Partida Rol por web

El camino a la sala común de Ravenclaw no es demasiado largo. Los pasillos están vacíos y los cuadros duermen, no hay rastro de Filch ni de su gata infernal y, como casi siempre, hay un cierto atasco en la puerta de Ravenclaw de estudiantes de primero tratando de averiguar como resolver el acertijo con el que se abre la puerta a la sala común. 

- Novatos - masculla un estudiante de último curso mientras comienza a girar unos diales en todas direcciones hasta que la puerta produce un chasquido fuerte y cede el paso al grupo. - ¿Veis? Este es un tipo de enigma muy común, solo tenéis que girar los diales según las fases de la luna, el signo del zodiaco y la estación del año.

Y efectivamente, aquellas opciones estaban en los diales. Una hoja para simbolizar el otoño, un escorpión para el signo de escorpio, y una luna menguante, la que habitaba en los cielos ese día. Una vez resuelto el puzzle pudieron entrar con el grupo sin levantar sospechas y al entrar en la sala común les invadió su reconfortante aroma a pergamino viejo, a cubierta de libro y a chimenea cálida donde poder leer con tranquilidad, una tranquilidad que estaba siendo violentada por Michael Harwich, estudiante de su curso que según parecía por su rendimiento académico iba directo a ser profesor de Hogwarts, ministro de magia, o ambas cosas a la vez.

- Y nada de participar en esa patochada de Peeves. Somos la casa de Ravenclaw, orgullosos de nuestro cerebro y buen tino, y no vamos a participar. ¿Nadie quiere perder puntos, verdad? - Unos tímidos asentimientos lo confirmaron - ¿Y nadie quiere ver ganar la copa de la casa a Gryffindor de nuevo, verdad? - Los asentimientos se iban haciendo cada vez más rotundos. - Entonces centrémonos en los estudios, demostremos que somos dignos sucesores de Rowina Ravenclaw y dejemos las travesuras y las trastadas para mentes menos evolucionadas. El verdadero tesoro del castillo está en la biblioteca, y un fantasma vestido de payaso no va a tener nada que sirva para engrandecer vuestra alma.... - Entonces reparó en Selen, que tenía cierta fama de liante en la casa. La señaló con el dedo y dijo - ¿Me has oído, niña? ¡Nada de líos! ¡No nos avergüences a todos!

No se podía negar que su arenga había motivado a parte de sus compañeros, pero entre otros, especialmente las chicas, aquel discurso de macho alfa había producido rechazo y más de una mirada de apoyo se centraba ahora en Selen.

—"Novatos"... —repitió Oliver, imitando en tono burlón la voz del estudiante que había desentrañado el enigma de la puerta—. ¿Has visto, White? Fuimos a caer en la casa de los más simpáticos... Mira, Harwich dando un discurso. Qué raro... —terminó con una marcada ironía en la voz.

Como no podía ser de otro modo, Harwich estaba dando una disertación sobre por qué nadie de Ravenclaw debía participar en la Copa de la Travesura, pero Oliver pasó de él. En realidad, a Oliver todo lo que Harwich decía solía entrarle por un oído y salirle por el otro sin encontrar apenas resistencia en su cerebro. Sin embargo, cuando se dirigió en plan admonitorio a Selen llamándole "niña", Oliver se volvió hacia su compañere con los ojos muy abiertos.

—Ooooh... ¡eso es un reto! ¿Oyes, oyes? Te está retando, White... —le dio un par de suaves codazos a su amigue para picarle, mientras hacía esfuerzos por contener la risa. Si Harwich creía que iba a conseguir algo de ese modo, no iba a ser Oliver quien le sacara de su error. 

Enseñó los dientes a Harwich en una sonrisa grotesca, mientras por su cabeza pasaba un fugaz pensamiento que le decía que estaba olvidando hacer algo importante... Pero la escena en la Sala Común era tan divertida que no quería irse sin ver cómo acababa.

