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Las Cabezas de la Hidra: El barón proscrito

Kilian

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22/02/2019, 17:31

Afortunadamente para mí, al cabo de unos minutos la puerta se entreabrió. La mujer que apareció tenía semblante cansado, pero al verme, noté en sus ojos cierta curiosidad.

- ¿Quién eres? ¿Y qué has venido a buscar? –preguntó con tono reticente.

- Permítame que me presente, mi nombre es Connor Fevrer y vengo desde Puntagris. El motivo por el que la he importunado es porque me dijeron que aquí podría encontrar a Berta “la remiendos”

- Lo siento muchacho, pero es muy tarde, mejor vuelve mañana.  –dijo mirándolo de arriba abajo.

- Pagaré lo que haga falta. –le dije sin intentar parecer desesperado, mientras abriendo mi capa le enseñaba una pequeña faltriquera amarrada a mi cinturón.

- Pues haber empezado por ahí zagal –dijo con una ligera sonrisa y un brillo en los ojos, que me hizo pensar que era lo que estaba buscando desde un principio, mientras abría por completo la puerta. – Adelante, adelante.

Cerré la puerta principal y caminé tras Berta hasta una habitación. Esta mujer podría estar rondando los 70 años, de estatura media, pelo rizado y canoso, piel morena y ojos grandes y castaños. Sin embargo, daba la impresión de ser mayor, puesto que se ayudaba de un bastón para poder caminar y evidenciaba claros síntomas de desnutrición. Al entrar en la habitación quedé impresionado por cómo siendo tan pequeña, podía tener tantos y tantos objetos y utensilios; algunos, no los había visto en mi vida.

- Toma asiento y dime qué se te ofrece. –me dijo mientras ella se acomodaba en un sillón orejero que, aunque viejo, parecía confortable.

- La verdad señora, es que no necesito ningún tipo de remedio. –le decía un tanto nervioso mientras me sentaba en la silla más próxima que encontré. - Yo… a lo que he venido es… a que usted me hable sobre Mara de la Vega.

- ¿Cómo sabes ese nombre? ¿Quién te ha dicho que podrías encontrarla aquí? –dijo de manera sobresaltada aquella mujer que, hasta ese momento, había parecido tener el control absoluto de todo lo que estaba ocurriendo y que ahora se removía inquieta en su asiento.

- Su  su…nombre, me lo dijo ella misma en cierta ocasión, señora. –dije temeroso en un primer momento al ver la reacción de Berta. - En cuanto a por qué vine hasta su puerta, después de semanas preguntando; por casualidad, una señora muy amable en la herrería del señor Gallorosso me dijo que viniera hasta aquí y preguntara por usted.

Aquello pareció impactar aún más a “la remiendos” que, durante unos segundos, quedó enmudecida tratando de asimilar todo lo que le acababa de contar. Finalmente se incorporó y dijo:

 - Así que fue la misma Coral la que te trajo hasta aquí. – dijo con una expresión con la que no podía ocultar su sorpresa. Se llevó la mano al mentón y continuó diciendo - Muchacho, lo que le hayas contado la ha tenido que impresionar muchísimo. No hay tal señor Gallorosso; esa herrería simplemente se llama así desde tiempos inmemoriales, tantos, que a sus propietarios los conocen así, pero el verdadero apellido de ellos es De la Vega. Y la mujer que tan amablemente te indico su dirección, no es otra que la madre de la muchacha que buscas.

Claro, aquel era el motivo por el cual nadie sabía nada acerca de ella ni siquiera en la misma ciudad donde nació. Pero aquello solo provocó que me hiciera más preguntas. Y cuando, me disponía a preguntarle sobre ello, Berta se me adelantó.

- ¿Y cómo dices qué conociste a Mara? -preguntó con cierto tono de desconfianza.

- Bueno, fue hace unos meses. –dije sintiendo como empezaba a ruborizarme. - Yo estaba en Mesné para cerrar un trato con un bodeguero llamado Hakoon, pues pronto sería la boda de mi hermana. Esa noche, tras llegar al acuerdo con el bodeguero, me encontraba volviendo a la posta cuando un malhechor me golpeo y me arrinconó. Con el filo de su arma me tenía enfilado mientras yo, muy nervioso, desabrochaba mi faltriquera. Pero entonces, ella apareció; con movimientos raudos y agiles logró aplacar las tremendas embestidas del malhechor, para finalmente, abatirlo con tal gracilidad que haría envidiar a la mejor bailarina de toda Mercatia. Y entonces, ella se acercó.

Como me ocurrió en la herrería Gallorosso, hice un breve parón en mi relato porque me da bastante vergüenza contar esta parte, pero si quería encontrarla, tenía que jugar todas mis cartas. - De verdad, no le exagero si le digo que en un primer momento pensé que era la misma Betria la que había venido en mi auxilio. No me atrevo a describir tal belleza, pues no encontraría las palabras necesarias para ello. Me preguntó si estaba bien; y yo, nervioso por toda la situación, solo pude asentir. Se dio la vuelta y cuando ya se estaba marchando, hice acopio de todo mi valor, le di las gracias y le pregunté su nombre. A lo que ella dándose la vuelta con una sonrisa de par en par, y mientras hacia una genuflexión a la vez que se quitaba el sombrero dijo con tono divertido: “Mara de la Vega, para serviros” y se marchó.

