Partida Rol por web

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La pregunta queda flotando en el aire. A veces, un acierto, una chispa de idea, puede venir de los lugares más impensados.
Klurca, alzo la cabeza hacia el anciano aventurero, y gozando con poder interrumpir al silencio preguntó:

¿Con el lubro, hacer más telarañas desas?

La voz de la orca le saca de sus lúgubres pensamientos y la mira de hito en hito intentando descifrar su chapurreado común.

Entonces se encoge de hombros y dedica su atención a Fornund, su aceptación implícita del liderazgo es suficiente de momento y se detiene solo un momento para sonreír a Jess, sin duda la mejor cobertura que hubiese podido desear para el libro. A pesar de ello no dice nada al respecto, los mejores secretos son los que el menor número de personas conocen y dice en su tono de voz casi didáctico -si nos quedamos aquí consideraría varias cosas. No sabemos si otros enemigos han escuchado a las setas, como dije antes podrían estar al caer. Alguien tendría que explorar los alrededores y vigilar. Así mismo habría que encontrar una posición fácilmente defendible -no se extiende en este punto, sabedor de que Fornund tendrá mas nociones, aunque le cuesta contenerse -finalmente, si cumplimos eso, sugiero que dos o tres de nosotros, los mas sigilosos exploremos el camino que nos espera, si como decís nadie lo utiliza podrían existir numerosos motivos sumamente desagradables para nosotros, incluyendo trampas o seres aún peores, sería mejor saber que nos vamos a encontrar.

Es evidente que solo Tran, Jess y yo cumplimos esos requisitos, aunque ella está demasiado herida. Pero...¿Quien me mandaría meterme en esto con tan poca preparación y previsión? Por lo menos esta vez no me puedes regañar Yrlinand, no ha sido mi culpa.

Vuelve a perderse un poco, rememorando antiguas aventuras donde su falta de atención y previsión llevaba a resultados cuestionables, normalmente por dedicarse demasiado a su pasión, el arte. 

¿Con el lubro, hacer más telarañas desas?

 -¡Oh, sí!-Responde Tergrar. -¡Ese libro es todo un tesoro!. No solo por las recetas que tengo apuntadas...También vienen trucos como las telarañas o hacer que otros hagan lo que tú quieres...Como cuando conocí a Isabella de moza.- Explicó con una risilla.

El viejo se quedó pensativo unos instantes. -No sé por qué tengo tantas ganas de leerlo...-

Nalfeim apoyó la mano en su hombro y dijo en voz baja: - Me hago una idea, viejo amigo.- y se quedó en silencio apoyado en la pared.

- Estoy de acuerdo en que no podemos fiarnos de este sitio.-Dijo Tran tomando la palabra -Fornund y yo abrimos portón que había al final de la escalera. El aire estaba viciado. Los ojos y la garganta picaban hasta que se ventiló. El suelo estaba lleno de telarañas, pequeños cráteres como manchas de aceite, en los que la piedra estaba suavemente pulida  y había cristales rotos parecidos a este.-Dijo sacando una esfera del tamaño de una naranja pero de intenso color verde. Nalfeim la examinó antes de pasársela a los demás. El cristal transparente contenía un líquido verdoso que fluía como el alcohol. -Fornund escuchó un eco lejano en la roca.-Continuó Tran -Tal vez fueran excavaciones en un nivel superior, pero parecía que nadie había explotado la zona a la que llegamos, al menos desde hacía un tiempo. Por si acaso dejamos el portón tan cerrado como estaba-

Mientras Shanshar examinaba el orbe, el pícaro contestó a las propuestas de sus camaradas: -Fornund es tan bueno como cualquier otro para guiarnos en una misión, pero tratándose una mina enana...- No hizo falta acabar la frase para mostrar su conformidad. -Me parece bien que acampemos, eso sí, manteniendo el libro a bien recaudo- Añadió con una mirada de disculpa hacia Nalfeim y Tergrar. -Yo me puedo encargar de explorar los alrededores y traer de vuelta a esa orca enloquecida- dijo refiriéndose a una de las mineras que había sufrido los efectos de los brebajes de Tergrar. -Si veo cualquier cosa, os la mandaré para pediros ayuda.-

   Tergrar se puso en pié. Sus rodillas chascaron como una vieja viga de roble. Se acercó hasta la intersección de los pasillos y alumbrándose con los restos de una antorcha, señaló un pequeño tramo de túnel a mano derecha que parecía no tener salida.- Creo que nuestro amigo Grux pasaba algunas noches en ese rincón. Yo me voy a echar un rato y os dejo a  los más jóvenes lo de las guardias-. A medida que el viejo caminaba reconoció los restos de una inmensa hoguera. -Oh, si...Aquí me quedo.- canturreó el solo.

Jess se quedó mirando el cristal verde que mostró Tran.

¿Cráteres en el suelo? ¿Como si cristales como el que tienes en la mano hubiesen explotado, Tran? ¿O más como si el contenido líquido de las esferas se hubiese desparramado, corroyendo uniformemente el suelo como un ácido? Y dime una cosita... ¿Después de ver tras el portón, lo volvisteis a cerrar? Lo digo porque una orca con fuego en la lengua ha salido corriendo para allá. Koyu... Eres la minera jefe. Tal vez podrías ir tú a por tu subalterna para traerla de nuevo aquí.

Soltó un bostezo, como quien suelta a una fiera salvaje. Desbocada. Sin control. Y luego se le entrecerraron los ojos cual bestia acechando en la espesura, o como un bebé dormidito.

No tengo sueño... no... no tengo sueño... Tengo mi anillo. Mi anillo me mantiene despierta...

