Partida Rol por web

¡Hay un primigenio en mi sopa!

V. F.e.B. Midnight Animals Vol. 1

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31/01/2022, 00:09
Armín Bahramí

Menuda mierda.

Esto no tiene ningún sentido, ninguna lógica para mí. ¿Qué se supone que tengo que hacer con el plano que acaba de aparecer en la pantalla? ¿Tengo alguna manera de usarlo para algo? ¿Cómo voy a abrir las puertas que están cerradas? Todas esas preguntas pasan por mi cabeza cuando, de repente, alguien (o algo) más entra en escena: se trata de un monstruoso hombre con cabeza de cerdo, que lleva en sus manos una…

No.

Una motosierra.

¿Por qué nos hacéis esto?

Tengo ganas de gritar, y una música ensordecedora empieza a sonar a través de los altavoces del ordenador, y ya no sé si solo quiero gritar o si estoy gritando realmente. No, no, ¡no! Necesito que pare. Necesito que pare para poder pensar. ¿Cómo vamos a salir?

Pero… Espera. En algunas de las oficinas, alcanzo a ver pequeñas luces parpadeantes, parecidas a las que… Eso es. ¡Son teléfonos! Tienen que serlo. No se me ocurre otra manera.

Entonces, tengo una idea. Si mi hija y Lizbon son listas y mantienen la cabeza baja, puede que consiga sacarlas de aquí, o al menos mantenerlas vivas el tiempo suficiente como para que el puto Abel Hershko haga algo. Antes que nada, tengo que ver esa cerradura para saber cómo abrirla. Pero para poder verla, necesito que Azadé la mire. Y hay un problema: hay un puto asesino con una sierra mecánica suelto en la sala. Hay que distraerlo. Los teléfonos. Así que voy a probar una cosa.

Y espero de verdad que funcione.

> 15

Notas de juego

Pues se me ha ocurrido una idea. No sé si funcionará, pero...

Mi idea es tratar de hacer sonar secuencialmente los teléfonos de los despachos, para hacer que el cerdo vaya para allá (y que las chicas sean lo bastante listas como para ir por el lado contrario). De ese modo, intentaría dejarles vía libre para que echasen un vistazo a la puerta e imaginar cómo podríamos abrirla.

En primer lugar, pulso el número 15. Que mi hija corra al oeste (izquierda), y Lizbon al sur, quizá pasando por debajo de los despachos 21 y 22 para acercarse a la sala de control. Luego, para que puedan seguir dando el rodeo de forma segura, pulsaría el 09. Y luego... Luego, según lo que pase, ya iremos viendo.

Te juro que no tengo ni idea de lo que estoy haciendo. Solo espero que, cuando veamos la puerta de la sala de control, tengamos alguna pista que me aclare un poco más las cosas, porque si no... mal lo veo XD.

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31/01/2022, 14:11
Narrador

La pantalla pasa a mostrar la visión de la infeliz Katherine Lizbon cayendo al suelo como si de una marioneta rota se tratase. Sus piernas se han convertido de modo inoportuno en una gelatinosa sustancia que la arroja al suelo al ver aparecer ante sí la silueta misma de la muerte, una que dista mucho del canon medieval. No hay capucha, sino una horrenda máscara de cerdo con unas grasientas y negras crines que caen desparramadas por sus facciones abotargadas como si de una melena sucia se tratase. No hay esquelética figura, sino un corpulento y fornido gigante que rebasa con holgura los dos metros de altura. Y no hay guadaña, oh, pequeña Kathy. Hay una jodida motosierra. El mero bramido de la misma parece ser capaz de hendir el aire, y termina por arrebatarle el aliento en un alarido estremecedor a la víctima. Quedas horrorizado al ver cómo el Hombre Cerdo avanza hacia Lizbon implacable, imparable. Inevitable.

Aterrada, la rehén se arrastra por el suelo con torpeza, desquiciando con su ataque de pánico al sufrido espectador que asiste impotente a este festival de terror desde la oscuridad desoladora de su apartamento.

Tú.

Se pone en pie y trata de correr, moverse, huir. Jadea desde el comienzo de su desesperada huida. Se sabe un animal acorralado, pero la entidad que la persigue se erige varios eslabones por encima dentro de una perversa y demente versión de la cadena alimenticia. Este depredador, mitad hombre, mitad cerdo, no se permite jugar con ella. Antes de que Katherine tenga una mínima opción de escapar, Caracerdo la atrapa agarrándola del pelo y embistiéndola contra la pared. La mujer cae al suelo al borde de la inconsciencia. Sus gritos se han tornado balbuceos sin sentido por el traumatismo. Entonces una inmensa, casi inhumana mano envuelta en un guante de jardinería se cierne sobre su rostro, agarrándola como si de un cepo se tratase de las mejillas, silenciándola al tiempo que obtienes un escalofriante primer plano del más que probable asesino de tu hija.

Dudas.

¿Es humano?

- Tiradas (2)

Notas de juego

Josú, qué agónico va a ser esto.

Ojo a las tiradas... Han fracasado ambas, pero Lizbon ha ido incluso a peor. Los dados han hablado.

1/2

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31/01/2022, 14:32
Azadé

Cubriéndose la boca con las manos aún heridas por las criaturas que la asaltaron brotando de la urna que no consiguió investigar y forzándose a dar cortos y cautelosos pasos en este nuevo pero mortífero decorado, el rostro desencajado de Azadé vuelve a presidir la escena principal de la pantalla del ordenador.

El coro de gritos de terror de Lizbon y el reverberante rugido de la motosierra que han sacudido el aire la han aterrorizado, pero cuando el silencio vuelve a sobrecogerla con su amenazante presencia el lugar, tu hija tiene el acierto de deslizarse entre los despachos buscando la fuente de la que proviene el extraño zumbido que llega a sus oídos. Aparta la mirada del pasillo en el que intuye sombras danzantes deslizándose por las paredes. Se sabe acechada de algún modo que no comprende, pero conserva una mínima calma que le permite pensar antes de actuar. Y así, guiada por un ignoto hasta ahora instinto de supervivencia, Azadé entra en el cubículo del que proviene el sonido y halla un teléfono, la lucecita de llamada entrante iluminándose con un particular sonido.

Conteniendo la respiración, la joven descuelga el aparato sin saber que al otro lado aguarda la voz de su padre.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Aquí se ha portado bien. Azadé resiste el terror.

Tienes línea directa con Azadé. Aprovéchala.

Aprovecho y te digo que considero que Azadé es razonablemente sigilosa. No la penalizaré en las tiradas para ocultarse. Su único talón de Aquiles es la Estabilidad (de tal palo, tal astilla, oiga xDDDD).

Si tienes Consuelo, te recomiendo que lo gastes ahora. Podría salvarle la vida.

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01/02/2022, 00:59
Armín Bahramí

Lleno de espanto, me encojo en mi asiento cuando veo que, pese a mi intento por distraer la atención del gigante enmascarado, este acaba atrapando a la doctora Lizbon. No obstante, para mi propio disgusto, también siento alivio. No ha sido mi hija. No ha sido mi hija, y si ese monstruo es la mitad de sádico de lo que parece, le dará a Azadé tiempo para escabullirse mientras se ocupa de la desafortunada doctora.

¿Por qué estoy pensando eso?

Maldiciéndome cada segundo por no estar ahí, por no poder hacer nada, veo el rostro deshecho de mi horrorizada hija, sin duda conmocionada por lo que está viendo, por lo que esos hijos de puta la están obligando a ver. De nuevo, ira. Apretando los dientes con tanta fuerza que siento como si mi mandíbula fuese a estallar, asisto impotente al desesperado avance de Azadé, que parece moverse dolorosamente despacio, milímetro a milímetro. El temor a ver a ese degenerado aparecer desde las sombras en cualquier momento me desboca el corazón, y para mi asombro, me descubro rezando. Rezando, yo, a cualquier dios que haya ahí arriba, o abajo, al que le importe lo más mínimo lo que tenga que decir.

Azadé se mete dentro de una de las oficinas. La oscuridad es casi absoluta, pero puedo oír el timbre de un teléfono. Dubitativamente, mi hija descuelga. Entonces, oigo su respiración en el altavoz, mucho más fuerte que antes. Tan fuerte, de hecho, que casi parece que la tenga al lado, que pueda alargar la mano y acariciarla, arrancarla de esa pesadilla y llevarla a casa.