La estridente risa de Berta inundó la habitación, mientras veía como la anciana se secaba las lágrimas me pregunto:

- Espera, espera… ¿Me estás diciendo que llevas meses buscándola porque te has enamorado de ella? –preguntó.

- Si…así es –le respondí. A la mañana siguiente, la estuve buscando por toda Mesné hasta que me dijeron que la descripción que estaba dando, coincidía con la discípula rhovesiana del gran espadachín Montoya; la cual la noche anterior, había desplumado en una partida de cartas a unos comerciantes usureros y posteriormente había estado repartiendo parte del dinero que había ganado entre los más necesitados. Desgraciadamente tanto ella como Montoya, habían abandonado la ciudad al amanecer y como no sabía su paradero, tras volver momentáneamente a Puntagris, salí en su búsqueda con destino Rhovesia.

La risa de la anciana había cesado dando paso a una expresión pasmosa, no sabiendo decir si era por lo que estaba relatando sobre Mara, o sobre mi propia determinación en esta historia. Sea como fuere, aproveché mi oportunidad para preguntarle a “La remiendos” aquello que me estaba reconcomiendo.

- Si antes he conocido a la madre de Mara, ¿Por qué no me ha contado nada ella misma? ¿Por qué me ha enviado con usted?

La anciana se tomó su tiempo antes de responder, como si estuviera reposando algo, algo que llevase tiempo anclado en su interior y ahora dejase salir por primera vez. Finalmente suspiró y dijo:

- Porque fui yo la responsable de que Amaranta se marchase de la ciudad. Si, su nombre es Amaranta –recalcó al ver mi expresión de sorpresa. - Como ya te dije antes; sus padres regentan una herrería, pero una vez acaban las clases de la escuela, la herrería de un lugar como la Baja Mena de Oro no es el sitio más seguro para una niña. Por eso Coral, mi antigua discípula, me enviaba todas las tardes a su hija con la esperanza de que esta siguiese sus pasos y se convirtiera en una gran lanzadora de conjuros, capaz de dotar a cualquier arma o armadura de las más fascinantes habilidades. Sin embargo, Mara no era así, ella disfrutaba jugando o dibujando porque para ella; ya tenía suficientes libros por las mañanas en la escuela. Así que para calmar ese incesante deseo de actividad, la enseñé otra de mis grandes pasiones, los juegos de azar. ¡Y vaya si era buena! –dijo haciendo hincapié mientras se llevaba una mano a la frente y ladeaba la cabeza de un lado para otro. – Al poco tiempo de aprender, ya empezó a ganarme partidas y con el paso de los años, me era imposible ganarle una única ronda.

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24/02/2019, 19:54

21 Preguntas

1. ¿Cómo describirías a tu personaje?

 

2. ¿De dónde eres?

 

3. ¿Cuál es la familia de tu personaje?
 

4. ¿A qué te dedicas?

 

5. ¿Cuál es la motivación de tu personaje?

 

6. ¿Quién es la persona en la que más confía?

 

7. ¿Cuál es el punto fuerte de tu personaje? ¿Y su punto débil?

 

8. ¿Qué piensa tu personaje de las leyes y la moral?

 

9. ¿Qué opina tu personaje del lugar donde vive?

 

10. ¿Tiene tu personaje algún prejuicio?

 

11. ¿Está casado tu personaje?

 

12. ¿A quién es más leal tu personaje?

 

13. ¿Cuáles son las cosas favoritas y las que detesta tu personaje?

 

14. ¿Tiene tu personaje una muletilla?

 

15. ¿Cómo es el carácter de tu personaje?

 

16. ¿Cómo manejaría a un sirviente insubordinado?

 

17. ¿Cómo describirían sus padres al personaje?

 

18. ¿Cuál es la mayor ambición de tu personaje?

 

19. ¿Cuán religioso es tu personaje?

 

20. ¿Cuál es el mayor miedo de tu personaje?

 

21. ¿Si pudieras qué consejo darías a tu personaje?

 

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24/02/2019, 20:51

Raza: Humano. Clase y nivel: Espadachin - 1
Alineamiento: Legal Bueno
Experiencia y próximo nivel: 0/1000
PG: 0/0 [10 base, +0 CON]
PC: 0/0 [0 base, +1 nivel]
Oro: 150 po

 

Características

Fuerza (FUE): 0 (+0) [0 Puntos Gastados, ±0 Racial]
Destreza (DES): 0 (+0) [0 Puntos Gastados, ±0 Racial]
Constitución (CON): 0 (+0) [0 Puntos Gastados, ±0 Racial]
Inteligencia (INT): 0 (+0) [0 Puntos Gastados, ±0 Racial]
Sabiduría (SAB): 0 (+0) [0 Puntos Gastados, ±0 Racial]
Carisma (CAR): 0 (+0) [0 Puntos Gastados, ±0 Racial]

 

