Partida Rol por web

El encapuchado levantó una mano a modo de saludo cuando Davdak se aproximó. Tanto el pícaro como sus compañeros, más retrasados y alerta, estaban atentos a cualquier movimiento entre los viñedos o en el propio bosquecillo¹. Fue por ello que no les sorprendió ver como un grupo de otros ocho encapuchados salieron de la arboleda. Lo hicieron lentamente, sin intentar ocultarse. Aunque todos llevaban algún arma —arcos, espadas, machetes, ballestas— ninguno las estaba enarbolando. De hecho el encapuchado inicial, que tenía un martillo de guerra colgando del cinto, mantenía sus brazos cruzados.

—¿Por ventura os habéis perdido aventureros?— utilizó el plural aunque ante él solo estaba visible Davdak —¿O venís en busca de vino? De eser así me temo que os tendréis que ir con las manos vacías. El Mal se ha apropiado de nuestro viñedo y nos ha obligado a refugiarnos aquí.

Tras sopesar las opciones que tenía disponible, el enano llegó a la única conclusión de que lo mejor sería acompañar sí o sí al grupo. Poco podría hacer él solo, además de que estaba perdido en medio de la nada. Al menos aquellos humanos sabían donde iban.

Y hablando de humanos, fue cuando el enano salió de su ensimismamiento cuando encontraron aquel grupo de encapuchados. Por un momento estuvo a punto de tomar la inciativa y preguntar qué mal aquejaba aquel lugar, pero decidió que lo mejor era ver cómo se desenvolvían sus acompañantes.

No obstante y por si acaso, el clérigo acercó sus manos a su martillo y su escudo. Aquella gente solo parecían campesinos que habían tenido que huir de su hogar, pero no podía descuidarse. Si algo había aprendido desde que estaba en estas tierras, es que nada era lo que parecía.

Más valía estar preparado.

Coates vio a los encapuchados y lentamente acercó su montura hasta donde estaba Davdak.

- Dicen que los vinos de este lugar son espectaculares. Y no, no estamos perdidos, venimos de parte de de la mujer Urwin Martikov. Están preocupados por sus familiares, generalmente puntuales con el cargamento que llega a su posada. Y ciertamente parece que su preocupación era motivada. ¿Qué ha ocurrido en este lugar?

Al escuchar el nombre del posadero uno de los encapuchados se adelantó. Era un anciano que se vestía con una capa raída varias veces remendada pero del que parecía emanar una clara autoridad. Los demás se hicieron a un lado mientras contestaba a los aventureros:

—Así que el bueno para nada de mi hijo mayor está preocupado pero no se le ocurre venir hasta aquí para ayudar ¿eh? ¡Que típico de él! ¡Que el demonio de Strahd se lo llevé!— el viejo miró un momento a los aventureros y luego a la enorme estructura de piedra que se alzaba al sur, entre los viñedos —Llevamos mucho tiempo rechazando a los malditos espantapájaros de Baba Lysaga pero esto es nuevo. Hace una semana que un cónclave de Druídas de la Sangre decidieron atacarnos acompañados de unos malditos engendros vegetales. No pudimos vencerlos y tuvimos que huir por nuestras vidas. No sé que buscan en nuestras tierras pero se han adueñado de ellas y los dioses no lo quieran acabarán por corromper los viñedos si nadie se lo impide. ¿Y qué hace mi preocupadísimo hijo? ¡Esperar en su taberna con su mujer! ¡Estoy seguro de que allí estará quejándose de su suerte y esperando que otros resuelvan sus problemas!

—Y aquí estamos esos otros —dijo tratando de empatizar con el hombre—. Decidme maese Martikov, ¿esos engendros vegetales de los que habláis siguen aún en el viñedo?

Davdak levantó la vista pero todo era lluvia. Casi no podía ver más allá de un palmo de su capucha. Bajó del caballo y alargó la mano hacia el hombre.

—¿De cuántos hombres disponéis? En mi grupo disponemos de algún clérigo que quizá podría purificar las tierras y un buen guerrero para ayudar a expulsar a los que la ocupan. Pero tenéis que contarnos más sobre el peligro al que nos enfrentamos. ¿Son suficientes cinco espadas más para su causa?

Ian mantuvo la pose gallardamente. No por arrogancia, sino porque le había pillado todo por sorpresa. Ni se había enterado de la presencia de los encapuchados, así que decidió disimular manteniendo la pose firme y despreocupada. Al mencionar Davdak a su grupo añadió -Y el terreno. Es importante conocer el terreno en el que vamos a luchar. Toda la información posible al respecto será bienvenida.

- ¿Druidas de la sangre? - preguntó, picado por la curiosidad de saber si se trataba de algún tipo de druida corrompido o similar.

Ya habían descubierto el problema de los viñedos pero ahora tenían que resolverlo si querían tener alguna oportunidad de volver a entrar en Krezk alguna vez.

- ¿Puedo preguntarle, Maese Martikov - se dirigió al hombre hacinedo una respetuosa inclinación - si existe algún tipo de encatamiento en la zona? ¿Quizá algo que unas fuerzas oscuras puedan corromper?

Druidas de sangre... Aquel nombre le era familiar al máscara.

Mientras sus compañeros hablaban con los encapuchados. Coates trató de recordar de qué le sonaba tanto aquel nombre...

El enano permaneció inmutable escuchando la conversación. Por lo que parecía el grupo conocía alguien relacionado con aquel humano. Lo que sorprendió al clérigo fue escuchar lo de "Druidas de Sangre". Sin duda, jamás había oído hablar de algo así.

No obstante, una cosa tenía clara. Unos druidas que adoraban la sangre sin lugar a dudas no serían gente amable y de rigurosa moral. Sin lugar a dudas cometerían blasfemias que habría que purgar, por la gloria de Moradin.

Algo, tal vez una inspiración del Padre de Todos le decía al enano que seguramente todo lo que encontrasen en estas tierras necesitaba ser purgado. Era algo que cada vez empezaba a tener más claro...