Partida Rol por web

Shun había estado todo el tiempo callado, sonriente, entre el resto de miembros de la comitiva, como si apenas fuera otro guardaespaldas del emisario. Cuando fueron invitados a sentarse para tomar el té, el Suneda dejó la cabeza de Azabu (en el saco) a su lado, y escuchó los comentarios del alcalde, el emisario, el corpulento, el tuerto.. y la ronin. Suspiró levemente mientras mantenía la compostura. Observó a la esposa del shoncho cuando se acercó a ellos para darles aquellos dulces, que aceptó con una pícara mirada y una inclinación de cabeza, y después volvió a centrar la atención en la mesa, pero sin perder de vista a Michiko. Entonces el hombre comenzó a hablar de los Tokida, y tras decir que les avisaría, indicó a su mujer que se marchara con un gesto de cabeza.

-Si no es mucha molestia -dijo rápidamente al tiempo que hacía una media reverencia- Me gustaría acomapañar al mensaje que se pondrá en contacto con los Tokida... a fin de cuentas yo soy poco menos que un viajero por sus tierras y... dije que iría a su encuentro -comentó con una agradable sonrisa en sus labios observando al alcalde.

Mitsuhide asintió a las palabras del alcalde, satisfecho de que finalmente el heimin se hubiera decidido a revelar la información que poseía. Por su negligencia, por su falta de actuación y por no habérselo revelado desde el principio, bien podría permitirse el tomarse el lujo de castigarlo. Sin embargo, conocía el valor de la condescendencia y el perdón. Un alcalde en deuda con él por su piedad resultaba sin duda mucho más útil que uno con el orgullo herido por el castigo.

-Tadanobu... -Dijo el emisario con voz suave, mirando al tendido hombre. -Alzaos, no hay motivos para la vergüenza. Sí... habéis sido descuidado. Pero soy un hombre piadoso, y práctico. Os doy la oportunidad de redimiros y de hacer lo correcto. Ayudándonos, os ayudaréis a vos y vuestra aldea. Y vuestro servicio será recordado.

-Comenzaremos por la mujer de Satoshi. -Anunció, mientras esperaba a que Tadanobu se levantada de nuevo para dar las órdenes pertinentes. -Enviad a alguien, invitadla a compartir el té con nosotros. No quisiera irrumpir en su hogar con todas nuestras preguntas... será mucho más sencillo recibirla aquí, en nuestro alojamiento.

-Mientras lo hacéis, tengo otras preguntas. Como bien ha expresado Rukawa-san, necesitaríamos saber si los bandidos de los que nos hemos encargado eran los únicos en la región o esas bandas son algo habitual. También me gustaría saber si poseéis fuerzas de defensa. Un ashigaru anciano nos ha recibido antes. ¿Qué podéis contarnos de Takashi? ¿Es acaso el único en la aldea?

Las intervenciones de sus compañeros atrajeron el interés del Kisaragi, que los escuchó con atención antes de intervenir de nuevo.

-Será mucho más sencillo si os entrevistáis directamente con los Tokida, Suneda-san. Pretendía ahorraros el esfuerzo con el mensajero, pero si disteis vuestra palabra... entonces debéis acudir. Cualquier otro resultado sería inadmisible. Os aguardaremos aquí, entonces.

-Una visita al Haru no Emi será imprescindible, desde luego. -Replicó Mitsuhide a las palabras de Yuudai. No obstante, no estaba seguro de si el Rukawa sabría encarar una situación delicada como esa. A todas luces, el Haru no Emi era más de lo que en un principio había parecido, y su dirigente estaría a la altura. -No obstante, tal vez sería conveniente que yo mismo me encargara de hablar con la Okaasan... algo nada incompatible con que pudierais hablar con cualquiera de sus chicas mientras tanto. Pero lo haría tras hablar con la esposa del carpintero, de todos modos.

La reacción del alcalde no le pilló por sorpresa, era muy típico en los cobardes, creerse un castigo en ciernes y en seguida adoptar esa postura sumisa y quejumbrosa. Genkei no disimuló su desprecio hacía el alcalde, pero dejo que otros intervinieran antes que él. 

