Partida Rol por web

Tras tres días de descanso y reponer fuerzas, asumiendo que la apresurada huída de vuelta al pueblo no había sido solo para socorrer a su compañera Skarlkja, sino porque la tumba de los antiguos soberanos de sangre fría les había hecho bola, los cuatro aventureros repusieron sus consumibles y se prepararon para volver a recorrer el infausto y tortuoso camino que les llevaría a la antesala del templo (Realmente era un camino casi recto, pero el rememorar las heridas y horrores vistos en aquellas estancias subterráneas y el saber que aquello era solo un adelanto de otras posibles (y desagradables) sorpresas, hacía que todo pareciese más retorcido y desagradable).

Pero el oficio era el oficio y la mujer serpiente tenía temas personales por resolver en aquel laberinto. Las palabras de su perdida hermana, no emitidas por una garganta, sino por los oscuros cauces de la psique, habían inquietado por su naturaleza a Skarlkja, por no terminarle de sonar apropiadas, claro que sus recuerdos sobre ella de disolvían entre la noche de los tiempos y su desconocimiento real sobre aquella con la que poco más había compartido que algún juego infantil semimalhumorado.

Lagakh había logrado agenciarse una nueva montura, más estoica y firme que aquella buena pieza que había sido sacrificada para tener tintura con la que dejar un cobarde aviso. También era cierto que el principal criador de equinos del lugar casi había vuelto a llorar al dársela, comentándole que no había más jinetes en el lugar capaces de soportar su poderío.

El tiempo para Zoex discurría increíblemente lento cuando se encontraba entre gentes de otros pueblos no élficos. Al unirse a su grupo de aventureros fue consciente de que esta percepción finita de la vida, algo que podía ser ajeno a los miembros de su pueblo mientras permaneciesen sanos y alejados de los peligros, pero estos no podían gozar de la adrenalina de la batalla y el descubrimiento como él lo hacía. Tenía tiempo de sobra para fabricar, comprar y ajustar las flechas de su carcaj, consiguiendo que estas se doblegasen con más facilidad a sus buenas artes con el arco. También tenía tiempo para beber y reír con Fette y para ayudar a Lagakh a reparar su hierro, parcialmente consumido por aquel horror ácido que también se había cebado en la mujer serpiente. Y aún así, también se las apañaba para estar junto al lecho de Skarlkja mientras esta se reponía. Lo más duro era soportar las noches, cuando todos se retiraban a descansar, pues el no tenía esa necesidad y la luna alumbraba su vida con la misma intensidad con la que el sol alumbraba al resto.

Para Fette, por contra, el tiempo discurría demasiado rápido, ello día no tenía suficientes horas para que pudiese disfrutar de todo el vino, la comida, las bromas y las canciones que sus breves amistades locales le brindaban sin parar. En tal caso, algunos lugareños comenzaban a mostrarse cansados al tratar de aguantar el ritmo del mediano. ¡Ay! Los imperativos del buen anfitrión... Y todos querían serlo, al menos mientras aquellos exploradores siguiesen terminando con posibles nuevos focos de la plaga goblin y estuviesen dispuestos a compartir sus riquezas, tan furtivas como efímeras.

Con tristeza por alejarse de los fastos y de la cercanía de la gente humilde y con ganas de vivir, Fette emprendió junto a sus compañeros la marcha de vuelta a la tenebrosa cripta. Esta vez, la promesa de tesoros y aventuras quedaba relegada a un segundo plano, pues la maldición que pesaba sobre el dedo de Skarlkja y la búsqueda emprendida habían cobrado un sentido mayor que cuando viajaron por primera vez.

Una vez junto a la entrada de aquel porfiado lugar, el mediano bajó de su poni, semejante en carácter y forma a él. Le quitó montura y aperos y lo ató algo suelto para que pudiera moverse y alcanzar a más comida que los otros enormes caballos, quienes tendrían menos problemas para alcanzar las ramas de los árboles. Le hizo unas últimas carantoñas y se alejó de él, confiando en la suerte para que no tuviera el cruel destino de la anterior montura de Lagakh.

Ya preparado, y frente a la puerta, miró a sus compañeros.

—¿Preparados? Aún tenemos cosas que hacer aquí, y pienso cotillear todos los rincones—dijo mostrando una enorme sonrisa, especialmente dirigida a Zoex, imitando la divertida y adolescente rebeldía.

