Al final, no fue una guerra nuclear. Ni una guerra bactereológica. Ni una guerra convencional. Cuando a mediados del siglo XXI finalmente todo se fue al carajo fue por un poco de todo. En una lenta espiral, de forma inevitable, las escaramuzas se convirtieron en batallas. Las batallas en guerras. Las guerras en...
A decir verdad, nadie sabe bien lo que pasó. Ahora, más de trescientos años después, lo que quedan son los restos de la civilización, a los que ya somos incapaces de poner nombre. Incluso esto, que te digo, no es más que una de las muchas versiones que tenemos, y que nos cuentan. Sabemos que los antiguos tenían armas que propagaban enfermedades, que tenían otras capaces de consumir el planeta. Aparatos maravillosos que conectaban todo el mundo. Se dice que había ciudades con más de 10000 personas en ellas. Cerca de nuestro asentamiento, están los restos de una de ellas. Aunque sobre como podía alimentarse tanta gente no tengo ni idea.
Ahora, por supuesto, no queda nada. Sólo ceniza, polvo, lugares a los que no se puede acudir porque la enfermedad te mata, y lugares a los que si acudes son otros o animales salvajes los que te matan.
Cada vez que un grupo de exploradores parte buscando comida o agua temo que no los volvamos a ver. Y a veces, así es.
El Vado Gris fue el lugar donde yo nací. Situado a unos tres días antes de la desembocadura del Mar, éramos una comunidad floreciente. Casi doscientos personas llegamos a ser parte de la misma, y teníamos suficiente agua para todos. Y aun cuando la comida siempre era un problema los muertos por inanición eran un porcentaje pequeño, similar a los que la enfermedad nos aberrataba cada año. No crecíamos, pero hacía años ya que tampoco reducíamos la población. Comerciabamos con pequeños grupos de nómadas, y de salvajes, y los saqueadores nos respetaban.
Hace tres años, sin embargo, un grupo más grande de saqueadores empezó a acumular poder y a ser un peligro para nosotros. El Clan Sangriento. Yo, como líder de la tribu, tomé medidas. Mejoré defensas, preparé diplomáticos, traté de comerciar... en vano. Fuimos asediados en dos ocasiones, perdiendo a bastantes hombres. Se nos unieron refugiados de tribus salvajes, de nómadas, cuyas comunidades eran expulsadas o destruidas por El Clan Sangriento.
Finalmente la situación se hizo insostenible. Tuvimos que escapar. Al ser el sitio tan total, sólo podíamos intentarlo por el río, y para ello usamos una máquina que poco a poco nuestros chatarreros habían logrado arreglar. Para ello usamos todas nuestras reservas de gasolina. Pero el barco fluvial milagrosamente funcionaba. De los cincuenta y cinco que salimos, sólo quedamos cuarenta y uno y con mi cercana muerte, cuarenta.
Ya sabes el resto de la historia: como las tierras más cercanas a la desembocadura tampoco eran seguras, como terminamos entrando en el Mar y como tras dos semanas infernales, a merced de los elementos, terminamos aquí, estrellándonos en este lugar del que nada sabemos, hambrientos y sedientos.
Yo... lo siento. Lo hice lo mejor que supe. Espero que podáis hacerlo mejor.
Y así habéis acabado aquí: en un lugar (aparentemente) desierto, vomitados por el mar a una arena negra que se extiende kilómetros, hasta un punto en el que se adivinan en mitad de las nieblas costeras lo que en algún momento debieron ser edificios. Estáis exhaustos, prácticamente sin comida, ni agua. Y lo que es peor: sin conocer los peligros del lugar en donde ahora os encontráis.
Vuestro líder en los últimos veinte años (el único que habéis conocido algunos) acaba de palmarla tras la horrible travesía, sin haber podido recuperarse de las heridas del último ataque del Clan Sangriento. Y como no hagáis algo pronto, no va a ser el único.
Cuarenta. Sois cuarenta supervivientes del Vado Gris. En una reunión de urgencia, se decide enviar un grupo a encontrar, sobre todo, agua, y un lugar donde poder establecer un refugio permanente. No hay tiempo que perder. Cada minuto el riesgo de estar expuestos en mitad de la nada, y de sufrir el agua y la sed, es mayor.
Y así empezamos. Es una partida post apocalíptica y, como comprobaréis, los datos que os he dado son escasos. Sabéis algunas cosas del mundo, pero pocas.
