Es un sueño, pensó Lea. Es un sueño y los sueños pueden traernos conocimiento.
Sueño o no, la joven empuñó la pistola y se acercó a la puerta a la que, evidentemente, estaba destinada a acercarse. La abrió lentamente mientras dijo:
-- ¿Quién eres? ¿Cómo podemos salir de aquí?
- Ésto será complicado de explicar... - Dijo con aparente serenidad, aunque por dentro estaba a punto de estallar.
Aquella situación le superaba. No entendía como había sucedido. Ni podía explicarse que su mujer estuviera muerta, como tampoco entendía lo que le había sucedido a su cuñada. Fuera como fuera, tenía que esconder aquello.
El pater miró su reloj. Quería comprobar que hora era y si tenía el tiempo suficiente. No obstante, nada más mirar la hora la olvidó. Fuera como fuera tenía que hacer algo. Su reputación estaba por encima de todo y aquel incidente no iba a empañarla. De hecho, no tenía la culpa. No en esa situación. Si le condenaban por algo, no tenía que ser por aquel incidente.
- Tengo una pala... - Dijo.
- Si que la tienes... - Alguien respondió.
- ¿Bert? - Preguntó extrañado.
- En la caseta, ¿recuerdas? - Dijo el bueno de Bertrand.
- ¡Oh si, muy amable! - Asintió complacido el pater.
Sin pensárselo demasiado corrió a la caseta de las herramientas y agarró la pala por el mango. Tenía que cavar. El regreso de Bertrand le reconfortó en gran medida. Ya no estaba solo y con su ayuda saldría adelante.
Sin más comenzó a cavar. Tenía que desenterrar el ataúd de su recientemente difunta esposa, abrirlo y meter allí a la zorra de su cuñada. Un destino bastante óptimo para aquellas dos mujeres que le habían amargado la existencia durante tantos y tantos años.
Al final las cosas suceden por una razón y a todo buen devoto le acaba llagando su recompensa. Puede que ésta no se fácilmente identificable, pero con la muerte de aquellas dos harpías, se le abría un gran abanico de posibilidades. Al final RAIZ estaba siendo de mucha ayuda y tendría que agradecerle al final, que entraran en su vida. No volvería a rechistar. No necesitaba motivos. Si RAIZ decía azul, pues azul.
Starry, starry night
Paint your palette blue and grey
Look out on a summer's day
With eyes that know the darkness in my soul
Shadows on the hills
Sketch the trees and the daffodils
Catch the breeze and the winter chills
In colors on the snowy linen land
Si, el padre Graham cantaba y lo hacia bien. Palada a palada, verso a verso, iba cavando en la tumba de su esposa. Desenterraría su ataúd y lo abriría. Allí metería el cuerpo sin vida de Sophia y cerraría de nuevo el ataúd. Aquellas dos harpías descansaría juntas y el también lo haría.
Y es que uno debe afrontar los acontecimientos con optimismo. Todo pasa por algo y uno debe sacarle todo el jugo a cada una de las circunstancias de la vida. Si algo había aprendido en sus muchos años como sacerdote era eso. Además, se sentía bien, mejor que en mucho tiempo, y es que el ejercicio y la oración alimentan el espíritu.
Sudaba y sentía como el sudor caía desde su cabeza y mojaba su hábito de monje. Además, la tierra y el barro ensuciaban sus vestiduras y sus botas y se sentía vivo y contento de estarlo, pues ante el tenía una gran oportunidad de empezar a vivir después de mucho tiempo.
- ¡Que bien que Don Mclean realmente exista en este universo! - Exclamó el padre.
- ¡Y que lo digas, Graham! - Se escuchó una risotada. - ¡No sabes lo mucho que me habría ahorrado esa circunstancia en mi caso!
Ambos comenzaron a reír unísono y cavaban. Cavaban muy profundo pues tenían una meta y nadie les iba a detener. No ahora que el propósito estaba claro y su motivación estaba por las nubes. Y así, palada a palada y bajo la atenta y muerta mirada de Sophia, fueron desenterrando a Katherine...
Querías locura? Toma dos tazas! Jajaja
Rowan negó con la cabeza. Y sonrió con sarcasmo e ironía. Que todo era muy raro... que lo había perdido. Rió con una carcajada despectiva.
- ¿Que perdí el brazo por raiz...? - Aquello le puso de mala leche - Perdí el brazo por que me lo cortaron ellos para quedarse esta puta mierda. Y me la tuve que poner para no quedar sepultado por un monton de putos zombis en el lugar a donde me mandaron. - Dijo tajante - Que no puedo dejar la ciudad.... voy a quemarles uno a uno. Empezando por ese puto sapo humanoide y siguiendo por el payaso de la careta de conejo que describes y a Matt a ese le voy a meter 3 tiros en cuanto lo encuentre. Puto traidor. - Se prometió en voz alta sin mirar a nadie. Estaba enfadado, como no había estado en mucho tiempo.