Ataque

Iniciativa: +0 [+0 DES, +0 Dote]
Velocidad: 20 pies [4 casillas; 30base]

Ataque base: +1
Ataque c/c: +2 [+1 base, +0 Arma, +1 Dote, +0 FUE] Daño c/c: 2D6+4 (Crítico: 19-20 x2)
Ataque a distancia: +2 [+1 base, +X Arma, +0 DES, +1 Dote] Daño: XDX+X (Crítico: X-X) Alcance: X Munición: X

Defensa

CA: 10 [10 base, +0 Armadura, + 0 Armadura Natural, +0 DES, + 0 Desvío, +0 Escudo]
CA Desprevenido: 10 [10 base, +0 Armadura, + 0 Armadura Natural, + 0 Desvío, +0 Escudo]
CA de Toque: 10 [10 base, +0 DES, + 0 Desvío]

TS Fortaleza: +2 [2 base, +0 CON]
TS Reflejos: +0 [0 base, +0 DES]
TS Voluntad: +0 [0 base, +0 SAB]

 

Dotes

- Soltura con el Arma (Estoque): Elige un tipo de arma, como gran hacha, en cuyo uso serás especialmente bueno. Nada te impide adquirir esta dote eligiendo “impacto sin arma” o “presa” como tipo de arma. Si eres lanzador de conjuros, podrás elegir “rayo”

Libro: Libro Básico
Prerrequisitos ataque base +1 o superior, Competencia con el arma.
Beneficios: obtienes un bonificador +1 a todas las tiradas de ataque cuando uses el arma elegida.
Especial: puedes adquirir esta dote varias veces. Cada vez que lo hagas, el beneficio se aplicará a un arma diferente. Todo guerrero debe poseer Soltura con un arma antes de poder adquirir la correspondiente Especialización en armas.

 

 

 

 

 

Rasgos de clase/raza

- Competencia con armas y armaduras
 

Habilidades: [(4 +0 Int) x4 = 0) *

Acrobacias (DES): 0 (0+0)
Artesanía (INT): 0 (0+0)
Averiguar intenciones (SAB): 0 (0+0)
Buscar (INT): 0
Conocimiento de conjuros (INT, S/e): 0
Disfrazarse (CAR):0
Escapismo (DES): 0 (0+0)
Interpretar [       0 (CAR):0
Intimidar (CAR):  0
Inutilizar mecanismo (INT, S/e): 0
Juego de manos (DES, S/e): 0
Lingüística (INT): 0
Montar (DES): 0 (0+0)
Nadar (FUE): 0 (0+0)
Oficio [     ] (SAB, S/e): 0 (0+0)
Percepción (SAB): 0
Persuasión (CAR): 0 (0+0)
Saber (INT, S/e): 0
-Arcano:
-Arquitectura e Ingeniería:
-Dungeons:
-Geografía:
-Historia:
-Local:
-Los Planos:
-Naturaleza:
-Nobleza y Realeza:
-Religión:
Saltar (FUE): 0(0+0)
Sanar (SAB): 0 (0+0)
Sigilo (DES): 0
Supervivencia (SAB): 0
Tasación (INT): 0
Trato con animales (CAR, S/e): 0
Trepar (FUE): 0 (0+0)
Usar objeto mágico (CAR, S/e): 0

Penalizador Armadura:

Conjuros Conocidos

Grimorio

 

Equipo (estado de carga)

 

Notas de juego

Habilidades cláseas (negrita cursiva)

Habilidades transcláseas (negrita subrayada)

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24/02/2019, 22:11

Caracteristicas:

Fuerza: 12 --> 14 con las tiradas

Destreza: 18 -->

Constitución: 10 --> 13 con las tiradas

Inteligencia: 14

Sabiduria: 10 --> 11 con las tiradas

Carisma: 10

- Tiradas (1)

Notas de juego

al superar con los dados de caracteristica el máximo racial de la Destreza por 2 puntos, los asigno a Constitución

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25/02/2019, 20:28

Raza: Humana. Clase y nivel: Espadachin - 1
Alineamiento: Legal Bueno
Experiencia y próximo nivel: 0/1000
PG: 11/11 [10 base, +1 CON]
PC: 0/0 [0 base, +1 nivel]
Oro: 66 po

 

Características

Fuerza (FUE): 14 (+2) [2 Puntos Gastados, ±0 Racial]
Destreza (DES): 18 (+4) [0 Puntos Gastados, ±0 Racial]
Constitución (CON): 13 (+1) [3 Puntos Gastados, ±0 Racial]
Inteligencia (INT): 14 (+2) [0 Puntos Gastados, ±0 Racial]
Sabiduría (SAB): 11 (+0) [1 Puntos Gastados, ±0 Racial]
Carisma (CAR): 10 (+0) [0 Puntos Gastados, ±0 Racial]

 

Ataque

Iniciativa: +4 [+4 DES, +0 Dote]
Velocidad: 20 pies [4 casillas; 30base]