-¿Cresss que ssaldremoss de ésste lugar? -le pregunto a Zoex mientras dejamos los caballos al lado de la entrada de la mazmorra. -No esss que tenga miedo ni nada, sssolo ess ssaber tu opinión.  El elfo era diferente a todos nosotros.  Había visto muchísimo en su larguísima vida, tanto que incluso la longevidad legendaria de una matriarca Salter era un simple parpadeo para sus atemporales ojos. -Sssabes que no ssoy mucho de penssar en el futuro. De hecho, odiaba pensar demasiado. Pero me gussstaría encontrar un tesssoro de puta madre y dedicarme a sser una tipa rica, con esscamass doradass, sssirvientess y una fussta.  Las palabras de Fette me sacan un poco de mi ensoñación. -Bah, chorradass.  Ni caso, Zoex, debo haber fallado una prueba de moral, pero ya sstoy mejor. Sonrío enseñando docenas de pequeños dientes cónicos. Cualquier otro que no fuese uno de los míos, Zoex, Fette o Skarlja, se hubiese cagado de miedo al verme.
-Vamos a por esssos putos reyess Sseerpiente, joder.

Ese tiempo fue productivo para alguien como Zoex, básicamente porque necesitaba mantenerse activo de forma constante por esa necesidad de adrenalina. Si bien sus día a día estaban más que bien economizados por las distintas cosas que fue haciendo, al compartir rato con sus compañeros, sí que se mantuvo pegado a su dolorcito de cabeza con aires de serpiente. 

Una vez emprendieron el viaje nuevamente, la escuchó hablar y alzó una ceja. 

—Saldremos mujer y con las manos llenas—respondió un poco seco, era su tono base—. Si la fusta no la usas conmigo no me parece un mal plan. Sé un poco ilusa, me gusta. 

Y no dijo mucho más, demasiado dulce la cosa y prefirió prestar atención a Fette, que era un manitas inquieta. 

—Cuidado donde metes la nariz, que tendrás una flecha en la mano. 

Los aventureros volvieron a sumergirse en las catacumbas, recorriendo por tercera vez el pasillo de su entrada, viendo cómo alguien había dejado marcadas flechas de tiza en determinadas piedras de la pared y el suelo de manera un tanto aleatoria. Aquello era nuevo, como eran nuevos algunos cadáveres de goblins que encontraron en la sala de la falsa tumba (5), donde se habían enfrentado a las tres serpientes con las que Lagakh había gastado parte de la tinta de su grimorio en su anterior visita.

Procedieron a descender a su segunda planta, encontrándose conque alguien había descubierto una puerta secreta tras la escultura del guerrero serpiente que habían visto volcada unos días antes (A media altura de 7). En aquel cuarto solo quedaban varios muebles completamente podridos y tres marcas en su pared: de lo que parecían ser dos armas de asta y algún tipo de objeto redondo, posiblemente un medallón que ahora estaba en posesión de aquellos que les habían dejado el aviso en la entrada, la tropa de saqueadores de la que les habían advertido en el pueblo.

Cuando llegaron a la sala hexagonal del pozo (8), donde Fette había entrevisto brillos valiosos en el fondo de la aceitosa agua, se encontraron con diversas señales de batalla, destacando especialmente el cadáver de un semiorco medio consumido, en un charco ácido que parecía provenir de otra de esas criaturas líquidas como la que casi había terminado con Skarlkja, que parecía haber reventado bañando el suelo y todas las paredes ce la estancia, posiblemente gracias algún elemento explosivo o sortilegio. 

Algunas de las puertas de la sala estaban abiertas (D y F) peor la E permanecía cerrada, como cuando habían abandonado la tumba en su viaje anterior.

Tras el merecido descanso y ponernos un par de vendas por aquí y por allá, me agencié de nuevo un caballo con el que volver a las ruinas de los bichos esqueléticos. Al final, casi tendría que darle las gracias a los que me habían matado el caballo, porque el de ahora me gustaba mucho más, aunque como le hicieran algo pensaba comerme sus monturas, aunque fueran sobre un perro. 

Esta vez tardamos menos tiempo en llegar o al menos, esa fue la sensación, quizás, porque ya nos sabíamos el camino y simplemente nos adentramos de nuevo en el lugar. 

