La habitación es lo mas austero que has podido ver en tu vida. Un camastro, una pequeña mesilla de noche junto a ella y una pequeña ventana por donde entra la poca luz del exterior. En el techo una vieja bombilla brilla tímidamente mientras de vez en cuando tiembla la luz esperando apagarse de un momento a otro. Las paredes están pintadas de color azul.
Nota: sobre la mesita de noche hay un plano de la casa. Junto a la mesita de noche tambien habra una silla de ruedas. En la cual sera obligada a subir desde el primer momento y no podra levantarse de ella en toda la partida.
Trampa: Si el pj intenta tocar la ventana se activara un sensor de movimiento y saldrán un entresijo de clavos y pinchos que impactaran rápidamente sobre el pj para luego esconderse de nuevo . -3 pv
Los ojos te pesan, te cuesta bastante abrirlos. Tu cuerpo esta entumecido y la cabeza parece que te vaya a estallar del dolor tan intenso que tienes. Tu cuerpo parece pesar una tonelada, tus movimientos son lentos y torpes. La pierna y el pie donde recibiste el golpe de la lámpara te duelen bastante. Seguramente si intentaras caminar no podrías a consecuencia del dolor. También puedes comprobar como alguien te ha vendado la pierna.
Poco a poco empiezas a recobrar el conocimiento y con el todas tus facultades físicas. Abres los ojos y parpadeas rápidamente para luego volverlos a cerrar. La escasa luz proveniente de una bombilla colgada del techo por un maltrecho y viejo cable eléctrico penetra en tus pupilas molestándote bastante.
Poco a poco te ves acostumbrando a la luz del lugar y consigues incorporare un poco sobre lo que parece una vieja y sucia cama.
Miras a tu alrededor y a mano derecha puedes ver una mesita de noche. Un poco más allá ves una vieja ventana, con la cristalera rota y una reja que impide escapar de la habitación. A mano izquierda puedes ver una puerta cerrada.
Las paredes de la habitación están pintadas de color azul.
Cuando vuelves a mirar la mesita de noche y te fijas en ella, algo hace que se te ericen todos los pelos de tu cuerpo y se te ponga la piel de gallina. Junto a esta puedes ver una silla de ruedas.
Cuando tomas totalmente conciencia de tu cuerpo, notas como algo presiona ligeramente tu cuello, muñecas y tobillos.
En una mezcla de intriga y preocupación puedes observar unas muñequeras y tobilleras un tanto peculiares. Estas son metálicas, de color azul y con un pequeño led parpadeante de color verde en la parte superior.
El collarín no lo puedes ver pero intuyes por su tacto que está hecho del mismo material que las muñequeras y tobilleras.
Antes de que puedas si quiera poner un pie en el suelo algo te sobresalta sobre manera. En tu oído derecho escuchas una voz de hombre, claramente distorsionada con algún tipo de aparato digital.
En ese mismo instante llevas tu mano derecha a tu oreja y te das cuenta de que también tienes puesto un pinganillo en su interior. Y a través de el una voz te habla…
…Buenas noches bella durmiente… es hora de levantarse.
Tras unos segundos escuchas una advertencia… Ahhhh… y que no se te ocurra quitarte el auricular por el que me estas escuchando.
Mucho peor que la peor de las resacas, Dakota volvió a la consciencia muy lentamente, sin atreverse a abrir los ojos porque sentía como si se los hubieran sujetado con plomo. Le dolía todo el cuerpo, intentó estirar sus miembros pero sólo consiguió que un estremecimiento sacudiera cada uno de los músculos utilizados para moverse. Pero lo peor de todo era la pierna que le ardía como si se la estuvieran quemando y la cabeza que parecía una bomba a punto de estallar. Intentó levantar los párpados y, la poca luz que había en el cuarto donde se encontraba, penetró en sus ojos como delgadas agujas que lo único que consiguieron fue que aquel maldito dolor de cabeza se intensificara.
Con mucho cuidado se palpó el cuerpo y se dio cuenta que su pierna estaba vendada, alguien se había molestado en curarla, aunque el dolor seguía ahí. Poco a poco se fue acostumbrando a la luz y, en un esfuerzo que casi acaba con sus pocas fuerzas, consiguió incorporarse en la cama en la que la habían echado.
