Las olas rompían con fuerza en la costa rocosa de la isla Eclipse, creando una sinfonía de sonidos que resonaba en los oídos de James Urlof, el Agrio. Parado en lo alto de un acantilado, su figura se recortaba contra el horizonte marino, mientras el viento agitaba su cabello y hacía flamear su desgastado sombrero de ala ancha.
James había llegado a la isla en busca de respuestas, un hombre marcado por su pasado en los mares y sediento de una nueva oportunidad. La noticia de la aparición de los mensajes cifrados de Olivier Levasseur había llegado a sus oídos, despertando su espíritu aventurero y desatando en él una irresistible curiosidad.
Con su mirada penetrante y sus arrugas marcadas por innumerables batallas, James contemplaba con fervor los barcos que se alineaban en el puerto cercano. Su corazón ansiaba el desafío y la libertad que solo el mar podía ofrecerle. Sabía que había perdido mucho en su vida como pirata, pero también estaba seguro de que aún le quedaba una última travesía por emprender.
Descendiendo del acantilado, James se adentró en el mercado que se extendía al lado del puerto principal. El bullicio de comerciantes, marineros y cazadores de tesoros llenaba el aire, creando una atmósfera vibrante y llena de energía. El aroma a especias y pescado fresco se mezclaba con el murmullo de las conversaciones y el tintineo de las monedas.
El Agrio caminaba con paso firme, su presencia imponiendo respeto a su paso. Su figura desaliñada y su mirada desconfiada ocultaban la astucia y experiencia acumuladas a lo largo de los años. Observó con detenimiento cada rincón del mercado, buscando pistas, información o cualquier indicio que pudiera guiarlo hacia el tesoro que tanto anhelaba.
Fue entonces que sus ojos se posaron en un anciano de barba blanca y mirada sabia que vendía mapas y brújulas en un pequeño puesto. Sus manos arrugadas manejaban con destreza los objetos, como si supiera más de lo que aparentaba. James se acercó con cautela, sintiendo la emoción palpitar en su pecho.
Comencemos un poco antes de zarpar...
Otra maldita e insulsa isla sin ningún aliciente; apenas me quedaban un puñado de monedas en la bolsa, del todo insuficientes para una buena borrachera y ya no digamos para que alguna buscona me hiciera caso, ni siquiera una de las menos agraciadas, con lo que mi miserable andar no podía ser más pesaroso. El único aliciente de que mis desgastadas botas me hubieran llevado hasta aquel recóndito paraje parecía agazaparse fuera de mi alcance: una nueva promesa de aventuras, tal vez la última que podría vivir en condiciones más o menos óptimas
Había que ser realista.
Estaba viejo. Aun era capaz de batirme en duelo y atravesar de lado a a lado a cualquier petimetre que me mirara por encima del hombro, pero era evidente que las fuerzas ya empezaban a flaquear en mi maltrecho cuerpo. Demasiados lances, demasiadas correrías y demasiados excesos. La vida de un respetable pirata no era larga y, en mi caso, había excedido la esperanza de vida de la mayoría... podía estar contento.
-¡Y una mierda contento!- maldije a la nada que se abría ante mí
Contento podría estar si mis desventuras me hubieran reportado grandes ganancias. Si dispusiera a mi antojo de una pequeña flotilla. Un único bajel aunque fuera con una recia tripulación más solo restaba lo puesto y la reputación, e incluso ésta última se desvanecía como la bruma matutina.
Si quería lo poco que me quedara feliz necesitaba un último gran evento que me encumbrara (O te mate, que será lo más seguro. Pero si lo hace, que sea a lo grande. Que tu nombre se recuerde con temor y reverencia... que se pueda encumbrar junto a los infames piratas de la historia sin parecer una nota a pie de página, pensé con el humor agriado, como de costumbre)
A mis pies se abría un mar de aventuras, literalmente, donde diferentes navíos aguardaban un guía avispado que los llevara a mejores y más prósperos puertos ¿sería yo ese supuesto navegante? Sonreí con desdén. Lo más seguro es que me pudriera en esta mal llamada isla viviendo de sobras de hombres más capaces o más afortunados que yo (Qué poético. El ocaso de mi vida lo pasaré en la isla Eclipse)
Descendí hacia el mercado con la firme convicción de sacarme las tripas antes que vivir aquel funesto final, haciendo gala de todo el aplomo que poseía, que no era poco, al pasar junto a las gentes del lugar. Siempre había alguien más fuerte, más rápido o más hábil pero ¿conocedor de más triquiñuelas? Lo dudaba. Aquella era mi mejor baza y estaba dispuesto a explotarla
Me aseguré de llevar bien cebada la pistola, la faltriquera oculta dentro de la camisa y el sombrero bien ajustado. Tenía el mejor, o peor, aspecto que era capaz de tener así que no quedaba más que buscar por donde empezar; de esta guisa me zambullí en el mercado observando con ojo crítico los puestos más opulentos, o mejor dicho a sus clientes, a la par que hacía desistir solo con la mirada a los rateros que posaban la vista en mí buscando una presa para sus ágiles dedos.
