Motivo: sigilo Millie
Dificultad: 0
Habilidad: 7+10
Tirada: 2 3 8
Total: 3 +7 +10 = 20 Éxito
Motivo: sigilo Millie
Dificultad: 10
Habilidad: 7
Tirada: 1 7 9
Total: 7 +7 = 14 Éxito
La primera tirada no es buena, puse la dificultad en un bonificador...y no hubiera sido muy desafiante tirar contra dificultad 10 con un 17 en sigilo. XD
Millie le dijo a Ginny que no necesitaba nada de Hogsmeade y se fue a la cama. Sus sueños fueron copados por Peeves, que la perseguía por todo el colegio martirizándola de varias maneras. Se despertó con las mantas alrededor de su pequeño cuerpo, como si más que un placido sueño hubiera ocurrido una pelea multitudinaria. Era un día importante y peligroso, su primera vez en Hogsmeade. Sabía que si la pillaban le iban a quitar tantos puntos que aun cuando saliera en séptimo seguiría debiendo puntos, pero no podía soportar el quedarse atrás y para ello se había preparado.
Primero el pasadizo, que descubrió al ver a los Weasley colarse por él. No es que los espiara, pero Bubbles tenía ganas de patinar, y una cosa llevó a la otra, y cuando los vio desaparecer supo que un día tendría que probarlo ella misma. Horas después estaban vendiendo cosas de Zonko's, así que saber a donde llevaría el pasadizo era cosa de sumar 1 más 1. Hogsmeade, ella iba a ir, lo había decidido hace tiempo. Sentía una mezcla de emoción y pánico, por lo que se vistió rápidamente, se puso una peluca rubia que había preparado para la ocasión para intentar pasar inadvertida. Preparó su mochila, metió a su inseparable Bubble y se dirigió hacia el comedor para un desayuno rápido.
El aspecto del comedor era totalmente desangelado. La mayoría de los alumnos debían estar camino de la estación para dirigirse en tren a Hogsmeade, así que solo los alumnos de primero, segundo y los castigados estaban allí. También la representación de profesores era reducida, y el ambiente bullicioso habitual había quedado reducido a cuchicheos entre distintos grupitos de estudiantes. Nadie la molestó, así que una vez acabado el desayuno se acercó a donde estaba la estatua de la bruja tuerta. Miró a ambos lados, pasó de largo un par de veces, y cuando estuvo segura de que nadie reparaba en ella se deslizó a la parte trasera de la estatua y musitó
- Dissendium
La joroba de la bruja se abrió, revelando un estrecho tobogán que conducía a la oscuridad. Un olor a humedad y algo ligeramente pútrido le vino de abajo, pero era el único camino hacia Hogsmeade. Estaba decidida, un poco de humedad no era nada ante cerveza de mantequilla, caramelos y artículos de broma, y no estaba sola, Bubble iba con ella. Se deslizó por el tobogán, que la hizo girar a toda velocidad hasta que finalmente acabó abruptamente con las posaderas de Millie en el suelo. La mochila se fue por un lado, la varita por otro y la niña por un tercero.
Estaba oscuro, pero había oído que la varita debía estar en algún lugar cercano a su derecha. En cuanto a la mochila, no sabía donde estaba, pero seguro que Bubble se había mareado, como poco, después de la caída. Estaba tanteando la oscuridad cuando por sorpresa, algo rugoso rozó uno de sus tobillos.
Tirada de percepción :)
Al abrirse la abertura en la joroba de la bruja, Millie tuvo un instante de duda. Se asomó, contemplando la oscuridad que engullía el tobogán y tragó saliva.
— No soy una cobarde... — Se dijo en un susurro, hablando consigo misma y, armándose de valor, se encaramó en el hueco para dejarse caer por el tobogán.
— ¡Oh... caca...! — En el instante en el que empezó a deslizarse y a coger velocidad y a dar vueltas, se dio cuenta de que tendría que haber lanzado un lumos ante de meterse allí. Estaba todo muy oscuro y solo sentía las vueltas y vueltas que daba todo aquello, perdiendo completamente el sentido de la orientación. Seguro que ese tobogán en un parque acuático debía estar muy chulo. O en uno de atracciones, con luces de colores y música que acompañara al deslizamiento. Pero la oscuridad absoluta y el olor que emanaba del interior del túnel y que ya empezaba a envolverla, convirtieron esa experiencia en una completamente aterradora.