- Bueno, pues parece que ya no tengo que vengarme de uno. - Dije mirando al semiorco muerto. La verdad es que me daba lo mismo que fuera de mi misma raza, porque el haberme matado el caballo merecía que le cortara una mano por lo menos. 

Claro que no pensaba acercarme demasiado a aquel cadáver no fuera a quedar algo del bicho corrosivo por ahí y me jodiera de nuevo las cosas. 

El mediano era que que prácticamente nos había guiado así que miré a Fette. 

- ¿Seguimos por algún sitio en especial? 

Fette miró por encima las habitaciones abiertas por sus sucios competidores y luego se centró en la que seguía cerrada y en el cadáver.

—Ajá, encima de rastreros, inútiles jajaja. Ahora somos nosotros los que nos aprovecharemos de su esfuerzo. Veamos...

El mediano se centró en la puerta cerrada, buscando la forma de abrirla.

-¿Hace cuánto habrá ssido todo..essssto? -​​​​​​ señalo el cadáver del medio-orco con cierto repelús.  No por la parcialmente digerida, hedionda y vomitiva masa en la que se había convertido, si no por una punzada de cruda empatía que se disipa rápidamente. -Ssería muy conveniente ssintonizar nuessstros periodoss de dsscanso con loss que van delante. Adelantarloss para poder pillarloss en bragass sssi vamoss a por elloss. Así de traicionera era Skarlja. Una verdadera víbora.

Se habían dejado una puerta sin abrir, seguramente la muerte de uno de ellos y el gasto de su ¿Explosivo de fabricación enana? ¿Su Esfera de Socarramiento Místico? les habían dejado sin ganas de más sorpresas.  

-Jahk, jahk. Me encanta mi armadura nueva - digo, hago tiempo mientras Fette abre la cerradura.  -​​​​​​Ess negra, pero ssi le da la luz dessde un ángulo determinado, le ssalen brilloss muy guayss.

—Me temo que si esa puerta no se abrió es porque hay algo detrás que tiene demasiado peligro. 

Tras decir aquello se apartó para tener una distancia considerable y preparó su arco, una vez el mediano abra esa puerta ya estaría más que listo para disparar su flecha. No se fiaba de ello, en absoluto, más aún cuando otros rastreros estuvieron antes saqueando todo. 

Mientras caminaban desde el centro de la habitación, junto al pozo donde descansaba el cadáver y los restos de los lodos corrosivos, los aventureros pudieron notar la mordedura de aire frío que llegaba desde la puerta abierta en la pared frontal (12) que parecía dar a unas silenciosas y oscuras escaleras. Sobre la superficie de su puerta, echa a un lado, se veían tallas y relieves que representaban serpientes cayendo desde los cielos.

Fette, decidido como pocos, palpó y revisó las inmediaciones de la puerta que permanecía cerrada y sus inmediaciones, sin encontrar ninguna trampa. Optó por abrirla, volviendo a encontrar el breve pasillo de rigor que iba a dar a una cámara que apestaba a madera podre, en la que tres camastros derruidos encaraban a entrada. En torno a estos había diversos pergaminos, en distintos estados de conservación, que estaban escritos en la lengua antigua de los sangre-frías, un idioma del que ni tan siquiera Skarlkja era capaz de entender ni papa.

Pero la mirada de Fette, entrenada como pocas para encontrar piezas valiosas, se vio atraída por un icono circular, hecho en plata y esmeraldas, de increíble fulgor, que representaba a tres serpientes formando una esfera con la curvatura de sus cuerpos.

Tras revisar que tampoco había ninguna trampa en torno a este, el mediano se hizo con él, parecían piedras preciosas y plata auténtica, a saber por qué motivo sus competidores se abrían saltado un cuarto en el que había aquel pequeño tesoro.

Skarlkja escuchó un susurro en el fondo de su cráneo, una voz ya conocida, que se congratulaba: Hassss Vuelto Bieeeeeen. Avansssad, encontradme, sssálvameeee.  Peor esta última palabra se disolvió en la lejanía, como si alguien hubiese arrastrado a quien la emitía hacia las profundidades de aquella miserable tumba.

—Jo, jo, jo. Vaya tunantes. Mira que no abrir esta sala...