—Azadé, cariño. Soy papá. —Tengo que hacer de tripas corazón para evitar que se me quiebre la voz—. Escúchame atentamente: vas a salir de ahí. Sé que da miedo, pero lo vas a conseguir. ¿Sabes por qué lo sé? Porque eres mi hija. Eres fuerte, eres lista, mucho más lista que ese desgraciado. Nunca te lo he dicho, pero estoy muy orgulloso de ti. —Ladeo el rostro, alejándome del receptor del portátil para que Azadé no pueda oír el sollozo que escapa de mi garganta, como un hipo—. En ti hay un gran poder, así que no te atrevas a dudar nunca de ti misma. Ya sé que tienes muchas preguntas. Pero las respuestas vendrán luego. Ahora… Ahora necesito que te centres. Y sé que puedes hacerlo. Confío en ti.

Ahora, a lo importante.

—Donde estás hay algo que parece una recepción, o una sala de control. Tenemos que entrar ahí. La puerta está cerrada. Para saber cómo abrirla, necesito verla. Puedo ver lo que tú veas; creo que te han implantado una cámara en la retina. —Acallo los sollozos de mi hija con un siseo—. Ahora no, Azadé. Por favor. Escúchame. Vamos a salir de ahí, pero necesito que estés despierta, que seas valiente. Y sé que lo eres, pero ahora tienes que serlo más que nunca. Tengo que ver esa puerta y el mecanismo que la cierra. Para eso, te tienes que acercar y mirarla bien. Ahora, atenta —hago una pausa—: ¿Te acuerdas de cuando te metías en el armario del baño y te quedabas tan callada que nadie podía encontrarte? Ahora necesito que seas igual de silenciosa. Muévete despacio. Respira hondo, y no hagas ruido. Sobre todo, no corras, a menos que te descubra y tengas que huir.

Igual que le he recomendado a mi hija, yo también respiro profundamente.

—¿Has entendido lo que te he dicho? Eres silenciosa. Eres lista. Tú puedes. —Sonrío como un idiota, aunque sé que ella no puede verme—. Ahora, ve a echarle un buen vistazo a esa puerta. No dejes que él te vea. Volveré a llamarte; tú ve a donde suene el teléfono. Puede que suene desde otra oficina. No importa; soy yo. Papá está contigo. Tú no me ves, pero yo te veo y te oigo en todo momento. Cuando suene el teléfono, cógelo. ¿Me has entendido?

Con un nudo en el estómago, espero a que mi hija me dé una señal afirmativa.

—Ve. Ahora.

No me falles.

Notas de juego

Gasto mis 2 Puntos de Adulación para animar a Azadé mediante refuerzo positivo. Puede que me haya quedado un poco ñoño, pero teniendo en cuenta que esto es lo más cariñoso que Armín es capaz de ser... XD.

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14/02/2022, 20:26
Azadé

Aunque su respiración está entrecortada por el pánico de saberse atrapada con un lunático, Azadé, entre jadeos y sollozos, escucha a su padre.

—Pero, papá, ¿Dónde estoy? ¿Qué es este sitio? ¿Por qué me han traído aquí? Yo... Yo no soy nadie... ¿Qué quieren de mí? ¿Cómo...? ¿Cómo has dado conmigo? —pregunta con un matiz de desesperación en la voz.

Armín tiene razón en una cosa: Azadé es lista. Cada pregunta construye lenta e inexorablemente un opresivo cerco de culpa sobre su progenitor.

—¿Una...? ¿Una cámara...? ¿En mi retina...? —inquiere aterrada mientras Armín contempla a su hija cubrirse la boca con la mano, incrédula y aterrada al mismo tiempo—. No... No puede ser... No puede ser... Esto es una pesadilla... Debe ser una pesadilla...

Armín sabe que la estabilidad mental de Azadé pende de un quebradizo hilo de seda, así que trata por todos los medios de centrar sus capacidades en una única tarea capital: sobrevivir. Le habla del plano al que ha tenido acceso por cortesía de Puppet_Master mientras le explica la necesidad de examinar el panel de control de la puerta que da acceso a la misteriosa sala de control.

—Vale... Vale... El panel de control... Sí... Puedo hacerlo... Puedo... Puedo hacerlo —repite con creciente convicción hasta que lanza un profundo suspiro—. Voy a hacerlo.

A sus palabras sigue un breve silencio.

—Papá... Si... Si todo sale mal... Quiero que sepas que... Te quiero.

*Clic*

Azadé cuelga el teléfono reprimiendo las lágrimas mientras se dispone a salir del cubículo. Afuera todo es un denso silencio que lo aprisiona todo, dejándole escuchar el latido desbocado de su corazón. Apretando los dientes, la joven avanza por los pasillos siguiendo su instinto, buscando esa sala de recepción de la que le ha hablado su padre. Se desliza despacio, acuclillada, controlando el peso en cada paso. Sus oídos se agudizan buscando indicios de la presencia de un depredador al acecho. Sentirse presa ayuda a afilar la percepción. Y sin embargo... Ni un condenado sonido.

Pasan un par de minutos hasta que Azadé, agazapada entre la penumbra, da con la ansiada puerta de la sala de control.

El panel depara una desconcertante sorpresa para Armín: dos lectores de huellas dactilares flanquean el acceso.

Padre e hija reaccionan al unísono.

—Oh, no... Tiene que ser una puta broma... —musita Azadé al tiempo que palidece.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Un uso muy interesante de la habilidad Adulación, sí señor. Tus puntos son el bono de Azadé en esta tirada y...

Lo consigue.

*Dewey se seca el sudor*

Te dejo ocasión de responder a la situación y definir tu estrategia. Esta tirada de sigilo nos vale para los siguientes acontecimientos ;-)

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14/02/2022, 21:48
Armín Bahramí

Las preguntas de mi hija me hacen morderme el labio con exasperación. Ahora no es el momento. Si consigo… Cuando consiga sacarla de aquí, voy a contárselo todo. Pero ahora necesito que se centre. Si no, no lo lograremos. Hay que bloquear todo el ruido, las interferencias que se aferran a mis pensamientos, como estoy seguro de que se aferran a los suyos. La insidiosa simiente del horror. El horror te cambia, cambia la cordura por locura, y me pregunto si alguna vez he estado cuerdo, si alguna vez he permitido que mi hija Azadé lo esté. Porque, desde luego, ahora mismo, todo lo que nos rodea es una auténtica locura, una pesadilla de la que espero despertemos pronto. Luego… Luego ya vendrán las explicaciones, y Azadé podrá odiarme todo lo que quiera.

Por eso, cuando me dice que me quiere, que me quiere a mí, de entre todas las personas del mundo, estoy a punto de romperme. Aprieto los dientes, mordiendo una réplica fácil y edulcorada que no nos haría ningún bien en este momento, por cierta que fuese. La única respuesta que mi hija escucha desde el otro lado de la línea es un jadeo trémulo.

La llamada finaliza, y dejo escapar un fuerte sollozo, como un bebé llorando por primera vez al abandonar la oscuridad del claustro materno. Me quiere. Hay esperanza. Solo por eso, no puedo fallarle. No puedo permitir que me falle. Tras secarme las lágrimas con la manga de la camisa, presto atención al recorrido de mi hija por las sombrías y terroríficas oficinas, tan vacías de vida como de sentido de realidad. Las sombras parecen cada vez más densas, latiendo, ansiosas por saltar contra nosotros. El silencio es absoluto; la música infernal ha cesado. Eso es bueno, pues ya no tenemos esa almohada de ruido asfixiando nuestros pensamientos. Pero, precisamente porque ahora puedo pensar, me doy cuenta de que también es algo malo: cualquier ruido que haga, como por ejemplo al llamar a Azadé, él también podrá oírlo.

Contengo la respiración al ver la puerta, sellada por un mecanismo de doble huella dactilar. Mierda. Mierda, mierda, mierda. Sé exactamente lo que hay que hacer, pero no cómo llevarlo a cabo. Además, esperaba ahorrar a mi hija el espanto de encontrarse de nuevo con la doctora Lizbon, o lo que quiera que quede de ella. Estoy convencido de que es necesario usar simultáneamente la huella de Azadé y la de Lizbon para abrir esa puerta. Pero, ¿cómo se lo hago saber a mi hija ahora que no puedo llamarla?

Entonces, se me ocurre una idea. Por favor, por favor, que funcione, porque no sé qué otro modo puede haber de salvar a mi hija. Después de meditarlo durante unos segundos, llego a la conclusión de que no tengo alternativa.

