Mientras recorría el oscuro callejón que daba paso al escondite de Daremo, Nairobi no podía evitar cómo el recuerdo de los gritos y la maldición de Mimi seguía golpeando su ya de por sí atribulada mente. No se dio cuenta ya habían dejado atrás el grafiti del emoticono que parecía sonreír desde un tiempo muy lejano, prácticamente olvidado en el que sonreír parecía ser una opción de libre albedrío.
En la oscuridad del lugar acabó por desechar esos funestos pensamientos, o al menos por intentar apartarlos mientras los fantasmas de la memoria pugnaban por volver a estar en primer plano. Sin embargo debía centrarse en el estrecho pasillo que recorría en la oscuridad, que únicamente se apartaba para dar paso a la luz que proyectaban las diversas pantallas holográficas que se repartían por todo el lugar; hasta que finalmente el pasillo se convirtió en una gran y familiar sala.
Nada había cambiado desde hacía varias horas, los cables seguían colgando y asomando desde diferentes partes de aquel microcosmos para acabar confluyendo en la persona de Daremo.
En cuanto su anfitrión sintió que allí estaban, extrajo de un compartimento una cajita con varios cilindros de papel y se llevó uno a los labios. Pronto exhaló una bocanada de humo tan anacrónica como el emoticono sonriente que habían dejado atrás.
—Nairobi... Has dudado. —Saludó secamente—. El bien superior al que servimos, la justicia ordenadora que representamos se ha visto mancillada por tus caprichos veleidosos. Afortunadamente ha quedado en eso, en dudas; o nos habría visto forzados a tomar soluciones... Permanentes.
Dejó entonces que se hiciera el silencio mientras dejaba que su hablar académico y sus palabras rebuscadas se impregnaran en su pupila para comprobar cuánto era capaz de permanecer ella en silencio, inmutable y disciplinada. Tras ella Geisha aguardaba igualmente incómoda y en una postura rígida que asemejaba más a un rictus que a una pose. Esa era la extraña forma de disciplinar que tenía Daremo.
Para cuando el silencio se había convertido en algo incómodo volvió a hablar:
—Creo que deberías decidir a qué mundo quieres pertenecer... Si formar parte de los Juramentados o ser parte del resto del mundo, del pecado. Dos meses en el mundo exterior, sobreviviendo por tu cuenta... Sí, creo que ese debería ser el camino. Si sobrevives y estás dispuesta a volver en dos meses consideraremos que tu interés es sincero.
Tras Nairobi se escuchó el respingo que dio Geisha al escuchar esa "proposición".
Límite próximo turno: MARTES a las 22.00
No sabía como había llegado hasta la sala de Daremo ¿Me habían arrastrado allí? ¿Había ido por mi propio pie? No podía saberlo. Todo ese tiempo, mi mente había estado rememorando una y otra vez el grito de Mimi.
Monstruo.
Monstruo..
Monstruo…
Entonces la voz de nuestro maestro me hizo volver a la terrible realidad. Con su dura e inquisitiva voz fue detallando mis crímenes contra las creencias del credo. Había fallado ¿Había fallado? Miles de voces acusadoras se agolpaban en mi mente, señalándome incesantemente. Por Mimi, por el Credo, por la vida, por el mundo. Por todo.
- Entiendo lo que dices maestro y por ello me expongo a su juicio para que obre como bien crea conveniente. –
Quizás fuera lo mejor. Una muerte rápida, limpia y todo el dolor desaparecería. Todo se apagaría y podría acallar las voces. Pero entonces escuché la sentencia de Daremo y levanté el rostro entre sorprendida y asustada. 2 meses fuera del Credo. 2 meses para demostrar ser digna. 2 meses… de voces incesantes y sin el respiro de la caza. El castigo era peor que la muerte. A mi lado, Geisha también parecía sorprendida. Y sin embargo, no sabía que decir ¿Serviría de algo replicar? ¿Suplicarle perdón o una muerte rápida me procuraría mi deseo? Sabía que no.