Ataque base: +1
Ataque c/c (Estoque1): +2 [+1 base, +0 Arma, +1 Dote, +2 FUE] Daño c/c: 1D6+2 (Crítico: 18-20 x2)
Ataque c/c (Estoque2): +2 [+1 base, +0 Arma, +1 Dote, +2 FUE] Daño c/c: 1D6+2 (Crítico: 18-20 x2)
Ataque a distancia(Arco Corto): +6 [+1 base, +0 Arma, +4 DES, +1 Dote] Daño: 1D6 (Crítico:x3) Alcance: 60’ Munición: 20

Defensa

CA: 18 [10 base, +4 Armadura, + 0 Armadura Natural, +4 DES, + 0 Desvío, +0 Escudo]
CA Desprevenido: 14 [10 base, +4 Armadura, + 0 Armadura Natural, + 0 Desvío, +0 Escudo]
CA de Toque: 14 [10 base, +4 DES, + 0 Desvío]

TS Fortaleza: +3 [2 base, +1 CON]
TS Reflejos: +4 [0 base, +4 DES]
TS Voluntad: +0 [0 base, +0 SAB]

 

Dotes

  • Soltura con el Arma (Estoque): Elige un tipo de arma, como gran hacha, en cuyo uso serás especialmente bueno. Nada te impide adquirir esta dote eligiendo “impacto sin arma” o “presa” como tipo de arma. Si eres lanzador de conjuros, podrás elegir “rayo”
    • Libro: Libro Básico
    • Prerrequisitos ataque base +1 o superior, Competencia con el arma.
    • Beneficios: obtienes un bonificador +1 a todas las tiradas de ataque cuando uses el arma elegida.
    • Especial: puedes adquirir esta dote varias veces. Cada vez que lo hagas, el beneficio se aplicará a un arma diferente. Todo guerrero debe poseer Soltura con un arma antes de poder adquirir la correspondiente Especialización en armas.

 

  • Combate con dos armas: Sabes combatir con un arma en cada mano; podrás realizar un ataque adicional con tu segunda arma cada asalto.
    • Libro: Libro Basico
    • Prerrequisitos Des 15.
    • Beneficio tus penalizaciones por combatir con dos armas se reducen. El penalizador de tu mano hábil se reduce en 2, y el de tu mano torpe en 6.
    • Normal consulta ‘Combatir con dos armas’, y Penalizadores por combatir con dos armas en la página 155 del Manual del Jugador 3.5
    • Especial se considera que un explorador de 2º nivel que haya elegido el estilo de combate con dos armas tiene la dote Combate con dos armas, incluso aunque no tenga los prerrequisitos. No obstante, sólo recibe los beneficios de la dote cuando lleva armadura ligera o no lleva armadura.
       
  • Pericia En Combate: Estás entrenado para usar tu habilidad de combate tanto para el ataque como para la defensa.
    • Libro: Libro Basico
    • Prerrequisitos Int 13.
    • Beneficios: cuando uses la acción de ataque o la acción de ataque completo en cuerpo a cuerpo, podrás sufrir voluntariamente un penalizador de hasta -5 en tu tirada de ataque y añadir ese mismo número o menos como un bonificador de esquiva a tu CA. El citado número no podrá exceder el ataque base. Los cambios a las tiradas de ataque y a la CA durarán hasta tu siguiente acción.
    • Normal: un personaje que carezca de la dote Pericia en combate podrá combatir a la defensiva cuando use la acción de ataque o la acción de ataque completo, sufriendo un penalizador -4 en los ataques a cambio de obtener un bonificador +2 de esquiva a la CA.

 

Rasgos de clase/raza

- Competencia con armas y armaduras
 

Habilidades: [(4 +2 Int) x4 = 24) // (4+2Int)*

Acrobacias (DES): 7 (4+3)
Artesanía (INT): 4 (2+2)
Averiguar intenciones (SAB): 2 (0+2)
Buscar (INT): 2
Conocimiento de conjuros (INT, S/e): 2
Disfrazarse (CAR):0
Escapismo (DES): 6 (4+2)
Interpretar [       0 (CAR):0
Intimidar (CAR):  0
Inutilizar mecanismo (INT, S/e): 2
Juego de manos (DES, S/e): 4
Lingüística (INT): 2
Montar (DES): 6 (4+2)
Nadar (FUE): 4 (2+2)
Oficio [  Tahúr  ] (SAB, S/e): 3 (0+3)
Percepción (SAB): 0
Persuasión (CAR): 2 (0+2)
Saber (INT, S/e): 2
-Arcano:
-Arquitectura e Ingeniería:
-Dungeons:
-Geografía:
-Historia:
-Local:
-Los Planos:
-Naturaleza:
-Nobleza y Realeza:
-Religión:
Saltar (FUE): 4(2+2)
Sanar (SAB): 0
Sigilo (DES): 4
Supervivencia (SAB): 0
Tasación (INT): 4 (2+2)
Trato con animales (CAR, S/e): 0
Trepar (FUE): 4 (2+2)
Usar objeto mágico (CAR, S/e): 0

Penalizador Armadura: -2

Conjuros Conocidos

Grimorio

 

Equipo (estado de carga)

 

Objeto Precio Peso
Estoque (1d6) 18x20/x2 20 p.o. 2 lb
Estoque (1d6) 18x20/x2 20 p.o. 2 lb
Arco corto(1d6)/x3 30 p.o. 2lb
Flechas (20) 1 p.o. 3lb
Camisote de mallas 100 p.o. 25 lb
Mochila 2 p.o. 2lb
Antorcha 1 p.c. 1lb
Saco 1 p.p. ½ lb
Odre 1 p.o. 4 lb
Manta de invierno 5 p.p 3 lb

Notas de juego

Habilidades cláseas (negrita cursiva)

Habilidades transcláseas (negrita subrayada)

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14/03/2019, 20:18

Afortunadamente para mí, al cabo de unos minutos la puerta se entreabrió. La mujer que apareció tenía semblante cansado, pero al verme, noté en sus ojos cierta curiosidad.