Por mucho alegato que diese Jess, el día había sido tan frenético que estaba lo suficientemente cansada para dormirse. El anillo del sustento no hacía nada para prevenir su fatiga. En estos momentos, Jess era una niña que había corrido demasiado durante el día.

Se buscó un rincón lejos de Jagga, en el cruce de cavernas que protegía el rincón del Gran Tergrar, para poder defenderlo. Si alguien pretendía hacerle daño a su querido héroe, tendría que pasar por encima de su cadáver. Como no tenía manta, además, porque se la había dejado a Jagga, Jess se dejó la armadura puesta para mantener el calor corporal y no pasar frío durante su sueño.

Observa detenidamente las esferas, puede imaginarse docenas de compuestos que sin duda su maestro hubiese reconocido al instante, pero él aún tiene guardado su libro de alquimia, uno de los pocos que no ha leído, interesado en otros tipos de arte. Busca en su memoria alguna de las pocas lecciones que su maestro le dio sobre la alquimia antes de desistir visto el escaso interés demostrado por su alumno, pero ninguna conclusión surge por lo que suspira con frustración y dice sin demasiada convicción -podría ser ácido... en la naturaleza existen ácidos con un tono verdoso o amarillento pero también de otros colores, más... no lo se, la alquimia no es química, sus principios funcionan bajo supuestos totalmente diferentes, podría ser cualquier cosa. Podría estudiar algo, pero no tenemos tiempo para eso así que, si nadie sabe lo que es con exactitud sugiero que la guardemos en un sitio donde no reciba golpes bruscos.

Asiente entonces a las palabras de Tran y el también se dirige a la cueva que tanto Tergrar como Jess han escogido para descansar, no porque necesite reposo, sino porque si Tran se aleja, se considera el único capaz de combatir.

Yrlinand, es mejor si sales de aquí, no es un buen sitio para ti y necesitas algo de aire fresco, no te alejes demasiado y si ves que algo se acerca avisa.

Parece que hable solo mientras camina hasta que abre un bolsillo desde el que sale su petirrojo que se aleja revoloteando a la salida de la mina. Una vez hecho eso se sienta cerca de Jess y dice -estaré de guardia, no tengo necesidad de dormir y tampoco estoy herido.

Aparta de su mente la sensación de cansancio debida a la batalla con el gigante y se prepara para un aburrido rato de guardia.

¿Cráteres en el suelo? ¿Como si cristales como el que tienes en la mano hubiesen explotado, Tran? ¿O más como si el contenido líquido de las esferas se hubiese desparramado, corroyendo uniformemente el suelo como un ácido?

Tran guiño un ojo a Jess como respuesta a la última pregunta. -Eso apostaría- añadió poniéndose en camino.

¿Después de ver tras el portón, lo volvisteis a cerrar? Lo digo porque una orca con fuego en la lengua ha salido corriendo para allá. Koyu... Eres la minera jefe. Tal vez podrías ir tú a por tu subalterna para traerla de nuevo aquí.

Köyu asintió y siguió al pícaro. Sus ojos empezaron a brillar como los de un animal salvaje cuando se adentró en la penumbra.

Yrlinand los sobrevoló aprovechando la luz de la antorcha de Tran y regresó con su amo en varias ocasiones durante la tarde. El combate había sido feroz, pero todo apuntaba que habían acabado con todos los monstruos de la parte baja de la mina.

Köyu regresó con la minera y el grupo aprovechó para despedirse de los caídos. Ningún orco quería ser enterrado bajo la luz del sol y como era casi imposible excavar una tumba en la roca viva, no tuvieron reparos en arrojar los cuerpos por una estrecha grieta por la que se filtraba el agua. La escena les pareció grotesca a los humanos, pero lo único que se reprocharon las orcos fue tener que posponer los cánticos y los bailes que marcaba la tradición.

En el exterior todo estaba tranquilo y el pequeño petirrojo se aventuró a sobrevolar las montañas hasta que descubrió a Sandor conduciendo la carreta por una senda densamente arbolada. Theosod lo acompañaba y ambos parecían estar bien.

A la caída de la tarde un grupo de murciélagos comenzó a desperezarse. Yrlinand prefería no cruzarse con semejantes alimañas y volvió para descansar en la seguridad del bolsillo de su amo.

Nalfeim guardó un extraño silencio y se limitó a reclinarse contra la roca entre Jess y Tergrar. Cuando el viejo se desperezó encontró a Nalfeim hecho un ovillo en el suelo.

-Es el arcanábulo de Corvinus- Gruñó el sacerdote con la frente sudorosa. -Cada día que me resisto a arrancárselo de las manos a Jess, el empeño me consume más y más.- Después haciendo un gran esfuerzo se acercó a los heridos más graves y los sanó imponiendo sus manos.

Klurca pasó por entre Jess y Tegrar, y se recostó contra la pared de piedra, cerca de los restos de la hoguera del gigante.
La orca, incluso perdió algo de tiempo entreteniéndose con un palo, para revolver los restos de maderos chamuscados, buscando alguna braza algo roja que sirviera para avivar el fuego....y al rato se quedó descansando, mientras miraba sorprendida como se le habia curado la herida en su pierna, gracias a las setas...como por arte de magia.

++Ungg-raca...

    Las piedras ennegrecidas que rodeaban la hoguera señalaban que el campamento era un lugar habitual para el Gigante. Al revolver entre las cenizas aparecieron huesos de humanoides carbonizados. Después de ver la ropa de Grux, no resultó sorprendente. Sin embargo algo brillante llamó la atención de Klurca: Una llave estropeada por el calor.

Cuando el grupo alcanzó el portón superior, Tran ya lo había abierto. Aún así la semiorca comprobó su pequeño hallazgo en la cerradura y sonrió al ver que encajaba. ¿Quién sabe qué mas podría abrir esa llave?