Partida Rol por web

Los rumores habían llegado a vuestros oídos y vuestros mensajeros los habían confirmado. Una masacre estaba ocurriendo, algunos Dioses habían caído. Esto violaba el tratado ¡y no se podía consentir!.
Poco a poco una extraña carta escrito en oro con tinta de hidromiél y ambrosía os fue llegando todas decía lo mismo:

Cita:

Una carta sencilla y directa que os encomendaba a ir

Poco a poco fueron llegando a aquel palacio divino que parecía brillar con luz propia. Desde los cuartos de la base un riachuelo se filtraba dándole vida al mundo,incluso parecía que la magia de la creación habitaba en este lugar pues plantas gigantes hacían de algunas habitaciones su hogar.

Dioses de religiones politeístas, supremos Dioses monoteístas e incluso Dioses de ficción pues… ¿Qué era un dios? Solamente una criatura en la cual se creía y esto lo embutía de poder, lo había vibrar de vida ¿Eran los dioses los que habían creado a los creyentes o los creyentes, con sus ruegos, los que habían traído a los Dioses a la Creación?

Al llegar unos espectros que parecían creados de oro fundido os recibieron y os condujeron a la sala central.

Aquel habitáculo de forma octogonal estaba repleto de columnas de piedra con cómodos sillones, conectaba con infinitas habitaciones para que hicierais de una vuestro lugar de residencia. En el centro de la misma habitación principal había un pequeño soporte, de piedra grabada, y también de forma octogonal. En los dibujos de esa estructura pétrea podéis encontrar imágenes y textos referentes a toda la Creación. La información se desdibujaba y era sustituida por otra, mareas de sabiduría iban y venían paulatinamente junto al resto de Dioses que iban llegando.

Llego de las primeras, pues, así podré recriminar a mis compañeros dioses su impuntualidad. Sigo a uno de los espectros hasta la habitación que habla de la creación. Miro a ambos lados y suspiro, apoyándome en una columna. 

Saliendo del reino de los sueños, como siempre y con con mi cuerno de opio me hallo frente al enorme palacio divino. Nunca me habían gustado demasiado las edificaciones, al fin y al cabo nada puede competir en belleza con lo creado en sueños.

Al llegar me dejo guiar por los espectros hasta por fin entrar en la sala octogonal, muchas imágenes cambian en las paredes, pero lo cierto es que no las presto demasiada atención. Solo ando hata colocarme junto a una columna y me siento para quedar recostado contra ella.

-Saludos, diosa Eris - Digo mientras me dejo caer en el sitio.

Apareciendo con un aire altivo y soberbia entra la sorpresa se apodera del dios de la guerra, el dios que tradicionalmente llega tarde. Mira a Eris y se le escapa una gran carcajada.

-Se retrasan Eris y con suerte alguno de ellos no aparezca en la reunión.

Que las moiras te guarden, Hypno. Saludo inclinando la cabeza. Interesante asunto nos reúne, ¿no creéis?

¡Ares! Exclamo esbozando una gran sonrisa. ¡Me alegro de verte, esto no sería lo mismo sin ti!

-Interesante o una pérdida de tiempo, todo depende de cómo transcurras los acontecimientos. ¿No creéis? - Respondo mientras en un movimiento me coloco más cómodo en el suelo y me llevo las manos a la nuca.

Algo en claro tendremos que sacar, ¿no crees? Respondo algo más fría. Es un problema muy grave, ¡podría llevar a nuestra destrucción!

-Sin ti tampoco, veo que la puntualidad solo es cosa de unos pocos dignos. Por lo menos hay un invitado interesante.

Miro de refilón a Hypnos casi con indiferencia.

-Hola Hypnos, no te esperaba y bueno……¿sabes que ha sido del resto?

Llego tan pronto como puedo mas veo que no soy la primera, miro a los tres dioses con cara seria y saludo vagamente, seguidamente me siento en el suelo y empiezo a pulir mi escudo.

Me encuentro en una cacería con mi viejo compañero, Orión, cuando recibo tan extraña invitación. Indignada ante la interrupción, mando a ensillar mi caballo y presta me dirijo al lugar designado, junto a mis ninfas.

Al llegar, desmonto, dejo allí mi caballo y entro con mi séquito, sin vergüenza, sin pudor, sin pedir permiso...

Me reciben unos cuantos espectros y prohíben a mis niñas acompañarme. Me giro hacia ellas y asiento con la cabeza.

-Podéis marcharos, pero estad atentas a mi llamada-. Ordeno,

¿Qué demonios está ocurriendo para tanta formalidad?, me cuestiono mientras soy guiada a una enorme sala. Eris es la primera figura que veo, me dirijo hacia ella, -Eris, qué bueno verte, ¿Cuándo fue la última vez que nos encontramos, hace un par de siglos, milenios?, ah! estoy tan perdida en el tiempo...-.

Me recuesto en uno de los asientos cerca de dónde se encuentra la discordia. Mi mirada viaja hacia los otros tres presentes.

-Hypnos, Ares, Atenea bueno veros a vosotros también... ¿Alguna idea de lo que trata esta reunión?-

Desde la boda de Thetis, si no me equivoco. Fuiste una de las pocas diosas que no se lanzó a por mi manzana. Inclino la cabeza. Sigues tan vírgen como siempre, imagino. 

Levanto la mirada de mi escudo y dirigiéndome a Artemisa digo:

No tengo idea, pero debe ser importante, hacia milenios que no nos reuníamos. 

Giro la cabeza hacia Eris

Y en cuanto a lo de la manzana solo quería recoger lo que me pertenecía.

Estrecho la mirada mientras analizo las palabras de Eris y con una sonrisa respondo -Eso no se cuestiona querida... ¿no querrás empezar por ahí verdad?-

Oh, vamos, no seas así. Solo intentaba hacer la espera más amena. Me inclino ligeramente.

Dirigiéndome a Eris: 

Entonces marchate.

-¿No podéis simplemente esperar en paz a que llegue el resto?

Giro mi rostro sorprendida hacia Atenea. No hago ningún comentario, sólo espero divertida la respuesta que dará Eris... Si la conozco realmente bien como creo, no tardará en dar una contestación de las suyas. -Esto se pone divertido-.

Dirijo la cabeza al escudo y empiezo a pulirlo de nuevo.

Atenea, Atenea. Entiendo que aún me tengas algo de tirria, pero yo te quiero como una hermana. Niego suavemente con al cabeza. Y estamos aquí para... solucionar un problemilla. No hay que olvidarse que todos estamos en peligro. Es un tema... serio.

Un estruendo de trompetas sacude el aire, en un carro de fuego, escoltado por sus arcángeles, todos con mirada fiera y ojos brillantes, llego a tan inesperada reunión. Mi corte de serafines cantores entona unas letras mientras bajo del carruaje, veo que otros han llegado antes que yo. Buen día Dioses, realmente hace tiempo que no os veía, e incluso creía que os habíais perdido para siempre, me alegro de ver que no es así, y que algunos ya habéis llegado. ¿Sabéis si los demás se demorarán, el asunto a tratar parece ser de gran urgencia?