como la locura.

Un ruido logró hacerlo reaccionar, un ruido quizás real o quizás producto de lo que una vez fue una razón fuerte -aunque pueril- intentando rescatarlo de un peligro inminente, de sí mismo. Pudo ver a esa criatura, pudo ver a esa mujer y pudo recordar a ese objeto desapareciendo en su mano.

De las miles de palabras que se hallaban en su pensamiento, sólo una evitó extinguirse y desaparecer. Panzer. Fue entonces cuando preguntó en voz alta... ¿Qué ocurre?