Aquí y allá las palabras y las monedas se entremezclaban sin pudor, permitiéndome mecerme en un ambiente conocido pero no por ello menos interesante hasta que al fin dí con algo que podría ser de utilidad, cautivándome más las formas comedidas que las baratijas que ofrecía en primer momento a la concurrencia.
Observé primero desde la distancia, tomándole el pulso al anciano sin acercarme para ver cómo se desenvolvía con apabullante soltura haciendo que el ojo experto detectara en él más de lo que aparentaba. Satisfecho con aquella primera impresión me acerqué a su puesto con el semblante neutro, ligeramente fruncido el ceño, que tanto me caracterizaba.
- ¿Vendes algo interesante, anciano, o solo son baratijas para los desesperados?- pregunté sin tapujos, dedicándole una deslustrada sonrisa donde un único diente dorado destacaba entre el malcuidado esmalte del resto de piezas - Estaba buscando material de cierta calidad y me preguntaba si tal vez aquí podría hallarlo...
A todo esto ¿tengo dinero en la bolsa o voy sin una misera moneda?
Ya fuera de partida... ¿cómo pones la música para que quede en pequeño y no se vea la pantalla completa del youtube? lo he intentado y no hay manera T_T
James Urlof se erguía en medio del bullicioso mercado, con su mirada penetrante y su actitud desafiante. Era como si el propio espíritu del mar hubiera encarnado en su figura, desgastada pero llena de experiencia y sagacidad. Su presencia imponía respeto, y los rateros se apartaban de su camino con miedo reverencial.
En su búsqueda de una última gran aventura, sus ojos se posaron en un anciano de aspecto humilde, pero que parecía ocultar más de lo que mostraba a simple vista. Desde la distancia, James lo observó moverse con destreza entre sus baratijas, despertando la curiosidad del veterano pirata.
Decidido a descubrir qué secretos escondía aquel misterioso anciano, James se acercó al puesto con su característica mueca deslustrada y entrecerró los ojos mientras hablaba con un tono sarcástico.
- ¿Vendes algo interesante, anciano, o solo son baratijas para los desesperados?- pregunté sin tapujos, dedicándole una deslustrada sonrisa donde un único diente dorado destacaba entre el malcuidado esmalte del resto de piezas - Estaba buscando material de cierta calidad y me preguntaba si tal vez aquí podría hallarlo...
El anciano, cuyos ojos brillaban con una chispa de complicidad, respondió con una voz ronca.
-No subestimes lo que mis baratijas pueden ofrecerte, joven aventurero. En este mercado, las apariencias engañan y el valor real se encuentra en las cosas menos evidentes. ¿Estás dispuesto a descubrirlo?
Una sensación eléctrica se extendió por su columna vertebral, como si las mismas olas del mar recorrieran su espinazo, llenándolo de una expectación palpable. Cada célula de su cuerpo vibraba en sintonía con el enigma que se presentaba ante él, incitándolo a seguir.
En viejo de níveo cabello gustaba de las frases a medias y los enigmas lo que, por algún extraño motivo, me provocó una sensación que bailoteaba entre el desazón y la curiosidad, justo como cuando veías a un navío enemigo y aprestabas los cañones. ¿Sería acaso allí donde encontrara un hilo del que tirar para poder enfrascarme en una última aventura que realmente valiera la pena? ¿Y qué sino, qué podía perder salvo tiempo?
Sonreí de medio lado. Tiempo era justo lo que me sobraba en aquellos momentos y, como mínimo, la conversación prometía no ser un tedio
- Si las apariencias engañan y aquí se halla el secreto de mi última gran alegría muestramela, anciano, y habrás encontrado en mí un hombre realmente agradecido que no dudará en sellar un pacto con el mismo diablo- declaré sin tapujos; no tenía sentido andarse con rodeos
Así que me acerqué más al puesto, casi a una distancia íntima con el tendero a fin que nuestra futura conversación no fuera escuchada por orejas ajenas, espantando a cualquier curioso con mi más agriada mirada con la clara intención de quedarme a solas con el viejo.