- ¿Quién eres? ¿Y qué has venido a buscar? –preguntó con tono reticente.

- Permítame que me presente, mi nombre es Connor Fevrer y vengo desde Puntagris. El motivo por el que la he importunado es porque me dijeron que aquí podría encontrar a Berta “la remiendos”

- Lo siento muchacho, pero es muy tarde, mejor vuelve mañana.  –dijo mirándolo de arriba abajo.

- Pagaré lo que haga falta. –le dije sin intentar parecer desesperado, mientras abriendo mi capa le enseñaba una pequeña faltriquera amarrada a mi cinturón.

- Pues haber empezado por ahí zagal –dijo con una ligera sonrisa y un brillo en los ojos, que me hizo pensar que era lo que estaba buscando desde un principio, mientras abría por completo la puerta. – Adelante, adelante.

Cerré la puerta principal y caminé tras Berta hasta una habitación. Esta mujer podría estar rondando los 70 años, de estatura media, pelo rizado y canoso, piel morena y ojos grandes y castaños. Sin embargo, daba la impresión de ser mayor, puesto que se ayudaba de un bastón para poder caminar y evidenciaba claros síntomas de desnutrición. Al entrar en la habitación quedé impresionado por cómo siendo tan pequeña, podía tener tantos y tantos objetos y utensilios; algunos, no los había visto en mi vida.

- Toma asiento y dime qué se te ofrece. –me dijo mientras ella se acomodaba en un sillón orejero que, aunque viejo, parecía confortable.

- La verdad señora, es que no necesito ningún tipo de remedio. –le decía un tanto nervioso mientras me sentaba en la silla más próxima que encontré. - Yo… a lo que he venido es… a que usted me hable sobre Mara de la Vega.

- ¿Cómo sabes ese nombre? ¿Quién te ha dicho que podrías encontrarla aquí? –dijo de manera sobresaltada aquella mujer que, hasta ese momento, había parecido tener el control absoluto de todo lo que estaba ocurriendo y que ahora se removía inquieta en su asiento.

- Su  su…nombre, me lo dijo ella misma en cierta ocasión, señora. –dije temeroso en un primer momento al ver la reacción de Berta. - En cuanto a por qué vine hasta su puerta, después de semanas preguntando; por casualidad, una señora muy amable en la herrería del señor Gallorosso me dijo que viniera hasta aquí y preguntara por usted.

Aquello pareció impactar aún más a “la remiendos” que, durante unos segundos, quedó enmudecida tratando de asimilar todo lo que le acababa de contar. Finalmente se incorporó y dijo:

 - Así que fue la misma Coral la que te trajo hasta aquí. – dijo con una expresión con la que no podía ocultar su sorpresa. Se llevó la mano al mentón y continuó diciendo - Muchacho, lo que le hayas contado la ha tenido que impresionar muchísimo. No hay tal señor Gallorosso; esa herrería simplemente se llama así desde tiempos inmemoriales, tantos, que a sus propietarios los conocen así, pero el verdadero apellido de ellos es De la Vega. Y la mujer que tan amablemente te indico su dirección, no es otra que la madre de la muchacha que buscas.

Claro, aquel era el motivo por el cual nadie sabía nada acerca de ella ni siquiera en la misma ciudad donde nació. Pero aquello solo provocó que me hiciera más preguntas. Y cuando, me disponía a preguntarle sobre ello, Berta se me adelantó.

- ¿Y cómo dices qué conociste a Mara? -preguntó con cierto tono de desconfianza.

- Bueno, fue hace unos meses. –dije sintiendo como empezaba a ruborizarme. - Yo estaba en Mesné para cerrar un trato con un bodeguero llamado Hakoon, pues pronto sería la boda de mi hermana. Esa noche, tras llegar al acuerdo con el bodeguero, me encontraba volviendo a la posta cuando un malhechor me golpeo y me arrinconó. Con el filo de su arma me tenía enfilado mientras yo, muy nervioso, desabrochaba mi faltriquera. Pero entonces, ella apareció; con movimientos raudos y agiles logró aplacar las tremendas embestidas del malhechor, para finalmente, abatirlo con tal gracilidad que haría envidiar a la mejor bailarina de toda Mercatia. Y entonces, ella se acercó.

