Karlio sonrió ante el comentario del hombre.
Claro que estoy dispuesto a protegerlo de los bandidos. Mi experiencia es con monstruos pero estoy en condiciones de luchar también con un ser humano, en especial con alguien que se gana atacando a buenas personas como nosotros que sólo queremos una mejor vida al otro lado de los Titanes. Pero entiendo que tengas reparos antes de aceptar a alguien en la caravana, sólo puedes estar seguro de eso si demuestran sus habilidades. Por lo que con mucho gusto le haré una demostración a nuestro señor.
Peonio asintió con una sonrisa ante los comentarios dichos, mientras giraba para ver quien lo había acompañado a sus espaldas, aparte del cazador.
—No se preocupe, los hombres que transporta mi carromato rebosan de fuerza y conocimientos en el combate. El arco de este cazador está acostumbrado a criaturas mucho peores que un hombre, no tendrá de que preocuparse por nosotros ni por los que estén bajo nuestra protección.
Peonio miro a Karlo y a cualquiera que lo siguiera.
—Muéstrenle al este buen señor que cualquier bandido que se acerque a nuestra caravana estará cometiendo una terrible decisión.
Argasto alzó la vista y contó a los que quedaban en la cola de pretendientes para sumarse a su caravana: el caballero, la exploradora, los dos mantos negros, el cazador y también el comerciante.
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis... Seis. Bien —chasqueó los dedos y uno de sus hombres salió de la tienda, probablemente en busca de seis guerreros que enfrentaran al grupo—. Usted también, señor del carromato. Nadie que no sepa empuñar un arma puede acompañarnos.
Argasto dejó sus libros y sus cuentas y se dirigió al exterior de la tienda. Allí había una gran hoguera junto a la que ya se habían colocado seis de los fornidos guardias del patrón, los seis embozados en armaduras de escamas con espadas en las manos y sonriendo con aplomo y confianza. Uno de ellos blandía su espada de forma provocadora, mientras otro se dirigió al grupo para prometerles que no les harían daño.
—¡Escuchad todos! —bramó Argasto decidido a ver un buen espectáculo—. No quiero ver una matanza. Cortes y moretones son aceptables, pero nada de herir de muerte al adversario. ¡Todo el mundo debe estar en condiciones de partir en cuanto amanezca! Si es que no termina quedándose... —añadió con una media sonrisa.
Para determinar iniciativas se comparan los valores de ágil de los adversarios. Los guardianes tienen 10 en ágil, quienes tengan más pueden realizar primero su ataque, en caso contrario tendrán que defenderse. En caso de empate, desempata el valor de Atento (11).
A menos que tengáis habilidades que digan otra cosa, el ataque se lanza con Diestro contra la Defensa del enemigo, y os defendéis del modo contrario. Estos rivales tienen Defensa +2 y Diestro -3, modificadores que tenéis que aplicar a vuestras tiradas.
Elindra suspiró. Los guardias de aquel inútil Argasto que había sido incapaz de reconocer su alfiler de pansar iban a pagar la soberbia de su señor. Fuera.
Con una rápida mirada evaluó a cada uno de los miembros de aquel grupo evaluándolos. Tardó un pestañeo, una fracción menos de lo que tardaron sus dagas en aparecer en sus manos como por arte de magia en cuanto Aragastos había terminado de hablar.
Nadie se esperaba aquella velocidad de movimiento, el que menos el idiota que se llevó el primer corte en la cara, en la mejilla cerca del ojo, pero en ningún lugar mortal o que causara impedimenta; era tan fino el corte que probablemente no dejara cicatriz. Sin embargo, tanta precisión y elegancia hablaban bien alto para decir: podría haberte sacado los higadillos y sin embargo he decidido perdonarte la vida, besa el suelo que piso. Aquel pobre desgraciado había sido por supuesto el idiota que les había dicho que les harían daño.
El siguiente corte en el cuello se lo llevó el que había estado blandiendo la espada amenazadora. Ahora ya no se sentiría tan amenazante.
El último en llevarse un doble tajo en forma de X en la mejilla fue el pobre desgraciado que estaba a su lado.
En frente de los 6 quedaba Elindra con las piernas flexionadas y las dagas a la altura de la cintura apuntando hacia arriba; una postura cómoda para defenderse y para sacar los higadillos de quien se atreviera a hacerle frente. Por el bien de aquellos guardias esperaba que ninguno lo intentara.
