Partida Rol por web

Esta fue la imagen que os recibió en la mansión Ini-Herit cuando regresasteis a Geldaneth.

La... enorme, exuberante y voluptuosa Nehit Ini-Herit estaba postrada en un mullido nido de cojines de abigarrados colores en su residencia de Geldaneth. Todos los esclavos de la estancia eran varones, y tenían el aspecto de estar terriblemente cansados, secos, consumidos por la err... voluptuosidad de Nehit.

El ambiente de la habitación estaba demasiado cargado. El aroma de las flores afrodisíacas que se quemaban en los incensarios era demasiado fuerte y hacía que os zumbara la cabeza.

—¡Por el amor de los Reyes-Dioses, madre! ¡Estáis medio desnuda! —se escandalizó Horpet.

Nehit Ini-herit se abanicó con indolencia.

—¿Qué tiene de extraño, con este calor inmisericorde? —ronroneó.

Nehit ocultó su sonrisa tras el abanico de plumas de avestruz, con coquetería.

—Veo que habéis traído de vuelta al hijo pródigo —dijo, abanicándose enérgicamente—. No esperaba que fuerais capaces de cumplir vuestra parte del trato. Habéis superado ampliamente mis expectativas. ¿Masud? ¡Masud! ¿Por qué no te los llevas fuera para de aquí y solucionas el fastidioso asunto del pago? Tengo que hablar con mi hijo. Un momento, ¡un momento!

Señaló a Amessis.

—Tú sírvete una copa y quédate.

—¡Mamá! —protestó el joven vástago.

—¿Qué te preocupa, Horpet querido?

Nehit bebió un sorbo de su bebida, desnudando a Amessis con su mirada.

—Te despacharé enseguida y podrás volver a tus aposentos —declaró Nehit—. De donde, por cierto, no deberías haber salido.

Nehit paseó su lengua, gruesa y húmeda, por sus labios, esperando que un destino similar aguardara a Amessis, aunque con consecuencias muy distintas.

Masud carraspeó, obediente,e  indicó a Jotnar, Lurzca y Nepthis (que no a Amessis) la salida como si nada estuviera pasando.

—Si quieren acompañarme, mis buenos señores...

-¿Yo? -la nigromante se señaló a si misma con cara extrañada y luego miró a sus compañeros. Después a Ini-herit, a Horpet y otra vez a Jotnar, a Nepthis y a Lurzca. Quizá tenía algún tipo de problema con almas perdidas y necesitaba de sus habilidades, aunque no entendía cómo se había enterado la mujer tan rápido de lo que habían hecho en Misthan-. Er... bueno, vale.

Uno de los esclavos le dio una copa y ella la cogió, aunque con dudas. Miró el caldo, no bebía en absoluto, no le gustaba, prefería el agua porque el vino le sentaba mal. La copa era de muy buena calidad, de las que podrían estar perfectamente en cualquier pirámide como tesoro. Rascó una de las piedras preciosas con la uña, a decir verdad, se habían encontrado una de esas joyas en la cámara de los tesoros. Para no parecer maleducada, bebió un sorbo, estaba bueno, de lo mejor que había probado nunca. Pero no bebió por segunda vez.

-¿De qué se trata?

Nehit Ini-herit no respondió inmediatamente a la pregunta de Amessis, sino que bebió de su copa y esperó a que Masud se llevara al resto de la compañía de la Barba Insondable.

Finalmente todo había salido bien. Algo que son duda dejó del todo confundida a Lurzca. Al final había resultado que Horpet Ini--herit era un joven sin voluntad, ni amor propio que se había dejado manipular por su madre hasta ese día y seguiría haciéndolo hasta el fin de sus días. 

Su empleadora se sorprendió de que hubieran traído de vuelta a su hijo. Eso también le extrañó. Si no confiaba en ellos, ¿por qué los había contratado? Al final les había enviado a buscar a su hijo. ¿Es que no le tenía tanto aprecio como se suponía? ¿Hubiera preferido que no lo encontraran? Podía ser que les hubiera enviado a ellos a por Horpet únicamente para quedar bien frente a sus colegas de la alta sociedad. 

Tampoco le importaba demasiado. Mientras les diera lo acordado todo iría bien. Lo que si que le extrañó, otra vez porque allí todo era extraño, fue que quisiera quedarse a solas como Amessis. ¿Que quería aquel cachalote vestido con ropa sexy, de su amiga? Lurzca le dedicó una última mirada al ballenato y otra a la nigromante antes de salir. 

- Te esperamos fuera. - Dijo la la mestiza preocupada. - No tardes...

Cuando Jotnar entró en la sala lo primero que hizo fué pegar un brinco y salir caminando apuradamente por donde había venido. Luego recordó que tenía que entrar para concluir el contrato.

Se palmeó ambos lados de la cara, sacudió la cabeza y volvió a entrar como si nada hubiese sucedido.

Mamporros aparte, las cosas habían salido todo lo bien que podían. Horpet había demostrado no ser el niñato estúpido que su madre pensaba que era. El muchacho había cumplido su palabra en una situación en la que perfectamente podría haberse arrimado al sol que más le calentaba para salirse con la suya, cualquiera con una voluntad débil lo habría hecho. Pero él había tenido el suficiente amor propio como para ser honesto delante de Kheper Ka-ra en lugar de empezar a largar convenientes mentiras. Jotnar valoraba eso, y ciertamente deseaba que las cosas le fueran mejor al chico de ahora en adelante con la idea de buscarse una Compañía local.