- El nivel tecnológico que conocéis es el de una civilización de carroñeros. No podéis crear gasolina, y sólo molinos de viento y de agua son medios comunes de producir energía. Existen generadores, pero son muy infrecuentes. También existen centrales más o menos operativas, de diversas energías, pero son más infrecuentes aún. Más o menos, como en Mad Max.
- Existen armas de fuego, y munición, pero ambas cosas son muy escasas y se atesoran con lujo. También existen armas de energía... o eso se asegura. Ninguno habéis visto ninguna.
- La gasolina (y los vehículo a motor) existen igual que las armas. Tesoros que hay que cuidar y que son difícilmente reemplazables.
- No existen internet, no los PIP-Boys, ni los necrófagos inteligentes de Fall-out.
- Existen algunas emisoras de radio... pero son tremendamente escasas.
- Hay muy muy muy poca gente que tenga conocimientos científicos dignos de tal nombre.
- Libros, casettes, CDS, ordenadores... todo lo que significa acumular conocimientos, son bienes escasos y muy valiosos, y generalmente, con poca gente capacitada para comprenderlos. Lo que implica que para el resto son sólo basura sin valor.
- La esperanza de vida es corta.
- El hambre, la sed, la radioctividad, la vida salvaje mutada y natural, son peligros constantes. Los otros hombres, generalmente, también.
- Los recursos son escasos.
Año 0.- Día uno y dos.
Tras los dos primeros días en esta nueva tierra, vuestro número, que sepáis, no ha menguado. Salvo Fanh Malaserá, enterrado en las cercanías de la playa a donde habéis dado a encallar, el resto de los fallecidos durante el viaje fue lanzado al mar.
Terminásteis en una cala amplia, hecha de una arena en la que habéis localizado abundancia de antiguos restos minerales gracias a la pericia de Brotes. Tras algunas peripecias lograsteis poder sacar del barco (cuyo motor inservible había intentado escamotear Karen siendo descubierta por Dan Roca) tanto las piezas de dicho motor que quedaron unidas al botín del grupo, como los vehículos. Mientras, Viejo Pellejo tuvo un encuentro con unos perros salvajes mientras paseaba por las cercanías de la gran cala. Posteriormente dichos perros se convirtieron en la primera pieza de caza del grupo, al ser rastreados y eliminados por un grupo compuesto por Lamda, Serpiente, Chardous Huxley, Jason Finley, Cicatriz y Gaspar. La correosa y escasa carne de los perros solventó (al menos por un brevísimo lapso) vuestro problema alimenticio.
Pero quedaba el mucho más preocupante problema del agua. Tras una buena cena preparada por Damia la Silenciosa y tras comprobar como Dona la vidente (cuya habilidad con el timón y cuyas profecías habían evitado seguramente un mal mayor en la llegada a la playa) y Dan Roca se hacian cargo del "orden" en el grupo, fuisteis enviados a buscar agua.
Con ese propósito llegásteis hasta la zona de edificios que se veía al fondo, en la ladera de la cadena de montañas y colinas. Efectivamente, era un poblado, aunque parecía abandonado desde hacía mucho. La labor de investigación realizada, fundamentalmente, por Brotes, Viejo Pellejo y Karen os permitió comprender que el lugar tuvo que ser, en algún momento, algún tipo de pueblo minero. Encontrásteis, también, evidencias que era un punto de paso de "otros" aunque de menor importancia.
Acuciados por la necesidad de agua os pusisteis a buscarla por diversas minas, pasando en ello el resto del día, y sin haber tenido éxito, por ahora...
Año 0.- Día tres y cuatro.
En el amanecer del tercer día, decaídos eran los ánimos de los escasos supervivientes. Bien era cierto que no se habían producido nuevas bajas, pero varios eran los que mostraban una salud, tan menguante, que era posible que la muerte les hiciera sucumbir antes que pasara ni un día más. Así estaba la actual Vieja Madre, de los nómadas del mismo nombre; y también Keira Bayne, de los Cauni; y también el guerrero que había sido herido mientras escapábais, Joven Son, cuyo estado no era precisamente bueno.
Una de las jefas, Dona la Vidente, reunió un variopinto grupo compuesto por Gaspar, Chardous Huxley, Cicatriz, Viejo Pellejo, Adara y Aldous Bayne. Fue este último quien, al preguntar a Francine Bayne, recibió una profecía que podía ayudarles en su búsqueda. Cuando se fueron, tanto el propio Aldous como Cicatriz tuvieron que despedirse de las ancianas jefas de sus respectivos grupos, con la duda en el corazón de si volverían a verlas, pues grave era un estado al que la falta de agua había agravado mucho más.