- Los que habéis recibido cortes, retiraos del combate o la siguiente vez os saco los higadillos. – les dijo sin alzar el tono. No era una amenaza, era una promesa que acababa de dejar claro era capaz de cumplir.
- Argasto, podemos dar ya esto por finalizado. No sé si mis compañeros tendrán mi misma capacidad para herir a tus guardias sin sacarles las tripas. – defendió la habilidad de sus compañeros frente a la de los guardias, aunque no dejaba de tener dudas de que eran capaces de contener sus ataques con su misma precisión; normalmente los guerreros se entrenaban para ser brutales en sus ataques, no para la precisión como ella - Creo que tus hombres ya han tenido suficiente y han aprendido lo que supone enfrentarse a una pansar. - su alfiler brilló con un reflejo de la hoguera cercana.
Motivo: Ataque 1 - Discreto
Tirada: 1d20
Dificultad: 17-
Resultado: 1 (Exito) [1]
Motivo: Ataque Libre - Discreto
Tirada: 1d20
Dificultad: 17-
Resultado: 8 (Exito) [8]
Motivo: Ataque Libre Critico - Discreto
Tirada: 1d20
Dificultad: 17-
Resultado: 6 (Exito) [6]
Motivo: Ataque 2 - Discreto
Tirada: 1d20
Dificultad: 17-
Resultado: 4 (Exito) [4]
Vamos a desgranar poco a poco…
Como tengo Ágil 13 voy antes que los guardias.
Con Finta uso Discreto para mi ataque con mis dagas. Saco mis dos dagas con dos acciones gratuitas porque son armas cortas.
Con Finta además gano la Ventaja equivalente a estar Sorprendido, lo que me da un Ataque Extra. ¿Podría hacerlo contra un enemigo diferente al primero? Asumo que sí, y si no te parece bien luego lo ignoramos en tu resolución.
Por la Ventaja tengo +2 al rasgo de ataque y otro +2 por la Defensa de los guardias, por lo que paso de mi 13 inicial de Discreto a 17 para el ataque.
El daño total del ataque sería +1d8 (daño base por Ataque con Dos armas) +1d4 (por Ventaja) +d14 (por Ataque Traicionero) +1d6 (por el Crítico). Como esto es una “pachanga de amigos” y no quiero arriesgarme a sacarle los higadillos allí mismo voy a pedir no tirar el daño, asumir que le hago un cortecito y solicitar aprovechar el Crítico como un Ataque Extra gratuito a otro enemigo. Igual que antes, asumo que sí para avanzar y si no te parece bien luego lo ignoras en tu resolución :)
El ataque 2 iría al mismo que el primero. Es innecesario, pero para dejar claro quien es la perra alfa de esta manada ^^
Opto por no tirar el daño de ningún ataque para no sacar higadillos, si es posible ^^
Peonio se alejó de aquella mujer, la cual ni sabía que estaba en la tienda con él. La mujer hacía un montón de movimientos extraños mientras atacaba sin previo aviso a varios de los guardias. Al terminar su arrebato, Peonio miro a Argasto y le respondió con algo de incomodidad.
—Vine desarmado a su tienda, tiene una espada que el sobre?
Karlio era un hombre con una habilidad de combate importante, pero que al fin y al cabo era un cazador. Su habilidad residia en esperar a su presa y atacar en el momento justo, no en salir corriendo con sus armas a diestro y siniestro por lo que lo primero que hizo fue ponerse a la defensiva evitando ser rodeado por los enemigos.
Buenos señores y señoras hora de bailar la danza de la muerte y la cacería.
Diciendo esto preparó su espada para bloquear cualquier ataque que se dirigiera en su dirección e intentó ponerse entre Elindra y Peonio, protegiendo al segundo de cualquier tipo de ataque. Ver como la mujer era un remolino de muerte fue suficiente para que el cazador pudiera ganar cierto tiempo pensando cual sería su momento de atacar. Fue allí cuando vió a uno de los hombres que dejaba de prestarle atención a la pelirroja y se le abalanzó encima.
Hora de cazar.
Sin dejarse mucho tiempo para reaccionar, Karlio saltó sobre su atacante con su espada de dos manos lista para asestar un golpe con todas sus fuerzas.