No es que llevase tantos años en el colegio para saber, que tras un anuncio de tal brutalidad como esa , en la que McGonagall amenazó activamente con retirada activa de puntos para las casas, el silencio sería mayor que tras la pregunta sobre quien había soltado a los nargels narcotizados en la clase de Transformación de segundo.

Los pasillos aquietados con la calma que se prepara para preceder a la tormenta, se hacían eco de nuestras pisadas casi rítmicas. Mismo eco que las palabras del pedante de Harwich retumbaban vacías en insulsas en la sala común de la casa, donde a pares animaban y aborrecían su discurso.

Selen entró distraide a la zona donde los cómodos sofás ya estaban ocupados por los seguidores más acérrimos de las ideas anticuadas del empollón de la clase, donde sólo le faltaba lamerle la coronilla al profesor Flitwick, tratando de pasar desapercivide con la mirada baja en la chimenea y buscando un hueco entre las filas de fervorosos amantes del político de tercero.

El dedo señalando le pillo a medio camino del dormitorio, entre esa vorágine de estudiantes conformes y disconformes, con un distraido Oliver, quien parecía haber olvidado el propósito de volver a las casas comunes.

- Avanza - chistó sibilante entre dientes al camarada - Tenemos que llegar al dormitorio. No hay tiempo que... - silencio. El mismo Oliver parecía haber dicho algo y se encontraba con un Harwich de dedo levantado y mirada en algún punto tras elle.

Saliendo de ese camaleónico mutismo elevó la mirada sobre su hombro y luego a izquierda y derecha, observando a las muchachas en la reunión.

- Eso niñas - meliflue al público femenino expectante - No nos avergonceis - en un deje muy pícaro, con una sonrisa tan amplia que mostraba sus dientes blancos alineados, más puramente que si el gato de Chesire hubiera sido, levantando también un dedo, asintiendo en una burda y caricaturesca imitación del orante.

Y acto seguido, tomó a Oliver del antebrazo, tirando de él para desaparecer por el arco que conducía a los dormitorios, sin esperar mucha respuesta, sabedore del corrillo que se montaría tras sus salidas

- ¿Es que quieres quedarte con Millie? - increpó, con una ceja elevada - Hay trabajo por hacer - en un ligero tono de censura tras su comentario - Y perder las oportunidades por hablar con obtusos no es mi objetivo.

Cuando el hombre inteligente señalaba la luna el estúpido miraba el dedo. Eso le pasaba al muy competitivo y más anticuado Harwich. Para él lo diferente no tenía cabida. Todo debía ser medido, pesado, sopesado y comparado, y en todo él debía ser el número uno, solo así era feliz, y si había algo que no era comparable ese era Selen.

Oliver picó a su amigue para que contestara como solo podía contestarte a esa provocación, con un duelo. Varios compañeros y compañeras parecían estar de acuerdo, incluso alguna voz entre dientes pedía que le bajara los humos, pero no estaba Selen dispueste a rebajarse. Un reto lo único que haría es llamar la atención, y si se dejaba afectar por aquellas palabras solo las repetiría más veces. Miró a ambos lados de forma teatral antes de rogar a las chicas que no les avergonzaran.

La carcajada estalló, muchos de los chicos que lo jaleaban ahora se reían de él, y las chicas hicieron piña con Selen. Luna fue la primera en apuntar

- Los boggarts se dice que no tienen género, y son capaces de mostrarnos nuestro peor miedo – Se quedó mirando al techo un momento antes de decir con inocencia – Igual es por eso, igual es que Selen te da miedo. – Se giró hacia un grupo de chicos y les preguntó - ¿Sabéis que hay boggarts que se dice que nos muestran lo que más risa nos da? Mi padre dijo que una vez vio uno, pero son muy difíciles de ver. Son una especie aparte, que dice que aparecen en sitios muy felices, como los circos.

Filiippa Phillips, la estudiante italiana, no parecía haber entendido todo lo que se decía, pero sí había entendido que aquel chico había echado la culpa a las chicas de algo. Se acercó a él peligrosamente y le dijo

- ¿Te damos vergonya? ¿Vergunia? – Alguien apuntó de fondo la palabra correcta – Ecco, vergüenza. ¿Quieres un duelo? ¿Un duelo tu e io?

