Willliam sabía que aquel momento llegaría, pero no tan pronto. La primera batalla librada en el Susurro del Mar fue sangrienta y cruel con los suyos. Pero, a pesar de las bajas, todavía se mantenían suficientes para seguir ocupando todos los puestos y seguir navegando. La moral del navío estaba de capa caída, pero no serviría de nada que él y sus compañeros más cercanos también la tuvieran: un capitán siempre tendría que ser un hombre de esperanza.
Tras las palabras de Kennard, añadió:
— Es momento de dar un descanso digno a todos los hombres valientes que dieron su vida por nosotros. Después, recuperaremos fuerzas y devolveremos la normalidad a la cubierta, aunque nos pese en el corazón. Todavía tenemos un largo viaje por delante.
William asintió, dando por hecho que las órdenes eran claras. Después, una vez que todo estuviera organizado, se volvería a reunir con Kennard y Urlof para seguir determinando el rumbo final.
Viendo al cocinero cargando con Audaz y el restante silencio sobre la cubierta quedaba claro el resultado de la batalla de forma incontestable; asintiendo en silencio con un gruñido para asimilar lo diezmados que habíamos quedado, me acerco al dueto e inicio, botella en mano, las curas necesarias para no añadir otra baja al recuento final
- Túmbalo ahí, con calma... da un trago, te hará falta... mientras yo lo coso y vas a tener que apretar esos cortes ¡no, aun no! primero échale un chorro de ron... eso evitará infecciones si tiene suerte... si en unos días no huele a podrido se salvará- añado mientras saco aguja e hilo haciendo un gesto con la cabeza al cocinero para empezar a restañar las heridas de Audaz - Si se despierta lo pasará peor... así que mejor que siga inconsciente, pero si lo hace dale el cinto para morder- acabo diciendo con gesto torcido
A medida que el tiempo transcurría, el esfuerzo combinado de Kennard, William y Urlof logró estabilizar a la atribulada tripulación que había sobrevivido al cruento enfrentamiento. Aunque las heridas físicas estaban siendo atendidas, Jonn permanecía en un letargo profundo, ajeno al bullicio de actividad a su alrededor. La luz del día comenzaba a desvanecerse, dejando paso a la incertidumbre que se cernía sobre el Susurro del Mar.
El crepúsculo teñía el horizonte con tonalidades anaranjadas y moradas, pintando un cuadro de quietud en contraste con el caos reciente. La embarcación, marcada por los estragos del combate, yacía como una fiera herida que aún no sabía si podría levantarse de nuevo.
La noche se cernía sobre la tripulación, trayendo consigo no solo la oscuridad física sino también la incógnita sobre cómo, con la nave maltrecha, podrían Urlof, Kennard y William poner en movimiento nuevamente su hogar flotante. El crujir de la madera dañada resonaba como un eco de los desafíos que aguardaban, mientras el Susurro del Mar, aunque maltrecho, se mantenía erguido como un guerrero fatigado pero no vencido. En el aire, la mezcla de salinidad y la inquietante calma predecían una noche que podría deparar nuevas pruebas para esta tripulación resiliente.
Con una mano apretando la empuñadura de su maltrecha daga, Kennard dirigió su mirada hacia el cuerpo inerte de Jonn. Un suspiro escapó de sus labios, teñido de alivio al verlo a salvo, pero también cargado de ansiedad por el letargo del hombre. Luego se apoyó con dificultad en la barandilla del Susurro del Mar con su aliento entrecortado resonando en la quietud de la noche. Sus ojos reflejaban la intensidad del conflicto reciente en un rostro marcado por la fatiga. La brisa marina jugueteaba con los mechones desordenados de su cabello y el hombre cerró los ojos por un momento, dejándose llevar por la sensación salada que le recordaba su conexión con el vasto océano.
—Hemos salido de peores situaciones, ¿verdad, Martha? Pero esta vez, la marea nos ha zarandeado con fuerza... —Acarició la barandilla cual mujer, como si buscara consuelo en la madera gastada.
No había momento que perder, a pesar de que los ánimos no eran los más indicados. Habían perdidos muchos hombres, pero habían salvado la vida. William observaba el horizonte al lado de Kennard. Era un hombre peculiar, pero había luchado con valentía igual que Urlof. Sin duda, eran buenos tripulantes.
— Está bien, señores, volvamos a las cartas de navegación para determina finalmente el rumbo, a pesar de que vamos en la dirección correcta. ¿Habrá otros que sepan de esta dirección? Lo dudo, pero tenemos que ser precavidos.
Se habían ganado un merecidos descanso, pero antes tendrían que dejar la tripulación del Susurro del Mar lista.