Motivo: Defensa
Tirada: 1d20
Dificultad: 5-
Resultado: 9 (Fracaso) [9]
Motivo: Diestro
Tirada: 1d20
Dificultad: 15-
Resultado: 8 (Exito) [8]
Motivo: Daño extra espada
Tirada: 1d12
Resultado: 2 [2]
Master, por lo que entendi yo no puedo atacar en este turno por la baja agil de Karlio. Por lo que intento ganar tiempo para atacar en el turno que viene.
Argasto chasqueó un dedo en respuesta a la petición de Peonio y uno de los guardias que no estaban en el círculo de combate le lanzó su espada, un arma normal y ordinaria, sin nada relevante por lo que pudiera destacar. Una hoja gris y afilada a conciencia durante las aburridas guardias. Frente al mercader aguardaba otro de los hombres de Argasto, dispuesto a entablar combate con él.
El cazador de monstruos Karlio se preparó espada en alto para proteger a Peonio ante los embates de cualquiera de los rivales a los que enfrentaban. Sin embargo, no vio como uno de los rivales lograba alcanzarle bajo las protecciones de su armadura y le provocaba un pequeño corte. Nada grave en verdad, pero suficiente para eliminarle de aquella prueba.
Otro que resistía a duras penas era Ulfius El caballero lanzaba estocadas a su oponente y se defendía con gran habilidad. El enemigo logró desviar su golpe pero también él detuvo la espada del guardia para dejar la cosa en tablas por el momento.
Y por último estaba Elindra, que había resurgido de las sombras para lograr marcar a tres rivales y dejarlos fuera del combate.
—Oh, magnífico. Desde luego a ella la quiero en mi equipo —exclamó Argasto satisfecho con los movimientos ágiles y letales de la exploradora.
Motivo: Ataque Ulfius
Tirada: 1d20
Dificultad: 12-
Resultado: 14 (Fracaso) [14]
Motivo: Defensa Ulfius
Tirada: 1d20
Dificultad: 9-
Resultado: 8 (Exito) [8]
—La mano de Prios ha guiado sus acciones —le dijo la manto negro a Argasto en referencia a los ágiles movimientos de Elindra—. Por tanto, como representantes de Prios en esta tierra, mi compañero y yo, merecemos entrar en esa caravana. Observa bien, un hombre por ella, otro por el hermano Dameon y el tercero por mí, Lestra, para servirle. ¿Discutes la voluntad de Prios, Argasto?
Nadie en su sano juicio osaría discutirle a un manto negro la voluntad de Prios y Argasto era demasiado inteligente para hacerlo, además conocía bien las ventajas de tener a unos Hermanos del Crepúsculo entre los miembros de su compañía, a fin de cuentas los Mantos Negros tenían su principal sede en Los Titanes y sabían moverse bien por aquellas zonas.
En cuanto Argasto dijo que la quería en su equipo Elindra guardó las dagas con la misma velocidad con las que las había sacado. Dando pasos atrás se retiró del combate, pues había entendido que la finalidad del ejercicio era que cada cual tuviera su oportunidad de demostrar su habilidad.
Los asentimientos con los que acompañaba las palabras de Lestra y como agachó la cabeza al final ante las palabras de la manto negro dejaban claro que apoyaba sus palabras, ya fuera porque sabía lo que le convenía con los mantos negros o por verdadera piedad en Prios.
Luego del combate Karlio miró al dueño de la caravana y le hizo una reverencia.
Gracias por la oportunidad señor, es una lastima que el combate haya sido solo al primer golpe porque su hubiera tenido un poco más de tiempo podría haberte demostrado mi habilidad. No soy el hombre más rápido del planeta, pero si un hombre letal que estaría dispuesto a protegerlo de todo hombre o monstruo que aparezca.
Peonio tomó la espada que le brindaba uno de los hombres de Argasto y se enfrentó al oponente que le correspondía en aquel duelo. El mercader parecía la clase de hombre más dada a las palabras que a los actos violentos y su forma de coger la espada no era la más ortodoxa que existiera. Y tal vez fue por eso que sorprendió a todos, incluso a su oponente, cuando tras el primer cruce de espadas había logrado herir ya a su oponente que poco pudo hacer para evitarlo. Tal vez su rival se había confiado y Peonio había tenido un golpe de suerte, o tal vez el astuto mercader era más diestro de lo que realmente aparentaba. Como fuere, el mercader se había ganado el derecho a estar en la caravana de Argasto.
