Partida Rol por web

El chamán sonríe ante la ocurrencia del siempre sorprendente amo de las plantas aunque se mostró un poco sorprendido ante el control que tiene sobre la naturaleza.

Excelente, excelente idea. ¡Que sus espíritus sean tus ojos y tus oidos!

Zyne se sienta en el suelo y adopta una posición calmada y meditativa, cerrando los ojos y liberando la tensión de su cuerpo. - Ahora, dejad que me concentre.- dice a sus compañeros.- Necesito estar atento a cualquier mensaje que mis hermanas quieran enviarme.

El guarda salió por los aires, llevándose por delante a uno de sus compañeros. La fuerza sónica desatada por Erick le aplastó la coraza protectora contra el pecho. De haber estado vivo, hubiera liberado todo el aire de sus pulmones para no volver a llenarlos jamás. El guarda que recibió el impacto de su compañero sufrió los mismos efectos que este, aunque amortiguados. Diez metros más allá su vuelvo descontrolado fue detenido por una pared. Un golpe sordo, un sonido de cuerpos deslizándose hasta el suelo y ruido hueco de sus cascos chocando contra el suelo le dijeron a Erick todo lo que necesitaba saber.

El tercer guarda, el que aún quedaba en pie, se llevó la mano al casco y abrió el canal de comunicación. - ¡Situación meta de nivel tres! ¡Repito! ¡Nivel tres! - Gritó con voz angustiada tras verse atrapado en un pasillo sin escapatoria posible con un maníaco que podía hacer volar a la gente por los aires con solo abrir la boca. - ¡Dos muertos! ¡Necesito refuerzos! ¡YA! - Acto seguido, apretó el gatillo del táser. Las dos agujas salieron disparadas a gran velocidad, pero impactaron de forma inofensiva contra la pared tras Erick, liberando en ella su carga eléctrica con un crujido de estática. Los nervios y el miedo habían traicionado al guarda.

Las esporas comenzaron un extraño y complicado viaje desde la seta traída a la vida por Zyne, extendiéndose por todos los rincones de la factoría gracias a los conductos de ventilación repartidos por todo el edificio. Muchas fueron expulsadas hacia el exterior, siguiendo el circuito de renovación de aire. Otras acabaron en callejones sin salida incapaces de seguir avanzando hacia ninguna parte. Una gran mayoría fueron destruidas por los sistemas de purificación repartidos a intervalos regulares por los conductos. Sin embargo, fueron muchas las que, aun con todos esos contratiempos, se extendieron siguiendo las órdenes de su creador.

Desde las rejillas de ventilación de toda la fábrica empezaron a llover diminutas esporas de hongo que prono podrían enviar información de su entorno a Zyne.

Minutos mas tarde la información empieza a fluir desde las esporas diseminadas por toda la factoría hasta Zyne. Como un rumor se van extendiendo las impresiones de unas esporas a otras componiendo un mapa aproximado de la instalación y los accesos. Las plantas no entendían de puertas o escaleras, solo de direcciones y volúmenes. Arriba, abajo, grande, pequeño. También sobre temperaturas y la dirección del aire. Y sobretodo entendían la diferencia entre vivo y muerto.

Por lo que le transmitieron, aquel sitio estaba desolado. No había mas vida en aquella planta que la de ellos. Todo lo demás estaba frío y muerto. Vacío como una cáscara.

Pudo componer mentalmente un camino hasta los ascensores (Que las esporas identificaron como agujeros grandes hacia abajo) y desde allí hasta la otra única fuerte de vida en aquella planta: Erick.

Zyne abre los ojos y se levanta. Tras mentalizar profundamente el mapa, dirige la palabra a sus compañeros. - Qué sorpresa, en este lugar no hay vida. Somos los únicos que emitimos esencia de vida, contando a Erick.- dice Zyne con tono irónico. Luego se queda callado, dándose cuenta de algo.- ¿Cómo es que no han notado nada sobre la mujer que nos acompañaba?- se pregunta en murmuros.- Significa que Trece no está aquí, o...- piensa unos instantes.- Da igual. He localizado un camino que nos llevará hacia Erick.- y, sin esperar respuesta, empieza a caminar para así mantener el mapa mental en sus recuerdos.

La mirada de Erick se volvió como la de un perro salvaje cuando el guardia intentó atacarle con el táser, y disfrutó durante unos breves segundos de la expresión de incredulidad que aún marcaba su rostro. Esa era la expresión que el Profeta adoraba: la de los pobres y desvalidos que nunca han escuchado Su música cuando conocían al Enviado de Dios. No podía culparle, pero le castigaría por intentar detener Su voluntad.