Como me ocurrió en la herrería Gallorosso, hice un breve parón en mi relato porque me da bastante vergüenza contar esta parte, pero si quería encontrarla, tenía que jugar todas mis cartas. - De verdad, no le exagero si le digo que en un primer momento pensé que era la misma Betria la que había venido en mi auxilio. No me atrevo a describir tal belleza, pues no encontraría las palabras necesarias para ello. Me preguntó si estaba bien; y yo, nervioso por toda la situación, solo pude asentir. Se dio la vuelta y cuando ya se estaba marchando, hice acopio de todo mi valor, le di las gracias y le pregunté su nombre. A lo que ella dándose la vuelta con una sonrisa de par en par, y mientras hacia una genuflexión a la vez que se quitaba el sombrero dijo con tono divertido: “Mara de la Vega, para serviros” y se marchó.

La estridente risa de Berta inundó la habitación, mientras veía como la anciana se secaba las lágrimas me pregunto:

- Espera, espera… ¿Me estás diciendo que llevas meses buscándola porque te has enamorado de ella? –preguntó.

- Si…así es –le respondí. A la mañana siguiente, la estuve buscando por toda Mesné hasta que me dijeron que la descripción que estaba dando, coincidía con la discípula rhovesiana del gran espadachín Montoya; la cual la noche anterior, había desplumado en una partida de cartas a unos comerciantes usureros y posteriormente había estado repartiendo parte del dinero que había ganado entre los más necesitados. Desgraciadamente tanto ella como Montoya, habían abandonado la ciudad al amanecer y como no sabía su paradero, tras volver momentáneamente a Puntagris, salí en su búsqueda con destino Rhovesia.

La risa de la anciana había cesado dando paso a una expresión pasmosa, no sabiendo decir si era por lo que estaba relatando sobre Mara, o sobre mi propia determinación en esta historia. Sea como fuere, aproveché mi oportunidad para preguntarle a “La remiendos” aquello que me estaba reconcomiendo.

- Si antes he conocido a la madre de Mara, ¿Por qué no me ha contado nada ella misma? ¿Por qué me ha enviado con usted?

La anciana se tomó su tiempo antes de responder, como si estuviera reposando algo, algo que llevase tiempo anclado en su interior y ahora dejase salir por primera vez. Finalmente suspiró y dijo:

- Porque fui yo la responsable de que Amaranta se marchase de la ciudad. Si, su nombre es Amaranta –recalcó al ver mi expresión de sorpresa. - Como ya te dije antes; sus padres regentan una herrería, pero una vez acaban las clases de la escuela, la herrería de un lugar como la Baja Mena de Oro no es el sitio más seguro para una niña. Por eso Coral, me enviaba todas las tardes a su hija con la esperanza de que esta aprendiera mis conocimientos sobre botánica y todo tipo de pociones. Sin embargo, Mara no era así, ella disfrutaba jugando o dibujando porque para ella; ya tenía suficientes libros por las mañanas en la escuela. Así que para calmar ese incesante deseo de actividad, la enseñé otra de mis grandes pasiones, los juegos de azar. ¡Y vaya si era buena! –dijo haciendo hincapié mientras se llevaba una mano a la frente y ladeaba la cabeza de un lado para otro. – Al poco tiempo de aprender, ya empezó a ganarme partidas y con el paso de los años, me era imposible ganarle una única ronda –Berta se detuvo de nuevo. Como si tuviese que digerir lo que a continuación iba a decir. En su rostro se dibujó una expresión de angustia y prosiguió:

- La niña era tan buena que… bueno, ya lo has visto. En esta parte de la ciudad no nos caracterizamos por estar viviendo en la más amplia de las opulencias. Así que pensé que quizás ella podría ayudarme a ganar unos ingresos extras. Y por eso…empecé a llevarla conmigo a “La Fosa” un local de aquí de la Baja Mena de Oro donde a partir del mediodía, se juegan  partidas clandestinas.

- ¡No me mires así! –me recriminó al ver mi cara. - Ella estaba de acuerdo en todo esto, Amaranta siempre ha tenido un corazón de oro, e hizo todo esto por ayudarme. En aquel momento yo pasaba por muy mala situación y esa fue mi única vía de escape. Claro que no podía ir a ese tipo de sitios con la cara descubierta, así que, como tantos otros jugadores que se ocultan para no tener que reconocer que tienen escasez económica o simplemente un problema con el juego, creamos un personaje.  Algunos me llamaban la marionetista, otros la titiritera y otros me conocían como la abuela. Pero preguntes donde preguntes, todos coincidirán en que una mujer con una niña a su regazo, ambas enmascaradas y vestidas con trajes estrafalarios, ganaban partida tras partida gracias a que en cada mano la niña elegía la carta que debía jugar.

Berta se agachó un poco y de debajo del sillón sacó un pequeño cofre en el que, al abrirlo aparecieron dos máscaras. Mientras yo las cogía para verlas más de cerca, esta prosiguió su relato.

- Durante unos años, por un par de horas, ganaba lo sucinto para poder comer y comprar ingredientes para mis pócimas. Y para Mara, aquello era únicamente un juego, ella disfrutaba sabiendo que me estaba ayudando. Además, en aquellas partidas llegaban personajes de todo tipo; desde estafadores, a carteristas o toda clase de habitantes de los bajos fondos, pero cuando reconocía a alguien que pudiese estar allí por las mismas condiciones que nosotros, ella se negaba a jugar.

