El hombre duda pero algo en tu cansancio e incluso en la sangre que brota de tus heridas, le da a entender que, como mínimo, debe hacerte algo de caso.
-Pase- te dice, conduciéndote después por unos largos pasillos.
Al final acabáis en una elegante habitación, amueblada con valiosos muebles.
-Debe entender que no puedo llevarle ante el Rey. ¡¡Es completamente absurdo!! Pero haré algo, traeré a su secretario. No quiero arriesgarme a que de verdad sea necesario que le comunique algo y que yo me haya interpuesto- te comenta antes de abandonar la estancia y dejarte allí sólo durante 10 minutos que se te hacen eternos.
Antes de que vuelva, un caballero con aspecto inconfundible de matasanos, aparece y te pide que le dejes ver tus heridas mientras esperas, con intención de curarlas.
Cuando por fin vuelve el hombre que te trajo hasta aquí, acompañado de otro que viste con aún mayor elegancia, el medico sale de la habitación.
-¿Y bien?- pregunta con arrogancia el recién llegado -¿Qué es eso tan importante que debe decir a mi Rey?-
Motivo: Convencer (Ingenio+Oratoria)
Dificultad: 15
Tirada (4): 16 (10, 6), 3, 4, 2
Guardados (2): 16, 4
Total: 20, Éxito
He hecho la tirada por ti.
Me dejan entrar y dicen que van a avisar al secretario y, aunque no me importa demasiado, sólo va a retrasar mi misión.
Cuando entra un curandero... español, casi me dan ganas de escupir. Sin embargo, mi salud está por encima de mi orgullo, al menos esta vez, de modo que dejo que revise mi salud. Y mientras, llega el secretario... mis ojos van hacia él, algo vidriosos y debo reprimir las ganas de ensartarle con la espada, en su lugar saco la carta que llevo bien escondida y muestro el sello de su Majestad.
Es un asunto entre Reyes.
Respondo, cediéndoles la carta para que puedan observar bien el sello, pero preparado para saltar si intentan llevársela o abrirla. Cumpliré con lo mejor para Francia, aunque ni Francia ni España quieran.
El secretario coge la carta y observa el sello con atención. Luego te observa, comprobando que no estás dispuesto a dejársela abrir. Finalmente te la devuelve intacta.
-Esto es completamente irregular. ¡Malditos franceses! Ni siquiera podéis respetar los protocolos. ¿Para qué tenemos embajadores?- pero en su voz notas que hay más hastío que malestar.
Te devuelve la carta y te invita a esperar allí. Luego sale por la puerta mientras dice -No prometo nada. Vuestro Rey, no es el único caprichoso-
El tiempo se te hace eterno esperando. Puede que hayan sido sólo 30 minutos, pero a ti te parece que llevas allí toda la vida.
Al final la puerta se abre y comienzan a entrar multitud de soldados. Cuentas 20. La sala parece ridículamente atestada. Si su intención fuese prevenir un ataque, seguro que se estorbaban unos a otros.
Se abre un hueco entre ellos y cuatro hombres entran. Atrás, más retirado, el secretario al que enseñaste la carta. Delante 3 hombres. En el centro, con rostro pálido y semblante serio, el rey de España, Felipe IV
A su izquierda, con gesto suspicaz, el Conde-Duque de Olivares
A su derecha, vestido con habitos y un rostro cadavérico, un clérigo*
-¿Qué es eso tan urgente que interrumpe a un Rey en sus quehaceres con su pueblo y con Dios?- te pregunta el Rey en perfecto francés.
*Antonio de Sotomayor, confesor de la familia Real e Inquisidor General
Mis ojos se dilatan cuando veo entrar a tanta gente.
Mis ojos van de unos a otros, y no es hasta que veo a la Iglesia y a su Majestad española hablando que no me doy cuenta de que quizá no lo he pensado tan bien como me gustaría, sin embargo, ya hemos llegado demasiado lejos.
Muestro la carta, más no la entrego esta vez.
Su Majestad está preocupado por su pueblo y por el de su mujer, este conflicto sólo trae hambre y muerte. Así pues ha decidido haceros una oferta, su Alteza: en esta carta traigo una oferta de paz por parte de mi Rey, sin embargo no es todo tan sencillo.
