El rugido del mar se intensifica a medida que la tormenta comienza a tomar fuerza. El cielo se oscurece con nubes amenazadoras, y las primeras gotas de lluvia fina empiezan a caer sobre la cubierta del barco, mezclándose con el sudor y la sangre de los combatientes. La tensión en el aire es palpable, mientras cada hombre lucha por su vida y su honor.
El Capitán Smoker, a pesar de estar herido, mantiene una postura defensiva impecable. Con una destreza asombrosa, bloquea los ataques de Kennard y Urlof, sus movimientos precisos y calculados. Sin embargo, William, con una determinación feroz, logra encontrar una apertura y asesta otro golpe, arrancando un gruñido de dolor de Smoker.
—¡Mis heridas son insignificantes comparadas con mi determinación, piratas! —responde Smoker, su voz llena de furia mientras continúa bloqueando y contragolpeando. Con un movimiento ágil, lanza un espadazo que corta a Kennard en el brazo, haciéndolo retroceder momentáneamente.
Kennard, herido pero aún desafiante, apenas tiene tiempo para reaccionar cuando ve a Urlof, enfurecido por el daño infligido a sus compañeros, lanzarse hacia Smoker con un grito de rabia. El Capitán de la Marina, con una frialdad calculada, espera el ataque y en el último momento desvía el golpe de Urlof, atravesando su vientre con su sable modificado. El filo atraviesa el cuerpo de Urlof y sale por su espalda, dejando una estela de sangre en el aire.
Urlof cae al húmedo suelo de la cubierta, su cuerpo temblando de dolor mientras Smoker retira su sable con un movimiento rápido. La lluvia empieza a caer con más intensidad, mezclándose con la sangre y creando un escenario de caos y desesperación.
—¡Uno menos! —grita Smoker, su voz resonando sobre el estruendo de la tormenta. —¡No sois rivales para mí!
Mientras el combate continúa, el barco se balancea violentamente con las olas crecientes, y los marineros observan desde la distancia, temerosos de intervenir por la amenaza de su implacable capitán. La batalla por el tesoro y la supervivencia se vuelve cada vez más desesperada, mientras el furor de la tormenta se desata con toda su fuerza.
Motivo: ataque a Kennard
Dificultad: 16
Habilidad: 18
Tirada: 5 5 8
Total: 5 +18 = 23 Éxito
Objetivo: Daño a Kennard
Tirada: 1d6
Modificador: 5
Tirada: 1
Total: 1 +5 = 6
Motivo: 2nd ataque vs Urlof
Dificultad: 20
Habilidad: 18
Tirada: 2 3 9
Total: 3 +18 = 21 Éxito
Objetivo: Daño a Urlof
Tirada: 1d6
Modificador: 5
Tirada: 6
El dado ha explotado: 6
El dado ha explotado: 1
Total: 13 +5 = 18
Kennard 6 puntos de daño
Urlof se encuentra inconsciente al filo de la muerte
William dudó unos segundos cuando vio caer a Urlof, pero sabía que la única manera de salvarle la vida, y también salvar la suya; era terminando con aquel capitán. Mientras antes le dieran muerte, antes podrían tratar a su compañero. William aprovechó la celebración de Smoker para volver a asestarle otro tajo.
— ¡No cantes victoria tan pronto, esto todavía no ha terminado! ¡Kennard, vamos, a por él!
Motivo: Ataque
Dificultad: 19
Habilidad: 0+14
Tirada: 6 6 9
Total: 9 +14 = 23 Éxito
Objetivo: Daño a Smoker
Tirada: 1d6
Modificador: 3
Tirada: 2
Total: 2 +3 = 5
5 puntos de daño.
William: PV 9/24
Aquel hombre era casi imparable. Por más que le asestaran tajos infinitos seguía en pie, soportando cualquier rasguño y acabando con los tres piratas uno por uno.
—¡No lo permitiré, sabandija! ¡Vais de buenos hombres, pero tan solo sois unos ladronzuelos! ¡El mar me acompaña, yo soy pirata y jamás encontré un ladrón como lo eres tú, capitán Marina!
