Milton volvió a su aspecto humano mientras observaba con una gran sonrisa en su rostro, tanto de devoción por el fuego como por complacencia al escuchar sus gritos de agonía dentro de las lenguas del fuego.
-¿Escucháis eso? ¿No es hermoso? Esa música dedicada a cada llama que nosotros hemos provocado. Ojala pudiera ver como cada una de ellas consume carne, grasa y huesos de aquellos que han tenido el honor de morir quemados... -Esto es justicia hermanos. -Musito sin poder evitar sonreír.
-Es el mejor espectáculo que podremos ver en mucho tiempo. Disfrutar de cada segundo. -Como buen piromano cada segundo contemplando su obra era mas excitante que el anterior y se hubiera quedado hasta que la ultima chispa en el ultimo trozo de mansión se extinguiera, pero aun tenían mucho por hacer.
-Volvamos al Circo, tenemos asuntos inconclusos también allí. -Sentencio, antes de encender su pipa con la ultima de sus cerillas la cual lanzo hacia la mansión, antes de sonreír por ultima vez con esa extraña chispa en los ojos que solo aquellos que disfrutan realmente de su trabajo tienen.
Observé la Mansión Grimshaw arder en llamas con gran pesar. El fuego estaba consumiendo el edificio en el que había vivido y servido durante las últimas décadas, junto al bueno de Thomas. No sentía pena por él, ni siquiera por Sir Herbert, sino por la cubertería de plata que me había dejado olvidada en la cocina de la mansión.
Aunque, por otra parte, ahora que era una mujer loba, no iba a poder utilizar nunca más una cubertería de plata, por lo que daba lo mismo.
Me giré hacia la Mansión Grimshaw una última vez y realicé un maleducado corte de manga. Todavía podía escuchar los gritos del tragasables, el científico y el cazador quemándose vivos. Mala suerte para ellos.
-¡Al menos ahora ya no tengo que limpiar! -sentencié, enérgicamente, echando a andar detrás de mis hermanos lobos.