Cuando finalmente llegó al final del tobogán terminó de deslizarse unos metros sobre su culo, hasta que la inercia dejó de funcionar y pudo detenerse. Por el trayecto se le habían escapado la mochila con Bubble y la varita y ahora se encontraba completamente sola, sumergida en aquella oscuridad que la abrazaba con sus dedos helados.
— Bubbi, ¿dónde estás...? — Llamó a la tortuga con un hilillo de voz y empezó a tantear la zona, por donde le había parecido que había caído su varita. — ¿Bubbi...? — En ese momento sintió algo rugoso que rozaba su tobillo y un escalofrío recorrió su espalda. Sentía como si su corazón deseara salir disparado por la boca y empezó a temblar, completamente aterrada. Pero no podía quedarse quieta, Bubble estaría super asustada y debía encontrarla y protegerla...
Apretó con fuerza los dientes y siguió tanteando, buscando la varita e intentando no hacer mucho ruido para que la cosa rugosa no supiera dónde estaba.
Motivo: Percepción
Dificultad: 0
Habilidad: 0+5
Tirada: 5 7 9
Total: 7 +5 = 12 Éxito
Millie no era una cobarde, y se lanzó por el tobogán armándose de valor. No era muy distinto a los de los parques acuáticos, salvo que al aterrizaje era algo menos blandito para las posaderas. Al llegar abajo se dio cuenta que tal vez debería haber lanzado un lumos, pero ya era tarde, y en la caída había perdido la varita, y lo más importante, la mochila con Bubble.
Llamó a su mascota, más cuando algo rozó su tobillo, pero aquel roce nada tenía que ver con su tortuga. Un escalofrío le recorrió la espalda mientras el miedo la atenazaba, pero saber que su amiga patinadora estaba sola e indefensa, tal vez hasta herida por la caída hizo que se pusiera en acción. Empezó a tantear la oscuridad con las manos, tratando de no hacer ruido para que lo que la hubiera rozado no reparara en ella. Algo volvió a rozarla, nudoso, húmedo y frío, algo que se le estaba cerrando alrededor del tobillo y que empezaba a hacer cierta fuerza.
Millie tanteó frenética para encontrar la varita y tocó algo largo y firme con el tacto de la madera, aunque mucho más fría y húmeda. ¿Madera?. Aquello no era su varita, siguió tanteando hasta que finalmente la encontró. Su vista se estaba adaptando a aquella oscuridad, y mirándose el tobillo, pudo ver que los zarcillos negruzcos de una planta la estaban rodeando, aprisionándola.
Si no se movía rápido iba a quedar atrapada, y si ella no podía escapar no quería ni pensar que le pasaría a Bubble. ¿Qué sería aquella cosa? ¿Tendría dientes? ¿Se la iba a comer? Eran de esos momentos en los que uno envidiaba a Hermione Granger, ella era tan lista que siempre sabía lo que había que hacer.
Algo se estaba retorciendo, atrapándola por el tobillo, haciendo que Millie soltara un pequeño chillido y tirara de la pierna, intentando liberarla de un tirón. Sin darse cuenta había empezado a hiperventilar mientras buscaba frenéticamente su varita.
«No, esto no...» Soltó la madera que había agarrado y ahogó un quedo sollozo. Poco a poco su vista había empezado a adaptarse a esa oscuridad y ahora podía ver, entre las sombras, las ramas, raíces o lo que fuera aquello, que se iban retorciendo e intentando atraparla.
Finalmente encontró la varita y la elevó con decisión mientras pronunciaba uno de los primeros conjuros que había aprendido al entrar en Hogwarts.
— ¡Lumos! —
Exclamó con voz temblorosa y la punta de la varita empezó a brillar, iluminando el lugar donde se encontraba. Dio un par de pasos hacia atrás, apartándose lo que más pudo de las cosas esas y moviendo incesantemente la varita, de uno a otro lado, mientras llamaba a Bubble, con la voz rallando la histeria.
— ¡Bubble...! ¿Dónde estás...! ¡¡Bubble!! ¡¡Bubbi-bubbi-bubbi...!! —
Raíces, ramas, hojas, fuera lo que fuera la estaba aprisionando y si quería tener alguna posibilidad necesitaba la varita. Así que comenzó a tantear frenética el suelo, tocando maderas que no reconoció como el tacto liso y suave de su varita. Rugoso, rugoso, hoja, ¿gusano?, no podía estar segura, pero algo viscoso y largo. Finalmente su mano se cerró sobre la varita, que le transmitió la confianza que da la familiaridad, y pronunció uno de los primeros conjuros que había aprendido con voz temblorosa.
