Por favor, enviad únicamente la historia de vuestro personaje, y recordad hacerlo solo para el director. Si necesitais preguntar otras cosas, hacedlo en el off-topic.
Como no podréis editar el mensaje, si queréis aclarar algo de la historia o queréis rehacerla, haced otro post. Yo lo tendré en cuenta todo.
Darren Visale
Edad: 24 Años, nacido el 9:06 Altura y Peso: 1.78, 81kg.
Sexo: Varón. Color ojos: Verdes
Color pelo: Castaño muy oscuro Color de piel: Claro.
La oscuridad se cierne sobre el castillo de Pináculo, los estandartes de los Cousland ondean, como si un fuerte viento los azotase, pero no hace viento. En los callejones, las sombras se mueven como si un gran incendio devorase la fortaleza con sus llamas temblando y bailando en la brisa nocturna, pero no hay un solo fuego… El temor atenaza mi pecho, y con decisión camino cada vez mas rápido en dirección al gran salón. Por el camino, los cadáveres de la guardia y de los criados están por el suelo, no se ven heridas, pero sé que han muerto en combate… los caídos en combate siempre tienen un aspecto peculiar, indistintamente de las heridas. Finalmente llego al gran portón del salón, por desgracia, las puertas del mismo ya han sido derribadas… nada más atravesarlas, veo el cadáver de Ser Gilmore, caballero de Pináculo como yo y el mejor de los caballeros del Teyrn Bryce Cousland... Echo a correr en dirección a los aposentos de mi señor, pero entonces oigo los ladridos del Mabari del más joven de los hijos del señor procedentes de la despensa… Me dirijo hacia allí y, al asomarme a la puerta, mis ojos se desencajan con horror al hallar a Lord Bryce y Lady Eleanor muertos en el suelo… Entonces el viento me sacude con fuerza, los estandartes de los Cousland ondean y son arrancados de sus mástiles, para ser reemplazados por los del Arl Rendon Howe…
Sobresaltado y empapado en sudor, me despierto echando mano a mi espada, pero me tranquilizo al ver que era sólo un sueño… el mismo sueño otra vez, y me doy la vuelta tratando de conciliar el sueño una vez más, pues aun no ha amanecido. No obstante, el sueño no viene a mí, pues la pesadilla se repite vívidamente en mi mente, ahora que estoy despierto, con sangre y fuego incluidos.... Desde que mis padres me enviaron a servir como paje para el Teyrn Bryce a la edad de 10 años, los Cousland fueron como padres para mí, y sus hijos fueron como mis hermanos. Durante 9 años entrené junto a los jóvenes Fergus y Aedan Cousland, y junto a Ser Gilmore, el escudero del Teyrn, y mi mejor amigo.
Al poco de cumplir los 19 años, la tragedia azotó Ferelden, pues el rey Maric, nuestro amado líder que nos guió hacia la libertad frente al imperio orlesiano, murió en el mar. Como Teyrn de Pináculo, Bryce tuvo que acudir a los funerales a la capital, Denerim, y su familia y sus mejores hombres le acompañamos. Allí asistimos también a la coronación del hijo de Maric, Cailan, poco mayor que yo mismo, como nuevo rey de Ferelden. Fue poco después, a la vuelta a Pináculo, cuando mi señor nos nombró caballeros a Ser Gilmore y a mi.
Ahora, tras 5 años sirviendo al Teyrn como caballero ungido, llegan espantosos rumores procedentes del sur. Los engendros tenebrosos han invadido la Espesura de Korcarii, y los guardias grises afirman que se trata de una nueva ruina, aunque nadie lo sabe con certeza pues no se ha visto ningún archidemonio. El joven rey Cailan ha movilizado sus tropas hacia la fortaleza de Ostagar acompañado por el famoso Teyrn Loghain, que sirviese en la guerra junto a su padre y considerado ahora héroe de Ferelden. Las tropas de todos los señores han sido convocadas para unirse al ejército del rey en los próximos días.
Yo fuí enviado por mi señor a Risco Rojo, donde esperaba que hiciese de enlace entre el Arl Eamon y él mismo. Pero al poco tiempo de llegar el Arl calló misteriosamente enfermo, y su esposa, desesperada, envió a todos los caballeros disponibles en busca de una leyenda, las cenizas de la sagrada Andraste, que en teoría curarían los males de su marido. Mi camino me llevaba hacia Denerim, donde esperaba encontrar alguna información en sus bibliotecas… cuando, a 3 días de mi destino, viajando por el camino del oeste que bordea el bosque de Brecilia, un viajero desharrapado y cansado me informó del desastre: El Arl Howe, vasallo de los Cousland, había traicionado a mi señor, tomado por sorpresa la fortaleza y asesinado al Teyrn y la Teyrina mientras Fergus lideraba las tropas de los Cousland hacia Ostagar para acudir al llamamiento del rey. Desde entonces ésta pesadilla no para de repetirse, lo cual me apartó durante dos días de dolor de mi misión, pues ofuscado volví sobre mis pasos para buscar a Howe. Finalmente, ayer, la cordura volvió a mi y retomé el camino hacia Denerim, pues soy Darren Visale, caballero de Pináculo, y aunque sea el último de los mismos que quede con vida, cumpliré con mi misión primero, y sólo después buscaré venganza… “Somos Cousland, hacemos lo que se debe hacer” resuenan en mi cabeza las palabras que el Teyrn repetía tan a menudo a sus hijos... y eso haré, primero haré lo que debe hacerse... preocuparme antes de nada de los vivos. Desde la linde del bosque se escucha el canto de las aves que saludan al alba, en el horizonte, el sol se alza de nuevo espantando las sombras de la noche…
Pináculo es la traducción que hicieron al castellano de ''Highever''.
Risco Rojo es Redcliffe
La Espesura de Korcarii es Korcarii Wilds
Cualquier nota que quieras decirme sobre el personaje o cualquier cosa que no te termine de gustar me la comentas y lo cambio. ^^ Si quieres mas imagenes del personaje no me supondria ningún problema, porque la imagen que he tomado es la de mi personaje en el juego. :P
Un saludo, espero que te guste ^^
Isencan Vaeron
Isencan nació en una pequeña aldea de Ferelden. Hijo de padre guerrero y madre modista, el pequeño Isencan, al que llamaban cariñosamente Isen, nunca demostró aptitudes para la lucha, todo lo contrario de su hermano mayor Dalen, corpulento y fuerte, que aprendió precozmente a manejar la espada. El padre de Isen, Holan, era el capitán de la milicia de la aldea, pero en su juventud sirvió como templario en el Círculo. En un principio era supervisor de las pruebas de la Angustia, la prueba de fuego que hace que un aprendiz de mago se convierta en mago...o en un monstruo. La tremenda eficacia de Holan en este menester hizo que fuera ascendido, y viajó por Ferelden en busca de magos apóstatas, renegados que dominaban la prohibida magia de sangre. Cuando conoció a Marla, su esposa, y nació su primer hijo, decidió dejar ese peligroso empleo y se trasladó a la pequeña aldea en la que vive ahora.
Desde siempre le había contado a sus hijos sus batallitas, de cómo derrotó a magos malvados por todo el continente. Los pequeños se asombraban de las historias de su padre, y lo admiraban por su valentía y fortaleza.
Isencan tenía muchos amigos en la aldea, y su infancia fue tranquila, con la excepción de un grupo de niños que siempre se metían con él, por su pequeño tamaño. Dalen siempre defendía a su hermano cuando se producían estas reyertas.
