Partida Rol por web

Las cosas se le estaban poniendo realmente feas al joven garra. Los xenos comenzaban a superarle en número y capacidad. Incluso uno de ellos tuvo la osadía de marcar su cara con una de sus quitinosas garras. Notó como atravesaba el grueso casco de ceramita y se clavaba en su carne. Sería una bonita cicatriz que enseñar a los hermanos en las noches de cerveza e historias a la luz de la chimenea.

Un dulce dolor recorrió su cuerpo cuando fue herido. Desde los abismos del mundo lobo, Ulf invocó a la furia de los de su raza, aullando y gritando como solo un lobo sabía hacerlo.

Alzó la espada sierra directa a su enemigo más cercano, aquel que acababa de mancillar su carne con sus asquerosas garras. Intentaba desengancharse del casco con todas sus fuerzas, o quizá llegar más profundamente al interior del casco, no podía saberlo. Pero no le importó. Lanzó el tajo lo más arriba que pudo, alcanzando una de las muchas patas y triturándola con los fuertes dientes de su espada.

El casco le informó que otro enemigo se le acercaba por el flanco derecho, o por lo menos eso le marcaba, pues ya no podía hacerle demasiado caso después del gran golpe que había recibido. No lo dudo ni un momento por si acaso. Sacó su puñal astartes para recibir a su nuevo amigo.

-Puto casco de Mierda!!!! He fallado!!!!! Muchachos, se me viene el infierno encima!!!!!!

Ciertamente un enemigo llegaba, pero no por donde el casco le había indicado. Solo unos grados de diferencia habían bastado para que su golpe con el puñal fallase estrepitosamente......

Gunnar dejó la pistola a un lado y se preparó para morir matando. Extrajo el cuchillo, y con dos armas, encaró a la amalgama de bichos que se les había hechado encima.

La espada sierra rugió en busca de carne hormagante, pero lo único que encontró fue el aire. El xeno se había desplazado hacia la izquierda. Pero Gunnar no estaba dispuesto a dejar a este vivo, y con una puñalada al centro de su cuerpo que no pudo esquivar, hundiendo este hasta el fondo,, y con parte de su puño, para poner fin a su pobre existencia.

La cosa iba bien, los anteriores obuses habían causado la destrucción deseada y quedaba muy poco para que aquel bicherío quedara reducido y detenido... pero como ya había pasado antes al marine le resbaló el siguiente proyectil, eran extremadamente pesados y estaban llenos de mierda hasta arriba (liquidos del vehículo, sangre de la tripulación, a saber), no llegó a caerse, pero perdió un tiempo precioso en la carencia de carga que podía suponer el fin de la buena racha y en definitiva, el fin.

Todo parecía controlado, pero la guerra es un cúmulo de circunstancias y cuando la victoria estaba más cerca, el destino quiso que el obús se le resbalara de los guantes articulados a Grimm. Afuera, la situación comenzaba a ser crítica. la presión que ejercían aquellos seres de los mil infiernos no parecía tener fin, y aunque Marnus usaba con grandiosidad el bólter pesado, muchos eran los tiránidos que coronaban aquella explanada junto al canal para unirse a la refriega.

Los gritos, golpes y maldiciones resonaban entre aquel mar de alienígenas hambrientos, mientras los micromisiles del arma pesada estallaban con algarabía impidiendo que muchos de aquellos hormagantes acompañaran a sus congéneres en la que sin duda sería una gran batalla. 

Un mar de xenos amenazaba con llevarse por delante a los cachorros de Russ, pero no era fácil acabar con los hijos del lobo. Sigmund solamente veía alienígenas por doquier y ya casi no alcanzaba a ver al resto de la manada. El fin estaba próximo pero todo el daño que infligiera a aquellos apestosos seres era por la Humanidad.

La espada sierra rugía pidiendo más. Sigmund rugía pidiendo más. La muerte le alcanzaría con un aullido en los labios.... y bañado en víscera y sangre xeno.

AAAAAAUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU

El combate se volvió encarnizado y bestial. Los Garras luchaban como animales malheridos arrinconados por un enemigo que acabaría destruyéndolos. Mantenían sus armas en alto y seguían ocasionando bajas entre aquella masa xenoforme, pero el enemigo era muy superior en número que ellos y sólo era cuestión de tiempo que los terminaran abatiendo uno tras otro.

