El grueso de compañeros se fue dispersando por la torre en busca de sus objetivos. A medida que se alejaban el murmullo de sus vovecillas se fue reduciendo hasta casi desaparecer.
Pequeñín salió al trote ligero hacia la escalera. Podía subir volando, pero era más sencillo hacerlo por dentro del edificio. Los vientos que soplaban fuera más de una vez le había jugado malas pasadas.
De nuevo se concentró para revolotear cual pajarillo y así no pisar el traicionero escalón roto.
-Despega y vuela cual pajarillo sin cagarte en tus calzoncillos...
Motivo: Revolotear
Tirada: 3d6
Resultado: 2, 6, 3
Pequeñín se concentra para salir volando. Un instante en silencio y HOP!. Un pequeño saltito. Pero al instante Pequeñín vuelve a aterrizar en la nuve de polvo que había generado para acompañarse el impulso.
So sorry, el mínimo para hacer magia es 4.
-Me cago en... Pues nada, a sacar brillo a mis patitas. En fin, así abro apetito para la fiesta de después. Seguro que tienen cosas ricas que comer. Yummmmm...
Pensando en esos menesteres comenzó la enorme odisea de trepar todas las escaleras para llegar a la cima.
-Ya podrían poner más bajo el palomar. Claro, como el amo es patilargo...
Puso atención en el camino para evitar problemas, vigilando por si Lucifer venía a saludar o si el escalón roto cedía bajo sus pies.
Pequeñín sigue subiendo escalón a escalón del modo tradicional. Le cuesta un poco porque los escalones están algo altos. Todo parece tranquilo... sin embargo al llegar a la tercera planta se hacen evidentes los rumores y farfullos de Rudesindus en su laboratorio. Parece que se mueve arriba y abajo. Algo le trae de cabeza! Quizá salga de la habitación en el momento menos esperado.
Sorry, olvidé que habías escrito en la escena!
-Bah, no hay problema con que salga. Total, sólo estoy pasenado un poco y buscando al esqueleto del armario, que se ha ido de juerga...
Aunque claro, si se ha ido de juerga, a lo mejor el maestro se huele algo con eso de que es su cumpleaños. Por lo tanto, debería usar otra palabra distinta. Pero tampoco se puede haber ido de picos pardos, ya que no tiene con qué irse. Y se iría a hacerlo con muertos, lo que al maestro tampoco le gustaría demasiado...
Perdido en complejas divagaciones siguió su camino lo más rápido que podía. Es decir, a paso tortuga, que subirse esas pedazo de escaleras era un logro para cualquier lutín de su tamaño.
Pequeñín sube las escaleras con esfuerzo pero finalmente llega a lo más alto de la torre. Ha cruzado el pequeño observatorio donde ha visto el catalejo y el telescopio preparados para ver alguna cosa. ¿Qué debe ser? ¿Qué debe querer ver el amo? Delante de Pequeñín las escaleras suben hacia el palomar. De lo alto de la escalera llega el gorgoteo de las palomas y algunas plumas flotan en el aire y caen hasta cubrir los escalones como una alfombra blanca.
-Venga, a desplumar pollitos. Mejor, a buscar entre todas estas a ver cual me sirve.
Se zambulló entre las plumas del suelo con su chata nariz pegada al mismo. Entre estornudos y risas por las cosquillas se dedicó a subir poco a poco hasta encontrar una pluma la mar de lustrosa. Lástima que estaba pegada al culo de una paloma. Aunque ahora que la paloma no mira...
-¡CURRRRUTACKKKK! - dijo la paloma ofendida por el tirón en su culo.
-Perdone, señorita, pero era necesaria.
No me resistía a tener que arrancarle la pluma del culo a un pollo. Lo siento si me he extralimitado al narrar. Modifica lo que consideres.
La paloma echa a volar espantada. El resto de palomas se alteran y, en seguida, el palomar se convierte en un espectáculo de graznidos insoportables. Plumas que revolotean por el aire, restos de paja que salen disparados por los incontrolados movimentos de las alas... y algún que otro excremento sale disparado pasando cerca del pobre lutín.
Pequeñín apenas advierte, de nuevo, que una puerta del tercer piso se ha abierto.
- ¿Qué pasa ahí arriba? - grita Rudesindus.
El lutín se agachó haciendole a Rudesindus una reverencia.
-Nada grave, maestro. Una pequeña alimaña debe haberse colado en el palomar y estoy intentando localizarla. Sin embargo las palomas están histéricas...
¡Que cuele!¡Que se lo crea!
Con cuidado se guardó la pluma que tenía en la mano y se dispuso a elevarse para otear donde estaba la alimaña. O a hacer como que lo intentaba, mejor dicho.
- De acuerdo. Vigilad con el ruido, chicos, estoy trabajando.
Rudesindus vuelve a cerrar la puerta con un sonoro golpe. Ni siquiera ha subido del piso de su taller así que Pequeñín ha quedado unos breves instantes reverenciando la nada. Las palomas siguen revoloteando más tranquilas. Algunas incluso han huido y vuelan alrededor de la torre. Sus gorgoritos resuenan por los pisos superiores.
Pero a Pequeñín poco le importa puesto que ya tiene la pluma que ha subido a buscar.
-Jejejeje, qué listo soy. Ahora tengo la pluma perfecta para escribir esas invitaciones.
Sonriendo con su enorme boca llena de dientes afilados, el lutín volador comenzó a bajar las escaleras con la máxima celeridad posible, teniendo en cuenta su reducido tamaño y la altura de los escalones.
-Espero que..bufff, como cansa esto...ya tengan lista la...¡ayyyy!...tinta cuando llegue al baul. Que subir esto y volverlo a bajar...¡leches!...cansa mucho.
Rezongando se dirigió directo hacia el baul donde vivía.
Pequeñín baja silvando la escalera a pesar del esfuerzo. Al llegar al rellano del laboratorio de Rudesindus se para un momento. En el laboratorio todo parece tranquilo, algunas exclamaciones del viejo, un par de gruñidos pero nada más. De repente, al otro lado del rellano, en la biblioteca, un libro parece que cae al suelo.
Plof.
Un taburete rechina en el laboratorio y todo permanece en silencio un momento.
-Cachis, seguro que alguno de estos enredas de lutines están jugando en la biblioteca.
Con paso decidido y la pluma guardada a buen recaudo, Pequeñín se dispuso a entrar en la biblioteca a arreglar los desperfectos creados por otros antes de que el amo los viese.
-¿Quién anda ahí?