Dalen se hizo mayor, y llegó a la edad en que podía ser aceptado en la milicia. Bajo la supervisión de su padre, estuvo todo un día sometiéndose al examen que había que pasar para poder ser miliciano. Esa tarde, estaba Isen paseando por las afueras de la aldea, cuando el grupo de abusones dio con él y empezaron a insultarle y a golpearle. Isen intentó defenderse, pero sus pequeños brazos no podían detener las manos de quienes le golpeaban. Gritó y gritó, pero no había nadie cerca, y el pequeño sabía que su hermano no podía acudir en su ayuda. Isen, con todas sus ganas, le gritó a los abusones - ¡¡Dejadme en paz!!
Al momento, un fuerte viento azotó a los presentes. El viento, como guiado por una mano invisible, sopló cerca de una de las antorchas apostadas en la pequeña muralla de la ciudad, y el fuego de la antorcha siguió al viento, dirigiéndose hacia el que parecía ser el cabecilla de la banda. El fuego prendió su camisa, y podría haberle hecho mucho daño si no fuera porque el chico se echó a rodar por el suelo, logrando apagarlo. Todos se asustaron, mirando a Isen, que parecía más asustado todavía. Los abusones salieron corriendo, y Isen se quedó sólo, dolorido y asustado. Se levantó como pudo, y corrió a su casa, en busca de su madre, y le contó lo ocurrido. Marla creía saber lo que allí pasaba, pero quiso preguntarle primero a su marido, así que después de tratar las heridas de su hijo, lo dejó acostado y salió en busca de Holan. El ex-templario estaba con su hijo Dalen en la taberna, celebrando que el chico había pasado su examen, cuando Marla entró y les dijo que tenía que hablar con ellos. Todos se dirigieron a su casa, y allí, apartados de oídos indiscretos, Marla les contó lo que Isen le había dicho. El padre sólo confirmó lo que Marla ya sabía: eso había sido una muestra de poder mágico. En unos días, y sin que los padres pudieran hacer nada, la noticia corrió como la pólvora.
- Los Vaeron han dado a luz a un monstruo – se escuchaba en el mercado. - Yo ya sabía que ese niño extraño no era trigo limpio – se podía escuchar por las calles.
Podrían haber huido, pero con el pasado de Holan eso sólo habría empeorado las cosas. Se resguardaron en casa como pudieron, saliendo lo mínimo, y esperaron lo inevitable. En un par de semanas, llegó un mensajero a la aldea preguntando por la familia Vaeron. Era un enviado del Círculo.
Después de las presentaciones de rigor, el enviado confirmó que el chico tenía potencial. Que podía ser peligroso si no se controlaba, igual que todos los que tenían esa cualidad. Holan se aferró a esa norma que decía que alguien sensible a la magia podía evitar ser mago si un templario accedía a vigilarlo de por vida y si la propia persona estaba de acuerdo. Y Holan pensaba que su hijo estaría de acuerdo, por tantas historias que les había contado de magos que eran dominados por su poder.
- Pero papá, yo quiero ser mago. Puede ser lo único para lo que sirvo. - dijo Isen.
Holan puso sus manos en los hombros de Isen – Hijo mío, sabes los peligros que encierra esa senda. Podrías terminar desprovisto de tu ser, de todo lo que te hace ser como eres.
- ¿Y cómo soy, papá? ¿Qué es lo que me hace ser como soy? No puedo ser soldado, como vosotros. No puedo ayudar a mamá, no soy capaz de dar dos puntadas seguidas. Ni siquera puedo defenderme por mí mismo. ¿Qué me queda? - dijo Isen entre lágrimas. - ¡Esto es lo único que me hace destacar!
En ese momento, Dalen dio un paso al frente. - Yo iré con él. Siempre he protegido a mi hermano, y no voy a ser menos ahora. Si quiere seguir este camino, me ocuparé de protegerle con mi vida. - Dalen miró a su padre – Me convertiré en templario.
Holan se quedó sin palabras, mirando cómo sus hijos se convertían en adultos. - Pero, pero hijo...
- Lo sé papá. Sé lo que tendré que hacer si mi hermano fracasa. - Dalen miró a Isen – Pero yo confío en él. No sé porqué, pero sé que lo conseguirá.
La vida del templario tampoco era un camino de rosas, y Holan lo sabía perfectamente. ¿Pero con qué palabras iba a disuadir a su hijo?
- Está bien. Pero con una condición. Quiero estar presente durante tu... - A Holan le costaba trabajo pronunciar la palabra, sabiendo que se refería a su hijo. - tu Angustia. No os puedo dejar solos ante eso. ¿Sería posible? - Le preguntó Holan al enviado.
- Tendré que hablar con mis superiores. Por cierto, el muchacho tendrá que demostrar que vale para templario, aunque supongo que eso ya lo sabe. Y con semejante predecesor, creo que no tendrá problemas. Bueno, coged lo imprescindible, despedíos, y vámonos.
Isen se deshizo en abrazos con sus padres, entre lágrimas, y sin parar de dar las gracias por la oportunidad. Rápidamente, los dos hermanos reunieron sus pocas pertenencias en sendos hatillos, y se marcharon con el enviado del Círculo.
Allí, Isencan se inscribió como aprendiz de mago, y Dalen entró a la academia militar para aprender los principios básicos templarios. Dalen destacó pronto por su excelente forma física y su gran determinación. Tenía muy claro lo que tenía que hacer. Pronto se convirtió en templario.
Isen también avanzó con rapidez, demostrando una gran avidez de conocimiento. Pasaba más tiempo en la biblioteca del Círculo que en su propia habitación, y rápidamente fue aprendiendo más y más. Hasta que llegó su prueba final. Por la posición que ocupó su padre, lo dejaron asistir a la Angustia de su hijo, y toda la familia se trasladó a las tierras del Círculo. Allí, bajo la atenta mirada de su padre y de su hermano, totalmente convencidos de que lo conseguiría, Isen atravesó el portal y llegó al Velo. Allí, superó su prueba, derrotó al demonio, y salió, convertido ya en un mago de hecho. La alegría fue mayúscula, y toda la familia se fundió en abrazos y en llantos de felicidad. Esa noche, la familia Vaeron celebró una pequeña fiesta en honor a Isen y Dalen, por su esfuerzo y tenacidad.
Al día siguiente, Holan y Marla marcharon a su aldea. Mientras Marla y Dalen hablaban, Holan apartó un poco a Isen y le habló. - Hijo mío, has superado quizás la prueba más difícil. Pero todavía te quedan dificultades en tu camino. Tienes que ser fuerte, y evitar las tentaciones de la magia. Sigue por el camino recto y todo serán alegrías. Mucha suerte, hijo.
Las dos figuras, del padre y de la madre, se alejaban por el horizonte. - Mi hijo es muy bueno, casi se puede tantear su bondad. No sucumbirá a las tentaciones de la magia maligna. - Esto era lo que creía Holan firmemente, pero en un recóndito lugar de su cerebro, una parte de él pensaba – O eso espero...
Aunque Isen ya era un mago formado, todavía le quedaba mucho por aprender, así que continuó sus estudios. Dalen, por su parte, continuó con su trabajo de templario en el Círculo.
Duhan es un humano libre de Ferelden como tantos otros. Nacido en el seno de una familia acomodada de Denerim, su padre es comerciante y su madre regenta una pequeña taberna en el barrio mercantil. Debido a que sus padres siempre estaban muy ocupados en sus negocios Duhan se crió solo en las calles de Denerim hasta que al cumplir los catorce años su madre lo reclutó para trabajar en la taberna por las noches mientras que por las mañanas ayudaba a su padre en la tienda. Al principio la idea le parecía bien pero al pasar un par de años empezó a quedar harto de tanto trabajo así que cuando cumplió la edad reglamentaria se alistó en el ejército del rey (ya que ésa era una buena salida) donde sirve desde entonces como soldado de "la ley y el orden" dentro de la ciudad. Pero no es oro todo lo que reluce. De tanto arrestar y codearse con criminales Duhan aprendió un par de cosas en el arte de robar y reventar cerraduras así como aceptó sobornos de algunos jefes importantes para que no metiera las narices en sus asuntos. Y es que Duhan actúa movido por la codicia y el beneficio personal, tiene una personalidad muy débil y es altamente influenciable. Prefiere recibir órdenes y dejar que otros tomen la iniciativa y las decisiones importantes... excepto cuando estas decisiones van en contra de sus propios intereses.