Con cada palabra hacía el esfuerzo de rajarle en una zona vital para así doblegarle ante la caída de Urlof
Motivo: Armas de Filo
Dificultad: 19
Habilidad: 11
Tirada: 3 6 8
Total: 6 +11 = 17 Fracaso
Objetivo: Smoker
Tirada: 1d6
Tirada: 1
Total: 1 = 1
+3 = 4
La tormenta se desata con una furia inusitada. Relámpagos iluminan el cielo, y truenos ensordecedores sacuden el barco. Las olas se estrellan contra la embarcación, haciéndola crujir y tambalearse bajo la intensidad del temporal. El agua salada se mezcla con la lluvia, creando un ambiente caótico y peligroso en la cubierta del barco.
En medio de este caos, la batalla alcanza su clímax. Smoker, con la cara ensombrecida por la determinación y el dolor, se enfrenta a William y Kennard con una fiereza sobrehumana. Los sables chocan en una danza mortal, y cada golpe resuena con la furia de la tormenta. Smoker, a pesar de sus heridas, logra asestar cortes a William y Kennard, cada uno de sus movimientos una prueba de su habilidad y resistencia.
William, con el rostro ensangrentado y los músculos tensos por el esfuerzo, no se detiene. Sus ojos reflejan una mezcla de furia y esperanza, una llama que no se apaga a pesar de la adversidad. Cada estocada que lanza, cada bloqueo que realiza, es un paso más hacia la victoria que ansía.
Kennard, herido pero implacable, lucha con la misma determinación. Su espada se mueve con una precisión mortal, buscando cualquier apertura en la defensa de Smoker. A pesar de los cortes que recibe, sigue adelante, impulsado por una fuerza interior que se niega a ser vencida.
Urlof, tirado en la cubierta, se debate entre la vida y la muerte. Su respiración es débil, y su visión se nubla por el dolor y la pérdida de sangre. Aun así, el eco de la batalla a su alrededor lo mantiene consciente, una última chispa de lucha en sus ojos.
La intensidad del combate crece con cada segundo. Los movimientos de Smoker se vuelven más desesperados, sus golpes más violentos. Los piratas, sin embargo, se mueven con una sincronización casi perfecta, sus ataques convergiendo en un asalto imparable. Smoker ve algo en sus ojos, algo que lo hace vacilar por un instante, una determinación inquebrantable que refleja su propia lucha interna.
Con un último esfuerzo, William y Kennard lanzan sus ataques finales. William perfora el costado de Smoker con su espada, mientras Kennard atraviesa su hombro. El capitán de la Marina cae de rodillas, su cuerpo finalmente cediendo a las heridas y al agotamiento.
El viento aúlla y la lluvia golpea con furia, pero en medio de la tormenta, el capitán Smoker levanta la cabeza, su mirada llena de una mezcla de resignación y respeto.
—Malditos sean... —murmura, con la voz ronca por el dolor. —Luchan con la misma tenacidad de la tormenta. Tomen lo que han venido a buscar... y váyanse. Pueden tomar un bote salvavidas... y desaparecer de mi vista.
Los piratas, jadeantes y heridos, observan al capitán de la Marina, reconociendo en él un digno oponente. La batalla ha sido ganada, pero el precio ha sido alto. Mientras la tormenta empieza a amainar, se preparan para llevarse el cofre que tanto ansiaban y encontrar un bote que los llevará lejos de este infierno marítimo.
El barco se mece suavemente mientras los truenos se alejan, dejando un eco de la batalla épica que se ha librado en su cubierta. Los piratas, victoriosos pero marcados por la lucha, se dirigen hacia su destino, dejando atrás a un enemigo formidable y a un amigo caído.
Kennard se incorporó con dificultad, sus músculos ardían y la herida en su costado sangraba aún, pero la adrenalina de la victoria le impulsaba a seguir en pie, con la esperanza de que sus sueños se cumplan. Con una sonrisa amarga, se acercó al tesoro, ese cofre tan deseado que ahora parecía brillar con una luz propia, como un faro en medio de la tempestad. Con un gesto de cabeza, indicó a Hunter que levantara a Urlof mientras él se agachaba para recoger el cofre, sus dedos enguantados cerrándose firmemente alrededor de las asas metálicas.
—Bien, muchachos, es hora de retirarse de esta fiesta mari, marina —dijo con una chispa en sus ojos cansados—. Buena batalla, no lo negaré... y si desaparecemos tranquilos algún día recibirás una recompensa. «Wynnee», nunca lo olvides.