-Has logrado que me mi curiosidad supere mi desdén, y eso no es normal... demasiados engañabobos he visto ya para fiarme de cualquiera, así que yo también te aseguro algo. En mi caso las apariencias son tal y como se es en realidad, así que intenta engañarme con alguna sandez y te meto una bala entre las cejas- añadí tras meter la mano en mi casaca y provocar que un revelador bulto levantara ligeramente la casaca al ritmo de un característico "click"
Miré al hombre a los ojos dejando claro que no era un farol
-¿Tenemos trato?
Bartholomew, al ser amenazado de manera directa y contundente por James Urlof, se ve momentáneamente sorprendido por la actitud y las palabras del joven. Su expresión facial muestra una mezcla de cautela y evaluación, mientras sus ojos escudriñan los gestos y el comportamiento de James en busca de cualquier indicio de sinceridad o falsedad.
Después de unos instantes de tensión palpable, Bartholomew rompe el silencio con una sonrisa desafiante. Manteniendo la compostura, responde con voz firme:
-Eres audaz, James Urlof, eso no puedo negarlo. Tus amenazas son directas y tus palabras cargadas de determinación. Sin embargo, también sé cómo lidiar con personas como tú. No subestimes mi experiencia ni mi capacidad para descifrar a los demás.- Bartholomew se endereza, mostrando una postura firme y desafiante que refleja su propia confianza en sí mismo.
-Te concedo que has despertado mi curiosidad. Veremos si tus acciones están a la altura de tus palabras. No obstante, ten claro que si intentas traicionarme o jugar conmigo, las consecuencias serán igualmente graves para ti.
Ambos hombres se mantienen en una especie de duelo silencioso, donde el aire está cargado de desconfianza y tensión. La mirada de Bartholomew no se aparta de la de James, mientras ambos evalúan la situación y se miden el uno al otro.
Después de unos segundos que parecen eternos, Bartholomew finalmente asiente con la cabeza, aceptando de manera cautelosa el trato propuesto por James. -Trato hecho, James Urlof. Pero recuerda, la confianza se gana y se mantiene a base de acciones. Demuéstrame que eres digno de ella y tal vez podamos seguir adelante juntos en esta búsqueda.
Tras dudar un segundo Bartholomew lanza su propuesta, -Bien, si respondes el siguiente acertijo podré revelarte mi secreto, que podría llevarte a un gran tesoro.
En lo profundo de la Isla de los Secretos, en una cueva oculta, yace un antiguo tesoro. Solo aquellos que poseen el conocimiento adecuado podrán desbloquear su ubicación. Escucha atentamente, James, y encuentra la respuesta correcta:
En el mar soy reluciente y brillante, me acompañas durante el día y la noche constante. Sin mí, los navegantes estarían perdidos, mi reflejo en el agua guía sus destinos.
¿Qué soy?
El anciano no se amedrenta. Es más, casi parece desafiarme a que sea yo quien eche un paso atrás y me disculpe por mi osadía en lo que acaba convirtiéndose en un duelo de voluntades ¿llegará a más? Parece que, como poco, el tipo tiene redaños y añade una carta más a la jugada dejando claro que no soy el único es tomar represalias cuando las cosas se tuercen e intentan tomarme por un asno
Le sonrío complacido. Al fin alguien que habla mi idioma
Un nuevo "click" procedente de la pistola y la aparición de mi mano del falso bolsillo de mi casaca denotan que el tal Bartholomew se ha ganado, como poco, mi respeto y no merece más que ser tratado como un igual. Al menos hasta que me demuestre y lo contrario y que se jacta en vacías bravatas para captar a incautos a los que desplumar
- Me parece justo. Yo no te hago perder el tiempo y tú a mí tampoco. Si alguno falta a su palabra lo lamenta- el relucir de mi único y deslustrado diente dorado vuelve a brillar unos segundos cuando una sonrisa, esta vez sincera, aflora en mi avejentado rostro por vez primera desde hace mucho tiempo. La vida está llena de decepciones y, al menos parece que esta vez, no va a ser una de ellas
Escucho con atención el enigma de mi interlocutor, tomándome mi tiempo para reflexionar y sopesar las opciones dándole vueltas al asunto
- Mmmm...- murmuro para mí mirando con fijeza al viejo - Reflejo en el mar... guía a los marineros... tanto de día como de noche lo acompaño... - sigo diciendo entre dientes mesándome la rebelde perilla - Me inclinaría a decir que una estrella, ya que el Sol es una y su reflejo a través de la luna me acompaña de noche y sin ellas no sabríamos hacia donde navegar... salvo por una brújula- añado torciendo el gesto - Pero no lanza reflejo alguno
Doy un par de pasos en una dirección, otros dos de vuelta y encaro a Bartholomew.
