Tirada: 1d100
Motivo: Escuchar
Dificultad: -55-
Resultado: 7
¡Por fin me sale una buena tirada!
Con la mirada aún dividida entre la ventana y el bicho, parece que escucho algo por encima de todo el barullo de la casa.
Tirada: 1d100
Motivo: escuchar
Dificultad: 55-
Resultado: 51 (Exito)
¡No estoy sorda!
Desde el sótano llegaban extrañas vibraciones rítmicas emitidas a intervalos regulares, acompañadas por ligeros fogonazos de luz que, poco a poco, fueron tornando en impactantes fuentes de una luminosidad que amenazaba con dejaros casi ciegos momentaneamente. Aquella luz y aquellas perturbadoras vibraciones eran tremendamente molestas.
No obstante, mientras Coraline forcejeaba con el profundo del piso inferior, y mientras Emmeline se trataba de zafar de las garras del profundo del piso superior, ambos hermanos dejaron de centrar su atención en la amenaza de los dos seres anfibios para centrarla en algo que les había resultado chocante. ¿Qué era aquello que se sentía desde la casa? Se oía como si estuviese lloviendo a mares, pero no sobre la casa, sino cerca de allí...
Ambos corrieron hacia la ventana más cercana. Los profundos, mientras tanto, se mostraron inquietos. Algo estaba resultando confuso en sus planes, algo no estaba sucediendo como se suponía que debía acaecer...
Mientras los dos anfibios retornaban al sótano, para alivio de las dos damas, los dos hermanos se asomaban a las ventanas más cercanas, Joseph en el piso superior, y Alfred en el inferior. Joseph no tuvo dificultad para observar desde la ventana del primer piso cómo olas de varios metros de altura arrasaban la playa, adentrándose en el pueblo. Alfred y Coraline no tardaron mucho en percatarse, a su vez, de que en la casa acababa de comenzar a entrar agua.
Joseph no se lo pensó dos veces antes de aprovechar la circunstancia para agarrar a Emmeline en brazos y bajarla al piso inferior. Alfred y Coraline ya estaban corriendo hacia la puerta. Joseph tenía su coche aparcado allí, quizás aún no fuera tarde como para poder transitar por la carretera...
Justo antes de salir de la casa, vieron a los dos profundos emerger del sótano, con la estatuilla horrible de la que había hablado Emmeline en la mano. Era una figura parecida a la de los dos anfibios, solo que poseedora de infinidad de tentáculos. Ciertamente era una figurilla horrible, propia de algún ritual de magia negra o similar, pues resultaba en sí misma aterradora; ninguna persona en su sano juicio pondría aquel esperpento a adornar en alguna de las salas de la casa.
Aquella figurilla era de la que se había servido Susan para controlar a Emmeline, y para convocar a aquellas criaturas anfibias hacia la casa de Melita. Pero os daba la impresión de que todo aquello no era más que una "reunión de amigos", comparado con lo que aquella figurilla debía de poder convocar. Estabais casi convencidos de que todo había sido fruto de la mente de Susan, un ritual macabro, una ceremonia de magia negra o similar... No sabíais qué era lo que Susan había pretendido hacer, pero sí que sabíais que Emmeline era la ofrenda a quien aquella loca de atar hubiese estado intentando atraer.
No os quedasteis a ver si sucedía algo más o no. En cuanto los cuatro salisteis de la casa, cerrasteis la puerta con los dos profundos encerrados en ella. Que se lo pasasen bien con su estatuilla.
Era increíble, pero sin apenas llover, pues lo que estaba cayendo no era más que una llovizna escasa, el mar había avanzado hacia la tierra, y corría a placer por los caminos, anegando el terreno. Ya corría un torrente de un palmo de profundidad cuando decidisteis subiros al coche y partir de allí como alma que llevaba el diablo. Joseph y Emmeline iban delante, y Alfred detrás del conductor, con Coraline a su derecha. Joseph puso el coche en marcha y arrancó todo lo aprisa que pudo, que no fue mucho, pues el agua impedía avanzar rápido.
Apenas habíais podido recorrer doscientos metros en coche, cuando el nivel del agua aumentó estrepitosamente, haciendo imposible el tránsito en el vehículo. Os llegaba el agua hasta la rodilla, como pudisteis comprobar en cuanto os bajasteis del coche. Habría que continuar el camino a pie.
Todo pasaba por llegar a casa de unos vecinos, los más próximos poseían una buena camioneta, y además su casa estaba a mayor altura, por lo que quizás el nivel del agua aún no hubiese hecho por aquella zona tamaños estragos. Pues no quedaba otra, como buenamente pudisteis, avanzasteis hasta la casa más cercana.
Fue en ese momento cuando sucedió. Aquello parecía un absoluto maremoto. Un inmenso ruido os sorprendió a todos, así como la imagen de la ola más alta y más feroz que habíais percibido en vuestra vida. Una ola mayor que una casa, que un edificio. Algo que ningún ser humano estaba preparado para comprender o para luchar contra ello. Sólo quedó el poder aferrarse a algo, lo más rápido posible, y rezar para que la corriente de agua no os arrastrase. Morir ahogados, o sobrevivir, dos opciones, y para poder optar a la segunda había que actuar aprisa. Todos os agarrasteis a lo primero que encontrasteis: Joseph a una farola, Alfred y Coraline, que corrían juntos, al tronco de un árbol inmenso, y Emmeline, que iba algo más retrasada, a la barandilla de la parte trasera de la casa a cuyos vecinos habíais venido a solicitar la ayuda. Si tan solo os hubiesen dado un poquito más de tiempo para poder entrar en la casa...