En las profundidades de un imenso bosque donde dueña gran cantidad de criaturas tanto bondadosas como crueles; naci yo Drüen en una importante aldea llamado Lòmelindi mi nombre lo escojio mi padre (Adanedhel) en honor a un valiente aventureo que dio su vida por salvar a nuestra aldea de una considerable invasion orca que occurio pocos años antes de que naciera yo.
Mis padres siempre me han dado libertad de hacer lo que quisiera siempre y cuando no saliera de la aldea, empeze a entrenar como guerreo a la temprana edad de 50 años en el cuartel de la aldea que se construyo tras la invasion orca, para no tener que recurrir a mercionarios si se tuviera que repitir tal desastre. A los 5 años de entramiento lo unico que habia consiguido era fortalezer mis musculos y aprender unas pocas tecnicas basicas, pero en aquel entonces era un estupido, me creia el mejor de todos, que poco mas me podrian enseñar,soñaba con grandes aventuras donde cazaba seres malignos y rescataba a bellas damas, me volvia cada vez mas ansioso por cumplir con mis sueños de gloria hasta que una noche ya no podia enjaular a mi locura y esto me propulso a cojer la mochilla y a errar por las afueras de Lòmelindi no llevaba mas que una gota de agua, tres raciones de comida y la espada que me concedieron al iniciar mi entrenamiento como guerro.
Ande varios largos kilometros aquel noche antes de darme cuenta de que me estaba muriendo de frio, de que no iba lo bien preparado que debia ni tampoco sabia hacia donde me derigia asi que opte por volver y pensarmelo mejor, solo que no tenia ningun modo de saber por donde habia venido solo veria arboles y mas arboles a mi alrededor, me sudaba la frente con solo pensar que me habia perdido en el lugar en la cual sabia por los constantes aviosos de mis padres que era extremadamente peligroso, cuando pensaba que las cosas no me podrian ir a peor note, demasiado tarde, que se me acercaban dos hombres de grandes dimensiones con la piel de color verde oscuro y blandian mazas grandes y al parecer pesadas, recorde lo que me habia contado mi padre sobre los orcos y estos dos seres que al principio creia hombres enrealidad eran dos terribles orcos, lo siguente que recuerdo es despertar en una habitacion muy bien iluminado y soprendido de que estaba perfectamente intacto, casi en el mismo instante que abri los ojos entro un elfo al cuarto y me explico que estaba en Elden, una aldea de magos que el mismo me habia traido y curado despues de rescatarme de los dos orcos me dijo tambien que me vio luchar, al contarme lo mal que lo habia hecho y todos los fallos que cometi decidi que ser guerreo no me convenia, me senti decepcionado de mi mismo pero sabia que aun estaba a tiempo para eligir otro oficio, justo despues de pensar eso como si me hubiera leido el pensamiento el mago me dijo que estaria dispuesto a enseñarme ya que me veia capaz a aprender a usar el arte de la magia acepte al instante avisaron a mis padres de lo occurido, les parecia bien que estudiara magia solo pidieron que fuera a visitarlos alguna vez, y aqui me quede estudiando magia.
no conozco muy bien el mundo de dragon age asi solo lo que he podido leer de la partida asi que lo he basado en un mundo de fantesia normal.
Naci en Denerin, en la elfería. Como todo elfo entre humanos, no nací libre. Como todos en la elfería, estaba por debajo de cualquier humano.
En una elfería, algunos se resignan a su destino de eternos siervos. Muchos incluso adoran a la capilla y los dioses humanos. Tu padre no fue uno de ellos. De pequeño te contaba historias de los elfos Dalesianos, errantes en los bosques que no servían a ningún humano. Creciste entre historias de elfos libres y de los antiguos reinos élficos. Muchas de las historias eran falsas, por supuesto, inventadas por mi padre.
Mi vida dio un giro radical en muy poco tiempo. Cuando aún era un niño, mi madre enfermó gravemente, y los pobres medios de la elfería eran insuficientes para curarla. Mi padre intento huir para buscar un remedio. Que fue de él, nunca se supo, porque el hecho es que jamás volvió.
Sólo, a mi corta edad y con la cabeza llena de historias, mi destino parecía sellado. Todos pensaban que el día menos pensado seguiría el camino de mi padre, y moriría mendigo en la ciudad o como comida de lobos en el bosque. Pero la casualidad o el destino quisieron otra cosa, y antes que pudiera huir me tope con un humano con barba blanca que dijo que era mago y me quería llevar al círculo. Mis familiares le dieron permiso,mitad `por no negar nada a un humano, mitad porque pensaba que era el mejor destino para mi.
Sorprendentemente, se adaptó bien a la vida en la Torre del Circulo. Tras unos primeros meses difíciles, se acostumbró a una convivencia con humanos, casi de igual a igual, y aprendió a moverse entre magos y templarios. No comulgaba con las ideas de la capilla, como muchos magos, por otra parte, pero nunca se vio tentado por la magia de sangre; magia prohibida de los humanos de Trevinter. Su obsesión era averiguar más de los elfos antiguos, y buscaba historias de la antigua magia élfica, como los antiguos magos arcanos o de la magia de los custodios. La biblioteca fue su lugar favorito, y aprendió bien y rápido. Ya está entre los aprendices más avanzados, y todos esperan que pase la última prueba, la temida Angustia.
Raza Elfo, trasfondo, elfo del círculo. Supongo que es algo así lo que se pedía. Me he quedado justo en el punto que empezaría el juego de ordenador, antes de la angustia.
Si hay que ser ya mago... pues paso la angustia sin problemas :-)
Historia de Argolyn
Borgos creció en Orzammar pero su familia, apenas lo suficiente capaz de salir del Escorial, se metió en tratos de lirio con gente de la superficie, Fereldeanos de toda la vida. La invasion Olesiana los pillo en un mal momento y fue traicionado por sus clientes. Incapaces de volver a Orzammar y de reconstruir el negocio en la superficie, se retiraron a vivir de la caridad de la iglesia del cantico y Borgos se vio forzado a empezar a trabajar de mercernario. Su objetivo actual es conseguir el oro suficiente para sacar a su familia de la pobreza.
No es fácil ser lo que soy. Desde mi nacimiento, estoy marcada por la magia.
Aunque, la magia lo imbuye todo; solo unos pocos podemos alterarla y manejarla a nuestro antojo, es algo peligroso que puede acabar en tragedia. Sin embargo, todo gran poder conlleva una responsabilidad y yo, estoy dispuesta a ello.
Empleo mis poderes para sanar a los heridos en batalla; podría combatir, emplear la magia para luchar, pero entonces me descubrirían.
Solo a unos pocos se les permite utilizar la magia de manera legal. Y para ello has de ser miembro del Círculo de Magos, al que yo no pertenezco.
Podría decir que soy una renegada, alguien considerado por los religiosos y el resto de magos como una sectaria. Una maga fuera de control.
Por eso procuro no emplear mis poderes para combatir; es más fácil sanar a un herido empleando la magia que luchar. De un modo, cuando soy incapaz de ayudar con la medicina natural; apoyo mis manos sobre la herida e imbuyo de vida al herido, sin llamar la atención. Del otro, la energía que emitiría desde mis manos, o mi bastón; dejaría claro ante el más ignorante habitante de Ferelden que, soy una maga.
Así que, evito el combate tanto como puedo; cuando no me rodeo de personas capaces en la batalla, empleo mis capacidades para pasar inadvertida tanto como sea posible. Y si no lo es, puedo ser muy persuasiva, llegado el caso.