- Finalmente, hace cinco años, cometí un error que nunca me podré perdonar. Llevábamos una racha asombrosa y me pudo la codicia, forcé a Mara a seguir jugando porque nos estábamos enfrentando a Cecil, que era conocido como el Trovador, uno de los hombres fuertes de un traficante de los bajos fondos al que llaman Benedetto. La partida se demoró más de la cuenta y tras muchas horas, logramos vencer ganando una suma de dinero bastante importante para no tratarse de una partida disputada en el Casino Darossa. Al salir de allí, la noche era bien cerrada, así que me dispuse a acompañar a Mara a su casa. Yo me sentía triunfante, no solo por la cantidad ganada sino por habérselo hecho perder a alguien que se dedicaba a extorsionar a los demás.  Cuando estábamos a mitad de camino, comprendí cuan equivocaba estaba. Cecil nos había seguido, de un empujón tiró a Mara al suelo con tan mala suerte que su máscara se desprendió y a mí me hecho la mano al pequeño bolso donde llevaba el dinero. Mientras yo intentaba forcejear con él, Mara se levantó y se abalanzo sobre él hecha una furia, pero este la apartó al darle un codazo en la cabeza que la hizo caer de bruces de nuevo. Yo grite al verla caer y ese instante, ese malnacido lo aprovechó para desenfundar una daga y clavármela en la pierna. Chillé de dolor, mis fuerzas se escapaban y apenas podía sujetar el bolso. Todo estaba perdido, pero entonces, apareció él. Con un par de movimientos consiguió desarmar al Trovador, y este al verse en tal situación, salió corriendo despavorido.

- ¡Seguro que fue Montoya! –la interrumpí dejándome llevar por la emoción del momento.

- Para nada. –me respondió negando con la cabeza y añadió. – Pero si uno de sus aprendices, el cual se presentó como Diogo Boasorte. Aquel semielfo de piel bronceada y largos cabellos rubios, era tan hábil espadachín como poseedor de un pésimo sentido de la orientación, pues nos encontró por casualidad tras estar buscando por horas el camino de vuelta a la posada donde se hospedaba tras haber hecho unas compras en el taller de Alarico. Afortunadamente para nosotras, Diogo nos acompañó de camino a casa de Mara mientras le íbamos contando todo lo sucedido. Mientras lo hacía, el espadachín no le iba quitando el ojo de encima a Mara.

- ¿También se enamoró de ella? –interrumpí repentinamente un tanto contrariado por lo que acababa de decir Berta.

- ¿Pero ¿qué dices muchacho? Por la apariencia de el tal Diogo, podría ser de los primeros discípulos de Montoya, y por como miraba al padre de Mara cuando llegamos a la herrería, dudo mucho que las mujeres estén entre sus predilecciones... –apostilló Berta para seguir diciendo:

- ¿Por dónde iba? Ah sí, llegamos a la herrería, pues la casa de Mara se encuentra justo encima. Tanto Edmundo como Coral estaban en la puerta con cara de preocupación, más aún cuando vieron los ropajes que llevábamos y que yo llegaba cojeando apoyada en su hija. Los cinco pasamos rápidamente al interior y Mara fue a por algunos utensilios para curar la profunda herida que me había dejado la puñalada del “Trovador”. Mientras, arrepentida, le conté todo lo sucedido a Coral y Edmundo, los cuales no podían dar crédito a lo que les estaba diciendo. La cosa se puso cada vez más caldeada, sobre todo cuando llegamos a la parte del ataque de Cecil y como a raíz de que a Mara se le cayera la máscara, este pudo ver su rostro. Entonces Edmundo se encolerizó y fue entonces cuando intervino Diogo: “Queridos, tendréis problemas si ese desaprensivo ve a vuestra hija de nuevo, más aún, si la sigue hasta aquí. En cambio, yo os podría dar una solución. Dejad que esta joven venga conmigo y aprenderá a defenderse sola, convirtiéndose en una de las discípulas del universalmente conocido Montoya.”

- Tras aquellas palabras, fue la propia Mara la que convenció a sus padres diciendo que eso sería lo mejor para todos. En su mirada pude ver la determinación y el deseo de emprender esa aventura, podía ser que, por fin Mara hubiese encontrado su verdadero camino lejos del deseo de sus padres de que fuera boticaria o de que se hiciese cargo de la herrería. Los padres terminaron accediendo y Mara fue a recoger sus cosas antes de despedirse de mí, pues Diogo dijo que lo más conveniente sería salir de inmediato de allí.

Berta estaba visiblemente emocionada, las lágrimas empezaban a caer por su rostro, pero yo necesitaba más y pregunté:

- ¿Y luego? ¿Qué pasó?

