Se acercaba ya las fiestas, y las calles estaban adornadas con los colores de navidad, una extraña celebración para la cultura japonesa, pero de todas formas llevaba bastante tiempo celebrándose, y que era tan propia de las personas. El rojo, verde y dorado, iluminaba las ciudades, y esa tarde tan fría de diciembre, la gente compraba los regalos para la celebración del día siguiente.
Akari, por desgracia, era la única que parecía alegrarse por esas fechas, su madre estaba demasiado ocupada con los asuntos de la Fundación, aunque estuvieran de vacaciones y sus dos hermanos, sólo pensaban en recibir regalos, sobre todo Shino.
Por otro lado, un solitario Shichiro caminaba por los pasillos del centro comercial, y vería a una colorina bastante bella, que miraba los aparadores en donde habían tortas, el chico la reconocería ligeramente, su rostro se le haría conocidom aunque no lograse determinar en ese momento, de donde.
Se acercaban las fiestas y la familia me habia dado permiso para salir con vistas a que me fuera preparando pues me iban a permitir acceder a un instituto al año siguiente. Uno privado y prestigioso.
Algo no me encajaba pero una educación nunca venía mal. Y desde luego una salida tan libre menos.
La única pena era no saber que libros utilizaban para poder echarles un vistazo.
Aunque lo cierto es que no estaba comodo. No acostumbraba a estar con tantas personas, todas ellas desconocidas, y me encontraba terriblemente perdido.
Entonces me fije en una chica muy guapa de pelo rojo. Lo cierto es que no me atrevía a acercarme a ella, si habia algo que se le daba peor que tratar con la gente era tratar con ella cuando eran chicas, pero parecía amable y familiar.
Así que me acerque y tire de su manga ligeramente
-Perdona ¿me puedes ayudar? Me temo que estoy perdido- le dije mientras me sonrojaba hasta conseguir un color a juego con su pelo.
¡Navidad! ¡Año Nuevo! ¡Fiestas! ¡Lo que sea para salir de la monotonía!
Me encontraba observando los escaparates. Por primera vez en años me siento especialmente feliz por estas fiestas. No solo por ser la excusa perfecta para salir, sino porque me apartan un poco más de la familia.
Unos años más, y adios.
Suspiro frente al cristal. No es nada que no pueda comprar, es algo que me hace anhelar más. Crecer un poco más. Poder salir del mundo en el que ahora me encuentro.
¿Es notorio que no me agrada mi familia?
Ruedo los ojos, a punto de irme, cuando una voz me saca de mis pensamientos. Me giro: un chico ruborizado frente a mi. Es común que se me acerquen a invitarme a salir, hasta es común verlos en ese tono de rojo (mi fisico juega un buen papel en ello) pero este se me hace conocido. Hay algo en esa expresión debajo de los lentes que es familiar. Meto las manos en los bolsillos, aun intentando hacer memoria.
- Claro, ¿en qué te puedo ayudar?
Veamos si hablando lo reconozco. Entre más lo miro más estoy segura de que lo he visto en otra parte, pero aun no logro identificar de donde.
Si antes estaba rojo el color que tenía que estar cogiendo ahora debía ir pareciendose más al tomate maduro
-Lo cierto es que nunca habia estado en un centro comercial y no se que hacer o que puedo hacer.
Parece todo muy interesante y llama mucho la atención pero no conozco los límites-
Como un golpe en los nudillos, que era la figura literal con la que se me recordaba normalmente, me vinierón las lecciones de comportamiento de la abuela y rápidamente me separe bajando la cabeza rápidamente.
-No me he presentado. Ruego disculpe mi rudeza. Me llamo Shichiro. Provengo de la familia Shecharinawa- dije casí tartamudeando. Aunque en general no me dejaban usar el apellido me habian dejado muy claro que a partir del siguiente curso no solo podría empezar a utilizarlo si no que debía cuidarlo y protegerlo.
Espera que esta situación no contará como una de las situaciones que lo manchaban.
Estaba a punto de explicarle los límites que dijo desconocer hasta que menciona su apellido. Cuando lo dice por poco salto sobre mi misma.