Me bamboleé sobre la maltrecha cubierta, aun con manchas de sangre por doquier, hasta alcanzar a los que eran mis compañeros de aquella peculiar aventura... por el momento era evidente que lo que nos traíamos entre manos era importante, o lo bastante como para atraer a un viejo lobo de mar como Donovan, pero ¿quién más iba a la zaga de nuestro destino?
Di un trago a la botella, dejándola casi vacía, pasándola a Kennard. Si había algo que unía a los hombres era un buen combate a vida o muerte y ¡diablos! aquel había sido uno realmente memorable
- Lo que realmente me preocupa, capitán, es como ha dado con nosotros Donovan ¿casualidad? lo dudaría... más nos vale poner este cascarón en movimiento cuanto antes ... pero claro, antes habrá que saber el rumbo y si va a querer moverse a otro sitio que no sea a las profundidades- añadí funestamente, palmeando la Estrella que ocultaba bajo la casaca, a buen recaudo - Y no estaría de más hacer una "copia", aunque fuera burda, de las cartas y la Estrella... algo que nos sirviera aunque fuera para ganar tiempo si se vuelve a dar la situación de que vienen a por ella de manera tan clara
— Muchos ojos vieron y muchas orejas escucharon en la Sirena Embrujada — comentó William mientras comprobaba sus armas —. Quizás alguien puso una bolsa de monedas por nuestra cabeza, pero de poco le ha servido. Además, habría que ser muy estúpido para mandar a buscar a alguien y pretender decirle dónde estamos y no quedarse con lo capturado — Hunter se dio un segundo —. Sigamos estudiando las cartas y después hagamos esa copia, no estaría mal. Y una copia falsa, sí, también haremos una copia falsa… por si acaso.
En la penumbra de la noche, el Audaz, que ha recuperado cierta vitalidad, se coloca en posición junto a los mástiles del Susurro del Mar. El aire salado acaricia su rostro, y sus ojos centellean con la determinación que caracteriza a los verdaderos hombres de mar. Con voz firme y resonante, alza la vista hacia los cielos oscuros, apenas iluminados por las lámparas de vela que titilan en la cubierta.
— ¡Hermanos de la marea! La tormenta ha pasado, y aunque nuestros corazones estén pesados por las pérdidas, no permitiremos que el Susurro del Mar descanse en el lecho del olvido. ¡A las velas, a los mástiles! El viento nos llama, y aunque el océano nos haya golpeado con saña, nosotros, como verdaderos hijos de Neptuno, responderemos con coraje.
Urlof y Hunter, junto a la tripulación que aún queda en pie, se apresuran a asistir al Audaz. Las cuerdas crujen mientras los mástiles, que fueron testigos mudos de la batalla, comienzan a alzarse hacia el cielo estrellado. El Susurro del Mar, herido pero no vencido, responde a la llamada de su tripulación.
Bajo la luz titilante de las lámparas de vela, la figura imponente del barco se yergue como un monumento de tenacidad. La brisa nocturna susurra secretos a las velas, y el Susurro del Mar, ahora erguido y desafiante, se prepara para surcar de nuevo las aguas inexploradas, llevando consigo las sombras de la batalla y la esperanza de un nuevo amanecer.
con los siguiente post cerramos el capitulo, el Susurro del Mar, vuelve a tener movimiento, pero lento y no es tan maniobrable como lo habia sido.
Necesitan tomar la decisión de a donde van a dirigirse, si vuelven a ponerla estrella sobre las cartas, con mas intensidad brillara la ruta (tirada de navegación para interpretar)
Kennard, amargado y desolado por la muerte de Martha, regresó a la cabina y desplegó las cartas de navegación para observarlas de nuevo junto a los camaradas Hunter y Urlof. Aun sin las luces de la Estrella Polar, se acordaba de cuáles de los puntos se habían iluminado y comprobaba con las estrellas asomadas por la ventanilla la coincidencia.
—Esos lugartenientes eran demonios… como el Diablo tirado en nuestra cubierta. Pesadilla… ¿cómo no? —decía de mientras, intentando averiguar cómo dieron con ellos—. Si buscaban nuestras reliquias, no las consiguieron. Fueron directamente a por nosotros, por puro ocio…
Una vez alineadas las estrellas de la ventanilla con sus recuerdos de las luces, miró a los otros dos.
—El camino está en mi memoria, pero nos sería extraño comprobar la disposición una vez más... Ni que la magia extraña que rodea estas cartas misteriosas fuese de fiar. Espero que la dirección no haya cambiado.
Motivo: Navegar
Dificultad: 15
Habilidad: 7
Tirada: 4 9 9
Total: 9 +7 = 16 Éxito
Hunter se frotaba el mentón mientras miraba las cartas de navegación y escuchaba a Kennard. Sin duda no sabían cuál era el motivo de lo que había ocurrido, pero tendrían que tener cuidado a partir de ahora. Más, si era necesario.