El primer día no lograron encontrar nada, si bien sí tuvo una caída Viejo Pellejo, y nuestros exploradores sufrieron por el miedo, la sed y la preocupación. Y más cuando merced a sus exploraciones comprendieron que estaban rodeados de montañas, surcadas a su vez por una multitud de túneles que oradaban la tierra como gusanos horadando un cadáver. Llegaron a subir a una de las colinas y, desde allí, les pareció ver algo que, quizás, fuera distinto. Fue esa noche, mientras trataban de descansar en el túnel que se había abierto bajo los pies de Viejo Pellejo, cuando una pantera les atacó mientras descansaban. Gravemente hirió la pantera, y por varias veces logró escapar antes que la hirieran... pero en la tercera ocasión la pantera no pudo percibir la celada, y aunque huyó, lo hizo herida. A la mañana siguiente siguieron el rastro, ayudados por el conocimiento del terreno otorgado el día anterior desde lo alto de la colina. Finalmente llegaron a una zona en la que se veían viejos y oxidados monstruos de hierro que parecían conducir a una zona en la que... ¡sí! ¡allí estaban los grandes árboles que habían creido ver desde la colina! y juncos, y sí: agua. ¡Agua!
Con enorme voluntad resistieron la tentación de avanzar hacia el agua sin precauciones, y tal cosa les evitó caer en las trampas que rodeaban el lugar: terribles cepos dentados que nuestros exploradores lograron esquivar. Tras saciar su sed, y llenar sus odres, tomaron la decisión de usar un gran recipiente de Viejo Pellejo, y llenarlo de ese agua cristalina. Era agua suficiente para que veinte personas bebieran durante un día. Una gran noticia.
... O lo hubiera sido de no mediar, sin que nuestros héroes lo supieran, que el anterior líquido que llevó ese recipiente lo había vuelto el menos adecuado para llevar agua o cualquier cosa. Pero, ¿cómo iban a saberlo?
Año 0.- Día tres y cuatro.
Año 0.- Día cinco.
La parca había contenido su mano. Ninguno había muerto, aunque seguían muy débiles. Así que llegaron. Había agua en abundancia. Los más necesitados bebieron primero y.... y sabiendo que estaba cerca el agua veinte bebieron del agua.
La madrugada del día cinco la parca no contuvo su mano. Keira falleció, Joven Son falleció. Y con ellos cuatro miembros más de la comunidad, igualmente, fallecieron. Los sanadores para ese momento habían logrado a duras penas localizar la infección, y descubrieron donde se encontraba el objeto de la misma. El estado de salud de los demás se estabilizó, salvo el de Vieja Madre que, aunque se aferraba con uñas y dientes a la vida, estaba pendiente de un hilo.
De los cuarenta y cinco que habían llegado, quedaban 39. Y no llevaban ni una semana allí.
Año 0.- Día cinco. Funeral Cauni.
En aquel silencio ominoso solo el vaivén de las olas era capaz de atreverse a proferir palabra, pero pronto el llanto se abrió camino d uena triste Gina que no aguantó la solemnidad de sus mayores que contemplaban la tumba cerrada de la que fuera matriarca de los cauni. Aldous se acercó a su sobrina por la espalda, puso sus manos sucias de tierra sobre sus hombros tratando de dar apoyo a la adolescente. Una mirada fugaz a sus hermanos, Liam y Francine, luego a su cuñada Martha, lo que quedaba de su gente, los últimos de los cauni. Ese pensamiento hizo estremecer a Aldous, pero se mantuvo firme por el bien de su sobrina, su esperanza, una que no debía recaer jamás sobre los hombros de una niña.
—Es el momento, Al —se acercó Francine con su voz suave, dulce a pesar del agotamiento que les anegaba a todos, rodeó la tumba para colocarse a la cabeza de esta para empezar a entonar el canto de los cátedra.
La mujer entonó el viejo cántico hilando las sílabas, manteniendo su gravedad en prolongadas notas y palabras antiguas, oscuras, que evocaban al misterio de los viejos secretos que era deber de los cauni proteger. Al canto se unió poco a poco el coro de Liam y de Martha, y, finalmente, con una triste sonrisa de satisfacción en los labios de Aldous, la propia Gina. Los cinco cauni se unieron en una cacofonía más o menos armónica, dominada por la voz de Francine, y quizá atrajeron la atención del resto de los abatidos supervivientes del naufragio.
—En los tiempos antiguos —habló Aldous con voz profunda, bañada en esa solemnidad mientras el cántico se atenuaba y moría en la garganta de su hermana —. Muchos eran los saberes del hombre, los dones de los cátedra que, dadivosos, nos otorgaron el poder sobre las cosas. Pero el hombre fracasó. Nuestros antepasados tomaron más de lo que los cátedra les ofrecían, y ellos, con tristeza, les dieron la espalda —apretó con suavidad, una vez más, los hombres de Gina.