Todos sabían de la maestría de Filippa con los duelos y de su carácter volcánico. Michael palideció visiblemente y trató de explicarle que no, que no se refería a ellas, sino a Selen, pero no por ser una chica, sino porque siempre la liaba. Las chicas no parecían estar de acuerdo con la explicación, y varias lo acusaron de machista, homófobo y de simplemente ser un capullo.

Era la ocasión perfecta para escapar, o igual valía la pena quedarse a ver como acababa todo. Parecía mentira que alguien tan inteligente como Michael no supiera tener su bocaza cerrada y se aferrara a según que prejuicios.

Mirando aún al suelo, esbozó una mueca arrogante al ver el resultado de su reacción. Escuchar las palabras sobre lo machista que era Harwich no hacía, sino hacerle crecer un ego que iba a empezar a no caber tras el arco que conducía a los dormitorio.

Oliver parecía no poner ningún tipo de resistencia ante el agarre y Selen esperaba que hubiera captado la urgencia de enviar ese papel si quería sentarse en el carruaje a Hogsmeade.

El revuelo en la zona común se escuchaba incluso en las escaleras, donde al tropezar, se le cayó uno de las bombas de noche eterna, afortunadamente, cerradas. Un gesto de disculpa apareció en el rostro de le muchache, a casi modo de disculpa. Ni pensar lo que hubiera pasado, si se hubiera roto, amen de haber desvelado alguna de las cartas escondidas en su manga.

- Deberíamos organizar una lista de compras y hacernos una idea de lo que queremos hacer. No creo que tengamos otra visita a Hogsmeade antes del final de la copa y todo lo que necesitemos, tendremos que sustraerlo de los laboratorios - cosa que por la forma en la que la dijo, no parecía importarle de sobremanera.

Tenía el brazo del niño agarrado cuando puso el primer pie sobre el escalón cuando al subirse Oliver, se convirtió el peldaño, en una rampa, por arte de "magia" tras un rasgar de piedra al rozarse una contra otra. La catastrofe no fue todo lo digna que debiera, gracias a que estaban al principio, pero el cuerpo, se le desequilibró con toda seguridad y ambos terminaron en el suelo. Elle no se partió los dientes, de milagro, pero a costa de sacrificar uno de los pasteles de calabaza podrida.

- Mierda - con un patente quejido de fastidio - El olor tardará semanas en salir - consciente del contenido viscoso de su bolsillo.

Oliver sonrió aún más al contemplar aquella escena, y decidió que Michael ya tenía bastante de lo que preocuparse sin que Selen le diera lo suyo. De hecho, su amigue le acababa de recordar aquello que estaba olvidando y el chico abrió mucho los ojos... otra vez.

—Ostras, es verdad —dijo—. Voy a por la autorización ya mismo. No me la sacaré de la túnica hasta que se la haya entregado a la profe McGonagall.

Luego asintió cuando Selen propuso lo de la lista de compras y los planes.

—Seguro que ya tienes ideas, ¿no? —preguntó—. A mí me flipan los discos voladores con colmillos, pero tampoco es plan de hacerle daño a nad...

Estaba tan metido en la conversación que no se dio cuenta de que iban hacia los dormitorios de las chicas, y al poner un pie en el primer peldaño... pasó lo que tenía que pasar. Antes de darse cuenta del error, Oliver estaba en el suelo, con su amigue encima y un buen coscorrón en la parte de atrás de la cabeza. Emitió un quejido siseante.

—Aaagh... ¿Seré idiota? Lo siento, White... —se levantó frotándose la coronilla y ayudó a su amigue a hacer lo mismo—. Mañana lo comentamos con Millie y Lucas, y hacemos la lista juntos. Yo me acostaré para madrugar... pero antes me pondré una nota en la mesilla para que no se me olvide entregarle la autorización a McGongall o me mataréis... y con razón.