Además, me acompaña mi mascota, Riin. Un perro de guerra mabari, entrenado para únicamente para seguirme y protegerme, allá donde voy.
Me llaman Tayza y soy una sanadora. Nací en Gwaren hace veintidós años; descubrí mis capacidades mágicas a los trece, y desde entonces he vagado por el mundo sin atarme demasiado a ningún lugar. Recorro el continente de aldea en aldea, enmascarándome como una licenciada en medicina.
Conozco la mayoría de los remedios y las hierbas medicinales, además de hacer alguna que otra trampa – cuando el convaleciente está distraído o incapacitado.
No suelo quedarme más de tres días en una misma aldea, poblado o villa. Y evito las grandes ciudades por ser las zonas en las que más posibilidades de encontrar templarios hay. Sin embargo, he llegado a pasar varios meses en lugares remotos del norte, cuando el invierno y las fiebres han sido muy duras. Cuidando de aquellos que lo necesitan, a cambio de comida y alojamiento.
No es fácil viajar en solitario para una joven aparentemente desarmada e indefensa. Por eso procuro seguir la estela de caravanas de viajeros y comerciantes, que van de aquí a allá; como yo. Aun así, he tenido problemas, es por eso que, hace dos años, cuando – como agradecimiento por mis servicios - me ofrecieron como regalo a Riin, un cachorro de mabari, preparado para ser entrenado y me enseñaron a hacerlo; acepte.
Pues aquí te la dejo; lamento haber tardado tanto, pero al no saber nada de la ambientación de Dragon Age, he tenido que buscar por internet. :)
Un saludo.
¿Que? Si, soy un elfo, ¿algún problema? Como todo Fereldano, soy libre, así que ni siquiera intentes ordenarme que te traiga esto o lo otro, porque lo único que conseguirás es mi bota en tus posaderas. Los elfos no somos ricos, pero somos orgullosos y no nos gusta que se nos pisotee.
Para tu información te diré que mi nombre es Darryl y provengo de la elfería de Denerim. ¡Denerim! la capital del reino. Lamentablemente, la elfería se queda afuera de la ciudad, aunque a nosostros nos gusta pensar que es la ciudad la que se queda fuera de la elfería. Sus altos muros sirven a un propósito básico: que nadie pase al otro lado, así que nosotros nos quedamos en la elfería y no molestamos a nadie fuera, salvo para ir a trabajar.
Por desgracia, eso no suele aplicarse en sentido contrario. Son muchos los humanos (nobles aburridos, sobre todo) que suelen entrar a ver que se cuece dentro. A estos los invitamos a salir amable pero firmemente. Otro cantar es cuando un noble deseoso de demostrar su poder se pasea por la elfería con una hueste de soldados. Sin ir más lejos, hace no mucho, el hijo menor de Nosequebann se coló justo el día que celebrábamos la boda de un amigo.
Protegido como estaba por sus soldados, no tuvo reparo en interrumpir la ceremonia y empezar a sobar a la novia, mientras les decía a sus guardaespaldas "lo buena que estaba la zorrita elfa". Aguantamos como pudimos la humillación (no nos permiten llevar armas en la elfería o se habría montado un buen follón) hasta que se cansó y se fue. Esa misma noche, mi amigo y yo fuimos a la taberna del Noble Roído, en el barrio mercantil. Entramos por una ventana y tras evitar a los guardaespaldas (no tuvo mérito, uno incluso roncaba en la silla en la que estaba haciendo guardia) sacamos a aquel pisaverde atado y amordazado de su mullida cama y lo llevamos a un par de leguas de distancia de Denerim, lo desnudamos y lo dejamos atado a un arbol cerca del camino.
Fue divertido (las dos primeras horas) ver como la gente que pasaba por allí se reía de él. De nada le sirvió gritar quien era a los cuatro vientos, lo único que conseguía era que los caminantes rieran con más fuerza.
Al anochecer volvimos para ver como le había ido a nuestro "amigo". Seguía allí, pero ya no se mostraba tan arrogante, de hecho imploró que le soltáramos. Así lo hicimos, ya que parecía que había escarmentado.
Nada más lejos de la realidad. En cuanto consiguió llegar a Denerim, barrió la elfería en nuestra busca. Nadie dijo ni pío, por supuesto, los elfos cuidamos de los nuestros, aunque tuvimos que mantenernos alejados de casa una temporada. Nadie regala nada en los barrios bajos, así que mi amigo y yo tuvimos que aprender a valernos por nosotros mismos. Hicimos causa común con un grupo de rateros con los que pudimos salir adelante con métodos no siempre legales, pero ¡oye! que hay que comer.
Por suerte, Denerim es grande y la paciencia de los nobles corta, así que al final se cansó de buscarnos. El volvió a su castillo y nosotros al hogar.
Gracias por la cerveza, pero tengo que irme. Por cierto, aquí tienes tu bolsa. Deberías atarla con más cuidado, o alguien te la va a birlar de nuevo y no te la devolverá. ¿Qué dices? ¿robarte? ¿como voy a robarte si me has invitado a beber? ¿por quién me tomas?
Historia I de emssions
A ver, te comento, aun no se que personaje hacerme y dudo entre un picaro y un mago, te pongo los dos por si acaso(me gustaria saber, si me eliges para jugar, que diferencias hay entre las razas)
Picaro:
Ver barcos enormes, comidas exóticas, mujeres vestidas de manera extrañas pero que lucían bien, unos hombrecillos de la estatura de niños ofreciéndole cosas, enanos, gnomos, semiorcos, enanos, y sus favoritos, los elfos. Estaba excitada por ver el mundo, pero no duró mucho, empezó a llover y a pasar hambre, trabajaba en donde podía, pero siempre había un hombre horrible queriendo tocarla, cosa que ella no entendía pero le asustaba, siempre tenía que salir corriendo y nunca le pagaban. La vida fuera de la villa era muy difícil, pero un día descubrió su talento. Tomó una manzana, y después un pescado, y por toda la ciudad encontraba que comer, que vender y donde hospedarse.
Pero un día falló en una de sus triquiñuelas e inmediatamente el tipo de las naranjas la tomó de la mano y mientras empezó a gritar llamando a los guardias, la niña lo miró con tristeza y él se compadeció un poco y la dejo ir. En ese momento ella descubrió que su cara podía manipular a las personas, dos cuadras después del incidente un hombre de unos 30 años se puso frente a ella, y le dijo:
-Mucho gusto soy Odilmar y me he percatado desde hace tiempo de tus habilidades, tengo un grupo de amigos, una cofradía de gente con vuestro talento, si aceptas te los puedo presentar.
Ella aceptó ( tiene -1 en averiguar intenciones XDD) cuando el tipo la llevo al lado oscuro de la ciudad, la metió por un callejón y de repente la empujó al suelo, ella se asustó y empezó a gritar, pero un semiorco salió de la nada y le tapó la boca. Salieron más hombres que empezaron a quitarse los pantalones mientras ella lloraba, en ese momento uno de ellos alzó su cuello y sus ojos se cerraron. Justo detrás había un elfo, que golpeo a los otros dos tipos, y los amenazó con una espada corta.
Él recogió a Ameria del suelo, y le preguntó si estaba bien. Ella sientió algo extraño pero agradable en su estomago. Se sonrojó y se quedó callada. El le dijo, No eres de por acá, ¿verdad?. Ella negó y le empezó a contar toda su trágica historia. Él se presentó, Mucho gusto, mi nombre es Deriael. El elfo le dijo que era igual de talentoso que ella, y que tenía un grupo de amigos. Ella lo siguió de nuevo a las afueras de la ciudad, donde conoció a una pandilla donde la mayoría eran niños de 8 años. Creció con ellos durante los siguientes cinco años. El elfo se encargaba de cuidarlos y mantenerlos a todos, en el bosque, en un escondite. El mayor de los jóvenes se llamaba Del y tenía la misma edad que Ameria. Ambos se enamoraron. Pero un día el escondite fue atacado por unos extraños hombres. Derial les dijo que corriesen y se quedó luchando contra los hombres que llegaban. Ella corrió, pero no pudó evitar volver y esconderse para ver lo que pasaba. Apareció un hombre alto vestido con ropajes reales que le dijo al elfo, Has metido tus narices donde no debías y ahora debes morir.