Pero no hubo tiempo a nada. La ola lo cubrió todo, arrasando con todo lo que encontró a su paso. Emmeline gritaba como una descosida, lloriqueando agarrada como buenamente podía a la barandilla. Joseph, que era extraordinariamente fuerte, se aferraba a la farola como si le fuese la vida en ello (que a fin de cuentas era cierto), y la pareja se sujetaba al tronco con brazos y piernas. Ambos habían extendido el dedo meñique de sus manos y se habían aferrado el uno al otro, como en un intento de darse un último abrazo.
Parecía el fin. La corriente de agua era fortísima, ninguno creía que saldría con vida, mientras rogaba con todas sus fuerzas que aquel torrente terminase, que no fuesen arrastrados por el mar.
Y todo esto lo había provocado una estúpida mujer con una horripilante estatuilla cuyo poder quiso controlar, pero que jamás pensó que no podría controlar.
Por fin el caudal de agua cesó de arrastraros con semejante virulencia. La ola pasó de largo, dejando a los cuatro empapados y agotados. Emmeline cayó al suelo, cubierto de agua, y comenzó a ser arrastrada por la corriente. Se había desmayado. Alfred la cazó a tiempo, y sacó su cuerpo del agua. Coraline le tomó el pulso. Sí, seguía viva. Simplemente había perdido el conocimiento. Se la pasó a Joseph, que era más fornido, y Alfred corrió a casa de los vecinos. Allí llamó a la puerta con violencia. Una empapada señora Bosworth salió a recibirlo, aterrorizada.
-¡Ha sido horrible! ¡Ha arrasado con el piso de abajo!- exclamó, llorando a lágrima viva- Mi marido ha cogido al gato- os mostró un embarrado transportín- Y ha ido arriba a por nuestro German- German era el viejo perro de la familia Bosworth- Salió corriendo escaleras arriba antes de que pudieramos atarlo, justo antes de que pasara la ola. Estaba aterrorizado.
En ese momento bajaba el señor Bosworth con un perro pastor enorme en brazos. El pobre hombre apenas podría con él en circunstancias normales, pero lo apremiante de la situación lo hizo sacar fuerzas de flaqueza y recuperar energía suficientes como para poder cargar al anciano aunque magnífico ejemplar.
-¡A mi camioneta, todos! ¡Está donde mi huerta!- os gritó, mientras Alfred corrió a liberarlo de su carga- ¡Hay que salir del pueblo! Dudo mucho que la casa resista otro embiste del agua- os dijo, señalando unas horribles grietas que se habían abierto en varias de las paredes de la casa- ¡Y no voy a quedarme a averiguarlo!
La camioneta de los bosworth tenía sitio delante para dos, la pareja, con el transportín del aterrorizado gato. La parte de atrás, cubierta, era larga, pero sin asientos. Era una furgoneta de carga. Entre Coraline y la señora Bosworth cogieron varias mantas de uno de los cuartos superiores, y las colocaron en el suelo de la furgoneta. Estaban húmedas, pero al menos eran más cómodas que el frío metal de la camioneta. Mister Bosworth por su parte trataba de arrancar la camioneta, sin mucho éxito. Afortunadamente el agua no había llegado a alcanzar tamaña prfundidad como para inundar la huerta. Había ascendido algo de agua, pero no la suficiente como para cubrir el coche, por lo que el motor había salido intacto de la ola maldita. Disteis gracias al cielo porque mister Bosworth guardara la furgoneta en lo alto del camino, junto a la huerta, cerca de su campo de labranza. La altura de dicho terreno era lo que os iba a hacer salir de allí con vida.
Tras depositar a Emmeline y a German en la furgoneta, los dos hermanos y Coraline, totalmente empapados, subieron a la camioneta. La señora Bosworth cerró la puerta, y corrió al asiento del copiloto. Una vez todos en la camioneta, salisteis de aquel maldito pueblo a toda velocidad, quién sabe si con la intención de no regresar jamás.
Los tres mirabais por la ventanilla trasera en dirección al mar. Aparecía monstruosamente turbulento y agitado, cuando de pronto las olas dejaron de emerger azotándolo todo a su paso, y el agua volvió a su quietud natural. Incluso dejó de llover. Fuese lo que fuese lo que había causado aquel maremoto, habia cesado, al menos por el momento.
De pronto, Emmeline abrió los ojos en blanco, y susurró unas palabras con una voz que no era la suya. Parecía que Susan la estaba controlando otra vez.
-Esta vez he fallado, y me ha salido mal la invocación. Emmeline ha escapado, y Cthulhu no ha despertado. He fallado, pero volveré a intentarlo. Lo conseguiré, mientras esta estatua siga en mi poder.
Emmeline cerró los ojos, tras este desafortunado episodio, y comenzó a dormir de nuevo, de forma plácida y sosegada. Aquella fue la última vez que Susan pudo controlar a vuestra querida Melita.
Y respirasteis aliviados. Fuese lo que fuese que Susan había intentado atraer a este mundo, ofreciendo a Emmeline como reclamo, no había obtenido resultado. O no lo había hecho por ahora...
FIN