— No sabría decirte a qué se debe, señor Wynee, pero siento que lo más sensato sería darle pista resuelta a estas cartas y dirigirnos en ese destino. Podrán seguirnos la pista, pero si seguimos el rumbo correcto quizás nos lleve a aguas sin explorar... o poco transitadas.
El capitán se apoyó en la mesa.
— Vamos, no tenemos tiempo que perder, demos con nuestro destino, el Susurro del Mar se lo merece.
Motivo: Navegar
Dificultad: 0
Habilidad: 11
Tirada: 4 7 8
Total: 7 +11 = 18 Éxito
Refunfuñando por el dolor del hombro mal remendado, con algún que otro trago de más en el cuerpo (o puede que fuera por la pérdida de sangre) y más cansado de lo que recordaba en el último año me sitúo junto a mis compañeros de fatigas ahora que todo parece haberse normalizado, dentro de lo posible después de semejante altercado
- Pongamos rumbo a algún lugar pues, si vamos a zozobrar que sea al menos cerca de algún sitio, por perdido que esté- gruñí colocando nuevamente la Estrella sobre la mesa, junto al mapa, y moviéndola como la vez anterior buscando concordancias y cuadrar un rumbo válido con aquellas cartas
Ya estoy de vuelta, listo para retomar la aventura!
Bajo la luz tenue de las lámparas de vela, los tres hombres, Hunter, Urlof y Kennard, se esfuerzan por alinear las cartas de navegación con las estrellas titilantes. Cada trazo, cada marca, cuenta la historia de sus viajes anteriores, de los desafíos superados y las tormentas enfrentadas. El Susurro del Mar, aguardando pacientemente como un fiel compañero, se balancea suavemente en las oscuras aguas.
La brisa marina parece acariciar con complicidad los rostros preocupados de los marinos, mientras ajustan las velas y los mástiles del Susurro del Mar. La marea se desliza con gracia bajo la quilla del barco, susurrando promesas de un nuevo comienzo.
Con un crujir de cuerdas y el suave murmullo del viento, el navío responde al llamado de su tripulación. Lentamente, como despertando de un profundo sueño, el Susurro del Mar se pone en movimiento. A pesar de las heridas de batallas recientes, parece ansioso por explorar de nuevo los vastos océanos.
Días pasaron en el Susurro del Mar, mientras los tripulantes intentaban restaurar el orden en el navío maltrecho. Las heridas de la batalla sanaban lentamente, pero a medida que avanzaban, el viento no soplaba con la misma fuerza que antes. Las velas apenas se hinchaban, y la sensación de estancamiento se apoderaba del barco.
La provisión de alimentos iba menguando con rapidez. Los barriles de agua, antes rebosantes, ahora estaban casi vacíos, y el sol, implacable, no dejaba respiro. Los rostros de los hombres mostraban la fatiga y la sed, y el Audaz, desde su posición de vigía, escudriñaba el horizonte con creciente inquietud.
Cada día se volvía una lucha. La pesca era escasa, y las raciones se reducían a la mitad. El agua salada se volvía tentadora, pero su consumo solo agudizaba la sed. Los hombres, antes llenos de vigor, se movían ahora con lentitud y sus risas se desvanecían en quejidos apagados.
El capitán, Hunter, se enfrentaba a decisiones difíciles. La esperanza comenzaba a desvanecerse con cada atardecer que no traía el viento necesario. La desesperación se instalaba en los corazones de la tripulación.
En la cubierta, el Audaz mantenía su posición, escudriñando el horizonte en busca de algún indicio de tierra. Cada día que pasaba sin novedad pesaba como una losa sobre sus hombros. El sol, ahora más benevolente al aproximarse a la costa, revelaba una visión en la lejanía.
Entonces, una voz rasga el silencio.
— ¡Tierra a la vista, capitán! — grita el Audaz, señalando hacia la distancia con una mezcla de entusiasmo y alivio.
A medida que el Susurro del Mar se acerca, emerge ante sus ojos una pequeña isla. Sus costas están rodeadas de aguas tranquilas, y una exuberante vegetación se alza desde la playa hacia el interior. Un misterioso halo parece envolver la isla, dándole un aire de enigma.
Las palmas de las manos de los navegantes comienzan a picar con la promesa de lo desconocido. La isla, acogedora y misteriosa a la vez, se alza como un destino inesperado en el horizonte.
Kennard, con los ojos enrojecidos por la fatiga y el hambre, observa con asombro la isla que se revela en el horizonte. Su corazón palpita con renovada esperanza. Se acerca al capitán Hunter ofreciendo sus servicios como Intendente para organizar el desembarco y asegurarse de que los recursos se utilicen eficientemente.