Gunnar reventó la cabeza de un hormagante con el cuchillo de combate que lo acompañaba desde su adiestramiento en el Colmillo. Estaba orgulloso de poder combatir un rato más junto a sus hermanos. Su servoarmadura estaba manchada de una mezcolanza de sangre alienígena y la suya propia, pues en el último embate una de las cuchillas de aquellos condenados, habían dañado su poderoso cuello. Sangraba bastante y se notaba algo más débil. Pero seguiría luchando. Ya quedaba poco.

Ulf mantenía a sus contrincantes a raya. Su cuchillo también se había cobrado la vida de una de esas cucarachas, pero lo tenían acorralado. Miraba a un lado y a otro, y lo único que veía era como sus hermanos sufrían golpes y heridas, quería ayudarlos, pero le era imposible avanzar. Más y más tiránidos subían para enviarlos al infierno. La sangre continuaba fluyendo en el interior de su casco, pero por una de las pantallas pudo contemplar el terrible aguijonazo que recibió Björn.

Durante unos segundos, Björn creyó que moría. Pero con rabia extrajo la fétida garra afilada de aquella criatura. Había demostrado su agilidad y buen hacer en el combate, pero seguían llegando por todas partes. Muy pronto moriría, pero hasta ese momento seguiría luchando.

Sigmund por su parte se vio terriblemente aislado cuando decidió acudir al auxilio de Gunnar, pues tres fueron los tiránidos que le cortaron el paso. El valiente Astartes lanzó un tajo intimidatorio de su espada, pero eran cinco los adversarios que lo rodeaban con perversas intenciones... 

La batalla estaba resultando durísima. La encarnizada lid comenzaba a ser insostenible; Björn vio a través del visor cómo sus hermanos no estaban en mejores condiciones que él mismo, pero ahí seguían, sin ceder ni un palmo de terreno.

El joven Astartes afianzó los pies y aulló con toda la potencia de sus pulmones. Quizá esos asquerosos xenos terminarían con su vida, pero no estaba dispuesto a dejar de respirar sin plantar cara. Su cuerpo yacería rodeado de decenas de cadáveres. Él abandonaría la existencia sin vergüenza y el chirriar de la cadena de su espada le indicó que estaba lista para morder una última vez.

- ¡Hermanos! ¡Nos vemos al otro lado! ¡Que la luz del Emperador os guíe!

El Lobo canalizó toda la ira a través de su brazo. Terrible fue el choque cuando coincidieron en el mismo espacio el bendito acero y la quitinosa piel del tiránido.

- ¡Hoy es un magnífico día para morir! ¡Jajajajajaja!

Si la cosa estaba negra, para Ulf se estaba poniendo aún peor. El casco comenzaba a fallar estrepitosamente debido al golpe que había recibido de su enemigo, y a esas alturas le causaba más mal que bien. No localizaba correctamente a sus enemigos, errando las estocadas con ambas espadas y permitiendo que los asquerosos xenos avanzasen más y más hacía su posición. Solo podía usar las espadas para intentar mantener a raya a sus enemigos, pues ya no era capaz de lograr una estocada certera.

Uno de aquellos seres se volvió a abalanzar sobre él, intentando perforar nuevamente su armadura. Ulf solo pudo evitar en el último momento que aquel asqueroso ser cumpliese su cometido. La táctica y la templanza habían dejado paso al orgullo y la rabia. 

Cansado del casco, decidió arrancárselo de la cabeza y morir si era su destino, mirando cara a cara a sus enemigos. Al menos miraría al abismo oscuro de la muerte en los ojos de aquellos seres con el orgullo de los de su raza.

El Tsunami de hormagantes subió cuál marea que precede a la muerte. Pero a pesar de esta malograda visión, y de estar en el dintel de las puertas de la muerte, ninguno de los hermanos de camada rehuyó su destino. Al contrario, lo enfrentaron mirándole directamente a los ojos, invitándolo a venir, ..., y sobretodo, vendiendo cara su piel.