- ¿Como coño podía ser tan credula? ¡Joder! - Pensó - El credulo soy yo por pensar que ... soy imbecil, mis problemas son solo mios, como siempre. - Se dijo nuevamente.
Pensaba que todo era su culpa, por dejarse llevar de la mano, por fiarse de nadie.
- Espero que esto merezca la pena a alguien, por que ya casi me muero por ellos en el lugar a donde me mandaron y a la vuelta han sido ellos los que me han intentado matarme - Recogió con enfado su ropa y empezó a vestirse rápido, con enfado
- Voy a dar una vuelta, necesito estar solo. - Total ¿no lo había estado siempre? - No te preocupes, hasta que no averiguen lo que pasa conmigo no volverán a estar interesandos en matarme. -
La mirada de Allan sobre el el brazalete disparaba su paranoia habitual. Tenía que salir de ahi antes de que ellos también empezaran a tener su propia agenda. Sacó el movil del bolsillo del pantalon, y lo dejo a proposito olvidado en algún lado antes de dirigirse a la salida.
fuerzo el aspecto de "lo tiene que hacer todo solo" para tener un ataque de autocompasión y una sana paranoia
A pesar del tiempo que había pasado conocía aquel lugar como la palma de su mano y no tuvo que buscar mucho para encontrar los cuchillos del lanzador. Brillantes y afilados, tomo uno en sus manos y se giró hacia aquel engendro con el rostro de su hermano. Él la miraba burlonamente y se reía mientras se atragantaba en su propia sangre.
La furia comenzó a invadir a Sam que miraba el cuchillo y aquel cuerpo destrozado y una idea homicida cruzaba su mente.
- Vamos hermANITA, ¿No querías JUGAR? -
Y no pudo soportarlo más y se abalanzó sobre él al tiempo que gritaba de ira. La sangre se agolpaba en su cerebro mientras el corazón le latía descontrolado. Todo a su alrededor parecía desaparecer y solo su víctima existía. Apenas unos metros, uno menos alzó el cuchillo, gritó…
.. Y una voz se alzó inundando el lugar.
- Ya está bien. Ha sido elegida. Las pruebas no han salido como queríamos. Suéltala. -
Y de pronto, todo lo que tenía a su alrededor desapareció y todo era oscuridad. No. Tenía los ojos cerrados. Lentamente los abrió y comprobó que la oscuridad la rodeaba y solo distinguía una mancha blanquecina junto a ella.
Samantha pestañeó varias veces hasta que sus ojos se hicieron a la oscuridad y reconoció la habitación en la que estaba antes de que la alucinación empezara. De modo que no había salido. Y entonces enfocó en la mancha blanca y reconoció la máscara de conejo que la observaba inexpresiva.
- Pues vaya, jijiji. Con lo bien que lo ESTABAMOS pasando ¿Eh? Supongo que tendremos que dejarlo para OTRO Momento jijiji -
La mujer intentó moverse, pero tenía todo el cuerpo dolorido, ¿Qué la habían hecho? Se miró instintivamente los brazos y comprobó que conservaba ambos. El conejo se puso en pie y se dirigió a la puerta
- Hasta pronto HERMANITA -
Y desapareció en el oscuro pasillo, dejando la puerta abierta. Sam quiso hacer algo pero su cuerpo reaccionaba lentamente, como si la hubieran drogado. Entonces apareció en el umbral de la puerta una azafata de RAIZ, recordaba haberla visto alguna vez, llevando su ropa que dejó con cuidado en el suelo. Una voz, la misma que había puesto fin a la ilusión, resonó de nuevo, retumbando en todas las paredes, como si estas mismas fueran las que hablaran.
- Le pedimos disculpas por los inconvenientes y agravios provocados en su persona. Pero le aseguramos que fueron impulsados por la necesidad y por el bien de la organización. Puede marcharse a casa. Espere órdenes. Solo le pedimos que no salga de la ciudad. -
Y todo quedó en silencio. No la dejaron replicar, ni decir nada. Lentamente se puso en pie y comprobó que el Padre Graham no estaba con ella. Se vistió y salió finalmente de la habitación. El pasillo solo iba en una dirección y cuando lo recorrió, se encontró saliendo a la parte trasera de un bloque en la zona del puerto. El viento, ahora real, la acarició el rostro y meció su pelo. Por fin estaba fuera. Lentamente, puso rumbo a su casa.
-- Fin del capítulo --
El Padre Graham cavaba alegre con las ideas clara, el foco puesto en el futuro. Entonces, una voz inundó el lugar como si viniera de todas partes.
- Es todo lo que necesitábamos oír. Su corazón está con RAIZ. Nos alegramos mucho señor Graham. -
El Pater reconoció inmediatamente la voz de Charles D. Baker, que tras pausarse unos instantes, volvió a hablar, pero esta vez parecía que no le habló a él.