¿Qué ha pasado? ¿Dónde narices estoy? Sólo me acuerdo de haber entrado en esa maldita casa y después... ¿Y los otros? ¿Por qué no estoy con ellos?
Preguntas que, por el momento, quedarían sin respuesta. Lo único que podía hacer en aquellos instantes era observar el lugar donde se encontraba. Una habitación pintada de azul que parecía que hacía mucho tiempo que había sido abandonada. Sin muebles, a excepción de una mesita de noche, con una ventana rota con barrotes para impedir que pudiera escapar y una puerta que, cuando recuperara algo de fuerza, intentaría comprobar si estaba cerrada.
Pero había un elemento más en aquel desolador panorama, algo que consiguió que su cuerpo se estremeciera de terror, sobre todo al sentir el dolor en su pierna... una silla de ruedas. Verla allí hizo que los pelos se le pusieran de punta, siempre le había dado mucho miedo que, debido a una enfermedad o a un accidente, se quedara paralítica y tuviera que estar de por vida anclada a un trasto de esos. Y verlo delante de ella tal y como se encontraba en esos momentos... No, mejor no pensar en esas cosas.
Cada vez era más consciente de lo que la rodeaba y su cuerpo, antes entumecido, poco a poco volvía a la "vida", pero había algo que la estaba molestando, una presión en el cuello y las extremidades que, hasta ese momento, no había notado.
¿Qué es esto? ¿Qué me han puesto?
Pequeños aros metálicos con una luz parpadeante rodeaban sus muñecas y sus tobillos. Aterrada se llevó las manos al cuello y comprobó que otro aro, seguramente parecido a los otros, lo rodeaba. Con un grito ahogado y presa del pánico intentó incorporarse de la sucia cama en la que se encontraba, pero una voz resonando en su oído la hizo detenerse de golpe. ¿Acaso se estaba volviendo loca? Ahora también oía voces en su cabeza.
Pero no... no era eso lo que sucedía. La voz procedía de un pequeño pinganillo metido en su oído y aquello la asustó aún más si cabe.
- ¿Quién... quién es usted? ¿Dónde me encuentro y por qué me hace esto?
Las lágrimas que se agolpaban en sus ojos se desbordaron ya sin remedio y, entre hipidos y sollozos, quiso saber qué le había pasado a sus compañeros.
- ¿Y mis... amigos?
No soy nadie en especial… contesta la voz en un tono socarrón. Luego prosigue contestando las otras preguntas… Estas en mi casa y tus amigos también están en mi casa.
Y porque hago esto?... pregunta antes de contestarse a el mismo… para divertirme. Jajajajajaja…. La carcajada tenía un tono malévolo y terrorífico.
Realmente te sorprende el que la voz te contestara ya que no veías a tu alrededor ningún tipo de micrófono.
No se lo podía creer, aquello no podía estar pasando, seguro que lo que había estado fumando con Terry llevaba cualquier otra mierda que le hacía tener alucinaciones nada agradables. Pero la voz en su oído parecía tan real... todo era demasiado real.
- ¿Divertirte? QUÉ TIENE DE DIVERTIDO ESTO JODIDO PSICÓPATA.
Hacía tiempo que había perdido los nervios y sus palabras comenzaban a teñirse de histeria. Con esfuerzo se puso en pie acercándose hasta la puerta. Tenía que salir de allí fuera como fuese.
La voz rompe a reír a carcajada limpia cuando escucha tus palabras… Mucho niña, tiene mucho de divertido… contesta entre carcajada y carcajada.
Ehh!!! Ehh!!! Eh!!!... exclama la voz antes de seguir diciendo… Donde crees que vas a pie?. Estas herida. Creo que deberías utilizar esa silla de ruedas hasta que consigas salir de esta mansión.
Aquella risa le produjo un escalofrío en todo su cuerpo. ¿Cómo podía alguien divertirse con las desgracias de los demás? Sin lugar a dudas había caído en manos de un loco... de un psicópata.
Intentó dar un par de pasos hacia la puerta pero sus fuerzas fallaron, no sólo por la herida en la pierna sino también porque se sentía débil. A punto estuvo de caer de bruces contra el suelo y, en el último momento, consiguió apoyarse en la mesita. Sus ojos se abrieron presa del terror al escuchar de nuevo al hombre.