Sin más demora, Kennard cargó el cofre y, tambaleándose un poco por el movimiento del barco, se dirigió hacia el bote salvavidas, decidido a salir de allí y dejar la batalla y la tormenta atrás.
Motivo: Advertir
Dificultad: 0
Habilidad: 12
Tirada: 1 2 6
Total: 2 +12 = 14 Éxito
Motivo: Navegar
Dificultad: 0
Habilidad: 7
Tirada: 1 7 10
Total: 7 +7 = 14 Éxito
Todo había terminado, pero con un alto precio: Urlof había caído. Aquel hombre había demostrado agallas desde un primer momento, y su pérdida pesó en el corazón de William. Tenía claro que no podría dejarlo allí, para que lo tiraran al mar y fuera pasto de los tiburones. Estaba claro que el tesoro era su prioridad, pero en aquella chalupa había hueco para su cuerpo.
— Te honra reconocer la derrota — le dijo a Smoker —, la muerte solo te hubiera traído sufrimiento.
Sin dejar de apuntarle con el sable, William esperó a que Kennard se hiciera con la recompensa. Se agachó para echar a Urlof a hombros y salir de allí. Lo habían conseguido. Ahora solo era cuestión de salir de allí para cantar victoria.
La tormenta finalmente comienza a ceder. Las furiosas olas se calman, los relámpagos se espacian y el estruendo de los truenos se desvanece en la distancia. La lluvia, que caía como una cortina impenetrable, se convierte en una suave llovizna. El mar vuelve a su ritmo natural, dejando que el barco de la Marina se balancee suavemente bajo el cielo despejado.
Kennard, con el cofre firmemente sujeto, y William, cargando a un inconsciente Urlof, se dirigen hacia el bote salvavidas. Smoker, arrodillado en la cubierta, observa en silencio mientras los piratas se preparan para abandonar el barco. Su expresión es una mezcla de dolor y resignación, pero también de respeto por aquellos que lograron lo imposible.
—Lucharon bien, piratas —dice Smoker, su voz apenas audible sobre el suave rugido del mar—. Algún día... tal vez nos volvamos a encontrar.
Sin más palabras, William y Kennard aseguran a Urlof en el bote y se alejan del barco de la Marina. El viaje es arduo, pero la determinación de los piratas es inquebrantable. Con cada remo, se acercan más a su libertad, dejando atrás el caos y la batalla.
Durante el trayecto, logran estabilizar a Urlof. Sus heridas son profundas, pero con los cuidados y el vendaje improvisado, su respiración se vuelve más regular. Poco a poco, sus ojos se abren, y un débil destello de vida regresa a su mirada.
—Lo logramos, amigo —murmura William, apretando el hombro de Urlof con gratitud. —Lo logramos.
Una vez seguros en el bote, con el mar en calma y la tormenta en retirada, los tres piratas se concentran en su preciado botín. Kennard coloca el cofre en el centro del bote, y juntos, con una mezcla de anticipación y reverencia, levantan la tapa.
El interior del cofre reluce con un resplandor propio. Diamantes y gemas de diversos colores descansan en el fondo, reflejando la luz del amanecer en un espectáculo de destellos y brillos. Pero lo más sorprendente es una fruta peculiar en el centro del cofre. Su cáscara parece simular llamas danzantes, como si estuviera viva y ardiendo sin consumir.
Kennard toma la fruta con cuidado, sintiendo una extraña energía emanando de ella. Junto a la fruta, una inscripción grabada en el interior del cofre llama su atención:
"Aquel que ose comer la fruta del diablo, desatará un poder inimaginable. Pero cuidado, pues con cada bocado, se sella un pacto eterno, y el precio a pagar podría ser más oscuro que la misma muerte."
Las palabras resuenan en el aire, cargadas de misterio y advertencia. Los piratas se miran entre sí, comprendiendo el poder y el peligro que tienen entre manos. La promesa de la fruta es tentadora, pero su advertencia es clara.
—Entonces, esto es lo que buscábamos —murmura Urlof, aún débil, pero con una chispa de curiosidad en sus ojos. —¿Quién se atreverá a hacer el pacto?, comento mientras esperaba la reacción de sus compañeros, esperando el momento de hincarle el diente y probar si lo que decía esa inscripción era cierto.
El bote se mece suavemente mientras el amanecer ilumina el horizonte.
William tira defensa mental.