Mierda.

> 15

Vuelvo a llamar al mismo teléfono de antes, viendo que es el que más lejos está de donde mi hija se encuentra ahora mismo. El que más lejos está de donde quiero que esté esa cosa. Apretando los dientes, espero, escuchando el tono de la llamada, esperando por todos los dioses que mi hija mantenga la compostura y no se lance inmediatamente a responder. Espero un tono. Dos. Tres.

Entonces…

> 25

Mientras el teléfono de la oficina quince aún está sonando, y atento a todo lo que está pasando a través de la cámara que hay en el ojo de Azadé por si tuviese que colgar o para cambiar de planes sobre la marcha si veo que algo no va como espero, llamo al número veinticinco. Si todo va bien, el monstruo habrá ido hacia la oficina quince para atrapar a mi hija, pero Azadé habrá sido lo bastante lista como para no acudir inmediatamente. Con un poco de suerte, el asesino, más cerca del primer despacho que del segundo, no oirá la segunda llamada, o al menos tardará en oírla y en llegar, dando tiempo a mi hija a contestar y oír lo que tengo que decirle.

Cruzo los dedos.

Notas de juego

JOOOODER. Qué puta TENSIÓN. He tenido que darle mucho al coco. Menos mal que me he dado cuenta del detalle del súbito silencio, porque si no, habría mandado a Azadé a la muerte.

Mi último párrafo igual ha sido un poco meta, pero no sabía cómo explicar lo que pretendo para que se entendiese...

Dime que funciona, por favor. Por favor. Lo estoy pasando verdaderamente mal D:

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16/02/2022, 23:11
Narrador

Atraer a la Bestia.

Salvar a su hija.

El miedo da alas a los hombres. Y es el miedo a perder para siempre a su única, su última hija, lo que afila el ingenio de Armín Bahramí. El escultor está dejándose el cuerpo y la mente en un macabro juego propuesto por un anónimo psicópata. Ignora si puede ganar, pero accede a jugar para hacerlo a toda costa. Ahora mismo el corazón de Armín es un martillo pilón que golpea su pecho al tiempo que lleva sangre hirviendo a su cerebro, espoleándole para encontrar la solución a este puzle mortal con forma de ratonera camuflada de oficina.

El artista juega sus bazas encomendándose a dios, porque en este preciso momento toda ayuda parece poca para lograr palpar una vez más el rostro de Azadé.

—Inteligente, Armín.

—Muy inteligente.

El mensaje de texto de Puppet_Master da aliento a Armín.

Notas de juego

¿Qué te creías? ¿Que no te iba a actualizar? ¡Vamos! ¡CONFIESA! xDDDDDDDDDDDDD

Que sepas que no te actualicé ayer porque me pareció demasiado... agresivo.

¡Allé voy!

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16/02/2022, 23:30
Azadé

El sonido del teléfono suena lejano y Azadé tiene la inmensa fortuna de que no tiene tiempo de pensar, y no lo tiene porque la duda, el miedo y la angustia quedan de súbito eclipsadas por el gruñido salvaje de un ser que guarda un lejano parecido con un hombre horriblemente deforme, un asesino demencial que, alertado por la señal del teléfono que flota en la lejanía, emerge al pasillo de la ratonera con pesados pasos, no tan macilentos como haría presagiar su abominable efigie.

Azadé alcanza a escuchar al colosal engendro avanzar implacable hacia la fuente del sonido y su única respuesta corporal es encogerse y cubrirse la boca con ambas manos. Ni el vaho que desprende su aliento piensa regalarle al depredador. Así permanece un instante hasta que, de pronto, otro teléfono suena en las proximidades. Su intuición se activa. Reacciona. Se arrastra. Se desliza. Corre.

Armín aprieta los puños, tensa la mandíbula. Va a conseguirlo. ¡Va a conseguirlo!

Azadé se enfrenta a un pasillo idéntico a todos los que ha recorrido hasta ahora, una hilera de puertas y cubículos sin ningún signo distintivo. Las luces parpadean a la altura de sus tobillos, impidiéndole ver con claridad las placas que numeran cada despacho. Sabe que el sonido proviene de una de las oficinas, pero no puede ubicar exactamente su origen. Decide probar suerte, ignorando que la muerte puede acechar tras cada cerradura. Conteniendo la respiración, abre la puerta de la que cree que procede la llamada de teléfono y...

Acierta.

—¿Papá...? Por favor... Dime que eres tú... —suplica con un hilo de voz.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Madre del amor hermoso, qué suerte...

Si llega a fallar hubiese pasado algo un poco peliagudo, pero bueno, también habría tenido su qué.

Hablas tú. Ahora viene otra tirada crítica... pero la voy a hacer mañana xDDDDDDD

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17/02/2022, 01:03
Armín Bahramí

Trago saliva cuando oigo el espantoso bramido del hombre cerdo, que corre inmediatamente hacia la dirección de la que suena mi primera llamada. Menos mal. Menos mal que he tenido la suficiente cabeza como para darme cuenta de lo que podía pasar si la jodías. Pero no se ha terminado. Aún no. ¿Dónde coño está el puto Hershko? «Están muertos, están muertos», no paraba de decir, el muy gilipollas, como si eso tuviese que suponerme alguna clase de consuelo. Pero ni él ni el idiota de Kyle ni ninguno de los otros están asomando las narices por ninguna parte, y por el momento, la única que podría morir de un segundo a otro es mi hija Azadé.

No, no puedo pensar eso. Eso no va a ocurrir. Porque yo soy un genio, ¿verdad? Y Azadé es mi hija. No va a ocurrir.

—Azadé —respondo en cuanto oigo su voz al teléfono—. Lo estás haciendo muy bien. Papá está orgulloso de ti. Pero no tenemos tiempo. Puede venir en cualquier momento. Así que escúchame bien, porque no me puedo alargar. —Trago saliva, humedeciéndome los labios con un nerviosismo casi insoportable—. Para abrir esa puerta, necesitamos la huella dactilar de dos personas: la tuya, y la de la otra mujer. A la que él ha cogido. —Hago una pausa breve, solo lo suficiente como para que entienda lo que le estoy queriendo decir. Con suerte, la doctora Lizbon habrá interpuesto uno de sus brazos para defenderse de la motosierra; eso hará que mi hija tenga que cargar con mucho menos peso. Pienso que en este momento será mejor no decirle a Azadé quién era la «otra mujer». Solo lo haría más difícil—. Sé que es duro, pero tienes que hacerlo. A ti no te va a coger. Eres mucho más lista. Recuerda: las dos huellas. La tuya, y la de ella. Y sobre todo, que él no te vea. —Resoplo, apretando los dientes—. Venga, ¡ya!

Cuelgo el teléfono, siguiendo en mi pantalla el devenir de los acontecimientos con gran atención. Como si nos fuese la vida en ello, exactamente.

Notas de juego

ShitshitshitSHIT. ¿Puedo tirar algo o Gastar algo para facilitarle la vida a Azadé? ¿Lo que sea? Es que siento que estoy a puntito a puntito, y me sabría supermal cagarla ahora >.<

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17/02/2022, 08:19
Azadé

Horrorizada ante las palabras que vierte su padre en su oído desde el otro lado del teléfono, Azadé comprende por fin la naturaleza demencial de la situación. Es un círculo vicioso. Sus secuestradores la están obligando a ser presa y depredador. Es un aterrador juego de intercambio de roles del que no podrá escapar sin la otra rehén, víctima y lastre a un tiempo. El último eslabón de una retorcida cadena alimenticia.

—Dios... Dios, nooo... —Azadé cierra los ojos y sacude lentamente la cabeza. No quiere escuchar. Quiere que todo acabe. Y que acabe ya. Es por esto que no es ella, sino su padre, el que antes de colgar el teléfono escucha un chasquido en el teléfono, seguido de una pesada, una ronquísima respiración que le hace perder el aliento.

¿Les ha escuchado?

¿Les... ha... escuchado...?

Para entonces, Azadé deja caer el auricular como si de una guillotina se tratase sobre la mesa de oficina. El teléfono no aterriza en su receptor, por lo que Armín aún escucha el eco de los pasos de su hija, viéndola a través de la pantalla de su ordenador caminar hacia la puerta con un andar errático, se diría incluso que trastornado.

Azadé sale al pasillo con las palabras de su padre retumbando aún en su cerebro.

la tuya... y la de la otra mujer... A la que él ha cogido.