Deriael dijo: Tarde o temprano descubrirán que solo suplantas al príncipe y no podrás escapar.
Más hombres atacaron al elfo hasta matarlo. Ella lloraba en silencio, desde las sombras, como bien había aprendido en estos años. El hombre dijo
-Busquen a todos los niños y mátenlos. Mientras los hombres corrían, ella solo se escondía. Cuando los hombres se marcharon, ella fue a buscar a sus amigos, pero al parecer los habían encontrado y masacrado. Ella se sintió cobarde y triste. Pero algo se movía, era Deriael, que se había hecho el muerto. Ella lo abrazó y lo vio morir en sus brazos... Días después tomó la decisión de buscar en solitario a ese tal príncipe y vengarse por todo lo que hizo, asi como erradicar el mundo de gente como el para hacer que el mundo sea un lugar mas sencillo y facil en el que vivir.
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Descripción Física: Ameria es una mujer que aparenta bastante juventud con un cabello castaño, unos ojos miel, cejas bien marcadas y angelicales de nariz respingada y unas pestañas que la hacen ver inocente. Su estatura es 1.60 aproximadamente, algo delgada, su cuerpo es tan angelical como su rostro, por donde la mires muestra inocencia, siempre viste ropas rojas, vestidos, y un chaleco de cuero. Le encantan los aretes, y busca trenzar su cabello igual que las elfas.
Historia II de emssions
El pincel se desliza sobre la hoja en las complicadas pautas de un ideograma, trazando con destreza los intrincados signos del dracónico. La caligrafía siempre me relaja. Oigo a moverse a Jacques por la habitación, pero no parece tener importancia. Estoy encontrándome conmigo misma. Con Akemi. O, como se me conoce ahora, con Raettlyr Akemishaktikundalini.
Akemi fue el nombre que me dieron mis padres al nacer, y al que respondí durante toda mi infancia y buena parte de mi adolescencia. Akemi era una chica revoltosa e inquieta; no hay palabras mejores para definirme en aquella época. Corría con mis primos de un lado a otro de la enorme casa familiar donde convivimos generaciones enteras, bisabuelos, abuelos, padres, tíos, primos, hermanos, sobrinos. Tal acumulación de gente bajo un mismo techo requiere cierta disciplina, una disciplina que rara vez se encuentra en una casa llena de chiquillos, y mucho menos si yo me encontraba entre ellos. ¡Cuántas veces nuestros juegos infantiles, nuestros gritos, llamadas y exclamaciones hicieron que uno de nuestros mayores acudiera a nuestro encuentro, regañándonos por perturbar la concentración de aquellos que estaban entregados al estudio o a la meditación!
Entonces nos expulsaban al jardín y nosotros seguíamos con nuestros juegos allí, escondiéndonos entre árboles y arbustos, persiguiéndonos por el pórtico de la casa, y lanzando hacia el dragón carmesí que coronaba el puntiagudo tejado fogonazos de pura luz o pequeñas esferas multicolores, pues así de precoz es el talento arcano de los drache, aquellos que están tocados por la gracia de dragón.
Ni las regañinas, ni los castigos, ni los consejos, consiguieron amainar mi temperamento ni sosegar mis repentinos impulsos. Pero, por suerte, el camino del dragón es un camino que requiere mucha disciplina. El entrenamiento de un joven drache empieza a la edad tradicional de tres años y un día; la magia, como la ciencia de los números, debe aprenderse con constancia y con un método formal. Un aprendiz debe entrenar su memoria, perfeccionar su capacidad de concentración, practicar cientos de precisos y sutiles movimientos con la dedicación de un bailarín, aprender el lenguaje secreto en el que los conjuros dracónicos son declamados, y adquirir un núcleo de conocimientos acerca de hechizos básicos y cantrips. Mis estudios absorbieron gran parte de mis energías, y salvaguardaron la cordura de mis mayores, ya desesperados ante mi grado de hiperactividad. Finalmente, aprendí el valor del autocontrol y de la constancia; una inestimable lección que hoy en día valoro en alto grado... cuando me acuerdo de ella.
Cuando llegó mi primera sangre de la luna, ya lanzaba con soltura mis primeros y verdaderos arcanos, pues nosotros no consideramos como tales los sencillos cantrips que hasta nuestros niños más pequeños pueden lanzar. De modo que se me consideró digna de participar en mi primera Danza del Dragón, la Danza de la Magia Salvaje.
Ah, ésta es una de las tradiciones básicas de mi raza, una ceremonia que reafirma nuestra fe en la Dama de toda la Magia, nos liga a nuestro Rey Dragón, y pone a prueba nuestro poder hasta sus mismos límites. El ritual es agotador- pero también poderosamente estimulante.
De modo que yo esperaba aquel día con ansia. ¡Ah, cómo lo esperaba! Sin embargo, aquel día aprendí algo más que lo que se siente cuando la magia en su forma más pura corre por tus venas. Ese día, por primera vez, comprendí cuán maravillosa era mi ciudad.
Draconnia está construida en varios niveles. La ciudad que yo conocía se circunscribía al segundo nivel, el construido sobre el Acantilado, con sus calles anchas y bien empedradas, sus jardines de exquisito colorido, y sus casas ancestrales llenas de vida. Aquí viven los nobles y eruditos draches, los que están tocados por la gracia del dragón y llevan la magia en su sangre, como un don raro, valioso y muy poderoso. Por las mansiones de todo este distrito me moví yo durante mi infancia, acudiendo ora en busca de amigos, ora en busca de maestros, y a veces en busca de historias. Pues no hay anciano drache que no desee explicar cuál es la historia de su linaje, a qué dragón está asociado, y cómo se asociaron con él.
Ah, sí, yo conocía muy bien a todos y cada uno de los linajes draches, pero el nivel inferior que divisaba desde las ventanas de mi casa era un misterio para mí. Una miríada de casas se asienta sobre el suelo, a la altura del lago, un lago tan extenso que se extiende hasta el horizonte y cuya orilla opuesta queda tan lejana que apenas se divisa desde el Mirador del Dragón, la inmensa balconada que domina la torre más alta del Palacio. En este estrato inferior viven los comerciantes, los artesanos y el pueblo llano, unas calles que nunca, hasta aquel día, había pisado.
Y aún hay un tercer nivel, el más alto, construido también sobre la cima de otro rocoso farallón, que se eleva a partir del Acantilado. Aqui se asienta el Palacio. Enfrente de éste, en el lado opuesto al inmenso patio de mármol, se halla el Templo de la Magia. Y sobre todos ellos, encumbrándose hacia el cielo, está la Montaña del Dragón, ésa que nosotros rehusamos incluso mirar, pues no somos dignos de ello.
Pero aquel día sí que miré... miré, y se me llenaron los ojos de lágrimas. Los blancos muros del castillo rutilaban, húmedos por la espuma de las siete cascadas que se precipitaban a ambos lados –cuatro al norte y tres al sur-, brillantes al sol de primeras horas de la mañana. En torno a los muros del castillo titilaban y ondeaban arcoiris. Los campesinos creían que los arcoiris eran delicadas telas tejidas por hadas y más de un muchacho necio se había precipitado a la muerte en las cascadas al intentar atraparlas.
