Partida Rol por web

Otra cosa solucionada, las pociones y su tiempo. Le gustaba que las cosas estuvieran claras y la cerveza de calabaza, espesa. Sacó del bolsillo la cantidad a pagar, añadiendo lo necesario para agenciarse la poción de invisibilidad. Ese minuto y la disyuntiva de que fuese la diferencia entre el éxito y el fracaso animó a le muchache para decidirse el agenciarse un frasquito, sin dudarlo.

- Que queréis que os diga, un minuto es suficiente, para cambiarle la suerte a alguien - asintiendo - Al menos, como dice el señor Pippin, te dará una buena razón para escapar ¿No creéis?

La irrupción de la muchacha de quinto, no hizo sino darle una excusa (no aprovechada) para agenciarse de una forma más sibilina la pócima, pero elle no era así. Una cosa es montar el pifostio mayor del reino, con fuegos artificiales y la evacuación de Hogwarts y otro tema, mucho más peliagudo, era conseguir todas las cosas mediante artes oscuras y no precisamente relacionadas con la magia. Ante todo, era honrade.

Hizo una lista mental de todas las cosas que necesitaba y aunque aún distaba mucho de haber conseguido todos los elementos, se sintió suficientemente satisfecha con la calidad precio de lo que habían pagado por todo ese material, incluido el pegamento Muggle que Corve aún tenía entre sus garras.

Y hablando del cuervo de Roma, con un graznido de "Niñatos" por la puerta asomaba esas plumitas sarcásticas.

Le estudiante de Rawenclaw miró a sus colegas camorristas y elevó una ceja ante la insistencia de Oliver de asistir al concierto del grupo. No era de sus preferidos, pero si todos votaban por ir ¿quién era elle para quedarse atrás?

- ¿Hemos terminado? - serene al resto, puesto que si algo se caracterizaba, era por la sobriedad de su carácter a pesar de la terriblemente mala inventiva que tenía para idear bromas hilarantes - No querría olvidarme de nada - agregó sabiendo que si necesitaban cualquier cosa, tendría que ser un Corve reticente o una lechuza, las que le suministrasen material bajo la atenta mirada de una Profesora McGonagall susceptible y con la posibilidad de que la nariz ganchuda del Profesor Snape se metiera donde no le llamase.

Oliver asintió cuando Lucas pidió la poción crecepelo. La visión de un Snape con pinta de puercoespín se había afianzado ya de tal manera en su cabeza, que tenía que verla realizada o no moriría tranquilo.

—Pues tienes razón, White —dijo cuando su compañere de casa opinó que ese tiempo podía ser más que suficiente—. Yo también me llevaré una dosis de invisibilidad. Seguro que luego me arrepiento si no la tengo. Así que para mí serán un crecepelo, y una invisibilidad, por favor.

Sonrió enseñando los dientes, excitado ya ante la perspectiva de la que iban a armar. Peeves se iba a sentir orgulloso.

Fue entonces cuando apareció aquella chica de Hufflepuff, y por su chillido Oliver temió que Snape estuviera allí dándoles caza. Pero sólo se trataba de un concierto de las Brujas de Macbeth.

—¿Queréis ir? Yo me apunto si os apetece —dijo, una vez que las compras estuvieron hechas.

Había cosas que Lucas no podía entender, como la facilidad que tenía alguno de sus amigos en sacar galeones de la nada. Selen desenfundó sin despeinarse dos galeones para comprar el moco de gusarajo y una poción de invisibilidad como si fuera sencillo. Para él aquello era juntar varias pagas sin gastarse un knutt, así que el medio galeón que quedaba lo iba a invertir con cabeza.

Sugirió la compra de la poción crecepelo, pero no tenía posibles, así que trató de convencer a su amigo Oliver para que colaborara. No era por él, era para su “amiga”, una amiga de pelo grasiento, nariz ganchuda y malas pulgas, una amiga que como les pillara les iba a trocear y meter en un caldero, de tal manera que nunca encontrarían sus pequeños huesos.

Oliver estuvo de acuerdo y decidió añadir a la poción crecepelo una de invisibilidad. Podían no durar mucho, pero sí lo suficiente para largarse en caso de que hubiera problemas. El señor Jota les sirvió con eficiencia lo que pidieron, usando una bolsita acolchada para que los viales no se rompieran.

Por la mirada que les dedicó, divertida y entrañable como la de un abuelo, se veía con claridad que sospechaba que algo tramaban, pero nada dijo. Poco después irrumpió en la tienda una estudiante anunciando una actuación sorpresa de las brujas de McBeth en las tres escobas. No es que fueran los favoritos de Selen, pero si los chicos querían ir…..

Y hacia allá fueron. Las famosísimas brujas de McBeth estaban allí, dándolo todo, estrenando su nueva canción   “do the hipogriff” que planeaban tocar en el baile de clausura del torneo de los tres magos. Los estudiantes se volvieron locos, las cabezas se desmelenaron y la cerveza de mantequilla fluyó en las alegres copas de los muchachos.

Y así, entre planes de travesuras y risas, transcurrió su primera excursión en Hogsmeade. No faltaron los dulces de Honeydukes, las visitas a la tienda de quidditch y a la tienda de mascotas, para ver si le encontraban unas coderas a Bubble que le ayudaran en su nueva afición del patinaje. Lo único malo fue el poco tiempo que tuvieron, o lo rápido que se les pasó, y que Millie se tuvo que ir antes. Ella no podía subir al tren porque no tenía billete y para que no la pillaran.

Pronto llegarían al castillo y se encontrarían todos juntos para cenar y allí vivirían la primera travesura. No fue gran cosa, nada muy digno de comentar, aun así, Peeves se partió de risa sin revelar quien había hecho la trastada. De las soperas que servían los elfos domésticos salieron cientos de ranas, que rápidamente inundaron el comedor, saltando por todos lados y haciendo que los estudiantes más miedosos gritaran despavoridos.

Cualquier buen bromista que se preciara sabía que había pasado. Jabón de huevos de rana, lo habían deslizado de alguna manera en la sopa, y el resto, era historia, una historia llena de batracios, gritos de miedo y elfos domésticos tratando de contener la avalancha de ranas.