La joven se detiene un instante, apoyándose contra la pared del cubículo del que provenía la llamada telefónica. Siente náuseas. Formas indistinguibles refugiadas al abrigo de la oscuridad parecen por momentos reptar hasta ella. Oh, no. No, no, no. ¡NO! ¡Esos fetos deformes y sedientos de sangre han vuelto! ¡Han vuelto a por ella! ¡Han vuelto a acabar el trabajo!

Sus pulsaciones aumentan en unas escalada hacia el colapso por pánico.

Pero no hay nada en la oscuridad, Azadé... solo un delgado e irregular rastro de sangre.

Uno que conduce hacia la pared.

Sabedora de que, para salir de allí con vida, tendrá que cargar con el peso de un cadáver para el resto de su vida, los ojos de Azadé Bahramí se anegan en lágrimas saladas mientras camina entre temblores, siguiendo el repentino reguero de sangre.

Es fresca.

Las perlas carmesíes guían sus pasos hacia una nueva sala presidida por una invitada de lujo para la ocasión.

La otra mujer.

A la que Él ha cogido.

Notas de juego

Sé que lo estás pasando mal. Tengo la rara habilidad de saber alargar el sufrimiento xDDDDDDDDDDDDDDDDDDD

Aguanta, que ya queda muy poco. Por mi parte, cada vez que haga una tirada con Azadé, tendré en cuenta tu roleo y si procede alguna ayuda en forma de gasto de las reservas de investigación te lo diré. ;-)

[Sigue...]

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17/02/2022, 08:51
Katherine Lizbon

Este es, sin la menor duda, el peor día de la vida de Katherine Lizbon.

Su rostro, amoratado y lívido, está congelado en una mueca de cansancio, de puro agotamiento físico.

Su labio inferior sangra, reventado como una fruta madura que hubiese sido lanzada contra el suelo con una violencia bestial.

Está atada a una silla con cinta americana. O mejor dicho, lo estaba. De algún modo, ha conseguido librarse de sus ataduras cuando la Bestia ha salido en busca de más alimento para sus macabras fantasías homicidas.

Sostiene una pistola entre sus manos magulladas y temblorosas.

Al suelo... —musita en un susurro que corta el aire.

Azadé siente una asfixiante oscuridad cernirse sobre ella. Puede oler el sudor del asesino tras la máscara, dispuesto para asestar el golpe fatal. Azadé cierra los ojos. Obedece.

*BLAM!*

Katherine Lizbon dispara a matar.

A todo cerdo le llega su San Martín.

Notas de juego

Lo sé. Te has quedado loquísimo.

Anda, reacciona, que no he terminado contigo. Nos queda la mejor parte ;-D

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17/02/2022, 17:40
Armín Bahramí

El sonido de una respiración pesada al otro lado de la línea hace que mi corazón se salte un latido. Mierda.

Mierda, mierda, ¡mierda!

Con las prisas y la tensión, me he olvidado de colgar el otro teléfono. ¡Ese hijo de puta nos ha oído! Estoy a punto de advertir rápidamente a Azadé, pero ella ya ha salido del despacho. No cuelga el teléfono. ¡Joder! Primera cagada. Con el corazón en un puño, soy testigo del aterrorizado avance de mi hija. Su mirada va de un lado a otro, perdida; las sombras le arrancan de vez en cuando gritos ahogados. Está aguantando, pero todo tiene un límite, y me temo que está a punto de llegar al suyo. Azadé sigue un rastro de sangre recién derramada, roja, casi brillante. De pronto, al girar un recodo…

Lizbon.

¡Está viva! Con todas las cosas que están ocurriendo, no esperaba que el hecho de ver a la doctora aún con vida fuese lo que más me sorprendiese. Al parecer, el cerdo cabrón la había inmovilizado en una silla, dejándola lista para más tarde; pero, de algún modo incomprensible, la mujer ha conseguido liberarse. Examino sus afiladas y magulladas facciones a través de la pantalla del portátil. Sus ojos oscuros están horrorizados, pero también veo en ellos una férrea determinación. Veo ira. Solo por eso, y aunque no la conozca de nada en absoluto, siento una conexión con ella. Me alegro de que esté viva.

Katherine nos ordena que nos echemos al suelo, y justo en ese momento reparo en una respiración, la misma respiración de antes, justo detrás de nosotros. Como si mi mente se trasladase en el tiempo, tengo un momento fugaz de precognición, durante el que tengo la completa certeza de lo que está a punto de pasar, a pesar de ser incapaz de cambiar nada. Sé de la pistola antes de verla. Nos lanzamos al suelo.

¡Pam!

Un disparo resuena en mis oídos. Estoy en un estado emocional voluble, extraño. Aterrado, y eufórico, y jubiloso, y muy, muy cabreado. Lizbon acaba de disparar a esa cosa, y yo solo soy capaz de gritar, «¡mátalo, mátalo!», una vez tras otra, una vez tras otra, sin parar, sin que importe que no pueda oírme.

Y entonces, me acuerdo de algo.

En los ojos de mi enemigo está la clave de mi liberación.

¿Y si…?

Tienen que saberlo. No sé si la frase tenía un sentido literal, pero conociendo a los hijos de puta sádicos que han orquestado todo esto, estoy seguro de que sí. Miro la pantalla como loco, tratando de pensar a toda velocidad. Él no colgó el teléfono. Azadé tampoco. Ahora solo queda un terminal capaz de recibir llamadas. Así que, después de esperar unos momentos prudenciales a que la doctora Lizbon, mi nueva heroína, cosa a balazos a ese monstruo, marco:

> 09

Vamos a salir de aquí todos, y sin la ayuda del cabrón de Abel Hershko.

Notas de juego

¡¡¡SIGOURNEEEEEYYYYYYY!!!

Joder, Sigourney Weaver, mi puta actriz favorita. Ahora sé que estamos salvados :D :D :D.

Seriously, tho. Sigourney fucking Weaver. Me has alegrado el día >:-D.

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17/02/2022, 19:51
Narrador

Notas de juego

¡JAJAJAAJAJAJAAJAAJAJA!

Loco entusiástico Valdi.

Mañana ma-ma-ma-más. ;-)

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17/02/2022, 19:59
Armín Bahramí

Notas de juego

Solo espero que ahora esto no se convierta en La muerte y la doncella...

XDDD.

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18/02/2022, 12:33
Narrador

Notas de juego

¡AJAAJJAJAAJAJAAJJJAAJAA! ¡Qué casualidad, copón! Es cierto que ambos coincidieron en esa peli.

Veremos en qué se convierte todo esto, oiga... Te posteo en un ratito ;-)

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18/02/2022, 17:01
Katherine Lizbon

En el oído aún persiste el ensordecedor eco que deja tras de sí la pistola que sostiene Katherine Lizbon entre las manos. De su ánima emana un fino hilo de humo que atestigua que el cañón ha vomitado muerte en una píldora de plomo dirigida al cráneo del puerco antropomórfico. Las manos de Lizbon evidencian un ligero temblor tras el acto de sufrido heroísmo. Es humana, después de todo.

Tras Azadé, tendido bocabajo, la silueta del titán caído. Un martillo yace próximo a él, escapado de la inmensa garra de su mano derecha. Del mandil de carnicero sobresale el auricular de un teléfono del mismo modelo que los que se encuentran en los despachos de esta galería de oficinas, el cable seccionado.

Aproximándose a la joven con un andar algo errático y una ligera cojera, Lizbon abraza a Azadé sin apartar la mirada del enmascarado.

—Ssssh... Ssssh... Ya pasó todo. Ya pasó, ¿de acuerdo? Vamos, salgamos de aquí... Me llamo Katherine, pero puedes llamarme Kathy, ¿eh? ¿Cómo te llamas? —pregunta en un intento de congraciarse con la sufrida joven a la que ayuda a ponerse en pie.

Ambas abandonan la cámara frigorífica maltrechas, pero vivas. Y con un arma. Un lujo que puede suponer la diferencia esencial entre fenecer y sobrevivir.

Atrás queda el cadáver inerte del hombre cerdo.

Armín se permite creer tras este súbito impacto de suerte. Dios debe existir, después de todo. Y se ha aliado con él y su hija.

Recurriendo al teléfono del despacho número 09, Armín atrae la atención de su hija y de la doctora. No repara en el silencio de Puppet_Master. ¿Qué más da? Está ganando. Está logrando vencer al asesino en su propio terreno.

