Amessis estaba masticando un falafel bastante denso cuando comenzó el jolgorio de la mesa vecina. Tuvo que echar un trago de cerveza para hacer pasar la mezcla por la garganta, porque se le había atascado un poco. Cogió otra bola y se la comió entera, hasta que se le hizo otra vez densa en la boca, para disgusto de Nepthis, que contempló como la nigromante se comportaba como una chiquilla en lugar de como una adulta.
Cuando el enano principal se aproximó, la joven no dijo nada hasta que Jotnar declinó la ofreta. Sabía que no bebía, al menos no como esos tipos de ahí, pero si había otra cosa que Amessis no soportaba era ser ignorada.
-¿Y la invitación no se extiende a los demás, maese Werrak? -preguntó al enano poniendo ojitos brillantes.
Werrack pareció decepcionado cuando Jotnar declinó educadamente su oferta. Ante la insinuación de Amessis, se rascó la poblada barba genuinamente enana.
—No shé. No tienesh pinta de aguantar ni una pinta de cerveza enana —observó críticamente—. Y te falta un poco de carne en losh hueshosh, pero... ¡hic!
Sonrió y miró a sus compañeros de juerga.
—¿Qué decísh chicosh?
Los enanos empezaron a vociferar, golpear la mesa con sus jarras y hacer repicar sus botas en el suelo (aprovechando que las mesas eran bajas y no les colgaban).
—¿No lo dirás en serio? ¿Tanta prisa tenías por partir inmediatamente y ahora te vas correr una juerga con ellos? —inquirió Nepthis—. Deberías descansar. Hoy hemos viajado durante todo el día y mañana madrugaremos.
Amessis acabó concediendo otra vez tras una breve discusión y, tras despachar a los enanos y terminar la cena, os retirasteis a vuestros aposentos. Habíais reservado habitaciones individuales, que contaban con suficientes muebles para que os sintierais como en casa y no en una especie de cuadra para humanos. Los rincones estaban cubiertos con almohadillas perfumadas que hacían que las habitaciones olieran bien.
Os levantasteis con el canto del gallo, y al bajar al comedor, en aquellas horas tempranas tranquilo y en silencio, os sirvieron un ful medames en cazuela de cobre: un nutritivo desayuno tradicional mulhorandino a base de habas cocinadas en un sofrito de ajo, con cebolla y limón, y acompañadas de pan de pita. Tras pagar a una de las camareras, pusisteis rumbo a la Ciudad de los Muertos, donde os esperaba la última parada de vuestro viaje: la Pirámide de Akhenseti.
Jotnar no reconoce el olor de la hierba abortiva que ha tomado Nepthis después del encuentro sexual con Pa-aru-sun esa noche.