William esperó pacientemente a que Urlof terminara de leer aquella inscripción. Parecía que aquel objeto era más poderoso de lo que había imaginado, siempre que hubiera algo de cierto en lo que decía. El capitán sabía que si aquel pacto se sellaba y no salía bien, sería el peor de los finales, a pesar de que el poder que prometía fuera algo... bueno.
— No he esperado tanto tiempo para ser poseído por algún tipo de magia o hechicería... si este es el tesoro que hemos venido a buscar... Creo que no es para mí — comentó el capitán con franqueza y decisión.
Motivo: Defensa mental
Dificultad: 0
Habilidad: 14
Tirada: 4 8 9
Total: 8 +14 = 22 Éxito
Meter la mano dentro de aquel cofre lleno de tesoros fue la representación de sus anhelos cumplidos, aunque parcial momentáneo, pues el pirata ya sabía que solamente significaba un medio para cumplir sus verdaderos sueños: reunirse de nuevo con su amada Martha en un palacio solo para ellos y su futura descendencia.
—Mis sueños residen en otro lugar, no en un poder maldito —dijo con sensatez, mientras acariciaba un zafiro—. Urlof, ¿usted no quería convertirse en el rey de los mares? Esa fruta podrá concederte ese deseo. En otro caso... podemos devolvérselo al capitán Marina, por las molestias... para que olvide nuestros nombres y jamás nadie nos moleste nunca más en nuestra morada.
Mientras la tormenta disminuye lentamente y el bote salvavidas se aleja del barco de la Marina, los tres piratas respiran aliviados por la victoria. Sin embargo, la tensión persiste en el aire. Urlof, herido pero estable gracias a los esfuerzos de sus compañeros, se incorpora lentamente, con los ojos fijos en el misterioso cofre que ahora yace abierto ante ellos.
La inscripción en el cofre resuena en su mente, "Aquel que ose morder la fruta del diablo, desatará un poder inimaginable. Pero cuidado, pues con cada bocado, se sella un pacto eterno, y el precio a pagar podría ser más oscuro que la misma muerte."
La tentación brilla en los ojos de Urlof mientras observa la fruta. Su apariencia es intrigante, con una cáscara que simula llamas danzantes. Urlof siente un fuerte impulso, una voz interior que le dice que debe tomar el riesgo. Después de todo, su vida ha sido una búsqueda constante de aventuras y redención.
—He llegado hasta aquí buscando una verdadera aventura — dice Urlof, con un tono cargado de emoción. —Mi vida ha sido larga, y este viaje es mi último gran desafío. Si esta fruta puede concederme el poder de convertirme en el rey de los mares, entonces vale la pena el riesgo.
Mientras Urlof sostiene la fruta, William siente un calor extraño emanando del anillo que le dio el Forjador. El metal se calienta tanto que quema su piel, aumentando la tensión en el pequeño bote.
—Urlof, espera... —advierte William, pero es demasiado tarde.
El anillo brilla intensamente y William se ve atrapado en un trance. Una visión lo envuelve, mostrando al Forjador con una mirada fría y calculadora. —Mátalos y tráeme esa fruta.— ordena el Forjador con una voz de acero.
William despierta del trance empuñando su espada, el impulso de obedecer la orden es casi incontrolable. Sin embargo, con una fuerza de voluntad increíble, resiste y el anillo se desintegra en su dedo, dejando una quemadura negra.
Urlof, también en trance, ve ante él a Olivier Levasseur. La figura legendaria le habla con una voz que parece provenir de las profundidades del tiempo.
—Urlof, esto es solo el comienzo de tu viaje. Ahora tienes la oportunidad de ir a los confines del mundo y convertirte en el Rey de los piratas y los 7 mares. Viaja hacia el norte, donde se dice que la tierra acaba, y busca el camino a mi legado. Tu verdadero destino aún está por descubrirse.
Urlof despierta con un sobresalto, la visión todavía fresca en su mente. Mira a sus compañeros con ojos llenos de determinación.
—Levasseur me habló — dice Urlof, con una voz firme. —Me dijo que esto es solo el comienzo y que debo viajar hacia el norte. Es nuestro próximo destino.
Desesperado por probar el poder prometido, Urlof intenta utilizar sus nuevos dones, pero nada sucede. La frustración se apodera de él, y lanza un grito de rabia, hasta ahora no habia notado que sus heridas se habían cerrado.
—¡Hago más daño con mi sable que con este supuesto poder!