Su hija descuelga el teléfono una vez más.

—¿Papá...?

Notas de juego

Venga, te dejo que felicites a Azadé y a Katherine Lizbon, que ya estamos llegando al final y calibro que si no la siguiente, a la próxima entrada sí llegará el mensaje definitivo ;-)

Al final me estoy regocijando aquí contigo en muchos detallitos. ^^

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19/02/2022, 00:23
Armín Bahramí

El cerdo está muerto. En la soledad del salón de mi casa, levanto los brazos en un enérgico gesto de triunfo, dejando escapar una exclamación eufórica. Ese puto monstruo está muerto, con la cabeza taladrada por la certera bala de la doctora Lizbon, y yo no tenía ni puta idea de que una muerte pudiese hacerme tan feliz. Asisto embelesado al abrazo entre mi hija y la doctora, como si estuviese viendo la escena inmediatamente anterior a los créditos que cerrarían la película con un final feliz.

Pero esta no es esa clase de películas.

Me fijo entonces en un pequeño detalle. De hecho, es precisamente su pequeñez lo que me llama la atención. En el suelo, junto al cadáver del deforme puerco, hay…

Un martillo.

¿No era una motosierra?

Puedo sentir cómo un sudor frío baña mi piel bajo mi camisa. Esto no ha terminado. Pasa algo, y lo peor de todo es no saber qué, a pesar de estar convencido de que pasa algo. Mierda. No podía haberse acabado ya. ¿Dónde coño está la caballería? Cuando vuelva a ver a Hershko, me va a oír.

—Azadé —respondo a mi hija cuando la oigo descolgar el teléfono. Mi voz no suena tan alegre como me gustaría—. Gracias a Dios. Lo has hecho muy bien. Las dos lo habéis hecho muy bien. Dale las gracias a la doctora Lizbon de mi parte. Ahora, escúchame. Esto está a punto de acabar. Pero aún no ha acabado. Lo más difícil ya está, hija mía. Confía en mí. Sea quien sea, está muerto. Así que no tienes que tener miedo de hacer lo que te voy a decir. —Tomo aire. Mejor no pensarlo mucho—. Hay que arrancarle los ojos. —Una pausa—. «En los ojos de mi enemigo está la clave de mi liberación». Necesitamos sus ojos. Hazlo tú, o pídele a la doctora que lo haga. Pero hay que hacerlo.

Noto un dolor en las palmas de las manos. Me doy cuenta de que estoy apretando los puños con mucha más fuerza de la que debería; así que abro las manos, estirando los dedos.

—Cariño… Falta muy poco. Muy poco. Pero ahora hay que ser muy fuerte, ¿eh? Y sobre todo, tener mucho cuidado. Ese monstruo tenía una sierra mecánica. Ahora llevaba un martillo. Puede que haya dejado la sierra… O puede que haya otro. Así que tened mucho cuidado, y que Lizbon dispare a la menor duda. Estate atenta a todo. Antes de moverte, mira en todas direcciones. Yo miraré contigo. —Inspiro profundamente. Que se acabe de una puta vez. Tiene que acabarse—. Cuando tengáis la clave, abrid la puerta de la sala de control. Por favor. Por favor. Tened mucho cuidado. —Hago una pausa breve, para que mi hija pueda asimilar toda esta información—. Ahora, id. Y cuelga el teléfono. Así podré llamarte si pasa algo, ¿eh? Si oyes el teléfono, es que pasa algo importante. Ahora, ve. Esto ya está.

Por favor, que esté.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Voy a hacer una cosa. Como realmente quiero que esto salga bien, después de pedirle a Azadé que esté atenta a todo, tiraré Sentir el Peligro para vigilar junto a ella. Y como QUIERO que salga bien, me gasto 6 puntazos. A la que detecte el menor signo de problema, volveré a llamar. Eso debería alertar a Azadé de que pasa algo, si es que ella no lo ha visto.

¡Deséame suerte!

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05/03/2022, 11:18
Narrador

Qué sorpresas aguardan a un comprensiblemente paranoico Armín Bahramí. Nuestro trastornado escultor cuenta cerditos en la oscuridad mientras su hija corre por los ahora silenciosos pasillos de la galería acompañada por ese ejército de una sola mujer llamada Katherine Lizbon. Y es que parece que los secuestradores jodieron a la psicoanalista equivocada, ¿eh?

La primera parte del puzle se completa con facilidad. La pista arrojada por el silente Puppet_Master cobra todo su sentido cuando Azadé y Katherine alcanzan la sala de control. Los paneles que controlan el acceso a su interior están sincronizados tanto con un lector de huella dactilar como por un oculto lector de retina. Solo la perturbada mente de Armín elucubra con la posibilidad de que su hija hubiese de haber extraído un ojo al cadáver horriblemente mutilado de la doctora Lizbon.

Quizás con otra tirada de dados…

Alcanzada la sala de control, ambas mujeres examinan aún con cautela su interior resistiendo creer que todo ha acabado, que son libres, que han vencido al macabro juego del cerdo y el ratón. Mientras tanto, un pletórico Armín recibe un mensaje del gran titiritero, sospechosamente ausente hasta este momento.

@Puppet_Master:

Enhorabuena, Armín. Has sabido guiar a tu hija a través del Laberinto con notable éxito.

Nuestros espectadores están, no obstante, algo insatisfechos. Están acostumbrados a ver algo más de sangre. Algún brazo amputado, alguna decapitación en tres tiempos… ya sabes. Algo tendremos que hacer para redimirnos con ellos, claro. Después de todo… Nos debemos a nuestro público.

No obstante, honraremos nuestra palabra y dejaremos ir a tu hija..

Gracias por participar, Armín.

Disfruta de tu merecido final.

Tras esta enigmática despedida -¿Acaso una velada amenaza?-, se sucede el descenso a la locura de Armín Bahramí.

A velocidad terminal.

La puerta de la sala de control revienta en mil pedazos, golpeada por un ariete de acero, la tarjeta de visita de un equipo táctico del ACPD. ¿Querías caballería, Armín? Toma dos tazas, amigo mío.

El equipo asalta el lugar con la misma delicadeza que un huracán revestido de kevlar. Están fuertemente armados. Rifles de asalto, escopetas con calibre suficiente para operar a corazón abierto, infrarrojos, pasamontañas... ¡Hasta escudos traen estos hijos de puta! Hershko no ha reparado en gastos. El cabrón del Rabino llega tarde, pero se encarga de enviar un mensaje contundente a estos sectarios: Vuestro negocio se viene abajo, nenes.

Al mismo momento, sin darle tiempo a Armín a festejar el rescate de su hija, alguien llama al timbre de la puerta de la cocina. Extraño, pues Armín está seguro de que solo tiene un único timbre en el apartamento y está ubicado en la puerta de entrada. ¿Quién será a estas horas? Con un ojo puesto aún en la pantalla del portátil, el desconcertado artista se levanta de su asiento, pero no llega a abrir la puerta, pues esta se abre desde el otro lado. Por algún motivo, da al porche de una casa que no es la suya. Demasiado rústica para el selecto gusto del señor Bahramí.

Empieza el sinsentido. ¿O simplemente no ha terminado todavía?

Afuera llueve con furia, todo un aguacero acribilla la ciudad con la misma cadencia que la de una ametralladora Thompson con un tambor de munición ilimitada. Varios uniformados en coches de policía aguardan afuera ateridos con sus impermeables de un negro reluciente. La tormenta brama arriba, en el cielo. Es un ente hostil. Su agua es fría, traspasa la piel, se adhiere al hueso. Entre los agentes destaca uno en particular con semblante militar, ojos grandes y mandíbula de hierro. Se aproxima a Armín con rápidos pasos antes de quitarse sus gafas de sol y fulminarle con ojos a medio camino entre el azul glaciar y un extraño verde gelatina.

DCI Shannon

—¿Señor Armín Bahramí? —pregunta observando al artista desde un palmo más de altura. Tiene tanta gomina que las gotas de agua patinan por su cabello como si estuviese esculpido en piedra.— Inspector Jefe Rick Shannon. Policía de Arkham City. Necesito que me acompañe a Comisaría. Es sobre su hija, señor Bahramí —habla como si estuviese dando puñetazos a un saco de boxeo. Esa misma clase de sensibilidad. —La hemos encontrado —sentencia al tiempo que tensa la mandíbula.

El agua es fría. Traspasa la piel. Se abraza al hueso.