En el otro lado del círculo que se había formado para presenciar el combate, Ulfius intercambiaba golpes con el otro hombre de Argasto que quedaba por derrotar. El caballero estaba dando un buen espectáculo con la espada tras detener el ataque de su rival y repelerlo con el hombro para ganar algo de distancia. En su siguiente ataque hizo una finta y logró abrir brecha en la defensa del oponente, y también una pequeña herida en su hombro, para así coronarse vencedor.
—¡Magnífico! —bramó Argasto—. Sois unos guerreros magníficos —soltó una carcajada y palmeó con fuerza la espalda de Karlio—. No te preocupes muchacho. Me habéis brindado un buen espectáculo. Estáis todos dentro.
Motivo: Ataque Peonio
Tirada: 1d20
Dificultad: 15-
Resultado: 10 (Exito) [10]
Motivo: Ataque Ulfius
Tirada: 1d20
Dificultad: 12-
Resultado: 12 (Exito) [12]
Pnjotizo para resolver el turno.
Ja, estaba claro que aquel comerciante era más de lo que pretendía aparentar. Su ataque podría parecer fruto de la suerte, pero había algo en su manera de moverse que al ojo atento y, sobre todo, al instinto desconfiado de Elindra le hacía recelar de él; probablemente tendría un pasado, uno que incluyese un duelo o un asesinato, que quería ocultar tras un semblante de hombre pacífico y mosquita inofensiva. Seguramente Peonio ni siquiera fuera su nombre de verdad. Tanto daba mientras pudieran llegar al otro lado de los Titanes.
- ¿Cuándo marchamos? – preguntó a Aragasto para concluir lo que le interesaba, saber cuando se pondrían en marcha y asegurarse que no tendría que quedarse allí atrapada durante todo el invierno helándose los pies buscando raíces entre la nieve y una magra carne para poder comer.
Dameon se mostró de acuerdo con su compañera. Ni él mismo habría expresado mejor la necesidad de llevar a dos seguidores de Prios, la superstición, el fervor religioso o el miedo siempre lograban abrirle las puertas a la Iglesia. Él mismo tenía ases bajo la manga con las que defenderse si fuese necesario, pero levantar un solo dedo contra un inocente iba totalmente en contra de su credo. Antes de hacerles arder, tienen derecho a demostrar su inocencia.
El manto negro no tenía tanta prisa como el resto de sus compañeros y compañeras, pero sabía que no ganaban nada quedándose allí parados. Si iban a atravesar los Titanes no convenía remolonear.
Karlio se sorprendió frente a la demostración de Peonio, por alguna razón el cazador no se imaginó que fuera a tener esa habilidad pero quedó gratamente sorpendido. Luego, cuando Argasto lo felicitó agregó.
Muchas gracias señor, será un gusto darle otra demostración más adelante. En una situación real las cosas serían diferentes.
Luego se dispuso a levantar sus cosas y a prepararse para sumarse de forma definitiva a la caravana. Mientras hacía esto se tomó un cierto trabajo en guardar y cuidar su espada, un arma era la diferencia entre la vida y la muerte y muchas veces cuidarla era como cuidar su vida.
Peonio devolvió la espada al guardia con una sonrisa.
—Disculpen el arrebato, comúnmente no me piden que haga ese tipo de acciones. Bien, espero que no tengamos un buen viaje por delante.
Peonio se acercó a Argasto para hablar con él.
—Alguna otra cosa que necesite de nosotros, buen señor?
—Mañana mismo —respondió Argasto a la exploradora—. Al alba.
El nutrido grupo de gente que se había congregado alrededor de la hoguera para ver el espectáculo se fue dispersando después de unos instantes que les sirvieron para confirmar que no había nada más que ver. Algunos volvieron a sus preparativos para el viaje, otros a calentarse junto a la hoguera y los más ociosos a sus juegos de cartas.
—Nada más, pueden unirse a nuestro grupo para la cena.
Argasto volvió a sus cuentas y quehaceres. Tenía mucho por hacer antes de permitirse el lujo de una cena caliente, un vino y dormir hasta la hora de la partida. Más tarde, se asaron unas cuantas salchichas en la hoguera y se repartió pan y algo de bebida. Uno de los viajeros se arrancó a cantar canciones de la vieja Alberetor que les inundaron de nostalgia y poco a poco fue menguando el número de personas que se agrupaban allí conforme se iban marchando a descansar. El largo viaje empezaba, y el invierno estaba al acecho.
Cambiamos de escena: En compañía de ladrones.