Aldous hablaba con tono pedagógico, puede que aquel momento de pesar trajera consigo algo positivo, algo especial, espiritual, en el corazón de tanta desolación. Era consciente de que la mayoría de los supervivientes no compartían sus creencias, pero para él los cátedra estaban en todas partes, así los sentía, así creía en ellos.
—Pero entonces los cátedra vieron a nuestros ancestros, los primeros cauni, y se aparecieron a estos creyendo que el hombre merecía una nueva oportunidad —dotó a la narración de tintes de esperanza, abandonó los hombros de Gina, se encaró a sus familiares, puede que a algún curioso que se hubiera parado a escuchar —. Así surgió el Pacto. Nos convertimos en los guardianes del saber del mundo antiguo, prosperamos, bajo la condición que nuestros conocimientos nunca deberían usarse para someter a nuestros iguales, evitar que otro desastre se repitiera como antaño.
Miró a los ojos de su hermano mayor, luego de su cuñada, volvió la mirada a la tumba de su madre.
—Keira Bayne era una rectora, era madre, era abuela. Sobre sus hombros pesaba el mantenimiento del Pacto. Pero ahora, como el mineral que sueña que es una planta, como la planta que sueña que es un animal, como el animal que sueña que es humano.. ahora ella, que soñaba, ha despertado al final —se agachó tomando la tierra negra que les había dado la bienvenida —. Ahora ella es tierra que vuelve a la matriz del mundo, ahora ella es espíritu que se une a los cátedra para contarles lo que ha aprendido y ser partícipe de los Grandes Secretos Antiguos, porque ha despertado al conocimiento y su nombre ahora es Cátedra.
En ese momento Francine volvió a cantar, esta vez sola. Aldous tendió la mano llena de tierra a Gina, que tomó y la echó sobre la tumba de su abuela.
—Hoy, Keira es distinta, pero siempre será la misma. Solo ha cambiado de estado, ha vuelto a lo que permanecía oculto dentro de ella. Ahora lo tiene claro como el día soleado, no hay confusión, porque ha despertado —entonó profundamente, como una nana, una canción, que se conjugaba al cántico religioso de Francine. Aldous se agachó ante la tumba de su madre, también lo hicieron el resto de su familia, puso la mano sobre la tumba despidiéndose de su progenitora —. Porque ha despertado.
RESUMEN DE LA PARTIDA DURANTE LA KDD.
Por Xavier
Y tras pasar privaciones y penurias, Dios condujo a su pueblo a la Tierra Prometida. La Tierra Prometida, la tierra de Canaán, la tierra a la que Abraham fue encaminado por Dios, y que más tarde recibiría Israel al regresar de Egipto cuando fueron liberados de la esclavitud, de forma prodigiosa por Moisés, enviado de Dios. Las cualidades de esta tierra y la promesa de Dios sobre ella incluían muchas y grandes bendiciones para el creyente, y para el pueblo de Dios. Por tanto la Tierra Prometida es un estado de gracia y de bendición que Dios provee a los que Le aman.
O algo así, recordó el joven Xavier de alguna de sus lecturas de historia antigua cuando desembarcó en aquella playa negra, inhóspita y árida, bajo aquel sol castigador. Aunque no creo que seamos el Pueblo Elegido de ningún dios ni que tengamos un Moisés que nos guíe, ni esto parece una tierra bendita, decidió mientras echaba una mirada al furibundo Dan Roca, más o menos la cabeza más visible de los supervivientes de Vado Gris. No, decididamente no tenemos un Moisés.
De la odisea y éxodo marítimo se pasó al enterramiento de los que no soportaron el viaje, si es que no habían sido arrojados antes al mar. Mientras el joven estudioso trataba de familiarizarse con el resto de supervivientes ya que llegó refugiado pocos días antes de que Vado Gris cayera ante el Clan Sangriento, sin poseer vínculo alguno con los defensores.
En tierra extraña con gente extraña.
Trató de ayudar en lo que pudo a todos, en la medida que él había sido ayudado y esperaba seguir siéndolo si mantenían un espíritu de comunidad. Algunos exploradores trajeron, finalmente, la deseada y necesitada agua. Sabía a cuernos y temió que estuviera contaminada. Pero la sed apretaba...
Los vómitos y diarreas de los días siguientes confirmaron su asunción. Todos estaban igual y demostraban una intoxicación generalizada. Los más débiles sucumbieron en pocos días presas del envenenamiento.