Una pequeña bolita de luz iluminó la punta de su varita desterrando las tinieblas y dándole una sensación de tranquilidad. Lo que le estaba aprisionando era un tipo de planta, cuyos zarcillos, ramas y raices se extendían por todo el pasadizo. Las ramas y hojas tenían un color negruzco, casi malvado, la hicieron retroceder, moviendo la varita a un lado y a otro mientras llamaba histérica a su mascota.
Desgraciadamente las tortugas no tenían voz y no podía responderle. La varita iluminó la mochila, donde debería estar su querida mascota, pero la cremallera estaba abierta y no había rastro de su amiga. Un recuerdo la golpeó, algo que habría creído escuchar una vez en la sala común, cuando Harry Potter, Ron Weasley y Hermione Granger comentaban sus correrías. Un lazo del diablo, una planta diabólica capaz de matarte si no mantenías la calma. Claro, que ellos eran mayores, y mantener la calma les debía resultar más fácil, porque a ella se la quería comer una planta y no sabía si las plantas comían tortugas. Luz, los lazos del diablo temían la luz, así que acercó la varita a uno de los zarcillos y pudo ver como se retiraba. La planta le temía más de lo que lo hacía ella, y eso la animó a seguir buscando a su tortuga. Entonces la vio, estaba prisionera de una de esas ramas, moviendo la patitas a una velocidad frenética, para una tortuga, tratando infructuosamente de escapar. Millie acercó la varita a Bubble y las ramas la soltaron, dejándola caer al suelo.
El chasquido del caparazón de la tortuga en el suelo sonó lo suficientemente fuerte como para preocupar a su dueña, aun así, la tortuga giraba sobre él, como si además de patinar estuviera aprendido break dance. Movía las patitas, y eso era buena señal, pero tal vez se había hecho daño. No era la única de sus preocupaciones, pues el lazo del diablo, aunque le estaba dando tregua intentaba utilizar las zonas de sombra que proyectaba su cuerpo para atraparla.
Motivo: estudio
Dificultad: 9
Habilidad: 3
Tirada: 5 6 10
Total: 6 +3 = 9 Éxito
Al ver como el zarcillo reculaba al acercar la luz, Millie sintió un poco de alivio y se atrevió a sonreír. La oscuridad había estado acompañada por un pánico irracional, pero ahora que las sombras se iban retirando al paso de la varita, la pequeña se permitió un par de segundos de pruebas, viendo como los zarcillos se retiraban, temerosos de la suave luminiscencia.
— ¡Qué...! Ahora quién huye, ¿eh...? — Preguntó en voz alta y le sacó la lengua a modo de burla.
«¡Bubbi...!»
Todavía no había encontrado a Bubble, no podía entretenerse asustando al lazo del diablo. Se volvió de nuevo y siguió llamando a su pequeña y muda mascota, lamentando en ese momento que no pudiera comunicarse de ninguna manera.
— ¡Bubbiiiii! ¿¿¿Dónde estás??? — Empezaba a impacientarse y estaba muy, pero que muy preocupada. cuando vio la mochila se acercó corriendo y la cogió del suelo, pero la tortuga no estaba allí.
— ¡Yyyyyy...! ¡¡¡Bubbiiiii!! — Volvió a llamarla, con la voz rayando la histeria y moviendo de nuevo la varita de uno a otro lado, hasta que vio una sombra con forma de tortuga boca arriba y atrapada...
— ¡Ehhhh! ¡¡Suéltala!! — Exclamó, acercándose a toda velocidad, con la varita por delante, haciendo que las sombras se fueran despejando. Los zarcillos soltaron a Bubble y un crujido heló la sangre de la niña, que la cogió con cuidado y la acercó a su pecho. Su corazón iba a mil por hora y sentía las lágrimas a punto de desbordarse. De repente sintió un nuevo roce y dirigió la varita en esa dirección, provocando que el zarcillo que había estado acercándose, sigilosamente, reculara a una posición entre sombras.
Con esa lucecita no podía iluminar todo a su alrededor, había sombras por todas partes y podía sentir la amenaza acechando entre ellas, ocultándose, dispuesta a atacarla en cuanto bajara la guardia.
— Piensa, Millie, piensa... — Se dijo, poniéndose de cuclillas y moviendo a uno y otro lado la varita, para mantener los zarcillos a raya, mientras que con la otra mano sujetaba contra su pecho a Bubble.