La silla de ruedas... No, eso nunca... tengo que conseguir moverme por mí misma.
Pero sus piernas no la sostenían. Si quería intentar salir de allí tendría que hacer lo que él quería. Aquel pensamiento la dejó más aterrorizada aún. ¿Qué sería lo siguiente que le obligaría a hacer?
Resignada y un tanto decepcionada con ella misma, se sentó en la silla de ruedas. Por el momento prefería no cabrear a aquel tipo, quizás si no le enfadaba podría salir de la casa sin mayores problemas. Además Max estaría a punto de llegar con ayuda... él los salvaría a todos.
Intentando moverse con la silla se acercó a la puerta para comprobar si estaba abierta.
Te sientas sobre la vieja y destartalada silla de ruedas y un escalofrió recorre tu cuerpo. No te gusta la idea de estar mucho rato sobre ella. Al principio te mueves torpemente con la silla de ruedas ya que no estas acostumbrada a ella y mucho menos es de tu agrado estar sentada en ella.
Mientras avanzas hacia la puerta un estridente rechinar de ruedas resuena en la habitación. La silla aparte de incomoda esta oxidada y al moverse hace un horrible ruido. Cuando llegas a la puerta compruebas como esta cede ante el movimiento de tu mano accionando el picaporte de la misma.
Si sales de la habitacion recuerda indicarlo en la seccion Notas de tu post y espera a una introduccion por mi parte en otra escena. Gracias.
Se le pusieron los pelos de punta y no sólo por verse impedida de aquella manera sino porque, cuando comenzó a mover torpemente la silla, el chirrido que producía daba escalofríos, sumando un elemento más al tétrico ambiente que se respiraba en la habitación.
Con bastante dificultad maniobró la silla hasta la puerta y, para su sopresa, comprobó que se podía abrir. Aquello iluminó una leve esperanza, quizás si encontraba el camino para salir podía escapar y conseguir ayuda.
Quisiera ir al pasillo.
Lo que no sé es si ya posteo en la otra escena abierta sólo para Terry, aunque aún continúe en la habitación, o lo roleo en esta escena.
Entras en la habitación azul y a primera vista no ves nada fuera de lugar, todo parece estar en su sitio. Descolocada por la situación y sin saber porque la voz te ha mandado a tu habitación estas a punto de preguntarle cual era el motivo por el que te había llevado hasta allí. Pero pronto tu pregunta obtiene respuesta.
Justo antes de lanzar tu pregunta puedes ver en la mesita de noche una pistola. El cuerpo se te estremece.
Cógela… dice la voz… y no tengas miedo, que no te va ha hacer ningún daño.
Solo quiero que vayas a la habitación donde está tu amigo, elijas a uno y le pegues un tiro en los cojones.
Entró en la habitación temerosa de lo que pudiera encontrarse, pero no vio nada distinto a cuando la había abandonado. Entonces ¿por qué demonios la había llevado de vuelta allí?
- ¿Por qu...?
La pregunta murió en sus labios cuando se fijó en el objeto que descansaba en la mesita. Ella odiaba las armas de fuego, no le gustaban y, a diferencia de algunos amigos y compañeros, nunca había aprendido a usar una. Estaba a punto de alejarse de allí cuando la voz resonó de nuevo a través del pinganillo.
- Pero... pero...
Pensaba que ya no le quedaban más lágrimas pero estaba claro que aquel desalmado conseguía sacar de ella todo el miedo y la angustia que pudiera aguantar una persona. Era consciente que no serviría de nada discutir con él y, mucho menos, hacer que entrara en razón. Pero ella se veía incapaz de hacer lo que le pedía. No podía, no podía usar un arma contra uno de sus amigos.
Pero sabía lo que sucedería si se negaba, apreciaba a sus amigos pero más apreciaba su propia vida. Con la vista borrosa se acercó a la mesita y, con mano temblorosa, agarró la pistola y la colocó en su regazo. Después salió de la habitación pensando a toda velocidad un plan para salir de aquella sin tener que herir a alguien pero estaba bloqueada, ninguna idea acudía a su mente.
Motivo: Castrato
Tirada: 1d4
Resultado: 3
Salgo de nuevo.
Si me decido a disparar el elegido es el número tres... Travis :(