Es un desafío, el que vos deseéis, yo seré el representante de Francia y en vuestro nombre puede actuar quien desee. Un duelo a espada contra vuestro mejor adalid, un reto de ver quién aguanta más bebiendo. Si vos ganáis, tendréis la carta, más si no ganáis... seréis vos quien me entregue una carta donde España se rinda. Se os permitirá mantener la identidad más durante 20 años daréis un diezmo a Francia y además un cuarto de las posiciones de mando serán ocupadas por personas seleccionadas por su Majestad de Francia. Para terminar, la doncella de más alta cuna en edad casadera en este momento desposará a un francés a vuestra elección.
Así pues, con todos estos hombres como testigos y con el Santo Padre observando todo cuanto hacemos... ¿tendréis las virtudes de la Piedad y la Caridad y la sabiduría para tratar de detener hoy la matanza entre nuestros pueblos o, por el contrario, serán la Avaricia, la Ira y la Soberbia quienes harán presa de vos al rechazar poder acabar con esto hoy y ahora?
Una ligera sonrisa en mis labios, observando a todos los hombres que están a mi lado ahora. Lo que no saben es que si lo rechaza tendré que darle la carta igualmente por mi honor. Sólo espero que su propio orgullo y los testigos hagan la presión suficiente para poder terminar con esto ahora.
Sí, me lo estoy inventando todo... pero tengo que intentarlo. xDD Estoy desobedeciendo a mi Rey y no sé qué pone en la carta... ya me ejecutarán al volver.
El Rey te mira con cara de asombro, como si no supiera cómo reaccionar, como si fuera la primera vez que alguien se muestra así de descarado. En cambio, quienes le acompañan, muestran un gesto de enfado. Es evidente que se consideran agraviados.
-¡¡Cómo se atreve...??- comienza a preguntar el hombre de Dios.
Pero antes de que termine de formular la pregunta, el valido del Rey, el Conde Duque de Olivares, toma la palabra
-Dudo mucho que su Majestad, el Rey de Francia, casado con una hermana de nuestro monarca y, a su vez, hermano de nuestra Reina, os haya enviado a insultarnos con semejante oferta. Así que sólo se me ocurren dos opciones. O bien esa carta es una falsedad y todo esto un ardid de vuestra mente enferma para llegar hasta nuestro Rey con Dios sabe qué oscuras intenciones... O bien, esa carta es verdadera y vos un traidor a vuestro Rey por no cumplir la misión que os encomendó de manera adecuada. Sabed que nos tomamos todo vuestro absurdo discurso como una afrenta y que, en este mismo instante pienso partir para escribir a vuestro embajador. ¿Tenéis algo que decir antes de que abandone esta sala?-
El Rey, con aspecto pusilánime, se limita a asentir a todo lo que dice su hombre de confianza, como si no tuviera ni voz ni voluntad propia.
Es precisamente por la castellana -respondo, haciendo gala de la templanza y el ingenio que poseo- que nuestro monarca ha accedido a terminar con esta reyerta entre las familias. Y es por eso que se os concede la oportunidad de terminar con esto aquí y ahora, sin más muerte, sin más gastos.
Mis ojos bailan entre todos los hombres, aún en mi estado si quisieran detenerme se estorbarían lo suficiente como para permitirme salir corriendo, o eso espero, la última vez que estuve en una situación similar no fue nada bien.
Muevo la carta de un lado a otro.
Podeís elegir el desafío y el contrincante. Son todo ventajas para vos, observad hasta qué punto mi Rey está dispuesto a ceder por lo que siente por vuestra hermana, Majestad -hago una calculada reverencia-. Y pensad que si tuviese oscuras intenciones, no hubiese entrado por la puerta. Ni os haría la oferta tan directamente -con un gesto de la cabeza señalo mi herida- y además, estoy herido. ¿Qué os aterra de mi oferta?
Pregunto, con una genuina curiosidad. Y extiendo mi mano hacia el Rey, y sólo hacia él, con la carta.
Mis instrucciones son que sólo vuestro Rey puede aceptar o declinar y que sólo él puede leer la carta de rendición que traigo como prueba de la veracidad de mis palabras.
