Partida Rol por web

El disparo de Lidda fue preciso, a pesar de contar con el impedimento de encontrarse fuera de la Forja. Su disparo dejó medio muerta a la criatura que se tambaleaba agonizante.

-Nundro, ponte detrás nuestro.-

La criatura se la veía bastante herida, por lo que el mago prefirió no arriesgarse y lanzó un conjuro directo contra ella. Sobretodo con Angos cercar.
Mientras gesticulaba y pronunciaba las palabras asentía con la cabeza. Estaba de acuerdo con la mediana. Podrían haber resuelto aquello sin violencia. Cuando terminó, tres proyectiles plateados surgieron de sus manos y se difigieron al ser esquivando a todos sus compañeros.

El espectador se descompuso definitivamente y cayó al suelo en un amasijo de tripas y sangre. Al fin, habíais dado con la Forja de Conjuros y erais libres de entrar en ella.

Con vuestro esfuerzo y algo de suerte, habíais vencido a la Araña Negra y desmantelado sus destructivos planes. Además al descubrir la Forja, Nundro podría reestablecerla para devolver la prosperidad a Phandalin.

Por vuestros inestimables esfuerzos, Nundro os asegura un 10% de las ganancias de la mina en el futuro y siempre seréis bienvenidos como héroes en Phandalin.

Con la satisfacción del deber cumplido, y de que sus compañeros y él mismo hubiesen salido sanos y salvos, Angos decidió disfrutar de varias semanas de descanso en la región, con alguna celebración de por medio.

Declinó la propuesta de Nundro, pues los bienes y ganancias no eran importantes para el paladín. De hecho, después de los comentados días de asueto, el enano se despidió del grupo para volver a la senda de la aventura, donde quizá, si Moradin tenía a bien, podría ayudar al necesitado y encontrar más espíritus de buena voluntad como aquellos.

-Que la luz os guíe, hermanos. Os llevaré en mi corazón.

-Pues... misión cumplida--afirmó Flint satisfecho cuando hubieron concluido la empresa.

Después de despedirse de aquellos leales camaradas, en especial de su compadre Angos, el maestro de batalla enano regresó al Salón Bajolamontaña con el orgullo de haber culminado la búsqueda del Buscarrocas con éxito. Obviamente, el aguerrido luchador se hubiera sentido mucho mejor consigo mismo si el señor Gundren hubiese sobrevivido. No obstante, la caprichosa fortuna y el incierto destino eran elementos que quedaban lejos del alcance de los simples mortales como él.  

Soveliss se sentía bien consigo mismo después de haber ayudado al enano a recuperar la forja. Entre eso, y haber cumplido su misión divina, casi podía compensar los amigos perdidos por el camino.
Siempre recordaría a Gustav, Gundar y Kwame. Y lamentaba su suerte. De hecho tenía pensado volver a visitar a aquel dragón en algún momento del futuro. No sólo para hacerle pagar sus muertes, si no para poder recuperar sus restos y que descansasen en paz.

Pero sabía que todavía no era el momento. Aún trendía que volverse más poderoso de lo que era. Pero lo conseguiría. Y quién sabe. A lo mejor no iba solo. Pues sus nuevos compañeros eran más que capaces, y seguramente una aventura como aquella sería de su interés. Sobretodo en el caso de Lidda, que lo más seguro es que pensase como él.

Un 10% de las ganancias fueron suficiente para Lidda para procurar para sí misma y para su tía Quelline y su primo una vida, si no lujosa, al menos tranquila. Con la Marca Roja decapitada, ya no tenía que temer a vivir en Phandalin junto a los suyos.

Todas las noches desde que volvió, su pequeño primo le hacía contar su aventura en aquella mina. Todas las noches, los vivaces ojillos de Carpa se iluminaban escuchando su relato.

Se había despedido de sus compañeros en aquella aventura haciéndoles prometer que si pasaban cerca de Phandalin, le harían una visita. Y aunque ahora necesitaba unas " vacaciones" de monstruos y otros peligros, en el fondo de su corazón de picara, esperaba que alguno de ellos pasara algún día con las intención de pedirle que se uniera a alguna nueva aventura