Partida Rol por web

La lutina empieza a dar saltitos en el mismo sitio, sin saber qué hacer. No quiere que Rudesindus descubra la sorpresa, pero tampoco que le eche bronca por haber interceptado su correo. Así que la mejor opción que se le ocurre es frenar al desconocido.

- ¡Eh, quietoooo! - grita mientras echa a correr y sujeta su corona de flores - ¡El amo no recibe a mediocres como tú! - alarga la otra mano intentando agarrar al mensajero, mientras por encima del hombro vigila que no le dé una bola de fuego.

Gilitrutt echa a correr para parar al goblin. Es curioso pero es el único lutín que consigue su objetivo pues el resto intentan elaborar algún complicado hechizo pero los hados no permiten llevarlos a cabo: bolas de humo, Rasputín cayendo bajo el pesode Guspierku y Pequeñín levantando varias motas de polvo y alguna cucaracha por no haber apuntado correctamente al goblin.

Gilitrutt consigue parar al goblin... al menos por un momento.

A ver, a ver... ¿es que no podemos pararnos un momento? digo asomando la cabecita de entre el lío de piernas y brazos que se ha formado

...¡sólo faltaría que encima apareciera el gato, con tanto escándalo!

Veamos, veamos goblin, ¿qué es lo que llevas ahí?

le pregunto, haciendo exagerados gestos de disimular, pero sin poder evitar cierto temblor en la barbilla peluda, y los dedos agitándose sin control...

- ¡Eso, eso! ¡Suelta lo que tienes entre manos! - ríe de forma malévola. - Que alguien me acerque una cuerda y un calcetín viejo para taparle la boca. - dice demasiado divertida con la situación.

Viendo lo rápido que era aquel bicho, se sienta encima suyo para evitar que se le escape.

- Va, va, que alguien más gordo me eche una mano. - señala su propio culo y luego al goblin, ofreciéndolo como asiento provisional.

Pequñín estiró toda su boca en una enorme sonrisa para enseñar todos sus afilados dientes. Se puso justo delante de la cara del goblin.

-Como hagas ruido, te muerdo. Como intentes huir, te muerdo. Como me apetezca, te muerdo... y te va a doler.

Se incorporó sin quitarle la vista de encima al goblin, y se dirigió al resto de los lutines.

-Deberíamos irnos a otra parte donde se note menos nuestra presencia. El baúl o algo similar. No vaya a ser que el Amo nos pille. - Por si se le ocurría decir algo al goblin mientras Pequeñín hablaba, le dirigió una mirada fulminante mientras se lamía ostentosamente los colmillos.

Rasputín se acercó echando chispas por sus manos. Se acercó y se pegó al goblin y poniendo sus manos encima dijo:

- Y como no sueltes el paquete y nos digas lo que es, te muerdo... digo... ¡Te quemo!

- A ver chicoz, no zé ké lleyo exaktamente en ezte pakete. Me lo han dado ezta mañana y yo zólo lo he traído hazta akí. A decir verdad yo también tengo ganaz de zaber ké he eztado llevando hazta akí, puez peza lo zuyo el kondenado! A ver, ¿ké oz proponéis? Kizá abrirlo no zea la mejor opción puez a vueztro amo no le va a guztar. Kizá podamoz penzar una manera de abrirlo zin que ze entere. Me dijeron miz primoz ke zi poníaz un zobre en agua hirviendo podíaz abrirlo, leer laz kartas y luego volverlo a dejar todo komo eztaba.

Dándose aires de grandeza, Zug el goblin cruza ambos brazos y os mira por encima del hombro.

-Tú suelta el paquete y después hablamos de cotillear lo que hay dentro. Y de prisa, que tenemos mucho que hacer.

Venga ya, ahora este goblin se nos pasaa nuestri bando. Menudo cotillaestá hecho. Seguro que si el Amo se entera de que quiere ver el paquete, le usará para experimentar. Interesante idea.

¡Sí eso! ¡Suéltalo o te prendo vivo!

- ¡Eh, eh! ¿Y si lo que hay dentro del paquete muerde? - pregunta emocionada Gilitrutt.

Mira suspicaz al goblin, tantas ganas de abrir el paquete significan que hay algo interesante dentro. Y seguro que se lo quiere quedar él.

- ¿Saaaabes quéee? - dice bajando la voz, con tono cómplice - Ya has entregado el paquete. Puedes irte cuando quieras. - añade dándole una palmadita en la espalda al goblin mientras le quita el paquete de las manos. - ¡Ale, ale, fuera!

La puerta está por aquí... gracias por su visita...

Guspierku sonríe (demasiado) con gran afabilidad, se ve con claridad su brillante dentadura, sus ojillos son apenas dos rendijillas...

¡Vuelva otro díiiaaaa...!

Le saluda afablemente agitando la manita, mientras le acompaña (empuja) hacia la puerta...

- ¿Ahora keréiz ke me vaya? ¿Ké pretendeiz?

Zug el goblin articula sobreactuadamente los brazos y, de repente, el pesado paquete se le cae de las manos. Cloch! Pica contra el suelo y se queda quieto un momento, medio abollado por un lado. El ambiente se vuelve silencioso un momento. Un silencio que se puede cortar con cuchillo. Pero nada comparado con el silencio que os envuelve cuando el paquete, él solito, decide desplazarse unos cuantos palmos y describir un salto de más de tres palmos de alto.

-¡Mecagüen...!- Gritó sorprendido.- ¡El paquete está vivo!

Salió disparado intentando atrapar el paquete, para evitar que crease mayores males.

- ¿Qué es lo que sicede ahí abajo?

Esta vez Rudesindus sí que sale de su taller y baja las escaleras bociferando pues parece que su preciado experimento ha quedado frustrado. A trancas y barrancas llega al rellano y se encuentra tal panorama que podéis leer su completa incertidumbre el rostro.

El paquete, por su cuenta. Parece estar vivo pero veis por el rabillo del ojo como huye a esconderse tras un mueble de la habitación.

- ¿!Se puede saber qué ha pasado aquí¡?

- No os hagáis los suecos! Se puede saber qué hacéis todos reunidos en el rellano haciendo ver que no pasa nada? - Rudesindus parecía furioso, había abandonado el laboratorio talarmado por el ruido en la torre y se encontraba a un conjunto de pequeños servidores mirando hacia el techo, las paredes o mirándose los pies.

No arregló para nada la situación ver la harina del almacén completamente desparramada por el suelo, el gato con los pelos chamuscados y un tiesto colocado tras la puerta de salida de la torre que impedía salir del recinto. A Rudesindus le costó un buen rato hechizar el dichoso tiesto para que se apartara de en medio para poder así abrir la puerta.

En cuanto al goblin escurridizo, contra todo pronóstico, logró entregar correctamente su mercancía, un grandioso paquete ue se movía misteriosamente. Rudesindus lo abrió con desgana ante todos los lutines. Se trataba de un pequeño dragón. Realmente era una monada. Lástima que era una cría de dragón escupe-fuegos y el viejo mago prometió a sus pequeños servidores que lo usaría para castigar sus malas acciones.

Lo peor fue que al mago no le costó nada encontrar una excusa para castigar a sus lutines. Pobrecillos, intentaban hacer una tarda y acabaron con sus inocentes traseros chamuscados por la cría de dragón. El mejor parado, por supuesto, fue Lucifer el gato, que encontró en el pequeño dragón un aliado más para martirizar a esas pequeñas criaturas que poblaban la torre.