—¡Capitanes! ¡Nuestras plegarias han sido escuchadas! ¡Dios bendiga a las estrellas que nos guían! —exclamó contento por el avistamiento. Aunque la travesía ha sido dura, esta isla podría ser nuestra oportunidad de recuperar fuerzas—. Esta vez lo haremos bien, sin engaños de dormilones por vejestorios. ¡Permítanme coordinar la logística del desembarco! y Aseguraré que aprovechemos cada recurso que la isla pueda ofrecernos... —dijo con un gesto de amargura en sus ojos.
Kennard, sintiéndose revitalizado por la posibilidad de tierra firme, se embarca en la nueva misión que aguarda la misteriosa isla.
En los días difíciles a bordo del Susurro del Mar, el capitán Hunter experimentó una mezcla de inquietud y determinación mientras enfrentaba la escasez de recursos en alta mar. La vastedad del océano aumentó la presión, pero su espíritu se mantuvo firme en la búsqueda de tierra firme. La responsabilidad de su tripulación y la incertidumbre del futuro pesaron sobre él, aunque la esperanza y la experiencia sobre los mares guiaron su camino, y el de los suyos, hacia un horizonte que prometía soluciones a sus desafíos.
Cuando el vigía llamó a la tierra, Hunter saltó presto a la borda para observar lo que el hombre de la cofa divisaba a lo lejos. Las palabras de Kennard volvieron a ponerle los pies en la tierra, casi literalmente.
— ¡Encárguese de ello, Kennard! Mantuvimos la fe y la determinación, y ahora, ante nosotros, se extiende la esperanza. Preparen las velas y prepárense para atracar. Nuestra travesía está llegando a su fin, pero nuestro espíritu y coraje nos llevarán a nuevas aventuras en tierra firme.
Sonrió, orgulloso, contento.
Al fin tierra. Cuando todo parecía indicar que haría presa en nosotros el escorbuto, la inanición o la muerte por deshidratación la gloriosa noticia de tierra se hacía eco en boca de todos
Me permití esbozar una sonrisa, nada espléndido por supuesto, mientras me situaba junto a Kennard y William intentando añadir algo de sensatez a aquellos jovenzuelos demasiado animosos
- Antes de bajar sería bueno organizarse un poco... no sabemos qué puede esperarnos ahí afuera. Bestias salvajes, nativos caníbales... no sería la primera vez que desembarco en un lugar así solo para toparme con más peligros que si hubiera seguido navegando - advertí alzando levemente la voz, para que todos pudieran oírlo - Ya hemos perdido suficientes hombres, no sería sensato bajar a lo loco sin más... - acabé diciendo mientras, de forma ritual, cebaba la pistola y me aseguraba que la espada estaba bien engrasada y salía rápido de la vaina, calándome el andrajoso sombrero mientras me rascaba con desgana la deshilachada perilla
Bajo el crepúsculo del cielo, el Susurro del Mar se aproxima lentamente a las costas de la misteriosa isla. La silueta de la tierra firme se perfila ante ellos, pero las formaciones rocosas y los arrecifes que rodean la orilla presentan un desafío para el desembarco. La tripulación, exhausta pero llena de esperanza, se prepara para atracar.
Kennard, con su semblante iluminado por la esperanza, organiza con destreza el desembarco. Coordina a la tripulación, distribuye las tareas y asegura que los recursos se utilicen de manera eficiente. Su experiencia y habilidades como Intendente se hacen evidentes mientras guía al equipo hacia la tierra prometida.
El capitán Hunter, observando el horizonte, siente la mezcla de alivio y emoción ante la proximidad de tierra firme. Sus ojos reflejan la determinación que lo ha llevado a superar los desafíos del mar. Animando a la tripulación, insta a prepararse para el desembarco, marcando así el final de una travesía extenuante.
Urlof, pragmático y precavido, advierte sobre los posibles peligros que podrían aguardar en la isla desconocida. Su experiencia como hombre de mar le dicta la necesidad de la cautela, recordando que lo desconocido puede ser más peligroso que las tormentas en alta mar.
Mientras la tripulación se prepara para tocar tierra, en las profundidades de la nave, Jonn comienza a despertar de su letargo. La conexión entre su espíritu y su cuerpo se restablece lentamente, y la conciencia vuelve a él como el oleaje que besa la playa. La penumbra que lo envuelve comienza a disiparse, revelando la realidad de su entorno.
El Susurro del Mar, herido pero resistente, se aproxima a la isla misteriosa, marcando el inicio de un nuevo capítulo en la saga de estos intrépidos aventureros.
cierre de capitulo.
aun no desembarcan.