Yo sabía a qué atenerme. Sabía que los arcos iris eran insustanciales, producto de la luz del sol y del agua... sólo era real lo que existía tanto en la oscuridad como en la luz. Pero aún así, tanta belleza hacía daño a la vista. Pues semejante magnificencia estaba coronada por la montaña prohibida, una formidable formación de piedra azulada coronada de blanca nieve, así de alta era.
Me recuerdo alzando las manos hacia mi ciudad, como en la invocación de un hechizo; inclinando ligeramente la cabeza en un elegante arco, dejando que la luz centelleara brevemente en el cuenco de mis manos ahusadas. Aquél era el saludo ceremonial que un mago dedica a otro mago, una señal de respeto entre iguales y un gesto de adoración a la propia magia. Una cortesía incongruente para dedicarla a un lugar, pero en cierto modo apropiada.
Sonrío al recordar mis emociones de aquel día. Los draches solemos vestir unos trajes de exquisito diseño, delicadamente estampados y con un amplio despliegue cromático. Pero aquellos que íbamos a participar en la ceremonia apenas llevábamos ropas encima. El primer sol de la mañana, ya cálido, acariciaba las pieles desnudas y hacía resaltar los brillantes tatuajes en forma de serpientes y dragones que cubrían muñecas, espalda, tobillos. Algunos poseían también otros tatuajes en muslos, brazos y sobre el corazón. Aquellos grabados, como las estatuas que coronaban las casas ancestrales, indicaban una historia, un linaje, una vida de dedicación a unos estudios mágicos concretos. Mis tatuajes, todavía escasos, eran tan recientes que aún me escocían. Pero estaba orgullosa de ellos, ya lo creo que sí.
Aún recuerdo aquel grupo de magos y clérigos reunidos en torno al argentado lago. El brillante sol del sur convertía la inmensa superficie de agua en un pulido espejo, de ahí que al Lago del Encuentro, su verdadero nombre, se le conociera popularmente como el Espejo de la Dama. Cierro los ojos, y veo la imagen, tan clara como si la estuviera presenciando en este momento...
Cinco maestros empezaron a tejer un conjuro. Las manos trazaban complicados bailes gestuales en el aire, los pies trazaban los símbolos del encantamiento en el suelo. La danza resultante resultaba solemne e hipnótica, y lentamente iba acercando a los conjuradores al lago. Y tan pronto como pusieron el pie sobre el agua, ésta se tornó sólida, tan fría y pulida como el espejo al que su nombre hacía mención. Alzaron sus manos al cielo, y un velo de niebla cayó sobre todo el lago y sus alrededores, velando el radiante sol.
Akemi se adelantó unos pasos, adecuando su danza a la del resto de los jóvenes magos. El conjuro que bailaban era mucho más sencillo que el de sus superiores, pero la pauta era la misma: dibujaban las runas en el aire con las manos y las escribían en el suelo con los pies. La magia fluía a través de ellos, canalizada y potenciada a través de aquellos precisos y complejos movimientos. El aire comenzó a brillar tenuemente alrededor de los jóvenes aprendices, y cuando pisaron el agua sólida, sus pies se hundieron suavemente en la superficie plateada, sin llegar a sumergirse ni dejar huellas discernibles sobre ella. Akemi alzó la vista hacia arriba, y vislumbró el suave resplandor de una cúpula transparente creada de pura energía, una cúpula que les aislaba del mundo exterior, y protegía a éste de los efectos de la magia salvaje que iban a liberar en honor de la Dama y el Rey Dragón. La niebla envolvía a la cúpula como un blanco y grueso sudario, velando completamente la brillante luz solar.
Pero eso no importaba, porque había luz más que suficiente dentro del círculo. El objetivo de la niebla era, naturalmente, que los conjuros de luz y el despliegue de ilusiones y demás sortilegios que iban a crear fuesen lo más deslumbrantes y vistosos posible. Y es que la magia fluía con fuerza salvaje en los confines de la cúpula. Chispas de fulgurante electricidad destellaban ingrávidas, el fuego silueteaba las runas dibujadas en el agua sólida por los pies de los conjuradores. Complejas ilusiones fluctuaban en el aire y se reflejaban en el espejo del lago. El rugido de la tormenta, el murmullo del viento y las inflexiones de los cánticos oscilaban como ondas alrededor de los conjuradores. La luz se reflectaba en los coloridos tatuajes dibujados sobre la piel dorada de los danzantes magos, hacía brillar las escamas de las ligeras túnicas de piel de dragón y los adornos de materia dragontina: dientes de crías de dragones áureos, medallones confeccionados con uñas de espinosos andariegos y pendientes óseos.
Dentro del círculo la luz era deslumbrante y aturdidora; Akemi cerró los ojos, y se dejó arrastrar por la magia, bailó con ella y para ella siguiendo un ritual tan antiguo como su mismo pueblo. La Danza del Dragón. La Danza de la Magia Salvaje.
El ritual terminó tan bruscamente como había empezado; los conjuros se desvanecieron con un suave centelleo y un tintineo armonioso. La cúpula desapareció, el agua se tornó líquida de nuevo. Los conjuradores se sumergieron en el seno del frío lago, entre risas, y nadaron con lentitud hacia la orilla. El baño era el broche final al ritual, una forma de refrescar los cuerpos empapados de transpiración. No había cansancio en ellos, sin embargo. La magia era una poderosa droga, y ellos habían liberado toda la que albergaban sus mentes en aquella ceremonia.
Sonrío con nostalgia. Tras aquel ritual se me consideró un drache adulto, una verdadera maga. En cierta forma, mi vida no cambió mucho. Seguí acudiendo de una a otra casa ancestral en busca de formación y nuevos conocimientos. A veces, se me encomendaba la formación de algún niño de mi linaje, pues aún era muy joven para que los de otros linajes buscaran mis conocimientos y mi experiencia. De vez en cuando, acudía a la celebración de una Danza de la Magia Salvaje. Pero, por fin, empecé a cumplir mis deberes con mi país y con el Rey Dragón.
Dranna es un vasto país, muy poco poblado. Nuestros dirigentes los dragones requieren una cantidad inmensa de espacio donde cazar y sustentarse, y admiten a muy pocos aliados, sólo aquellos que descendemos de la Primera Tribu, ésa que firmó una alianza y un pacto con el poderoso Vramansnikaya, nuestro Rey Dragón, a la orilla del Lago del Encuentro. Conocimientos y protección a cambio de servidumbre y amistad. No es mal trato. Creo que los humanos de Dranna hemos ganado más de lo que hemos entregado en nuestro servicio al dragón. En el extranjero hay quien nos llama esclavos, pero todos esos ignorantes están errados o son víctimas de la envidia. ¿Quién no querría vivir con la comodidad, los lujos, y la belleza que se pueden disfrutar en una ciudad como Draconnia? ¿Acaso la servidumbre a un rey de tu propia raza es mejor que hacia un longevo y sabio dragón que ha visto pasar más siglos que mi vida horas?
La enseñanza de los jóvenes, la investigación arcana, la adoración a la Dama, las tareas de servicio a la comunidad son sin duda del agrado de nuestros señores dragones. Pero también acompañamos a nuestros señores en sus patrullas de inspección del país... “territorio”, lo llaman ellos, aunque en la compleja lengua que es el dracónico, claro. Pocos son los que se atreven a profanar nuestras fronteras. Pero hay temerarios que osan hacerlo, atraídos por nuestras riquezas, o por la propia riqueza que constituye el cuerpo de cada uno de nuestros señores. Pues toda esa materia prima dragontina que nosotros usamos para vestir, en nuestra magia, o para los objetos que más valoramos, y que recibimos generosamente de las amables garras de nuestros señores, ellos la pretenden indignamente, y la codician con ansia para potenciar ese arte desvirtuado y menor que consideran -¡pobres ilusos!- auténtica magia.
