Partida Rol por web

El sargento se percata de que, entre la gente, camina la india Ameyal, escoltada por un indio viejo que parece fijarse en la gente en general, como si buscara algo.

Mientras tanto, Itzi se fija en unas fabulosas pieles que, parece ser, vienen de muy lejos. Son de una especie de animal, o algo así, y el vendedor las tiene por las nubes. Dice que vienen de más allá de las tierras de los mayas. Su textura es suave y abrigada. Junto a ellas hay telas muy ricas, algunas teñidas de púrpura, que hacen disparar su precio.

El ballestero se percata, además de la presencia de doña Ameyal, de que su presencia no parece bienvenida. Uno de los guardias ha ido a avisar al juez del mercado, que ahora les mira. La gente alrededor de ellos comienza a dejar un espacio prudencial, mientras murmuran imprecaciones y juramentos contra los malvados "caxtiltecas".

  -Uffff, qué problemático. Pero parece que por ahora son sólo un quiero y no puedo, parece que nos tienen más miedo que ganas de matarnos. De todas maneras...

 -Mi sargento, es mi deber informarle de que la situación se está poniendo tensa: no somos bienvenidos y puede ser que la integridad física de doña Ameyal pudiera verse comprometida.

 De todas maneras no me corresponde a mí juzgar esta situación. El responsable de este mercado se encuentra ahí -le señalo con la cabeza al jefe.

-Por el momento toca esperar. No debemos intervenir. Habrá que ver como se desarroya el percal.- dice el oficial redirigiendo la mirada.

Veamos como actuan las gentes locales y mantengamonos fieles a nuestro cometido. No hay necesidad de tensar las cosas más de lo necesario. Ese sería buen consejo para todo soldado español en terreno hostil. No obstante, es dificil aconsejar a un soldado español en estos tiempos.

Sigo al hombre con un poco de molestia, aquello no era lo que yo quería hacer y aunque no estaba segura, sentía como si nos observaran con demasiada atención. Lo seguí por los pasillos a paso vivo, observando a cada uno de los vendedores, aquello me traía tantos pero tan vagos recuerdos de cosas que parecían nunca haber sucedido. Hasta que luego de un rato, escucho por encima de las voces de los demás, el parloteo de una mujer regordeta que parece tener muy interesados a todos a su alrededor, le hago una seña a Omecihuatl para que se acerque conmigo.

En el momento en que se acerca a la mujer, Ameyal puede ver como esta se queda con la vista fija en un punto. Al mirar ella en esa dirección, ve a un grupo de españoles, entre ellos al sargento Cabal, acompañando a la pedante señorita Quetzallitzin, que está comprando.

Es más, a fuerza de oído, escucha como la señora comienza a decir: "Ya están ahí. Será mejor marcharse". Dos de los guardias que por allí deambulaban, se quedaron mirando a los españoles e hicieron señas a sus compañeros, que se acercaron despacio. Aquello parecía una trampa.

Tensos y aguardando, los españoles comenzaron pronto a percatarse de que su presencia allí no era ni mucho menos bienvenida. Los lugareños comenzaron a apartarse y mirarles, mientras que algunos soldados o guardias armados se acercaban a ellos, con una actitud entre curiosa e incipientemente hostil. Parecía que querían intimidarles.

Ver a Cabal del otro lado me hace perder por unos instantes la concentración pero luego enseguida recapítulo en lo que acabo de escuchar, las cosas no están bien pero no sé cómo accionar. Pongo una mano en el hombro de Omecihuatl y me acerco suavemente a él.

-Estamos en peligro-murmuro.-Avisa al sargento...

Echo una mirada a Cabal, ojalá sus ojos se crucen con los míos y pueda entender en mi mirada que algo no está bien, pero asumo que no tenemos apenas tiempo.

¿Dónde se creen que van esos arrogantes y chulos hijos de mala puta? Será acaso que aquí aún se piensa que se puede intimidar a los más fieles, sufridos y terribles hombres que España tuvo a bien parir. Resulta irritante la dificultad que tienen algunos para asimilar que hemos plantado nuestros santos cojones sobre esta ciudad dejada de la mano de Dios y que no es un punto a discutir. ¿Tanta es la ignorancia del indio? De ser así,
vaya quedando claro que con un cordobes han ido a topar.

Cabal permaneció impasible mientras el cabecilla del grupo se le aproximaba hasta una distancia ciertamente ofensiva. Tan solo optó por alzar su mano derecha con inocente gesto que calmase la posible inquietud de sus hombres. Vueltas daba a su alrededor aquel nativo, siempre con manera sucias y reprochable. Semejaba perro ofendido al que hubieran pisado su terreno marcado. Pues bien, no sé cómo sería en su tierra, pero en la del sargento a los perros se los echa a patadas.