Sin embargo, algo en mí duda que vayan siquiera a querer entrar en el juego.
Motivo: Oratoria
Dificultad: 30
Tirada (4): 5, 8, 3, 2
Guardados (2): 8, 5
Total: 13, Fracaso
El Rey estira la mano y coge la carta. La manera en que te mira es extraña, parece intentar evaluarte, como si estuviese intrigado por ti. Pero, por otra parte, sus acciones, su actitud, carecen de ímpetu. No parece haber aceptado tu desafío.
Abre la carta allí mismo, sin esperar, y ves sus ojos avanzando de línea en línea. El Conde-Duque de Olivares también la lee, por encima de su hombro. En cambio el hombre de Iglesia, te mira con ojos de fuego y un extraño odio que no tienes ni idea de dónde puede proceder.
El Rey y el Conde-Duque se miran. Durante unos breves segundo parece que el monarca fuese a decir algo. Pero entonces el valido hace un gesto negativo con la cabeza y se dirige a ti para hablarte
-Os entregaremos una contestación por escrito- te informa -Después os entregaremos una montura si careceis de ella y 10 soldados y dos hombres de la confianza de vuestro embajador, os acompañarán hasta la frontera. Allí los dos hombres del embajador continuarán camino con vos mientras que los 10 soldados regresarán aquí.-
Y acto seguido, sin atender a ninguna razón ni argumento, da instrucciones a todo el mundo, excepto 10 hombres, de abandonar la sala.
Nadie podría afirmar que no lo había intentado, pero... la carta ya estaba entregada y, aunque podría luchar, tratar de conseguir por la fuerza lo que no me están dando por las buenas. Sinceramente... es culpa del Rey por desposar una española, con lo arpías que claramente son. Al menos me darán escolta, aunque algo tarde diría yo.
No necesito escolta. Aunque sí tengo una montura... está cansada.
Y todo este viaje sin una dama en apuros... Tylou, has perdido tu toque. Entonces no puedo evitar pensar en mi amigo y de nuevo las dudas sobre la misión me asaltan, aunque no voy a centrarme en eso, volveré y probablemente me mude. A saber. Aunque antes deberé encontrar a mis amigos, el señor espada de alquiler y el mercader.
Te proporcionan un nuevo caballo. Parece evidente que no reparan en gastos, bien sea para que no parezca que la corona española no tiene dinero para un buen caballo, bien sea porque quieren asegurarse de que llegas a la frontera y no te quedas por el camino.
El secretario del embajador te acompaña en tu viaje de vuelta. Durante el trayecto, en confidencia, te cuenta la sorpresa que ha supuesto para el Conde d'Harcourt, el embajador, la existencia de la carta o el hecho de que no se haya cursado por los cauces reglamentarios.
Quizás, después de todo, sí que fuera una manera un poco retorcida, de dificultar la entrega. ¿Podría ser que el Rey nunca hubiera sido muy partidario de la paz con España? ¿Y si esto era una manera de no poner suficientes medios como para cumplir su promesa pero sí asegurar que había enviado a quien creía que podría entregarla?
¡Ah, la Política! Ese arte complejo en el que nadie pelea con reglas justas y a pecho descubierto.
Tú podías estar satisfecho. Habías cumplido tu parte y, a tu llegada a Francia, el Rey te lo agradecería, serías reconocido y recompensado. Y, además, habías ganado un nuevo aliado en la persona de Marcel, probablemente el comerciante con más contactos de toda Francia.
En cambio Hugo, tu antiguo amigo... No era probable que pudierais continuar siendo amigos, al fin y al cabo estaba dispuesto a matarte por conseguir lo que quería. También tenías claro que no sería duramente castigado pues el Rey de Francia tenía tan poco carácter como el Rey de España. Y Hugo pertenecía a una de las familias más influyentes de Francia. Esto, de una manera diferente, pero también se resolvería por la vía diplomática, estabas seguro.
Bueno, al menos todo había acabado ya y te dejarían alejarte de intrigas, te permitirían volver a tu espada y con tus compañeros, donde todo era bastante más sencillo.