El día de hoy, parecía regalado por los mismos dioses! El oleaje avanzaba fuertemente sobre la costa y hasta hacía chocar algunos cascos... aunque suavemente por suerte. El cielo bramaba con ira y un color negro azabache hacia de cómplice en el juego de escondidas del sol. Así, uno esperaría que la la visibilidad de aquel día fuera nula, pero los rayos y relámpagos no cesaban por un segundo! Como hostigados por el látigo de un amo, hacían su trabajo sin cesar. Ya lo había dicho... era un día perfecto!
La naturaleza otorgaba espectáculos como ese, solo en raras ocasiones, era un día perfecto... para cualquier persona, excepto para ti. El día había llegado para este joven miliciano para servir a su corona, para enorgullecer a su bandera y su rey. Vestido prolijamente y hasta con cierta obsesión por la perfección, el traje te lucia, sin fallos.
Y mientras la lluvia, el cielo azabache, los rayos y las olas desvanecían aquella ilusión escuchabas casi sin prestar atención, las palabras de uno de los tripulantes de tu futura embarcación...
-El capitán ha dado la orden y se marcho. Con este día es imposible salir... así que ve a tu casa y aprovecha a tu chica una noche mas. Veremos que nos otorga el día mañana.-
Allí estabas, el puerto de Amsterdam, bello como era...
Escucho al tripulante, con el sempblante rígido que me caracteriza, ni una sonrisa cruza por mi cara al escuchar la descarada insinuación sobre mi "chica"
Iré a mi casa, pero no aprovecharé a ninguna "chica", no estoy casado todavía, y no pretendo insultar las costumbres de mi país, asegúrate de que esté esta nave bien amarrada, ya que con este clima no sería raro un fuerte golpe, que nos deje sin viaje por días, saludos al capitán si lo ves, hasta mañana.-
Dicho esto me retiro, camino por el puerto de Amsterdam, observando todo, y vastante altivo en el andar, como si fuera más que un simple miliciano, este puesto parece hermoso, luego de tantos años de limpiar cubiertas... me dirijo a mi casa