Asintió ante la pregunta de Yuudai, le interesaba saber eso, y Genkei asintió con un gruñido añadiendo - no me gustaría que hubiera colaboradores entre los aldeanos, se debería correr la voz de que a la mínima sospecha se impartirá justicia - sentenció ante la idea de aldeanos informando a otros grupos de bandidos, alertando de la presencia de samurais armados en el pueblo.

Que Suneda quisiera marcharse con el mensajero no le gustó demasiado al Miyagami, pero no dijo nada, lo observó con desconfianza y cambio la postura buscando una más cómoda mientras disfrutaba de una castaña con cierta lentitud. Estaba esperando a que el "líder" de aquel extraño grupo interviniera y Genkei no se sintió decepcionado. Fue asintiendo conforme este iba dando sus ideas de como actuar y Genkei se mostró de acuerdo en todo lo dicho *

El emisario de los Kisaragi parecía haber dado por terminada su intervención en la charla, pues se mantuvo callado, escuchando a todos los demás, mientras bebía el té con los ojos entrecerrados. Lo cierto era que poco más había de añadir hasta que llegara la mujer del carpintero... casi todas las cartas estaban, o eso parecía, sobre la mesa, y agradecía más el disfrutar de su bebida que el abusar de la charla. No obstante, de pronto una idea floreció en su mente.

-Aunque bien podríamos pedir a Suneda-san que transmitiera la petición a los Tokida de que hagan ese anuncio... -Comenzó a hablar, meditabundo. -Auguro que no sería la mejor de las ideas. Desproteger las aldeas por las que debe transcurrir la ruta comercial en el momento de su construcción es una maniobra... en el mejor de los casos, extraña, ¿no creéis?

-Aunque no coincide por completo con el hecho de que soliciten a un forastero como nuestro compañero que se encargue del problema. Tal vez la guerra en Shinano ya haya comenzado... tal vez se preparen para ella... o tal vez los Tokida tengan otro problema diferente. -Se giró hacia Shun antes de continuar. -Suneda-san... nos sería de gran utilidad si, durante tu visita a los Tokida, lograses obtener alguna información acerca de esto. Y si lo juzgáis necesario... podéis llevar con vos algún acompañante de mi séquito.

-No será necesario -dijo Shun con una sonrisa y unos ojos que escrutaban levemente a todos los integrantes del grupo- Me desenvuelvo bien solo, puedo llevar mi propio ritmo y... evitar rencillas que podrían entorpecernos, tengo un carácter difícil -comentó, haciendo amago de reír levemente. Dudó unos instantes si pedir que fuera con él la ronin o la otra viajera, no le caían bien, pero desde luego parecían una buena distracción para un trayecto que podría resultar aburrido de otra manera.

Finalmente, sin decir nada, hizo una leve reverencia y se marchó rápidamente a tratar de alcanzar a la mujer del alcalde.

Asintió cuando el alcalde aseveró de que el no podía dar anuncio alguno, pero sin duda le resultó todo muy conveniente. No quiso precipitarse en sus pensamientos, pero sin duda fue algo difícil no evitarlo, que retiraran a las pequeñas guarniciones en un momento tan crítico, como acababa de apuntar Mitsuhide le resultó a Genkei, de lo más curioso.

Tan extraño que seguro que habrá un buen motivo oculto para ello - aventuró el bushi de mala gana, aunque no le quitaba el ojo a Suneda, decidió que aquel tipo no le gustaba demasiado y la desconfianza anidó con facilidad en el corazón de Genkei aunque nuevamente, se quedó dicha conclusión para sus adentros.

Ante la observación del cortesano de que sería él el que hablará con la vieja del Haru no Emi, le dedico un gesto afirmativo. Veo bien el cauce de actuación, y por mi parte no tengo mucho más que inquirir al soncho. Parece que uno de los compañeros marcha a hablar con los Tokida en persona, en lugar de esperar al mensaje que anunciará nuestra llegada, o a que la mujer del carpintero desaparecido nos ponga algo más al corriente. Y respecto a los motivos de retirar la guardia de la aldea, guardo silencio. Los Tokida sabrán por qué lo hacen.

Pasa el tiempo, el fuego pide que se le alimente y Tadanobu se encarga de esa tarea. Por un momento me planteo si debería haber hecho lo mismo que el otro samurái, y haber retomado camino para llegar con la mayor brevedad posible a mi destino. La cuestión es, si de haberlo hecho así llegaría antes o no llegaría. Estas tierras extrañas no me inspiran ninguna confianza... y con motivo.