-Una estrella, que diablos- mascullo un tanto contrariado por no tenerlo del todo claro más harto de dudar.
Bartholomew observa a James Urlof con una mirada penetrante mientras escucha su razonamiento sobre el enigma planteado. Una leve sonrisa se forma en sus labios arrugados, revelando una pizca de admiración por la astucia del hombre frente a él.
-Has logrado dar con la respuesta correcta, buen hombre - responde Bartholomew con un tono grave y respetuoso. -La estrella es el reflejo celestial que guía a los marineros en su travesía por el mar, tanto de día como de noche. Tu respuesta muestra perspicacia y conocimiento, pero recuerda que la estrella mas importante para los marineros es la estrella polar o del norte como otros le dicen.
El anciano saca del bolsillo de su desgastada chaqueta una pequeña caja de madera tallada con intrincados diseños marinos. La abre lentamente y revela un objeto brillante en su interior. Era una estrella de mar, delicadamente conservada y protegida.
-Por tu ingenio y habilidad, te entrego este símbolo marino - dice Bartholomew extendiendo la caja hacia James. -Es un amuleto que te otorgará la protección de los mares en tu travesía. Guárdalo y úsalo con sabiduría, pues te ayudará a sortear los desafíos que encontrarás en tu búsqueda.
Bartholomew guarda silencio por un momento, su mirada se vuelve intensa. -Pero ten cuidado, James Urlof. Los mares son implacables y no perdonan la imprudencia. El tesoro que buscas no es solo riqueza, sino también peligro y secretos ocultos. Prepárate para afrontar lo desconocido y mantén tus oídos y ojos alerta. Puede que tu camino se cruce con el de otros navegantes en busca de la misma fortuna.-
El anciano se levanta de su asiento, toma una pipa de su bolsillo y la enciende con parsimonia. Una bocanada de humo se eleva hacia el techo mientras mira fijamente a James. -Ahora, ve y sigue tu destino, marinero audaz. Que los vientos te sean favorables y las estrellas te guíen en tu camino. El Forjador estará al tanto de tus acciones. Puede que nuestros caminos se crucen nuevamente en el vasto océano.
Bartholomew se da media vuelta y se aleja, dejando a James con la respuesta en sus manos y un nuevo desafío por delante.
Puedes hacer una tirada para investigar el objeto.
ya estamos por terminar el prologo.
Parece que finalmente el enigma ha sido descifrado con éxito y ello me reporta un curioso obsequio por parte de mi interlocutor ¿Una estrella de mar? - Muy apropiado- comento con curiosidad mientras la tomo en mi mano y le doy vueltas con cuidado, observando cada uno de sus rasgos. El cómo va a ayudarme semejante objeto en mis viajes me tiene realmente desconcertado más en mis años como marino he visto y oído cosas que nadie creería, con lo que darle crédito a semejante aseveración no es del todo descabellado
Alzo los ojos del peculiar objeto cuando menciona a los posibles competidores, enarcando una ceja mientras lo miro circunspecto.
-¿Acaso sabes de alguien más que vaya tras la pista o es solo una advertencia por lo que pueda venir?- es evidente que no me hace gracia que otros estén husmeando en este asunto pero ¿cómo no hacerlo con todo lo que se ha dicho al respecto? - Tendré los ojos bien abiertos y el oído aguzado, más pobre del que intente jugármela. Este viejo perro aun puede morder, aunque le queden pocos dientes- añado mientras guardo la cajita entre mis pertenencias, a buen recaudo de fisgones y golfos
Me coloco como es debido mi deslustrado sombrero y, con un ligero toque en la punta al más puro estilo de los nobles que tanto se estila ahora, me despido del anciano
- Si tu ayuda me sirve para lograr mi cometido y nos volvemos a ver ten por seguro que sabré agradecerlo. James Urlof es muchas cosas, pero sabe agradecer todo cuanto se le da en igual medida... sea bueno o malo- y con aquella coletilla me doy la vuelta y me encamino hacia la zona del puerto.
Si deseo dejar esta isla y encontrar algo de provecho, con o sin la ayuda de la estrella recién obtenida, necesitaré embarcarme y dudo que en el mercado logré encontrar un bajel idóneo para tal cometido
Motivo: estrella de Bartholomew
Dificultad: 15
Habilidad: 7
Tirada: 4 4 8
Total: 4 +7 = 11 Fracaso
La tirada no se exactamente en base a qué hacerla y con qué dados... tiro ocultismo, investigación...D20, D100?