- Todo ha terminado. Ponle fin -
Graham se giró buscando a quién se refería, con su mirada se giró hacia Bertrand, pero no era su mayordomo el que le devolvió la mirada, sino el rostro de un disfraz de conejo inexpresivo a pesar de la extraña sonrisa que tenía dibujada.
- Pues supongo que ESTO es todo, jijiji. Como lo bien que LO ESTábamos pasando ¿Eh? -
Entonces, antes de poder reaccionar, todo lo que tenía a su alrededor desapareció y se volvió negro. Solo había oscuridad a su alrededor. No oscuridad absoluta, tenía los ojos cerrados. Lentamente los abrió y comprobó que estaba en una sala blanca alumbrada por una luz. Se fijó que estaba vestido y que estaba solo. Ni el conejo, ni Samantha.
Entonces escuchó el sonido de una cerradura abriéndose. Al girarse hacia el ruido, pudo comprobar con una puerta metálica sea abría y Charles aparecía en el umbral.
- Disculpe las molestias pero se le ha concedido un don muy importante - Mientras decía esto, la mirada se le fue al brazo donde podía verse brillando el brazalete. - Tras ver sus dudas al llegar… necesitábamos confirmar que su lealtad seguía donde debe. Puede haber sido duro pero buscamos cambiar el mundo, eso requiere que todos estemos dispuestos a dar todo por la causa. Ahora vuelva a casa con su mujer que, como ya estará imaginándose, está bien y esperándole. RAIZ se ocupará de que siga bien. -
Baker se giró dispuesto a irse, pero se detuvo en el umbral y giró la cabeza una vez más.
- Cuando tenga dudas, no lo olvide. Ha sido elegido -
Y sin decir nada más, se fue, sin darle tiempo a replicar. Su cuerpo estaba entumecido y dolorido y le costó unos minutos poder ponerse de pie. Cuando finalmente salió, un hombre que aguardaba junto a la puerta le informó que le llevaría a casa. En silencio, le dejó hacer.
-- Fin del capítulo --
Cuando Lea abrió la puerta, una sala excesivamente iluminada le obligó a entornar un poco los ojos. Cuando la vista se le acostumbró, pudo comprobar que era una habitación cuadrada, con las paredes acolchadas y con una persona acurrucada de espaldas a ella, en una de las esquinas. Tenía el pelo rubio y largo, vestía un mono naranja, similar al de los presidiarios de la cárcel.
Preguntándola, comenzó a acercarse hacia ella, deseando verle el rostro, pero por más que le preguntaba, la presidiaria no parecía reaccionar. Cuando por fin llegó hasta donde estaba, comenzó a girar hacia su alrededor, lentamente, como si casi temiera verla. A medio camino, la mujer acurrucada giró su rostro bruscamente, clanvando unos ojos cargados de locura e inyectados en sangre en los de Lea. Y Erfog ahogó un grito. Aquella mujer era ella misma, pero por su mirada, las arrugas de su rostro y las heridas que ahora podía apreciarla en los brazos, era una versión suya pero consumida por la locura. Finalmente aquel clon de ella habló, no pudo entenderla pero a pesar de todo fue totalmente perturbador. Todo comenzó a dar vueltas sin parar. Lea no pudo evitarlo. Gritó.
Entonces su grito fue ahogado por otro lejano que la llamaba. Su cuerpo comenzó a sacudirse. La voz se hizo más grande ¿La conocía? Si, pero ¿De qué? Entonces calló. Era Rocío. Entonces Lea abrió los ojos.
Al despertar, lo primero que vio Lea fue el rostro de su ayudante que tenía sus manos en sus hombros y la miraba totalmente preocupada.
- ¿Te encuentras bien? Estabas gritando y no conseguía despertarte y… -
La mujer de negocios estaba aun desorientada por lo que sin decir nada miró a su alrededor y reconoció el despacho de su oficina ¿Se había quedado dormida en el trabajo? Entonces notó algo más. El brazalete oculto por la chaqueta le ardía. Entonces empezó a pestañear.
- Parece que por fin reaccionas. Que alivio. Temía que algo malo te hubiera pasado. No solo gritabas. También estabas pintando como loca. -
Entonces Lea bajó la vista hacia los papeles que tenía delante, facturas y contratos que ahora estaban todos pintarrajeados con el mismo dibujo. Un círculo infinito… partido por una línea que lo atravesaba.
- ¿Sabes lo que significa?-
Las mujeres se miraron extrañadas. Y el brazalete se enfrió.
-- Fin del Capítulo --
No hace falta que actives ningún descriptor, creo que ha quedado todo perfecto para poner el fin así que...
-- Fin del Capítulo --
Lo habéis dejado tan perfecto que no tengo nada más que añadir. Así que...
-- Fin del Capítulo --