Encuentras el espaladrapo y demás cosas del botiquín sin problema alguno. Sólo hay un armarito en el cuarto de baño, al lado del lavabo, y en la puerta superior, bajo los estantes de las toallas, se encontraba el botiquín, a mano y a la vista.
Coraline regresa con el botiquin y se lo entrega a Joseph. Supongo que entiendes de esto más que yo, o eso espero. La muchacha no recordaba haber sufrido un razguño siquiera; su hermano sí, pero de las consecuencias de aquellas travesuras infantiles siempre se encargaba su madre.
Luego volvió la vista hacia Alfred, quien había eliminado todo rastro de sangre con una presteza envidiable, y le susurró: ¿Te encuentras mejor? La palidez de su novio aún se notaba, el susto inicial había dejado su huella.
Con manos firmes, retiro el paño de la mano de Melita, sonriéndole, y comenzando a curarla.
- Bueno, vamos a ver... no parece profundo, no necesita puntos. Sopla un poco que esto va a escocer un poco.... Ya, ahora lo tapamos. Venga, ya está.Y ahora nos sentamos, y te preparo una tila.
Levanto la cabeza hacia mi hermano:
- ¿Quieres otra para ti?
Alfred limpió rápidamente los restos de sangre y lavó el cuchillo. Miraba por el rabillo del ojo cómo Joseph curaba a Melita con mucho cuidado cuando Coraline le susurró.
Sí, ya me siento mucho mejor, gracias. Entre el grito, el susto y la sangre me he puesto un poco nervioso, eso es todo... Menos mal que tú y Josh estábais aquí para ayudar a Melita. Nunca he llevado bien este tipo de cosas...
Esbozó una tímida y tanquilizadora sonrisa a su prometida para tranquilizarla, pero tras la pregunta de su hermano, su sonrisa se hizo más sincera.
No, gracias, Josh. Estoy bien. Solo es que... bueno, sabes que nunca he soportado ver sangre... Lo siento, menos mal que vosotros habéis ayudado a Melita.
Se sentó junto a la anciana y le tomó la mano en la que no se había herido. La miró con ternura y le habló con voz suave:
Tienes que tener más cuidado, ¿de acuerdo? Nos has dado un buen susto... Creo que deberías acostarte un rato; nosotros prepararemos la comida. Mientras hablaba, miraba a Coraline y a Joseph. Su mirada dejaba claras sus intenciones: Necesitamos estar a solas. Hemos de hablar muy seriamente de esto. Hay que llevarse a Melita de aquí en seguida.
Asiento en silencio. Aunque diferimos en muchas cosas, como gemelos nunca hemos tenido problemas para entendernos y compartir ideas.
- Aquí tienes Melita, una tila, y a descansar un rato. ¿Estás de acuerdo?