El golpe cruzado de Gunnar lo esquivó el xeno agazapándose. Pero como si el mismísimo Rus guiase su mano, giró 90º la trayectoria de su espada sierra, y la descargo defenestrando a la infesta criatura.

Viendo los apuros que estaban pasando sus hermanos Grimm decidió actuar de forma más rápida. El trabajo que debía efectuar era realmente extenuante, pero debía arriesgar el todo por el todo, ya tendría tiempo de descansar cuando estuviese muerto... gritando con furia empezó a cargar un obus lo más rápido que podía, esta vez agarrando el proyectil con tanta tenacidad que podría haberlo aplastado. Lo introdujo en la recamara del cañón y de nuevo le dio aviso a su hermano para que disparara sin piedad

Dales duro hermano, MATALOOOOOS

Las fuerzas comenzaban a desfallecer. La lucha en aquel angosto lugar parecía no tener fin y cada vez que uno de los cachorros desviaba su mirada al canal, la imagen de más xenos como aquellos subiendo para unirse a aquella batalla desigual, resultaba tan desmoralizante como abrumadora. Quizás había llegado el momento de caer, pero lo harían luchando hasta el final.

Sus mentes viajaron a unas horas antes. Estaban en las vainas de desembarco fabulando con las gloriosas gestas que cumplirían, pero ahora el destino parecía reservarles algo muy diferente. Todo apuntaba a que morirían allí en aquel amasijo de hierros sin nombre, anegados de hormagantes devoradores. Una vez más lanzaron sus espadas-sierras y una vez más hallaron carne y muerte. Los golpes se sucedían, mientras lanzaban sus embates. Hacía rato que el combate había dejado de ser una expresión táctica, para convertirse en una oda de la supervivencia. El suelo estaba repleto de sangre verdeamarillenta y viscosas. Sus botas de ceramita se impregnaban de tan asquerosa sustancia, mientras giraban sobre sus cuerpos para asestar un nuevo golpe letal. A cada tajo, el aullido de los lobos de aquella épica camada resurgía de la masa de alienígenas. 

Jamás darían un paso atrás. Jamás conocerían el miedo.

Entonces sucedió. Una bocanada de fuego y metralla asoló el lugar. Un nuevo cañonazo incidió en la parte noble de aquel contingente altamente dañado. El obús estalló en el punto por donde emergían aquellos tiránidos, como un heraldo del infierno desatado. En aquella ocasión el disparo de Thorberg y Grimm fue primoroso, abarcando una gran radio de acción en el cual, los cuerpos de aquellos seres se incineraban a la par que se deshacían.

- AAAAAUUUUUUUUUUUUUUUUUUH- rugieron todos con una voz primigenia que albergaban en los más profundo de su ser. Nuevamente la estirpe de Russ les impelió a luchar. Sigmund se alzó como un dios entre mortales y de un único espadazo partió a un par de aquellos xenos. Sin vacilación, se dirigió hacia Gunnar, el más comprometido de todos los hermanos, el cual despiezaba con golpes certeros a uno de los hromagantes que lo azuzaban. Por su lado, Ulf comenzó a correr entre las criaturas soltando tajos como un poseído por la disformidad. El también llegaría hasta su hermano, pero a su paso, dejaba un reguero de tiránidos muertos o amputados. En un momento dado, el que llevara melena blanca en una vida anterior, topó con Björn. El joven garra también mostraba pericia en el cuerpo a cuerpo y cuando se unió a Ulf, comenzaron a lanzar estocadas entrenadas y pensadas para causar los mayores daños posibles entre las filas del enemigo, con una iniciativa altamente coordinada.

Finalmente, los cuatro garras se unieron en el centro espalda contra espalda. A su alrededor, el suelo estaba sembrado con el producto de su oficio... ¡¡La muerte!! Estaban cansados y todavía quedaban enemigos, pero estos se detuvieron. La respiración de los Astartes se entrecortaba, allí morirían o prevalecerían.

- ¡¡AAAAAAUUUUUUUUUUUUUUUUH!!- aullaron Marnus, Grimm y Thorberg mientras cargaban para unirse a sus hermanos de camada. En ningún momento abandonarían a su escuadra.

Los hormagantes, dieron media vuelta y se disolvieron entre aquellos ruinosos escombros.