- Así lo haré Daremo. Pasado el tiempo estipulado, volveré para someterme a tu juicio. –
Y sin decir nada más, di media vuelta y me dirigí a la salida. Ni siquiera me despedí de Geisha ¿Qué había significado su sorpresa? ¿Sentía lástima por mí? ¿O fue decepción? Mis pasos resonaban contra las frías paredes del templo. La puerta se abrió una última vez y salí al exterior. Entonces sentí algo que no había sentido hasta ahora. La puerta a mi espalda se cerró de golpe. Y supe que ya no podía regresar.
Entonces tomé conciencia de todo lo que había pasado. Como si hasta ahora hubiera estado encerrada en una pesadilla ajena de la que no podía despertar, todo vino ahora a mi y lo sentí más que nunca. La fría voz de Daremo, mi expulsión del Credo y con ello de todo en lo que creía, los llantos de Mimi. Monstruo.
Caí al suelo de rodillas y comencé a gritar.
No sigo por si tienes pensado ya irnos juntando con otros. Si no, puedes plantearme lo que quieras y actúo sobre ello. Además, esta situación pide un salto temporal, aunque sea de uno o dos días.
En algún antro situado en el Ensanche de Hanoi, algunos días después...
La primera hora no fue la peor, sin embargo al cabo de dos días todo lo que había que lamentar había sido exprimido hasta la saciedad. Ni siquiera pudo tener el consuelo de que todo aquello había merecido la pena, preguntó allá donde pudo y quién no la evitaba poco menos que nada pudieron decirla sobre Mimi.
Tras aquellos dos días la necesidad acabó por apremiar, ya tocaba sobrevivir como fuera y tal vez. Sólo tal vez, sobreponerse.
La nueva rutina cayó como una losa sobre la vida de Nairobi, únicamente interrumpida por el recuerdo de una vida pasada en la que se sentía parte de un plan superior. Ahora sin embargo no era más que uno de los pecadores, de los olvidados. Pues los sucesos protagonizados por la joven Mimi, forzada a perder su inocencia de manera prematura; no fueron relatodos en ningún medio.
Los noticieros tenían por noticia otros sucesos (aparentemente más importantes) que sin embargo no parecían diferenciarse uno del otro. Desafortunadamente eran la tónica habitual en el país, la mayoría muertes con violencia que de vez en cuando iban teniendo lugar para recordar a todos los habitantes que no estaban a salvo.
El gobierno estaba en manos de unos ineptos que creían que implantando algo parecido a un estado de sitio todos se plegarían ante éstos, y las mafias respondían con su propia ley de Talión. En ese momento la proyección holográfica que flotaba junto a la barra hablaba de un reciente asesinato producido en la cercana región de Sapa por el cual un inmigrante japonés de apellido Akiyama había fallecido en lo que parecía tener la firma de un ajuste de cuentas, sin embargo cuando empezaban a hablar de los detalles de aquel suceso, un tipo se sentó a su lado.
Era calvo, o al menos con la cabeza afeitada con sumo celo. El mismo celo que mostraban los tatuajes que la cruzaban de lado a lado.
—Tienes aspecto de necesitar ayuda... —La dijo sin mirarla, como si nada hubiera pasado en ese momento hizo una seña al camarero y en cuanto tuvo su atención, volvió a hablar ignorando a Nairobi:
—Ponme una cerveza, de importación que estoy de la Bia Saigón hasta las pelotas. —El camarero le miró con incredulidad—. ¿Budweiser te vale?
Un asentimiento y una fresca acababa de ser depositado sobre la mesa con rudeza y sin ningún tipo de ceremonia. Había otros garitos atendidos por aparatos en los que el pedido se hacía sobre un holograma. Sin embargo aquellos tenían demasiado caché y no merecía la pena quemar los Cred que disponía tan rápido.
Antes de que Nairobi pudiera contestar, el calvo volvió a abrir la boca:
—Tengo un asunto, un asunto corporativo para el que me vienen bien buenas manos. Me han dicho que eres diestra en lo tuyo. El asunto es delicado, no es cosa de unos trajes... Podría acabar por joder todo el maldito Hanoi... Pero como nadie está en esto por amor al arte o a la patria... Viene con unos cuantos Cred.
—¿Te interesa? Si te cuadra, te paso los detalles del punto de encuentro. Todo lo demás... Se tratará allí.