Así que me acostumbré a salir de expedición a los más remotos confines de Dranna. Me acostumbré a montar en el lomo de un dragón y a ver el mundo desde una perspectiva regia. Algunas expediciones eran de caza, expediciones de castigo a aquellos intrusos que habían osado a invadir nuestro país con el objetivo de matar dragones y expoliar sus tesoros. En otras ocasiones, buscábamos nuevos asentamientos para un dragón maduro y los linajes de nobles draches y plebeyos mergots que patrocinaba. Y en otras nos adentrábamos en los bosques a la búsqueda de tesoros vegetales o animales... plantas que usar para nuestros conjuros, poderosas bestias que pudieran brindarnos componentes de conjuros o animales que pudieran servir como familiares o guardianes.
Allí encontré a Iris, mi pequeña compañera, la otra parte de mi alma. Cuando vi a la pequeña serpiente posada sobre una ramita, con su largo y sinuoso cuerpecito destellando como un collar de valiosas gemas, una cuerda vibró en mi corazón. Supe que aquélla no era una bestia cualquiera, sino una parte de mi karma. Las escamas de la serpiente relucían en una luminosa gama de sombras cobalto y esmeralda, con toques de resplandeciente rubí, pero la criatura apenas era discernible entre los llamativos colores del bosque tropical, o al menos no lo fue hasta que estiró sus alas, un velo de gasa insustancial adornado con complejos dibujos en tonos violetas y púrpuras. Echando a volar, la criatura empezó a imitar los sonidos de serpientes mucho más peligrosas y venenosas que ella, pues en realidad pertenecía a una especie inofensiva cuya única defensa se basa en su habilidad para la mímica y engaño. Ahh, ¡un animalillo aficionado al engaño y las sutilezas! Sin duda, la clase de mascota que me convenía. Mi alma gemela.
Alcé las manos, y atrapé a la pequeña serpiente en vuelo. Confía en mí, le dije, aunque sabía que no me entendería; no todavía. Y allí, en el suelo cubierto de densa maleza de aquel bosque, empecé a bailar y cantar las runas del conjuro de unión. Allí, Iris y yo nos ligamos en un solo destino, una sola entidad. Y aun recuerdo mi estupefacción cuando alcé los ojos al cielo y vi la oscuridad que me envolvía, una oscuridad tamizada por los escasos rayos lunares que se filtraban entre el denso follaje, así de largo había sido el sortilegio que nos había unido... largo y absorbente, pues en ningún momento había sido yo consciente del paso del tiempo.
Así viví hasta que un día, hace poco tiempo, se me llamó a la Montaña Prohibida. Ascendí hasta el tercer nivel, nerviosa, contenta por lo que aquel requerimiento significaba. Debo explicar que Templo y Palacio, el corazón y la cabeza del reino, son las únicas estructuras grandes del tercer nivel. Los barracones de los soldados adosados a palacio ocupan el extremo norte. En el lado sur, construidas sobre un saliente rocoso, se alzan las elegantes mansiones de los embajadores extranjeros.
El Palacio alberga toda la burocracia que la ciudad necesita para su funcionamiento: magos, eruditos y clérigos se reparten el duro el trabajo, y nadie que no tenga una tarea que realizar penetra en él. El Templo, en cambio, está abierto a cualquier drache adulto, ya sea clérigo de la Dama o mago del Dragón. Recinto de adoración, centro de estudio, lugar de investigación, es un edificio muy frecuentado por cualquier estudioso. Todas las salas del Templo son de libre uso... menos la entrada a la Montaña.
Allí, en la sala de Entrada, me reuní con los ancianos, les honré con una inclinación, y me quité la túnica tradicional, el sheni, para recibir el nuevo tatuaje, el que marcaba mi independencia y una etapa más en mi vida como maga del dragón. Y una vez que el pequeño dragón alado de blancas escamas hubo sido grabado en mi tobillo, indicando la necesidad de ver mundo y aprender de él, penetré en la Montaña.
¿Cómo explicar este viaje de iniciación? Nadie que no sea un drache podría entenderlo. Aquélla es una dura prueba, un examen sin piedad. El camino hacia las guaridas de los dragones está plagado de todo tipo de trampas e ilusiones. Yo conocía el camino, pues había sido instruida desde mi más tierna infancia en él. Lo que no me esperaba es que todo fuera tan mutable en el seno de la montaña. Ni tan perturbador.
Recorrí la laberíntica red de corredores fiándome de mi propia memoria; ningún mapa de los dominios de los señores había sido trazado jamás. Evadí a las bestias guardianas, monstruos de inteligencia limitada que no entendían que nosotros éramos aliados de los señores, y no indignos intrusos. Busqué las puertas secretas que abrían los corredores ocultos, y atravesé cámaras donde el más ligero ruido podía precipitar una pétrea avalancha; ahora se me hizo patente porqué mis mayores habían insistido en que aprendiera la intrincada ciencia de la construcción y cimentación... ¿cómo si no hallar el camino correcto entre tanto túnel traicionero y tanta entrada clandestina?
Finalmente llegué al auténtico Laberinto. Siguiendo los preceptos de la tradición, apagué la lámpara que traía conmigo y la abandoné en un nicho especialmente creado para ello. Se me había dicho que la luz podía desencadenar allí un gran mal.
Avancé a tientas, con cautela, con miedo. La oscuridad era completa. No había ninguna luz. La tiniebla pesaba como un manto asfixiante sobre mí. Concentración, autocontrol, perseverancia; los tres pilares en los que se basa el arte del mago, ahora empleados para trascender aquella terrible ceguera. De pronto noté que el muro se elevaba. Con pánico, me di cuenta de que mis manos extendidas ya no alcanzaban a abarcar la anchura del pasadizo. El aire, que hasta entonces olía a cerrado y a tierra, rozó mi piel con dedos húmedos. Transité la negra, hambrienta oscuridad, comprendiendo que me encaminaba hacia una cueva amplia como una catedral donde sería muy fácil perderme. Un guijarro impulsado por mi sandalia impulsó a otro guijarro, y el minúsculo chasquido despertó una miríada de ecos, sutiles, distantes, y otros todavía más lejanos. La caverna tenía que ser inmensa, alta y ancha, pero no estaba vacía: algo había en la oscuridad, superficies de objetos o tabiques invisibles, que quebraba el eco en mil fragmentos.
La Cripta... iba por el buen camino. Caminé a ciegas, con miedo a errar el camino, hasta que encontré un túnel. ¿El correcto? ¡Quién sabía! Era aquella una obra prodigiosa que se extendía bajo tierra, en la dura roca, como las calles de una gran ciudad; pero había sido hecha para cansar y confundir al mortal que la transitara, una trampa gigantesca cuya finalidad yo no entendía pero tampoco cuestionaba.
Al menos, todavía no. Porque no tardé en hacerlo, en detestar aquella tradición inútil que tan arriesgada resultaba. La detesté y la odié. Si me hubiera sido posible enfrentarme a los ancianos que la habían instaurado, lo habría hecho. Si hubiera estado frente a frente con los ancianos que la seguían manteniendo viva hoy en día, les habría gritado e increpado. La prueba pone a prueba algo más que tu habilidad; también te enseña algo de ti misma, recordé que me habían dicho mis maestros. ¿El qué?, pensé ahora. ¿Mis ganas de desafiar una estúpida tradición? [i], me dije, airada, y mi voz se quebró en miles de ecos. [i]O de rebelarte contra leyes que crees injustas[i], susurró [i]Iris, que viajaba cómodamente a salvo en mi corpiño... al menos, tan a salvo como podía estarlo cuando yo misma estaba en peligro.
No contesté a mi pequeña compañera y seguí adelante, siempre adelante. Bajaba por un pasadizo en declive cuando vislumbré un débil color gris, el reflejo de un destello, el eco del eco de una luz remota.