Corriendo hacia él, Erick se agachó justo frente al guardia, y pegó un alarido hacia su rostro que empujó al androide contra el techo para luego caer contra el suelo. El sonido de huesos rotos (sorprendentemente fiel, para ser falsos, tuvo que decir el sacerdote) le indicó que no se levantaría jamás. Eso era más que suficiente.

A toda velocidad, se dirigió al ascensor y pulsó el botón de la planta baja. Tenía que salir de alli cuanto antes.

Y dejaremos que sean ellas las que nos guien. Partamos porque Erick puede estar en peligro. Y 13 quizás.

13 no había contestado a la llamada mental del chamán. ¿estaría bien? El chamán sonrió ante la capacidad del hombre planta de guiarnos con las esporas de los hongos. Formaban un buen equipo. Trueno era todo un misterio. ¿De dónde había salido?

Si esto sale bien y somos seleccionados será un grandísimo honor compartir misión con vosotros dos. Sois buenos guerreros y valerosos compañeros.

Lo mismo digo hombre sabio. Le digo al misterioso hechicero. Avancemos con cuidado, las esporas no pueden detectar a los guardias de seguridad... les recuerdo

- Supongo que, de entre todos los compañeros que me podrían haber tocado, vosotros dos no sois tan terribles como los demás.- dice Zyne, disimulando su aceptación.- Quiero decir, para ser unos humanos. O al menos pareciéndoos a ellos.- no dice nada durante unos instantes, preguntándose si eso habrá sonado demasiado cordial.- No creo que un puñado de guardias puedan detenernos, pero no me importa ir con ciudado. Si me encuentro con otra de esas aberraciones antinaturales, creo que me voy a marear.- y dicho esto sigue caminando, mostrando el camino a sus compañeros.

La botonera del ascensor estaba iluminada en rojo cuando antes lo había estado en azul. El cambio de estado seguramente se debería deber a la alarma dada por el grupo de guardias a algún puesto de control interior desde el que pudieran activar protocolos de seguridad semejantes. En el cuadro indicativo del piso en el que se encontraba el ascensor aparecía un triángulo amarillo de advertencia.

El ascensor estaba bloqueado, por lo que Erick no podría escapar por allí. Tendría que moverse por aquella zona para localizar alguna forma de salir. Si la planta mantenía allí abajo el mismo esquema que arriba, a unos metros debería haber una escalera de emergencia.

Maldita escoria masculló Erick mientras golpeaba con rabia los botones. No conseguiría nada, pero al menos alcanzó un pequeño éxtasis gracias al dolor autoinfligido por los golpes. Dando medio vuelta girando sobre sus talones, aferró con la mano izquierda su guitarra, ahora salpicada de sangre artificial, y corrió hacia donde pensaba se encontraban las escaleras de emergencia. Rogó al único y verdadero Dios, la Música y el Ritmo, que aquellos tipos de la Organización hubieran construido aquel edificio con un poco de lógica.

Erick corrió, guitarra en mano, hacia dónde creía estaba la puerta que llevaría a la escalera y los pisos superiores de nuevo. Tal como había supuesto, esta se encontraba a unos metros del ascensor, cerrada y con el indicativo que la identificaba como salida de emergencia.

Empujó, tiró de ella y no cedió ni un centímetro. Al igual que el ascensor, había sido bloqueada. Las opciones se iban agotando cuando escuchó, desde el fondo del pasillo en el que había eliminado a los guardias, el trotar de varios pares de pesadas botas.

El interior era todo lo que cabía esperar de una fábrica que estaba siendo remodelada por completo y en tiempos fue una acería. La planta superior a la que salieron desde la sala en la que se encontraban correspondía a un gran pasillo metálico que pendía sobre el corazón de la factoría. Recorría todo el perímetro interior, conectando una serie de habitáculos destinados a oficinas y quizá talleres, así como a cabinas de control desde dónde se controlaban una serie de enormes grúas suspendidas en el techo gracias a enormes cadenas y vigas. Esas titánicas máquinas podrían mover sin problemas decenas de toneladas de peso. Junto a ellas, vestigios de sujeciones y rieles que otrora hubieran mantenido las cubas para transportar metal fundido y estaban siendo retiradas poco a poco según modernizaban la planta.