Si, has una tirada de ocultismo, ya esta configurado el dado, es en Dado del medio, en habilidad le pones tu habilidad en ocultismo o el total ya con los modificadores (total de 7), sera difucltad normal (15).
El viento salado soplaba con fuerza mientras Bartholomew, el viejo lobo de mar, observaba a James Urlof con detenimiento. Conocedor de los secretos que la estrella de mar encerraba, el anciano veía cómo el joven marino se deleitaba con su obsequio, ajeno a las incógnitas que envolvían aquel místico objeto.
El ruido y el bullicio de la taberna apenas llegaban a los oídos de Bartholomew mientras se sumergía en sus pensamientos. Las palabras de James resonaban en su mente, y una sonrisa ladina se dibujaba en su rostro curtido por los años de navegación.
"James Urlof, joven y valiente, todavía no te das cuenta del verdadero valor que yace en tus manos", pensaba Bartholomew mientras daba una calada a su pipa, dejando escapar una nube de humo perfumado.
El veterano pirata sabía que los secretos de la estrella de mar no debían ser desvelados a la ligera. Observaba cómo Urlof, en su afán por descifrarlos, se debatía en un mar de dudas y desconcierto. Quería advertirle, protegerlo de los ojos curiosos y los oídos inoportunos que podrían estar escuchando en aquel mismo momento.
Con paso sigiloso, Bartholomew se acercó a James, colocándose junto a él. Su voz, cargada de la gravedad de los océanos, susurró al oído del joven marino.
-James, mi joven audaz, te advierto que los secretos de esa estrella no deben ser desvelados en público. Hay oídos y miradas acechando, deseosos de obtener lo que ahora posees. Busca un lugar seguro, uno donde las paredes guarden sus propios secretos, o encuentra a alguien con la habilidad de descifrarlo. He oído hablar de un joven llamado William Hunter, se hizo con un buen barco, 'El Susurro del Mar'. Tal vez él pueda llevarte a donde la estrella te guiara.
Los ojos del anciano se entrelazaron con los de James, transmitiéndole una mezcla de advertencia y complicidad. Sabía que aquel joven marino estaba a punto de embarcarse en una aventura que lo llevaría a las profundidades desconocidas del océano.
- seguramente encontraras a William Hunter en 'La Sirena Embrujada'-, continuó Bartholomew en un tono grave y misterioso. -Allí encontrarás a tu posible aliado, el hombre con el conocimiento necesario para guiar tus pasos. Pero sé cauteloso, James, pues los vientos del destino pueden ser traicioneros-.
El viejo lobo de mar se alejó, desapareciendo entre las sombras, dejando a James Urlof con sus pensamientos y la promesa de un encuentro con un nuevo personaje que podría desentrañar los enigmas ocultos en la estrella de mar. Mientras tanto, Bartholomew continuaría navegando en su propia búsqueda de aventuras, manteniendo un ojo atento a los pasos del joven marinero en el horizonte incierto del mar.
El tiempo de los audaces navegantes estaba a punto de florecer una vez más, y el destino los llevaría a encontrarse en el momento justo, en el lugar donde los hilos del destino se entretejían con la pasión de los mares embravecidos.
con tu siguiente post terminamos tu prólogo!
Escucho con atención las palabras del viejo mientras cierro de golpe la cajita, guardándola con aun más ahínco que el tenía intención; al parecer no va a tratarse de una simple bagatela y puede que incluso esas historias que circulan, mitad fantasía mitad invención tengan algo de verdad
¿Así que había que desvelar el secreto de la estrella antes de lograr llegar al final de aquella misteriosa aventura que cada vez tironeaba más de mí? Todo aquel sinsentido parecía juguetear conmigo cual viento caprichoso que insiste hasta lograr arrancarte el sombrero pero no por ellos menos agradable en una tórrida tarde de verano.
-¿Así que Will Hunter, eh?- dije con una mirada afilada -¿Y tiene un barco y puede estar dispuesto a llevarme? Interesante... Veamos qué precio pone o qué lo motiva a querer ayudarme...- añadí mientras añadía a mi lista mental el nombre de aquel hombre, junto a su posible paradero.
- Que los vientos te sean propicios, anciano- me despedí de Bartholomew poniendo rumbo ya no a los muelles sino al interior de aquel entramado de casuchas destartaladas. (¿La Sirena Embrujada? Un nombre muy revelador sobre lo que esperar de este embrollo... no me sorprendería toparme con una si es una maldita estrella la que me tiene que guiar... ¿qué será lo próximo, un pez parlanchín?, pensé mientras renqueaba en busca del susodicho establecimiento