Límite próximo turno: MARTES a las 23.00
Master, he tenido un par de dias horribles en el trabajo y necesito descansar un poco. Mañana por la mañana contesto sin falta. Disculpa
“Monstruo”
Aquellas palabras aun resonaban repetidamente en mi mente. AL principio pensé que el dolor se iría mitigando con el tiempo pero cada día era peor. No solo la mirada acusadora de Mimi me había perseguido incesantemente. La presencia silenciosa de Daremo al expulsarme me seguía recordando que, otra vez, no tenía sentido ni nada que hacer en el mundo.
Durante varios días había intentado averiguar el destino de Mimi, pero no había podido obtener ninguna información. Nadie sabía nada o no quería hablar. Lo único que había sacado en claro es que el padre seguía con vida, pero la pequeña no había vuelto a casa ¿La habrían llevado a algún centro de reclusión? Pensar en la otra opción me aterraba terriblemente.
Y por eso, cada día me dedicaba a seguir a ese bastardo, con el claro objetivo de acabar con su vida. No había sido una sino varias las veces en las que había tenido la posibilidad de matarlo. Pero al final algo me detenía ¿Por qué? ¿Ya ni para esto valía? ¿O era otra cosa?
Y así me encontraba hoy, bebiendo en un tugurio, odiándome a mi misma por no haber sido capaz de matar a ese hijo de puta. Así fue como me encontraba cuando un tipo extraño se me acercó con una proposición.
Ni siquiera le miré mientras me hablaba, solo miraba el sucio vaso metálico que tenía frente a mí. Cuando terminó, le dejé en silencio unos minutos, esperando que simplemente se fuera, pero al ver que no se movía, le contesté.
- No se quien crees que soy, pero te has equivocado de persona. Yo no soy nadie. Solo un monstruo –
Esta última palabra casi se me atragantó en la garganta. Aquel extraño insistió.
- Perfecto, un monstruo es algo que vendría bien para esta misión. Buen dinero y diversión ¿Qué más puedes pedir? –
Pero no le respondí ¿Qué más podía pedir? Era una buena pregunta ¿Qué esperaba ahora de la vida? ¿Volvería a ser aceptada alguna vez en el clan? ¿Volvería a ver a Mimi? ¿Volvería a tener sentido mi vida? Pero claro ¿Qué sentido quería darle a mi vida?
- Bueno, te dejo mi tarjeta por si te interesa. Creo que te vendría bien. Algo me dice que necesitas esto. Piénsalo –
Y dejó una tarjeta frente a mi y comenzó a dirigirse a la salida.
Me quedé mirando la tarjeta y casi podía apostar que ella me devolvía la mirada. Pero algo me llamó la atención en aquella tarjeta. De pronto abrí mucho los ojos y levanté la cabeza. El tal Bocas ya había salido de allí. Volví a mirar la tarjeta sin creerme lo que veían mis ojos. ¿Era casualidad? ¿Una señal? Fuera lo que fuese, sentí que tenía que ver a donde me llevaba, por lo que pagué al barman y salí corriendo de allí.
Justo al salir, vi a mi objetivo, pero estaba lejos. Lo lógico hubiera sido correr tras de él, pero yo tenía otras habilidades. Rápidamente me encaramé a una columna y desde las alturas, comencé a caminar por cableado y vigas para ganar terreno. Justo cuando torcía en una esquina, le di alcance y me dejé caer frente a él.
- De acuerdo. Acepto el trabajo -
Me estaba preguntando como Nairobi, después de lo vivido, aceptaría una misión así y se me ha ocurrido que... no se sepa aun. Había algo en esa tarjeta, tal vez un nombre, un apellido, un lugar, algo, que la ha hecho querer volver. Podemos ir viendo de que se trata según vayamos a la misión. ¿Te parece bien?
Me parece genial, además la forma que has tenido de cortarlo. Si te parece damos fin a esta escena y en la próxima, un detalle, alguna descripción... Algo podrá ser la pista que te habrá llamado la atención. Tengo curiosidad por saber por qué una no una oferta, y sí una tarjeta ha llamado la atención de Nairobi.
Fin de escena