Pensé que mis ojos me engañaban, como suele ocurrir en el seno de la negra oscuridad. Los cerré y el resplandor se desvaneció. Los abrí, y reapareció... un apagado halo de palidez, apenas visible, allí donde nada podía ser visible, donde todo tenía que ser oscuridad. Avancé hacia aquella promesa de luz.
En la última vuelta del pasadizo lo vi, algo que nunca hubiera podido imaginar: la enorme bóveda bajo la Montaña, excavada no por la mano del hombre sino por los poderes de los dragones. Enjoyada con cristales y ornamentada con pináculos y filigranas de piedra caliza, inmensa, de techos y paredes rutilantes, delicada e intrincada: un palacio diamantino, una casa de cristal y amatista, donde el esplendor de la luz había expulsado a las tinieblas antiguas. La misma roca fosforecía, emitiendo una luz irisada muy tenue.
Y allí, en el seno de esa cámara grandiosa, jugaban y peleaban docenas de dragoncitos. Eran las crías mayores, las que ya tenían edad para empezar a desear una vida independiente, las que habían sido expulsadas de las cámaras de incubación de los huevos y de cría de los indefensos y recién nacidos wyrmlings.
Me quedé helada cuando uno de los dragoncitos se abalanzó sobre mí. Joven o no, ¡yo no era rival para él! Cerré los ojos, aterrada.
Una ráfaga de viento en la cara, el roce de unas alas inmensas, y abrí los ojos. Una de las nodrizas dragonas había alejado a la impulsiva cría.
-Vas por buen camino –dijo, en el intricando lenguaje de los dragones que era también mi lengua natal-. Te queda la última prueba. Avanza.
Y avancé. La cámara culminaba en una brecha descomunal, un precipicio tan ancho como hombre alguno podría saltar. Quise llorar. Los conjuros que podrían haberme permitido salvar aquel abismo ya los había gastado. Miré hacia abajo, hacia el pozo sin fin que se abría a mis pies. Un reto imposible.
Pero no era imposible, ¿verdad? Cientos, miles, de draches habían superado aquella prueba durante incontables generaciones. Liberé mi báculo de la correa que tenía a la espalda, y tanteé el vacío que había ante mí. Nada. Aire. Recorrí todo el borde de la sima, tanteando con el bastón, hasta que encontré lo que buscaba: no aire, sino una superficie sólida e invisible. Un puente elaborado a partir de fuerzas intangibles, interrumpido a poco más de un metro de la orilla.
Cogí carrerilla, y salté. Aterricé sobre una nada sólida. Eludiendo mirar el abismo por el que caería si daba un paso en falso, caminé por el puente invisible, tanteando cada uno de mis pasos con el báculo, comprobando la solidez del terreno con atenta concentración. Y al fin alcancé la otra orilla.
Sonreí.
La cámara de Raettlyrminskaya’v. El dragón que protegía mi linaje se encontraba echado sobre una gran roca situada en medio de un estanque de agua termal, el largo cuerpo sinuoso emitiendo un brillo incandescente, sus escamas tan deslumbrantes como si estuvieran forjadas de puro fuego. Las alas del dragón no estaban plegadas sobre su lomo, sino que se movían lentamente para refrescar el cuerpo recalentado.
Caí al suelo ante el estanque, de rodillas, e incliné la cabeza en un elegante arco. Las yemas de mis dedos quedaron apenas apoyadas sobre una roca increíblemente pulida. El dragón tatuado en mi espalda, una réplica en miniatura del que se encontraba ante mí, quedó visible para él.
-Mi pequeña hija, bienvenida, bienvenida –siseó Raettlyr en las complicadas inflexiones del verdadero dracónico, unas inflexiones que nuestra lengua humana no es capaz de repetir, consiguiendo sólo el eco de un eco del idioma-. ¿Has aprendido algo de ti misma en el camino hacia aquí?
-Sí. Que odio esta tradición. –Al fin, me atreví a levantar la cabeza, aunque continué arrodillada ante el dragón.
-Impaciencia. Inconformidad. Son buenas cualidades si no se llevan a extremos, y si se supeditan a la razón. No lo olvides, mi pequeña hija –siseó el dragón. El dragón se irguió sobre unas patas ridículamente cortas, y estiró el largo cuerpo serpentino. Las alas se abrieron en toda su majestad-. Has sobrevivido al Laberinto. Así que no temo por ti. Sobrevivirás al mundo exterior. Parte en tu viaje, y aprende cuanto puedas, tal y como has aprendido en tu camino hacia mis dominios. Y cuando creas que ya has visto cuanto quieres ver, cuando creas que ya has experimentado cuantas nuevas emociones puedas descubrir, cuando hayas saciado tu sed de conocimientos foráneos, vuelve a nosotros. Aquí está tu hogar.
Supe que Raettlyr tenía razón, allí estaba mi hogar. Pero la emoción de la aventura –del viaje, del descubrimiento- empezó a enrojecer mi tez con tanta efectividad como el calor que se elevaba de las aguas termales. Ansiaba aquello, oh sí. Quería verlo... todo.
-Volveré -afirmé.
Raettlyr plegó las alas sobre su lomo.
-Lo sé, Raettlyr Akemishaktikundalini. Lo sé –contestó.
Y así recibí mi nombre de adulto, mi nombre verdadero, un nombre de dragón otorgado por un dragón.
Volveré, me digo, escribiendo la palabra en el pergamino. Lo haré.
Algún día.
Magnus Siánnodell.
Todo es borroso, todo los recuerdos se mezclan, cuando Magnus intenta recordar como llego a la torre del Circulo de magos. Siempre le habian dicho lo mismo, un pequeño chicuelo, envuelto en harapos y trapos sucios que despedia pequeños proyectiles magicos por las manos llego y pidio derecho de asilo. CUando el primer Encantador lo vio, lo acogio y lo superviso bajo su atenta mirada, ya que tenia mas miedo de los talentos de Magnus de lo que el podia pensar. SOlo eso le contaron, solo asi ha perdurado su mente y sus recuerdos tranquilos.
A la llegada de su mayoria de edad, el primer Encantador, llamo al joven Magnus a la planta quinta de la torre, alli donde los novatos realizan su prueba final. El enfrentamiento con el velo. Los novatos se enfrentan a un demonio del Velo. Si lo vencen vuelven como magos del Circulo, responsables de su magia y consecuentes con sus actos, sino... mueren.
Una vez llegue al Velo, todo era como mirar a traves del agua, todo hacia ondas, todo hipnotizaba solo mirando a tu alrededor. Detras mio el portal, delante de mi un terreno espantoso, lleno de agujeros y telarañas, donde hasta las paredes serpentaban. Una vez decidi no saber nada del lugar, tener en cuenta que eso no existia de verdad, decidi avanzar, agarre mi baston con fuerza, apoyando mi voluntad sobre el, ahogando los miedos en el estanque de mi mente.
Llevaba andando durante un tiempo, cuando de repente una niebla cubrio todo el suelo, y la luz tenue que llenaba el lugar se cubrio de un rojizo fuego, y de repente al fondo un demonio de la colera se abrio paso tras una explosion de fuego.
- Mi demonio, pense . -Debes morir La ira se apodero de mi, entonces comprendi que el peligro de los demonios no era su poder destructivo, sino que se apoderan de tu voluntad, y te subliman mediante artes oscuras que nublan tu razocinio. Calme mi ira, y mi baston comenzo a brillar como si cargado de magia esperara una orden.
- Namárie !!! Al grito de inicio de hechizo levante mi baston y de el surgio un virote helado que congelo al demonio. Me acerque a el y lo empuje contra el suelo, haciendolo pedacitos. Mi prueba habia sido un exito. - Por fin soy un mago
COntinuo la historia hasta algun punto en especial ?? Reclutamiento del guardia gris, o hasta la salida del a torre ? o la dejo ahi ?