En un arrebato, Urlof lanza un corte al aire con su espada. De repente, una gran llama sale del sable, iluminando la noche y sorprendiendo a todos.
Con esto cerramos, ultimo post para sus personajes y que es lo que planean hacer para yo hacer mi último post, mas como epilogo.
Una sensación extraña se apoderó de William en aquel momento del bote. Parecía que todo lo que habían conseguido, se podía esfumar por una decisión. La vida pirata era así, elegir el camino incorrecto te podría traer las peores consecuencias. Pero el capitán supo mantenerse en su lugar cuando aquella voz que se reflejó en el anillo, casi se apodera de él.
— ¿El norte? ¿Qué hay en el norte, Urlof? — preguntó el capitán con desconfianza.
Miró aquella marca durante unos segundos para cerciorarse de que había sido real. ¿De verdad había ocurrido? Sin duda, era un acontecimiento de lo más extraño. William miró al horizonte y después se dirigió hacia Kennard.
— Sé que tienes otros planes, pero yo iré al norte. Si quieres acompañarnos, sabes que eres más que recibido. Pero entenderé que tu destino tiene otro final. Has sido un gran compañero.
William no tenía un rumbo fijo. Como hacia aquellas semanas que había entablado contacto con El Forjador, iba y venía en busca de aventuras. Y, si tendría que dirigirse al norte para seguir encontrando respuestas, lo haría, pues así era el capitán William Hunter, un hombre que no descansaría hasta que su cuerpo y su mente lo dejaran postrado en la esquina más oscura de una taberna.
Pero, para eso, aun quedaba mucho tiempo.
Kennard se encontraba de pie en el bote salvavidas, observando el horizonte con una sonrisa socarrona mientras la tormenta se disipaba lentamente. El agua salada salpicaba su rostro y el viento agitaba su cabello. Cuando Urlof habló de la fruta del diablo y sus promesas de poder, Kennard sintió la tentación en sus ojos brillantes. La vida de pirata era una serie constante de elecciones difíciles y cada una podía cambiar el destino de manera irreversible. Mientras William hablaba de su decisión de ir al norte, algo dentro de Kennard se encendió. Había comenzado este viaje con la intención de redimirse y arreglar su pasado, pero las aventuras vividas junto a estos hombres habían reavivado su espíritu. El llamado del norte, de un nuevo desafío, de un destino aún por descubrir, era irresistible.
—Compañeros... —dijo Kennard, con su característica sonrisa llena de amargura—. ¡No puedo dejar que os embarquéis en esta aventura sin mí! He vivido muchas cosas, pero nada como lo que hemos compartido juntos. Si el norte es nuestro próximo destino, entonces allá vamos. ¡Por la gloria y la libertad de los piratas!
Urlof escuchó atentamente las palabras de sus compañeros, sintiendo una mezcla de gratitud y resolución en su corazón. La lealtad y el coraje de William y Kennard le daban fuerzas, mientras el poder de la fruta del diablo ardía dentro de él, listo para ser desatado.
—Agradezco vuestras palabras, compañeros —dijo Urlof, su voz resonando con una nueva fuerza. —No puedo expresar lo que significa para mí saber que estamos juntos en esto. En mi visión, Levasseur me reveló algo más allá de nuestra imaginación. Hay un tesoro en el norte que eclipsa cualquier cosa que hayamos soñado. Y ahora, con este poder, podemos alcanzarlo.
Para demostrar su punto, Urlof levantó su espada, y una vez más, una llama intensa y brillante brotó de la hoja, iluminando la noche y llenando de asombro a sus compañeros.
—¡Miren esto! ¡El fuego obedece mi voluntad! —exclamó Urlof, fascinado y ansioso por explorar más de sus nuevas habilidades.
Con renovada determinación, el grupo puso rumbo a la isla donde su barco los esperaba. Durante el trayecto, Urlof continuó experimentando con su poder, creando y manipulando fuego a voluntad. El aire estaba cargado de una energía palpable, un presagio de las grandes cosas que estaban por venir.
Ya a bordo de su confiable navío, los piratas se prepararon para zarpar hacia el norte. Mientras el barco se deslizaba sobre las olas, cada uno de ellos reflexionaba sobre el camino que habían recorrido y el destino que les esperaba. La promesa de un tesoro incomparable y la aventura en tierras desconocidas los llenaba de un fervor indomable.