— Lazo del Diablo... — Masculló entre dientes, intentando recordar todo lo que había escuchado sobre aquella planta. Ahora que había recuperado a Bubble podía parar y pensar un poco. — Lazo del diablo... Sí, esto es un lazo del diablo... Le afecta la luz, le da miedo... Pero... ¡Ohhh...! — Exclamó finalmente, recordando un conjuro que también había estudiado el año pasado y, alzando la varita, pronunció con voz clara y decidida.
— ¡Lumos solem! — En su imaginación, ella era una gran maga luchando contra la aberración más monstruosa del mundo...
Millie había vencido el miedo y se permitía incluso sacarle la lengua a su desconocido agresor. No por nada era Gryffindor, y , si hubiera podido, le habría dedicado una buena sarta de muecas burlonas, pero estaba preocupada por su mascota. No estaba en la mochila, Y Bubble no solía moverse de la mochila cuando salían de excursión, así que, la conclusión era lógica, su agresor la tenía, y nadie tenía a Bubble sin permiso, de ninguna manera.
La localizó entre los zarcillos de esa cosa, que respondió liberando a su tortuga una vez que le acercó la luz. Se había dado un golpe, uno fuerte, pero no había tiempo de encargarse de ella porque los zarcillos intentaban aprovechar su sombra para volverla a aprisionar. Entonces cayó, aquella planta maligna debía ser un lazo del diablo, y la luz le daba miedo. Se lo había escuchado decir a Hermione Granger, y también recordaba que cuando le habían explicado el lumos solem...
Necesitaba ese conjuro, emitiría una gran cantidad de luz que debería matar a la planta, o hacerle daño, al menos hacerla huir. Lanzó el conjuro con una pose heroica, como si fuera la bruja de las que salía en los cromos de las ranas de chocolate. El conjuro le salió perfecto, y su bolita de luz se transformó en un pequeño sol que la cegó. Se tuvo que poner la mano delante de los ojos para protegerse, perdiendo de vista el lazo del diablo.
La planta emitió un pequeño sonido, algo parecido a un grito de dolor, mientras trataba de retirarse entre las grietas de la pared. Cuando la intensidad de la luz decayó Millie pudo ver como varios de los zarcillos que la habían aprisionado tenían un color grisáceo, y que donde antes había movimiento ahora estaba la quietud de la muerte. Tuvo tiempo entonces de preocuparse por su mascota y el golpe que se había dado.
Afortunadamente, el entrenamiento de patinaje estaba dando sus resultados, tal vez no en el patinaje, pero no se podía negar que Bubble tenía un caparazón a pruebas de bombas. Tras unas palabras de cariño y carantoñas varias, que una cosa era la fuerza física y la otra la emocional, metió a su amiga en la mochila y continuó por el pasadizo con la incertidumbre de que podría encontrarse, esperando que la planta malvada la pudiera atacar por la espalda, o una amiga, o cualquier cosa. Pronto empezó a sentir el cansancio, llevaba caminando un buen rato, pero no parecía que la distancia con Hogsmeade se fuera acortando. Lo único que la consolaba era que el olor a regaliz y a gominola se hacía más fuerte. Siguió caminando, temiendo que hubiera caído en algún hechizo de pasillo infinito, hasta que finalmente llegó al final del túnel. No se podía seguir, el pasadizo acababa allí, y Hogsmeade no estaba allí. Aquello no era justo, se había esforzado mucho y no iba a llegar a donde estaban sus amigos. En ese momento le cruzó un ratoncito entre las piernas, que se dirigió directo hacia el final del túnel. El ratón desapareció, o más bien, atravesó la pared como si no existiera y eso le dio una idea a Millie. Se acercó al final del túnel, lo tocó y su mano lo atravesó. Finalmente pasó todo el cuerpo y se vio en un almacén húmedo, lleno de cajas que iba a necesitar escalar para llegar a una puerta que estaba cerrada. Mirando las cajas podía leer los nombres de todo tipo de dulces: Ranas de chocolate, pasteles de calderos, varitas de regaliz, plumas de azúcar, todo un paraíso.
Tanteó la puerta y vio que estaba cerrada con llave. No iba a poder salir de ahí si no era con magia, aunque quedarse tenía sus ventajas. Nunca había tenido caramelos infinitos a su alcance, y aunque sabía que era robar, la tentación era grande. Olía tanto a azúcar que era difícil pensar con claridad.
Cuando quieras subir a la tienda tienes que hacer una tirada de sigilo. Dificultad 9.