Carlos miró a su alrededor con ojo adiestrado, trató de concretar el número de hombres armados que les rodeaba y cerciorarse de que todos contemplaban la escena. Entonces y trás haberlo sopesado mínimamente volvió a centrar la mirada en aquel hombrecillo que parecía reclamarle algo en lengua extraña. El hombre titubeó, mirando salvajemente a un lado y a otro, esperando el resultado de aquella reclama. Llegó a la conclusión de que del extranjero poco iba a obtener en respuesta, nada más lejos de la verdad, pues al mismo tiempo que discurria dicha conclusión, el sargento le encajaba una buena patada en la entrepierna.

Tal fue la contundencia del golpe que el individuo no llegó a gozar de oportunidad para lanzar grito alguno, y sin mayor mediación, con salvedad de alguna lagrimilla suelta, se dobló sobre sí mismo desplomandose contra el suelo. El español quedo allí frente al cuerpo inerte mirando al resto de nativos con rostro impasible. En las caras de estos se palpaba la sorpresa frente a la acción recibida. No había que darles demasiado tiempo para asimilarlo, ya iba siendo hora de retornar con Don Hernando.

Con tranquilidad y paso seguro se tornó Cabal para organizar a los suyos:

-Señores, volvemos al real.-

No estaba de humor para represalias por parte de los indijenas locales, mucho menos para reproches por parte de la señora de Alvarado. Confió en que su frialdad ante la situación hubiera dejado esto bien claro. Aún así, no debían descuidarse a los otros miembros de la expedición.

-Doña Ameyal, quizá vos y vuestra escolta prefirais volver con nosotros.-

  -Uhhh, eso duele.-el indio estaba en el suelo retorciéndose de dolor- Sólo espero que no tengamos que salir a mandoblazos de aquí, eso sería problemático.... Vaya dotes parlamentarias tiene el sargento.

 Cabal se dirigio a los indios, a nosotros y a doña Ameyal en su tono "amable". Por si acaso la cosa se ponía fea miré a nuestras espaldas por si alguien nos pudiera dar un disgusto a traición.

 Así con mi dierta fuerza el mango de mi ropera y y acerqué siniestra brazo a la rodela por si hicieran falta.

Observé toda la escena con atención, aquello en otro momento habría parecido risible pero en ese, las cosas no estaban muy bien qué digamos. Así que cuando el sargento se dirigió a mí, como a cualquier persona, contesté en ese mismo tono.

-Es hora de irnos, mejor si lo hacemos con vosotros-dije evitando mirarle a los ojos.

Era extraño, porque después de lo acontecido entre nosotros, no habíamos vuelto a tener un minuto para hablar. Siempre rodeados de gente y a él parecía no molestarle eso. Quizás tontamente había creído que significaba más para él que lo que cualquier india para cualquiera de ellos y me empezaba a dar cuenta que no era así. Eché a andar sin esperar más que el atisbo de la dirección en la que iba el grupo y sintiendo a Omeccihuatl tras mis espaldas, esa era la única seguridad en la vida. Quizás tuviera que aceptar el ofrecimiento que se me hacía.

Aquello olía a emboscada. De repente, todos los "civiles" presentes en el mercado se fueron retirando, de forma más o menos discreta. El sargento y su pelotón aprovecharon esto para recular, paso a paso.

El puntapié parece que no les ha sentado muy bien a los indios, aunque de momento no osan atacar a los españoles mano a mano. Sin embargo, si les lanzan un par de azayagas con las intenciones del turco, buscando dar en carne. Más guerreros van llegando desde el fondo de la plaza, y el asunto ya parece que se vuelve serio.

 "Tirad"...¿El qué o contra qué? Si quieres tiro por disparar un virotazo pero creo que no te refieres a eso.\^^/.

 Cuando parecía que nos íbamos a ir de rositas la situación se echó a parder.

 -No hay anda como las habilidades diplomáticas sutiles españolas,¿no Cabal?....esto va a ser problemático.

 Aproveché que mis brazos estaban prestos a coger las armas y evité una pedrada salida de la masa con la rodela- ¿una piedra?,..bueno, mejor prevenir que lamentar- Desenvainé la ropera y lancé una estocada al indio más cercano mientras mantenía la formación protegiendo a las mujeres.

 -Sargento, ¿cuáles son las órdenes?- no le estaría haciendo esa pregunta si no tuviéramos que preocuparnos de ellas...qué problemáticas son las mujeres.

iztli se da cuenta del peligro, asi retrocede unos metros junto a los soldados españoles mientras le grita a su servidumbre Vengan, no avancen, para aca tu le grita a una de sus doncellas mientras retrocede hacia uno de los españoles pero.. que esta pasando... debe darme unos soldados para salir de aca...dice mandandole