Finalmente arriba la esposa del carpintero, y es el propio Mitsuhide el que se encarga de sonsacar respuestas. Mis ojos se pierden en el fuego del inori cuando me dispongo a escuchar lo que tiene que decir aquella mujer.

La explicación por parte de la esposa del carpintero resultó bastante interesante, incluso si no le correspondía a Makie hacer preguntas al respecto de lo que Kazuko había dicho, teniendo en cuenta que su misión consistía en proteger al emisario, y nada más que eso, al menos hasta que llegara a su destino. Luego, una vez hubiese cumplido con su deber, podría despedirse de aquella responsabilidad, y continuar con sus propios asuntos, tal vez buscando alguna otra cosa que hacer, algo que la ayudara a continuar su camino, a mantenerse con vida a pesar de la deshonra que cargaba sobre su espalda. La mujer parecía ciertamente asustada ante la presencia de tantos samurái, e incluso un tanto presionada por la mirada severa por parte de Genkei. Sin embargo, aquel temor no evitó que ésta hablara sobre su esposo, y todo lo que podía saber al respecto del Edo Michi.

Era particularmente curioso el hecho de que los Tokida hubiesen dicho que no participarían de las obras de construcción, y aún así, habían optado tiempo después por participar de las mismas, a pesar de su declaración anterior. Aquello era realmente sospechoso, y algo que el emisario debería de investigar. Sin embargo, no era algo que la roushi fuera a expresar, principalmente porque no era algo que le correspondía, no cuando bien podía estar equivocada. Después de todo, a ella se le daba mejor el hecho de cortar cabezas más que sus habilidades para la investigación, incluso si no era una idiota. De cualquier manera, estaba claro que había un conflicto de gran importancia entre los Tokida y los Takashige, de modo que podría ser un gran impedimento para el avance de las obras, si no es que alguno de los clanes está involucrado en el hecho de que las construcciones no hayan continuado. Aquello era un tema serio, y debía de ser investigado, sin duda.

El cortesano no tardó en expresarse, agradeciendo a la mujer por su colaboración, e incluso invitándola a continuar con su té sin prisa alguna. Parecía que la charla habría de concluir en ese momento, por lo que Makie estaba más que complacida, ya que prefería descansar un poco, o al menos hacer algo más productivo que permanecer sentada allí, tan sólo escuchando. Después de todo, no había olvidado su promesa, por lo que no quería perder mucho tiempo con aquel detalle en particular. Para su fortuna, el emisario expresó su deseo de visitar la casa de las geishas, por lo que aquello era algo apropiado para la roushi, ya que tenía asuntos que resolver en aquel sitio, por más que no habría deseado visitar dicho lugar si no fuera por lo que había prometido que haría. De cualquier forma, incluso si no hubiera tenido que cumplir con aquella promesa, aún así tendría que acompañar al cortesano, ya que no sabía si éste estaría seguro en el Haru no Emi, si se tenía en cuenta la clase de persona que era la Okaasan. - Comprendido. - Afirmó con seriedad, asintiendo a las palabras de Mitsuhide, antes de prepararse para levantarse de su lugar. Su mirada se desvió a la maiko, antes de dedicarle una sonrisa gentil, dejando en claro que ahora podría cumplir con su palabra.

Me siento un tanto frustrada, la información la información de la mujer me resulta insustancial, si no pregunto yo tal vez Kisaragi-sama no le haga la pregunta que yo ansío escuchar, los ingenieros Nakai son expertos en construir puentes, o al menos eso me decía Chichiue.

Tendré que hacerle yo misma las preguntas pertinentes a esta mujer, solo cuando todos se marchen. 

Pensaba con tranquilidad, cuando el hombre de edo terminó su discurso, no me interesa la okaa-san del Haru no Emi, pero tal vez, esta noche reciba una visita mía, y obtenga la tan necesitada información sobre Utsuki-san. 

Con un gruñido, me llevo una mano a la herida mientras con mi jitte intento defenderme de mi agresor, intentando que este no acabe conmigo con el siguiente golpe, a la vez que me voy moviendo con la intención de facilitarle la acción a un compañero.