¿Dijo Shecharinawa?
Pestañeo varias veces. Aunque pronto paso de la sorpresa a la curiosidad. Me cruzo de brazos, con media sonrisa, mirándolo fijamente. ¿Así que frente a mi tengo a un potencial pariente? Uno de la rama noble de la familia. Por lo menos la que tiene las manos sin sangre, o eso quiero creer.
- Akari - menciono, sin continuar con mi apellido. Aunque sería interesante como reaccionaría a este.
Al diablo, al final me gana la curiosidad.
- Akari Fuchirinawa - completo, esperando su reacción.
La chica reacciono extraño al oir mi apellido y luego tardo en dar el suyo con lo que la mire intentando ver algo que se me escapaba
-Un placer, Akari-san.
Perdona pero ¿nos conocemos de algo?.
Lo cierto es que tu aspecto me es familiar pero no consigo centrarlo.-
En aquel entonces todavía no habia entrado al instituto Siete Dragones con lo que no sabía lo que significaban ambos apellidos y se me escapaba todos los matices de la conversación que estabamos teniendo.
No tardarían en sacarme de mi digamos inocencia para mostrarme como eran las cosas.
aclaro un error persistente, la secundaría se llama Kaynilatuy, que significa inteligencia, no siete dragones,ese era el nombre tentativo que les presenté, pero fue cambiado al montar la partida.
Parece que no soy tan inolvidable...
- Solo es un apellido - mentí.
Era una cuestión que prefería que los demás ignoraran. Si se lo dije fue por ver a este chico en una actitud tímida, casi apenado, a lenguas notándose la educación tan estricta que debió de haber llevado. Los Shecharinawas son por arrogantes, altivos, aun más que la podidra y bella rama Fuchirinawa.
Lo dije por la perspectiva de que quizá, en medio de nuestras familias, había alguien que valiera la pena.
- Quien sabe, la vida tiene muchas vueltas. - intenté trivializar el tema. Ahora sí, recuerdo de donde lo vi. Una vez, que mis hermanos y yo visitamos el humilde hogar (ja!) Shecharinawa. Había un chico al que tenían casi escondido, con ropas grandes para su complexion. Tan escondido, que apenas lo vi por un segundo.
Bueno, al menos en cierto aspecto no soy del todo inolvidable. Encojo los hombros, siguiendo fisicamente el hilo de ese pensamiento. Dentro de todo una sonrisa de comprensión sale en mi cara. Aunque no creo que él la entienda.
- Supongo que es tu primera vez en el centro comercial, ¿cierto?
Gracias por decirlo, fae!
Akari me dijo que no tenía mayor importancia así que lo asumi como algo cierto
-Pues la verdad es que sí. Y no se que hay que hacer.
¿Qué se hace en un sitio como este?- la mire interrogante.
En comparación con las dependencias de servicio de los Shecharinawa esto era gigantesco y lleno de gente a más no poder. Casí demasiado apretujada
-¿Cómo hace la gente para poder moverse por aquí? Tienen que estar pisandose todo el rato.-
Esta escena esta cerrada o sigue en activo?.
El comentario me resultó con una gracia que lo que siguió tuvo que ser mi mejor risa de lo que va del año. Traté de recuperar la compostura, aun riéndome, pero hay que admitirlo, hacía mucho que no me reía así.
Tardé un par de minutos en volver a estar serena, aunque mi mirada seguía siendo divertida.
Mis emociones son un mundo extraño: a veces nada me lastima, a veces el mínimo estímulo me sacude. A veces nada me conmueve, a veces me encuentro demasiado emocional, capaz de reír de (o quiza con) un hasta ahora desconocido pariente que de pronto se ha vuelto demasiado simpático como para dejarlo pasar de lado. Podria ser un llamado de la sangre, quizá, aunque hasta la fecha no me hubiera provocado nada más que rechazo.
- No es tan dificil - intento trivializar el asunto. - Yo misma podría enseñarte como. Los occidentales nos dejaron algunas locuras, pero los orientales somos mejores adaptándonos al cambio.