Armín es conducido en mitad de la tormenta hasta un coche patrulla preguntándose por qué los focos caen sobre él y el inspector Shannon. Quiénes son esas sombras que observan en silencio tras el set de rodaje. Y por qué sonríen.

¿Esto es real?

Tan real como un jodido infarto al corazón, Armín.

* * * * *

Durante el trayecto en coche patrulla, Shannon explica a Armín que han detenido a un criminal peligrosísimo y largo tiempo buscado llamado Steven Haley, más conocido como El Animal de Medianoche. Shannon tiende a Armín un dosier con toda suerte de macabra información. Sobre la portada del archivo una etiqueta reza: Abrir bajo tu propia responsabilidad. Armín traga algo que no es saliva. Es más pesado y sabe a grava y a brea caliente. Le obstruye la garganta.

Shannon no se inmuta, continúa su retahíla.

—…dilección por secuestrar a mujeres jóvenes para luego encerrarlas en un sótano bajo la antigua fábrica textil Poole, en las afueras de la ciudad. Allí grababa sus macabros juegos mientras las mataba y los difundía a través de un canal ubicado en la Dark Web bajo el nombre The Pigsy Murder Tapes. ¡Je! Puto enfermo… Llegó a grabar que sepamos al menos doce asesinatos en directo. Hacía encuestas durante la grabación para que los lunáticos que se empalman con la ultraviolencia decidiesen cómo acababa la función. Internet permite el anonimato a auténticos engendros. Encontramos su icónica máscara en el lugar de los hechos, ¿sabe?

Armín abre el dosier con temor reverencial. Las imágenes que aguardan en su interior reptan hasta penetrar su mente, y así lo harán durante las noches venideras. Pero hay una, una en particular, que devuelve la mirada al escultor desde el otro lado del espejo. Se trata del asesino, el Hombre Cerdo.

Steven Haley

El rostro de Steven Haley es difícil de olvidar. El tupido bigote, la cuidada cabellera, las gafas de pasta y su mirada inquietante, también. Su complexión fofa y corpulenta casa a la perfección con esa mole humana que acude a la memoria de Armín, ese monstruo mitad gigante, mitad puerco. Ese cazador silencioso que acechó a su hija en el laberinto de oficinas.

Luego se suceden en cascada las atrocidades sobre los inocentes cuerpos de chicas jóvenes entre los dieciocho y los veintitantos a todo color en diversas fotografías que se desparraman en su regazo, como vomitadas por el propio expediente. El desmembramiento parece habitual en el trato que el Animal de Medianoche dispensa a sus víctimas. Las fotos de Azadé y la doctora Lizbon aparecen en el dosier, no así sus cadáveres. Bajo sus rostros una nota al pie: DESAPARECIDAS. Sin embargo, Armín acaricia con las yemas de sus dedos un marcador al margen del documento que advierte: ¿Qué pasaría si…? Parece contener aún más fotografías. No sobre lo que ha pasado, sino sobre lo que podría ocurrir. O peor: lo que podría estar ocurriendo ahora mismo…

El marcador gotea sangre fresca. Tras un escalofrío, el sufrido padre coraje comprueba que no reúne el suficiente valor para averiguar la respuesta.

¿O sí?

Cuando el coche patrulla alcanza su destino, Armín está sobrecogido por las náuseas y casi agradece que Shannon le quite el expediente de las manos.

—Señor Bahramí —le detiene el inspector, su manaza oprimiéndole el pecho.

—Su hija le necesita. Sea fuerte. Volverá a casa con usted. Ya ha pasado el peligro. Tenemos a ese cabrón.

Lo cierto es que Armín se encuentra a continuación frente a la puerta de una sala de interrogatorios. Shannon le insta a pasar solo cuando se sienta preparado. ¿Y cuándo estará preparado Armín Bahramí?

Adentro espera Azadé Bahramí.

Lo que queda de ella.

La sala es fría, como aquella morgue en Oklahoma. Los pasos no resuenan en linóleo. No resuenan, simplemente. Es una cámara de silencio. Una lámpara halógena escupe un haz de luz blanquecina sobre una pequeña mesa metálica sobre la que hay una libreta y un lápiz. En el papel, Azadé ha dibujado un tosco cerdito. Una aparatosa venda recubre su cabeza, un apósito sanguinolento velando su ojo derecho. Solo conserva una mano. La izquierda. Acaricia el lápiz con el pulgar con un deje errático, macilento.

La joven tarda en reparar que está acompañada en la habitación. Su ojo izquierdo inyectado en sangre se mueve, creyendo reconocer al extraño.

—¿Papá…?

Notas de juego

Evidentemente, este tipo de actualizaciones no se pueden hacer con virus estomacales. ^^

Dame un emotivo piese con tu querida Azadé y pierde por el camino la poca estabilidad que te queda. Ni tires. Vamos a hacerlo narrativo. Luego, si tienes curiosidad, te diré a grandes rasgos qué diablos está pasando ;-)

Tómate tu tiempo para escribir la respuesta. Estoy ya preparado para rematar tu hilo narrativo, pero me parecía absurdo no dejarte vivirlo un poquito más. ^^

Cierro tras tu siguiente mensaje. Quedará algo abierto el asunto, que es como más me gusta a mí rematar una historia ;-D. Además, confieso que más adelante me gustaría revisitar a estos personajazos que os habéis sacado de la chistera en una Season 3.

Hale, a disfrutarlo, amigo Valdi.

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06/03/2022, 02:15
Armín Bahramí

Mi hija, acompañada por la doctora Lizbon, consigue acceder a lo que acertadamente tomé por una especie de sala de control. Me siento orgulloso de ella. Mi hija. Una extensión de mí mismo, mi verdadera y única obra suprema. Qué ciego he estado todos estos años, buscando mi propio genio en excusas, fantasmas y quimeras, incapaz de reconocer que lo tenía frente a mis ojos. Porque, a fin de cuentas, no decidimos cómo se expresa el talento, o la forma en la que Dios se manifiesta frente a nosotros. He sido tan orgulloso que he intentado crearlo a mi propia imagen y semejanza, de hacerlo encajar en mi molde prestablecido, en lugar de aceptar el modo en que vino a mí. Ha hecho falta estar a punto de perderlo a manos de unos monstruos para encontrarlo, para verlo al fin por todo lo que realmente es. Mi hija. Mi querida, mi pobre hija. Pero, ahora que lo sé, ahora que sé todo lo que tengo, ya nada puede hacerme daño.

Al fin me siento completo.

La euforia me corre por las venas como un diablo que hubiese estado enjaulado durante demasiado tiempo. Alguien (Puppet_Master) escribe algo en la pantalla del portátil. Una amenaza con piel de felicitación. Me la suda. No puedes vencerme. Te he ganado a tu propio juego, y lo sabes. Por mucho que me vengas con palabras altisonantes de villano frustrado, te he ganado, y te jode. Lo sé. Así que te ignoro. No dejaré que me amargues la victoria, puto loco.

Río en la soledad de mi apartamento cuando veo la puerta de salida volar por los aires, destrozada por el ariete de un equipo táctico que entra en el extraño laberinto de pasillos, armas en ristre. Ah, por fin, los chicos de Hershko. Enhorabuena, justo cuando ya no nos hacían falta. A Azadé y a mí nos ha ido bastante bien sin la ayuda del judío, muchas gracias. Pero estoy tan feliz, con una sensación de triunfo tan enorme, que ni siquiera se lo tendré en cuenta. Probablemente hasta lo invite a un trago en cuanto vuelva a ver su cara. Sí, pienso emborracharme como una cuba con él y con ese genio idiota de Angel. Hermanos de equipo, ¿no? Me gusta cómo suena.

Espera. ¿Han llamado a mi puerta? Siento la sangre subirse a mi cabeza mientras me levanto y miro en dirección a la entrada de mi piso. No… No ha venido de ahí. Qué extraño. ¿La cocina? No es posible.

¿Y qué no es posible? A estas alturas ya deberías saberlo.

La puerta se abre, y veo con un pasmo catatónico que lo que hay al otro lado no es mi cocina, ni ninguna otra cosa que tenga sentido. Allí, delante de mí, veo el porche delantero de una casa que no reconozco. ¿Qué es esto? Por un momento, temo que las paredes de mi piso vayan a abrirse, revelando que en realidad no estoy en mi casa, sino en una especie de estudio en plan El show de Truman. Sí, debe de ser eso. Abel no me llevó a mi casa, sino a un lugar preparado por los suyos para que se pareciese a mi casa. Debería haberlo supuesto. Tampoco tiene ninguna lógica, claro, pero al menos sería más fácil de creer que el hecho de que haya un portal dimensional en mi cocina que da a la calle desde una puerta que no es la mía.