Canturreaba alegre el mediano mientras guardaba el trofeo. Seguro que les darían mucho oro por ese objeto. Luego, pensativo, miró a sus compañeros señalando la escalera descendente que acababan de descubrir.

—Ehm, chicos. ¿Por dónde vamos?

Seguir a los saqueadores o su propio camino... Era una decisión que debían tomar los demás. 

Fette comenzó a toquetear como solía hacer siempre, lo que ya hacía casi al instante que los demás no nos acercásemos demasiado a él cuando lo hacía. Más que nada porque nunca sabíamos que nos podíamos encontrar en aquel lugar y bueno, ya habíamos visto las suficientes trampas como para no fiarnos un pelo de nada. 

Claramente cuando así de primeras no hubo ningún grito ni explosión extraña, nos acercamos y echamos un ojo a lo que había por allí. 

- A saber qué es lo que dice ahí... - Dije mirando aquellos pergaminos. De todas formas, yo era de las que no tocaba nada a no ser que me pareciera realmente valioso y unos cachos de papel acartonado de estar aquí dentro no me lo parecía demasiado. 

Al preguntar el mediano por dónde seguíamos, yo me encogí de hombros y miré a los otros dos compañeros. 

- ¿Algún camino que os dé más rabia? 

Quizás quisieran ir por algún lugar en concreto y como a mí me daba igual seguir por un lado que por otro... 

-Bien, bien, mucho oro.  Esso sstá genial, Butlerss.  Pero no me acerco ni un poquito a los objetos, no vaya a ser que me maldigan de nuevo. -​​​​​​Guardalosss en una bolssa y no loss manoseess mucho. Loss pergaminoss también, losss poness todoss juntoss y loss enrollasss.  Esso puede que losss dañe y lesss haga perder valor, pero no perderán tanto como ssi loss dejamoss aquí, jah, jah.  Las reglas de saqueo Salter eran muy claras.  Al igual que sus serpentinos antepasados, primero se le echaba bocado a todo y luego ya se vería si te cabía en el estómago.  Había una pequeña posibilidad de que esos documentos fuesen una pista de algo y no sólo una inmensa colonia de ácaros del pergamino.

-Ssiempre abajo, sssiempre abajo.  Por lass gélidass esacalerass señaladass con un pictograma de Sseerpientes cayendo del cielo.  Nada de qué preocuparsse -​​​​​​ les miro desafiante, riendo.  Mis ojos reflejan verdosos el brillo de las antorchas y casi, casi, parezco hermosa. -Yo primero, Butlerss. Sssi caen sserpientess con ganass de morder, van a tener que tomar muchass vitaminass para hacerme daño. 

Y siguieron avanzando por aquel pasillo, hasta atravesar la dichosa puerta que no dignaron siquiera a abrir y cuando finalmente cruzaron el umbral, se sorprendió de lo que había allí. Pero como el elfo ya era un hombre de pocas palabras, asentirá a lo dicho por Fette ya que tenía el don de meterse en donde no lo llaman, pero era efectivo en los suyo. 

—A donde quiera ella, cuido la retaguardia. 

—Ehm, de acuerdo Skarlja, pero cuidado que me tapas un poco para ver si hay alguna trampa desagradable. No quisiera verte desaparecer de pronto en un foso... ¡Que susto!—Dijo el mediano simulando un principio de desmayo muy dramatizado.

Luego se colocó detrás de la mujer serpiente, atento a lo que hubiera, aunque entre la oscuridad y el tamaño de su compañera, casi no era capaz de percibir nada hasta que estaba casi encima.

-Jah, jakh, Butlerss. Ssi, tieness razón -​​​​​-admito, me había dejado llevar. Y eso que casi la palmo hace poco.  -Tu primero y yo detrass. Puedo ver ssin problemass por encima de tu pelaje craneal.  Tu eress mejor con loss mecanismoss.  Y tenía un talento innato para sobrevivir a los ataques por sorpresa y las explosiones.  Aughk, quizsss no debí penssar en esso..

—Yo los cubro en la retaguardia. ¿Qué esperan?

No pudo evitar la pregunta aquel elfo, había que moverse de allí que estaban perdiendo tiempo al decidir y manitas traviesas Fette podía con ello. 

—Venga, prometo no sermonearte.