La señora Ini-herit despachó rápidamente con un monólogo a su hijo, a ellos, y hasta al escriba. Otra cosa no, pero aquella mujer era buena optimizando el tiempo que le dedicaba a las cosas. O minimizándolo. ¿Minioptizándolo? Como se dijera.

No sabía lo que querría de Amessis pero la nigromante era mayorcita como para que hablase por ella así que se limitó a mirar a Nepthis y a encogerse de hombros lentamente con los ojos muy abiertos.

Luego se giró y siguió a Masud.

Masud Enran-khi os acompañó fuera de la habitación y a través de un pasillo hasta llegar a un patio. Os invitó a sentaros en una pequeña mesa, al fresco. Antes de sentarse Jotnar se asomó entre las columnas papiriformes para ver el gran jardín. Distinguió sicomoros, palmeras datileras e higueras bajas alrededor de un estanque rectangular lleno de peces y flores de loto y mandrágora.

—Bien, Jotnar, pues si me hace el favor de firmar este documento, podemos concluir nuestros negocios —dijo tendiéndole un pergamino, cálamo y tinta—. Espero que no se hayan ofendido por las palabras de la señora. Sus servicios han sido muy satisfactorios y la Casa Ini-Herit hablará bien de ustedes.

El hombre del bigotillo os dedicó una sonrisa y una reverencia antes de dedicarle un chasqueo de dedos a una criada.

—Beket, ¡trae el dinero para estos señores!

Sin sobresaltos ni ardides, Masud os hizo entrega del oro en cuanto firmasteis el contrato. Con la satisfacción de haber terminado vuestra primera misión como compañía de mercenarios, os fuisteis del hogar de los Ini-Herit. Os reunisteis con Amessis más tarde, y tuvisteis un tiempo de tranquilidad antes de embarcaros en vuestra próxima aventura.

FIN

Mehit guardó silencio mientras su hijo y tus compañeros se marchaban de la habitación. Rebulló en el nido de colores, dedicándote una sonrisa.

—Acércate.

Observó muy intensamente como te acercabas estudiando cada rincón de tu cuerpo. Amplió su sonrisa.

—Toma asiento, querida —te dijo, señalando el montón de cojines, cerca de ella. Podías oler el perfume de Nehit, un suave aroma de rosas y jazmines—. Ponte cómoda. ¿Quieres que los sirvientes te traigan algo antes de que los despache?

La nigromante obedeció, un poco extrañada por la petición. Cuando Nehit los había contratado, no había sido tan cortés con ellos, solo con Nepthis, por razones obvias, de modo que tanta amabilidad le provocaba un molesto pitido en los oídos. Miró su copa de vino, a la mujer, el lugar. No le importaría repantigarse entre aquellos cojines, pero venía de hacer un viaje muy largo, estaba sucia y portaba la armadura. No es que presentara su mejor aspecto y tampoco se sentía cómoda estropeando los cojines de su contratista. Ojalá tuviera uno de aquellos vestidos de seda que habían traído de Misthan.

-No, la verdad es que no, gracias. Me quedaré de pie, no quiero estropear esos cojines tan bonitos -dijo con una sonrisa un tanto forzada-. ¿Qué desea de mí, señora Ini-herit? Su hijo está en perfectas condiciones, ¿algo la perturba?

Nehit te miró de arriba a abajo, con ademán apreciativo.

—¿Te gustaría tomar un baño para quitarte... el polvo del camino, quizás? —preguntó, ignorando tu pregunta.

-Pues... ¿sí? No. No sé, ¿podría? -preguntó, cada vez más extrañada, como si estuviera perdiéndose algo-. ¿Esto es algún tipo de pago extra por el trabajo? Creo que no venía en el contrato -añadió riendo con languidez.

Nehit rió, como un gorjeo, y negó con la cabeza.

—No, no, querida. Nada de fastidiosos negocios. Esto es... —se le iluminaron los ojos—, placer.

-¿Uh? -Amessis parpadeó como si la hubiesen deslumbrado con las antorchas de una carromato-. Entiendo. Es decir, no, no entiendo... -tosió para aclararse la voz y se sonrojó-. Es usted una mujer atractiva, Ini-herit, y tiene esclavos muy deliciosos a su servicio. ¿Qué quiere de mí, exactamente?

Nehit no te contestó inmediatamente, sino que bebió un sorbo de vino, aparentemente disfrutando del giro que acababan de tomar los acontecimientos.

—Ha llegado a mis oídos recientemente que no hay nada como una mujer para satisfacer a otra mujer —respondió Nehit Ini-herit—. Es una curiosidad que no he satisfecho y...

Te desnudó con la mirada.

—... yo también te he encontrado físicamente atractiva cuando te he visto aparecer en mis aposentos.

Inclinó la cabeza.

—¿Me servirías en el placer igual que me has servido en los negocios? —propuso, abiertamente.

¿FIN?