Afortunadamente el joven Xavier pudo determinar que el problema no estaba en el agua: lo contaminado era el bidón empleado para traerlo.
Tras una tensión con Dan Roca a punto de disparar a Mepron, lo más parecido a una doctora, por hacerle responsable de no evitar aquella catástrofe, como si ella pudiera evitarlo, se convenció al matón que no era así y este ordenó a un grupo de los menos afectados por la intoxicación para que volviera al lugar del agua a por más y que buscaran algún remedio natural o alimentos para paliar la intoxicación, la sed y el hambre en Nuevo Refugio.
Partieron seis personas en busca de víveres y lo que más hacía falta: agua. Mepron, Jason y Maxwell en una moto. Maya, Viejo Pellejo y Xavier en otra. Jason demostró ser apto conduciendo motocicletas. Maya, por su parte demostró que apenas sabía manejar una cuando a las primera dificultades del camino su moto volcó con sus ocupantes, dos veces, llevándose Viejo Pellejo y Xavier la peor parte.
Andar no es mala idea, pensó seriamente el joven erudito.
Tras padecer las caídas y buscar vegetales y hierbas aptos para la intoxicación de los refugiados, con escaso éxito, se decidió retornar al lugar donde se halló el agua por primera vez: en una zona elevada de montaña. Escondidas las motos en las ruinas de unos edificios al pie de la montaña correspondiente, el grupo inició el ascenso.
Su sorpresa fue grande cuando encontraron numerosas trampas y cepos en el ascenso, inverosímilmente colocadas durante la oscura noche anterior, dando la bienvenida al grupo.
¿Los han puesto en mitad de la noche? ¿Cómo lo han hecho?, se preguntó el joven, pensando que quien analizó las diversas huellas de los tramperos no había medido bien las horas. Ponerse a colocar trampas de derrumbe y cepos en mitad de un escabroso ascenso montañoso en mitad de la noche iba, sencillamente, de lo imposible a lo absurdo.
Al parecer el agua tenía dueño y las gentes ajenas no eran bienvenidas. Pero necesitaban el agua, así que prosiguieron hasta arriba, desactivando y sorteando todas las trampas... excepto una. Una vez arriba, mientras constataban cómo el canal que manaba agua había sido cerrado, Jason pisó uno de los terribles cepos. Resultó milagroso que no le partiera la pierna de cuajo y aun más que el hombre, haciendo un acopio de temple excepcional, no gritara para no alertar de su presencia.
Asistiendo a su compañero de inmediato y recibiendo curas por parte de Mepron con el botiquín de primeros auxilios de Xavier, varios miembros del grupo se acercaron a un acceso excavado en la roca y cerrado con una verja. Sin duda daba al interior de la montaña y al mecanismo que podía abrir el canal. Pero también daría al lugar donde habitaban los lugareños nada hospitalarios. Durante horas, Viejo Pellejo, Maya y Maxwell trataron de abrir la verja, si éxito... con el consiguiente ruido que alertó a los "moradores de las profundidades". Desde la más profunda oscuridad del conducto, a través de la verja, una andanada de flechas cayó sobre ellos hiriendo gravemente a Viejo Pellejo y de escasa consideración a Maya y al propio Xavier.
Xavier trató de parar aquello, interpelando a los ocultos moradores sobre lo innecesario de ser violentos. El ataque cesó... no se supo bien si atendiendo a sus palabras o más bien porque se salieron fuera de la visión de los disparos. Retirando a sus heridos, el grupo se alejo hacia el descenso de la montaña sin ser perseguidos. ¿Por piedad o conformidad de los atacantes con dejar las cosas así?
Entonces Xavier tuvo una hipótesis en base a las trampas colocadas por estos en mitad de la noche, algo imposible para alguien con vista diurna.
- ¿Y si son gente con capacidad de visión nocturna y no nos persiguen porque el sol les daña la vista de sobremanera? Eso explicaría que pudieran colocar las trampas en total oscuridad, que no hayan necesitado luz alguna en el túnel y no nos hostiguen ahora - argumentó. Durante esta era de catástrofes había oído sobre diversas mutaciones en la gente, fruto de exposiciones a agentes nocivos o radioactividad. Su especulativa teoría no pareció convencer a casi nadie, pero su sugerencia de salir de allí cuanto antes, sí. Y a eso se pusieron. Ya fuera para refugiarse en algún sitio seguro, ya fuera para buscar agua por otro lado de la montaña durante las horas de luz que aun les quedaban.