—Buenas noches —saludo sonriente al trajeado caballero que hay al otro lado, un Doppelgänger tan afilado como artificial que ni siquiera se esfuerza en parecer una persona de verdad. Detrás de él se amontona un grupo de «agentes» sin rostro—. ¿Han venido a unirse a la fiesta?

El simulacro, que se presenta como «inspector jefe Rick Shannon» (no puedo evitar reír al pensar que Rick rima con dick*, algo que debería alertarme de que mi estado mental es preocupante), me habla como esos tíos en las películas que, después de una guerra, van a anunciar a los padres que sus hijos se han muerto. Pongo unas cejas irónicas cuando me dice que han encontrado a mi hija. ¿En serio, capullo? No, yo he encontrado a mi hija, idiota. A pesar de la hilaridad que me provoca toda esta pantomima, decido ponerme serio. Muy serio.

—¿Pues a qué esperamos, joder? Ya era hora. Venga, ¡llévame con ella ahora mismo!

Me encanta cómo reacciona la gente cuando hago como que me enfado.

* * * * *

Es la primera vez en mi vida que doy un paseo en un coche de policía. Echo un vistazo a la carpeta que el señor Shannon me ha entregado, procurando no tratar de buscarle demasiado sentido a nada de lo que está pasando, y me limito a dejarme arrastrar por los acontecimientos. La mente demasiado rígida se quiebra ante lo insólito, así que me digo a mí mismo que debo ser flexible. El agente me habla del secuestrador de Azadé, un asesino sádico que descuartizaba a sus víctimas, llamado Steven Haley. El orondo tipo con gafas que me devuelve la mirada desde una de las fotografías del informe podría cuadrar con el puerco que ha estado persiguiendo a mi hija y a su nueva amiga en aquel lugar infernal. Desgraciado. Me alegro de que estés muerto, hijo de puta.

Al volver la página, la sucesión de espantos perpetrados contra los inocentes cuerpos de las víctimas de Haley se muestran ante mí en la forma de dantescas imágenes. Apretando los labios, bajo la ventanilla para que entre algo de aire.

—¿Por qué me enseña esto? —le pregunto al robot del traje—. ¿Qué gano viendo esta mierda? Por el amor de Dios.

Entonces, mi vista repara en un marcador al margen, manchado de tinta roja. No… No es tinta. Es sangre. ¿Pero qué cojones? «¿Qué pasaría si…?», reza el marcador. ¿Qué pasaría si qué? Con el corazón en un puño, echo una mirada abrasiva al agente Shannon. ¿Qué coño es esto?

Decido averiguarlo, así que paso la página.

* * * * *

La puerta de la sala de interrogatorios me espera, su perfil dibujándose como una pregunta muda esperando a escupirme la respuesta a la cara. Shannon me dice lo obvio: mi hija me necesita. Como si no lo supiera. Asegura que tienen a alguien. No entiendo. Pero, ¿Haley no está muerto? ¿O se refiere a Puppet_Master? ¿Y qué pinta la Estirpe del León en todo esto? Preguntas, preguntas y más preguntas. Ahora no hay tiempo para eso. Lo primero es Azadé. He venido por ella, y no hay nada que más desee que darle un abrazo.

Así que abro la puerta.

La sonrisa que había dibujado en mis labios cae en cuanto veo a mi pequeña, sentada a una fría mesa metálica. Le falta una de las manos. Tiene la cabeza vendada, con el ojo derecho cubierto. ¿Eso que veo es sangre?

—¿Qué ha pasado? —pregunto. Mi garganta está tan seca y rasposa como papel de lija—. Hija mía, ¿qué te han hecho? —Reparo en el cerdo que Azadé ha dibujado en un papel. ¿Acaso ha… perdido la razón? El pensamiento me enfurece, y me muerdo la cara interna de la mejilla con tanta fuerza que creo sentir el sabor de la sangre. No, no se ha acabado. Esta mierda nos ha marcado para el resto de nuestras vidas. Y tengo la certeza de que los culpables (pues ha sido más de uno) siguen sueltos. No pararé hasta ver cómo todos ellos suplican por sus vidas, y la cara que se les quedará cuando se den cuenta de que su ruego no será escuchado. Lentamente, me acerco a mi hija, alargando los brazos hacia ella.

—Ven. Vámonos a casa. Ha sido un día muy largo. —Y, finalmente, la abrazo—. Nunca volveré a abandonarte.

Porque, ¿para qué están los padres, si no?

Notas de juego

* Dick en inglés es polla, lo que aparentemente le hace mucha gracia a Armín, que evidentemente está en pleno brote maníaco XD.

Bufffff. Cuántas preguntas sin respuesta. Me vas a tener que aclarar qué narices ha pasado, porque no entiendo nada de nada. ¿Y el momento puerta de la cocina? ¿Me he vuelto loco ya del todo o qué?

En fin. Pobre Azadé. Ahora le tocará soportar que su papi se ponga en plan avenger XDDD.

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08/03/2022, 19:05
Narrador

El inspector Shannon agarra a Armín de la muñeca. Le hace daño.

—Pero quiere saber, ¿verdad, señor Bahramí? —dice el policía con un amago de sonrisa en su pétreo rostro—. Necesita saber.

La carpeta se abre, las imágenes parecen revolotear ante Armín, fundiéndose bajo sus párpados, accediendo a su cerebro, convirtiéndole en un espectador invisible.

Se enciende una luz en alguna parte, en ninguna parte en realidad.

Armín no está en ese lugar. No ha estado jamás allí. Tampoco lo hará. Su conciencia está emparedada, es un ojo oculto tras la pared, espiando al otro lado de un diminuto agujero horadado en la madera, su particular ventana indiscreta.

El aire en este lugar parece pesado, sofocante. Oprime el pecho si se respira con avidez. Está anegado por la nube de humo que rezuma de un cigarrillo a medio consumir, un cigarrillo que reposa en las huesudas manos recubiertas de alhajas de un completo desconocido para Armín.

El anciano está sentado apoyando sus brazos sobre el respaldo de una silla de madera, bañado por el haz de luz que cae sobre él. Tiene los ojos de un color añil, penetrantes, en cierto sentido místicos, peligrosos, ajenos a muchos miedos del hombre común. Es un individuo desaliñado, de poblada barba plateada y de una melena indómita que estallaría desde su cráneo en una deflagración capilar de todo punto descontrolada de no ser por una peineta. Viste un uniforme de presidiario. Le faltan las zapatillas. Está completamente descalzo, sus pies a remojo de lo que parece una habitación flotando en agua estancada.

Suena un chapoteo, pasos deslizarse venciendo la resistencia del agua, aproximándose a la luz.

Aparece una mujer joven de facciones afiladas, melena sobre los hombros, flequillo recortado sobre la frente. Su piel es tersa, mortecina. Camina con una cadencia estudiada, en círculos, estrechando el cerco sobre el viejo. De algún modo da la sensación de estar exhibiéndose ante él.

El tatuaje de una araña negra parece descolgarse de su omoplato.

—Fracasaste —dice el anciano. Su voz resuena con la aspereza del que se cuida de regar su garganta en aguardiente y tabaco negro durante tres vidas. Es la voz de alguien más antiguo que los siglos.

La mujer sonríe con un matiz de desafío.

—Yo también me alegro de verte.

Alza sus manos enguantadas. De ellas cuelga un ojo mutilado.

Un ojo azul.

—No he regresado con las manos vacías. Déjame vengar a los nuestros. Conozco la forma… —En las palabras de la mujer subyace un matiz de súplica, de anhelo por ser reconocida en su labor.

El anciano se sume en un silencio sepulcral.

—No. Tienes otras prioridades. Hershko es un asunto mío. Ahora vete… Voy a hacer una llamada.

La mujer entorna la mirada, una inconfesable celera recorriéndola por dentro. Se gira y se pierde de la vista justo cuando el anciano termina con un deje henchido de parsimonia su cigarrillo, toma el teléfono que reposa sobre su regazo y empieza a marcar.