¡Lo había hecho! ¡Era la primera vez que Millie se enfrentaba a un peligro real y había salido airosa de su enfrentamiento! Cuando la fuerte luz menguó, la chiquilla comprobó, con una mezcla de incredulidad y emoción, que el Lazo del diablo había desaparecido. Sentía su corazón acelerado y una risa nerviosa empezó a brotar de su garganta.
— ¡Bubbi, lo he conseguido...! — Le dijo a su tortuga mientras daba pequeños saltos, embriagada por la emoción.
Pero no podía quedarse allí, la planta podía regresar o quizás otro peligro se ocultara entre las sombras. Comprobó que Bubble se encontraba bien y, tras acariciarla un poquito, la metió en la mochila con mucho cuidado. Tras colgársela de la espalda, reemprendió su camino hacia Hogsmeade. Cuando se lo contara a sus amigos seguro que iban a alucinar. Ella, Millie O'Neill, había derrotado a un Lazo del diablo.
Con esos pensamientos en la cabeza, Millie caminó durante un buen rato. Mantenía la varita brillando con un lumos, atenta a las sombras que la rodeaban y dispuesta a enfrentarse a cualquier bicho que saliera de ellas. Tras su victoria, la pequeña se sentía poderosa y quizás demasiado intrépida.
Pero el pasillo parecía no tener fin. En su cabeza había imaginado que el pueblo se encontraba a la vuelta de la esquina y en ningún momento se planteó que estuviera tan lejos... Pero había llegado hasta allí y no iba a rendirse, aquel pasillo tenía que llevar a algún sitio, ¿no?
Empezaba a sentirse algo cansada y con los ánimos por los suelos, cuando el olor a regaliz y a gominola empezó a hacerse sentir en el ambiente, eso la animó un poco y volvió a sentirse con fuerzas y ánimos. Hasta que llegó al final del pasillo y se dio cuenta de que terminaba de repente, ¡no llevaba a ningún sitio! Pero... ¿Cómo podía ser...? ¿Había estado caminando todo ese tiempo para nada?
Desolada contempló la pared a la luz de la varita y sus labios empezaron a temblar. Tenía ganas de echarse a llorar por la impotencia que sentía, había deseado tanto llegar a Hogsmeade y reunirse con sus amigos...
— Caracoles... — Masculló decepcionada.
Quizás había pasado por alto algún desvío. Puede que entre las sombras hubiera algún hueco en la pared que no había visto. Estaba convencida de que Hogsmeade estaba allí, podía olerlo y su olfato no la engañaba, pero estaba claro que se había equivocado... Tendría que volver sobre sus pasos y comprobar las paredes, buscar una entrada secreta...
En ese momento un ratoncito pasó entre sus pies y atravesó la pared. Millie abrió la boca, suerte que estaba sola y nadie vio la cara de mema que se le quedó. Estiró una mano, comprobando que podía atravesar la pared y una risita nerviosa salió de sus labios.
Cruzó la pared y sus ojos se abrieron como platos al ver la cantidad de cajas de chuches que había descubierto. Se mordió el labio mientras repasaba los nombres que tenían impresos.
— Ranas de chocolate, pasteles de calderos, varitas de regaliz, plumas de azúcar... ¡Buaaaahhhh... Bubbi, lo hemos conseguido! — Exclamó, intentando no alzar mucho la voz y acercó la nariz a la caja de las varitas de regaliz y aspiró con fuerza. Las tenía allí mismo, podía coger las que quisiera, podía llevarse tantas que no pudiera terminarse en todo el año, pero...
— ¡No soy una ladrona...! — Tragó saliva y se apartó, desterrando las malas ideas de su cabecita. Pero es que olían tan bien...
Consiguió superar la tentación y se acercó a la puerta, asegurándose antes de intentar abrirla que llevaba bien puesta la peluca y que Bubble se encontraba a gusto dentro de la mochila.
Vale, todo bien, ahora sólo quedaba averiguar dónde se encontraba y que nadie la viera salir de allí. Nerviosa alargó la mano y cogió el pomo de la puerta, pero ésta estaba cerrada con llave. Soltó el pomo y se llevó la mano al mentón, pensativa. Podía intentar abrir la puerta, conocía un conjuro que había aprendido el año pasado, pero... ¿Y si estaba cerrada mágicamente? Se mordió el labio, dubitativa. Bueno, tenía que intentarlo y quedándose parada como una mojigata seguro que no iba a conseguir nada.
Apuntó con la varita la cerradura y pronunció el conjuro.
— Alohomora —
Motivo: Sigilo
Dificultad: 9
Habilidad: 0+7
Tirada: 1 2 5
Total: 2 +7 = 9 Éxito