Desde el pasillo se podía acceder a la planta baja, dónde se llevaba a cabo toda la actividad de la empresa. Allí varias cadenas de montaje se conectaban unas con otras en un complejo entramado que bien parecía un laberinto lleno de robots y espacios para operarios. Docenas de marcas de seguridad en el suelo delimitaban las zonas seguras para los trabajadores y las de paso entre cadenas, así como los espacios destinados a cada parte del proceso de montaje de lo que fuera que allí construían.

La fábrica no parecía en funcionamiento en ese momento. O bien no trabajaban de noche, o bien no lo harían hasta finalizar las obras exteriores de reacondicionamiento. Todo estaba tranquilo, no había movimiento y la iluminación general que provenía de una serie de barras de luz situadas a intervalos en el techo y las paredes, bastante tenue, apenas si permitía ver con detalle.

El trío de aspirantes avanzó a buen paso a través de las tripas de la fábrica, atentos a todo cuanto tenían a su alrededor. Gracias a las esporas de Zyne, repartidas por toda la zona, no había posibilidad de que se perdieran pues le iban indicando el camino que debían seguir. Ahora que estaban en materia eran conscientes de que haber entrado a ciegas allí hubiera supuesto correr un riesgo muy real de acabar dando vueltas sin rumbo.

Cadena de montaje tras cadena de montaje, zona de piezas tras zona de piezas, área de paso tras área de paso caminaban entre robots que se alzaban muy por encima suya como centinelas de un solo brazo y carcasa blanca y pulida. Seres inanimados, ajenos por completo a la naturaleza del hombre planta, las costumbres del chamán o la cultura del guerrero de armadura dorada.

Cinco minutos mas tarde llegaban al otro lado de la factoría, dónde se encontraban todos los accesos a las plantas superiores, inferiores y el paso al edificio anexo que contenía el generador principal. La gran puerta del montacargas estaba ahí, esperándoles. Al pie de esta, dos guardias uniformados con equipos similares a los delos SWAT empapados en un líquido negruzco y oleoso, la imitación de sangre que alimentaba a aquellas máquinas. Desmadejados como muñecos a los que les habían cortado los hilos miraban con ojos muertos a los recién llegados. Aquello debía haber sido obra de Trece, ya que toda la supuesta sangre había manado de sendas heridas de arma blanca que presentaban en sus torsos.

Zyne suelta un sonoro resoplido. - Con que ya ha estado aquí. Entonces debemos suponer que ya habrá bajado y quizá alcanzado la cámara acorazada.- dice retomando el tono aprehensivo de su voz.- Pues bien, bajemos, ¿no?- pregunta a sus compañeros algo impaciente.

Aquella situación empezaba a complicarse demasiado, y no quería entretenerse más. Sin preocuparse ya por llamar la atención (quizás esa era la voluntad de Dios desde un principio), reventó los goznes de la puerta con un alarido desde lo más profundo de sus pulmones y se internó en las escaleras antes incluso de que el metal hubiera dejado de chirriar.

La puerta se combó primero y luego reventó hacia dentro por la presión ejercida por el don de Erick. Este saltó por encima de la plancha de metal mientras aún chirriaba y se lanzó a las escaleras como alma que llevaba el diablo. Empezó a subir entonces acompañado por el eco del alarido que había proferido para garantizarse una salida, sintiéndose protegido por el sonido enviado por su dios.

Llegó sin problema hasta el rellano de la planta superior. Allí una puerta igual a la que había arrancado estaba igualmente cerrada. Sobre ella un letrero que indicaba: S1 – Laboratorios-Almacenes-Talleres-Archivos. Desde ese descansillo arrancaba otro tramo de escaleras que llevaba a la superficie.

Mientras decidían qué hacer en la zona de accesos, un  estrepitoso sonido puso en alerta a los tres compañeros. A unos metros de dónde se encontraban, desde las puertas de emergencia, les llegó un grito antinatural, un alarido de potencia sobrehumana, como si hubieran aplificado el aullar de algún animal cientos de veces. En cuestión de décimas de segundo hizo un crescendo que acabó con un chirrido metálico y un fuerte estruendo.

No iba a quedarse más tiempo en aquel agujero. Los otros habían tenido tiempo de sobra para abrir la caja fuerte y largarse de allí, así que decidió que volvería al punto de inicio. Probablemente, de hecho, ya habrían llegado. Sin detenerse siquiera a pensar, continuó escaleras arriba.