* * * * *

A pesar del cálido y afectuoso abrazo de su padre, Azadé es poco menos que un fardo de carne y huesos completamente inerte, ajeno al plano de existencia que habitan ambos en este preciso instante.

No responde, no se inmuta, pero eso no importa. Armín es feliz. Por fin se ha reencontrado con su hija.

Mientras permanece unido a ella en un reconfortante abrazo, el espejo de la sala de interrogatorios se revela como un panel de cristal. Armín puede ver lo que hay al otro lado. Su curiosidad le lleva a observar el mosaico de televisores con diferentes imágenes de toda la Comisaría, acaso una especie de sala de control.

* * * * *

No lejos de allí, suena el teléfono que reposa sobre la mesa en el interior de la sala de interrogatorios.

Aunque esposado a la mesa, un maltrecho Steven Haley alcanza a descolgar el aparato.

Steven —saluda la voz más áspera que ha escuchado en toda su vida, una que conoce y le resulta tan atrayente como la luz a las polillas.

Steven no responde. Nunca lo hace. Se limita a escuchar.

—¿Es esto todo lo que tienes? —inquiere la Voz al otro lado.

—¿Vas a dejar que esto termine así como así?

Algo en el interior del gigante despierta de su letargo. Algo primitivo, incontenible y visceral.

Tienen tu cara

Steven Haley cuelga el teléfono. Sabe lo que tiene que hacer.

Un minuto más tarde, el detective Kerr accede a la sala con un café bien cargado para proseguir su tedioso interrogatorio allí donde lo dejó. El pobre bastardo ignora lo poco que le gustan las preguntas a Steven Haley. También ignora que pese a su tamaño e incontestable fuerza bruta, Haley es una sombra silenciosa que se esconde a su espalda.

CRACK.

Buenas noches, agente.

A Haley, un experto en ligaduras de todo tipo y condición, estos grilletes le parecen un juego de niños. Necesitarán algo mejor si quieren detener al Animal de Medianoche.

Haley toma la Glock del finado detective Kerr y sus dos cargadores. En sus manos el arma parece una ridícula pistola Nerf de juguete. Le quita el seguro sin inmutarse y se pone en marcha como si supiese a la perfección cuál es el siguiente paso en el Gran Plan de los Acontecimientos.

Allá vamos, Cerdito. Hay una Comisaría que quemar hasta los cimientos.

* * * * *

Armín escucha cómo alguien cierra la puerta de la sala de interrogatorios con él y Azadé dentro.

—¡Señor Bahramí! ¡Quédese ahí con su hija! ¡No salga bajo ningún concepto! ¿Me oye? —se trata del detective Shannon, al parecer bastante más azorado de lo que Armín le recuerda.

El eco de sus pasos se pierde por el pasillo.

Los monitores siguen desvelando a Armín lo inevitable.

* * * * *

Kerr, Collins, McPherson, Jones, Bailey.

Haley colecciona cabezas, colecciona almas, colecciona disparos a la cabeza.

Haley dispara a matar. Sangre fría como el nitrógeno líquido. 17 balas en el cargador. No son suficientes. Más. Necesita más. La cuenta está en cinco. Sigue sumando.

Por cada enemigo caído, Haley arrebata una vida, esclaviza un alma y consigue otra arma. Metódico, avanza como un avatar del terror sembrando la Comisaría de cadáveres hasta su primera parada: El almacén de pruebas. Acribilla al centinela, un pobre caimán, un oficial venido a menos y algo lento de reflejos.

Haley busca con nerviosismo entre las más recientes inclusiones en el registro y no tarda en hallar la máscara, su yelmo de la guerra. Nota la garganta reseca cuando sus ojos se encuentran con las cuencas vacías de su verdadero yo.

—¡Quieto, hijo de puta! —chilla una voz nerviosa a su espalda.— ¡Suelta el arma! ¡He dicho que sueltes el arma!

Suena BLAM.

Le alcanzan en el hombro izquierdo, pero Haley sale ganando en el intercambio, castigando la tibieza de su asaltante, un poli demasiado joven como para saber la clase de demonio que asola su distrito en este preciso instante. Debió vaciarle el cargador por la espalda cuando tuvo la ocasión. Ahora otros serán sacrificados por su indecisión al altar de la Voz del Teléfono.

La siguiente parada supone un reencuentro con una vieja conocida.

* * * * *

Armín asiste con horror al avance imparable del asesino, televisado en riguroso directo desde las cámaras de videovigilancia de la Comisaría de Arkham City, cadáveres cayendo a su paso como testimonio de una evidencia incómoda: Steven Haley es inevitable.

Poco a poco, todos los monitores empiezan a compartir la misma imagen hasta fundirse en una sola, una enorme gran pantalla de setenta y dos pulgadas que emite el festival homicida del nuevo villano de los tabloides americano de moda bajo un intrigante titular:

Ha nacido una estrella.

Armín reconoce bien a la siguiente víctima de Haley.

* * * * *

La doctora Lizbon lucha por su vida mientras abofetea deseperada el porcino rostro del carnicero. Esta vez no ha podido arrebatarle el arma a su secuestrador para descerrajarle un tiro a bocajarro. Haley quiere que sea íntimo. Quiere que sea personal. El cerdo tiene buen cuidado de hundir sus pulgares en la boca de la doctora y presionar con fuerza.

—CrEo QuE eStE eS eL TrAtAmIeNtO aDeCuAdO, dOcToRa… —gruñe en la gutural y trastornada confesión de un paciente que solicita a su psicoanalista la hoja de reclamaciones.

Katherine Lizbon trata de morder a su asesino, pero es tal la fuerza, es tal el ímpetu de Haley, que solo le resta ver todo a su alrededor fundirse en un riguroso blanco antes de quedarse lenta, inexorablemente sin aire.

* * * * *

Azadé empieza a hiperventilar.

La puerta de la habitación se abre de repente.

Shannon irrumpe al asalto, arma reglamentaria en mano.

—¡Señor Bahramí, conmigo! ¡No han podido parar a ese enfermo! ¡Tengo que sacarles de aquí! ¡YA!

Solo hay un ligero problema, agente.

Azadé es una roca inamovible sacudida por un mar embravecido.

Tiembla de puro miedo. Su único ojo agitándose.

Resuenan disparos por el pasillo.

—¡Mierda! ¡Bahramí, reaccione! ¡Levántela y acompáñenme! —exclama Shannon echando una ojeada por el pasillo, su camisa bañada en sudor.

Armín trata de mover a Azadé, pero no puede. Pesa demasiado. Entonces la escucha musitar, un mantra consagrado a la demencia.

No-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vida.

Shannon mira de soslayo la escena dispuesto a mascullar alguna maldición.

Ese es su error.

BLAM.

El detective cae, carroña craneoencefálica derramándose por su cráneo.

La pistola aún reposa atrapada en sus manos.

No-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vida.

Armín trata de alcanzar el arma sin soltar a su hija, pero Azadé es un objeto inanimado, inamovible.

Coger el arma. Matar a la Bestia. Salvar a su hija.

No-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vidaNo-me-cogerá-con-vida.

La puerta de la habitación se abre despacio.

Armín alza la vista desde el suelo, aún arrastrándose, sus dedos rozando, acariciando la empuñadura del arma de Shannon.

Un Cerdo Ha Venido a Verle.

Haley aplasta su mano. Escucha sus huesos crujir bajo la suela de la pesada bota del titán. Su carne se funde con el armazón de la Glock. Está muerto. Lo sabe al instante.

Entonces suena BLAM.

La bala perfora el tobillo del asesino y este se desparrama en el suelo con un escalofriante e inhumano berrido, su corpachón atronando la sala como si de una bomba de aviación se tratase.

Armín se levanta tambaleante, la mano entumecida, y sin contemplaciones aprieta el gatillo. Otra vez.

Suena BLAM hasta diecisiete veces.

Las diecisiete muertes de Steven Haley.

No son suficientes, pero habrán de bastar.

Cuando el ánima de la Glock queda humeante, en silencio, el percutor del arma le recuerda de modo persistente a Armín que todo ha terminado. El hombre, a todas luces agotado tanto en el plano físico como mental, se gira titubeante para admirar a su pequeña con el agridulce sentimiento de una sufridísima y sangrienta victoria.

Azadé le devuelve la mirada desde el suelo, acurrucada como una niña exhausta, su ojo visible inmóvil, un hilo de sangre manando por su retina.

El lápiz que sostenía en su única mano emerge como un mástil sin bandera hundido en su sien.

Fundido en blanco.