- No lo sé con seguridad, yo volví a mi casa. Pero por lo que tengo entendido, hay gente que vio como Edmundo aquella noche salió con su carromato a por materiales más temprano de lo habitual. Hay incluso quien afirma que lo vieron parar en una posada y esperar a que alguien volviese para posteriormente salir de la ciudad. Sea como fuere de eso hace cinco años, el incidente con el hombre de Benedetto quedó en eso, en un incidente. Nadie sabe que fue de la titiritera, puesto que nadie la ha vuelto a ver jugar, hay quien dice que murió desangrada buscando ayuda, otros que el mismo Benedetto le ajusto las cuentas tiempo después. Sea como fuese, es mejor dejarlo así –concluyó secándose las lágrimas con un pañuelo mientras me miraba con una expresión de advertencia.

Asentí y le agradecí que me contará su historia. Como había prometido, le dejé una buena cantidad de monedas y salí de aquella casa en dirección a la posada donde me hospedaba con la sensación de haber oído una fantástica aventura y con un mayor deseo por volver a ver a Mara.

 

 

 

Habían pasados meses desde que abandoné Rhovesia. Después de dejar Mena de Oro seguí buscando la pista de Mara sin tener gran resultado. Por eso cambié de objetivo, si ampliaba mi espectro de búsqueda seguramente sería más fácil dar con ella. Y por eso, comencé a buscar a Montoya.

Y aquí estoy, en mi región natal Benerluxia, aunque en una ciudad diferente a la mía, Luthgil. Siguiendo a Charlotte la gerente de “el Faro” hasta uno de sus cuartos privados, donde según me ha dicho, se encuentra Montoya.

Cuando por fin llegamos, aquella atractiva mujer se dio la vuelta, me guiñó uno de sus preciosos ojos de color de la hierba en un soleado día primaveral y acompañado de una sonrisa, dijo en tono juguetón:

- Buena suerte ricura, si necesitas algo más, ya sabes dónde encontrarme.

- Gra…gra…gracias –le respondo intimidado, con el único hilo de voz, que mi boca logra emitir.

Con decisión llamo a la puerta y no obtengo respuesta. Desde el interior, se escucha una conversación, pero no logro saber que están diciendo. Vuelvo a llamar con más insistencia y una voz con un acento bastante peculiar responde:

- ¿No quedamos en que no se me molestaría a menos que yo os avisase?

- Lo siento señor, pero yo no trabajo aquí, he venido a hablar expresamente con usted –le respondo mientras con todo el arrojo que soy capaz de reunir, abro la puerta y me cuelo en la habitación.

Al fin estoy delante de él. Frente por frente al gran Montoya, que se encuentra a solo unos pasos de mí, sentado en un sofá con una postura de la más relajada mirándome con una expresión que mezcla curiosidad, lástima e incredulidad.

- Perdone que le interrumpa en su conversa… –no termino de hablar pues me acabo de percatar de que solo estamos él y yo. ¿Acaso estaba hablando solo? En todo caso es mi momento de averiguar dónde se encuentra Mara. Así que nervioso por la emoción, me dispongo a preguntar cuando de repente, siento como me agarran del cuello de la camisa y me elevan al techo. Siento miedo, pero a la vez, el impulso de deshacerme de lo que me había agarrado. Intento forcejear y al darme la vuelta y ver a quien me tiene en tal situación; doy un grito y siento que, por primera vez desde mi infancia, tendré que cambiarme de muda nada más salir de allí.

Entre grandes carcajadas, oigo de nuevo la voz de Montoya diciendo. - Jaramawow amigo, deja al muchacho en el suelo, creo que, viendo su reacción no va a ser ninguna amenaza.

- Como quieras. –responde la criatura con una voz tan gutural como la de una bestia salvaje.

Acto seguido, me deja caer al suelo, mientras veo como tranquilamente, va bajando del techo por la pared con la misma facilidad con la que cualquiera podría bajar unas escaleras. Finalmente, se acerca al sofá, y se sienta al lado de Montoya cruzándose de brazos.

- Tranquilo muchacho, Jaramawow es un buen amigo, simplemente no nos gusta que nos interrumpan. Pero dime, ¿Qué querías?

Aun sentado en el suelo y nervioso, comienzo a hablar mientras me voy incorporando poco a poco.

- Yo he venido por Mara señor. Quería saber si está con usted

- ¿Mara eh? Menuda está hecha. Lo siento chico, pero hace casi un año que mis dos últimos discípulos alzaron el vuelo. Desde entonces nuestros caminos se separaron.

En aquél momento me sentí aun peor que cuando me cogieron minutos antes. Creí por un momento que por fin estaba cerca de volver a verla. En cambio, me encontraba allí con su maestro y aquel… ¿Qué era exactamente eso? En fin, no tenía mucho interés en preguntárselo, no fuera a ser que volviese a agarrarme por el cuello con sus… ¡Por Alcor!, ¿Eso son garras?

- Esto, ¿Qué querías tú de Mara? Señor… –dijo Montoya sacándome de mi ensimismamiento.

- Soy Connor Fevrer señor. –respondo agachando un poco la cabeza mostrándole mis respetos.

- Mejor así, no quería tener que referirme a ti como meoncete todo el rato. –dijo con una sonrisa y echándome una visual de abajo arriba, que provocó que me avergonzase.

- Yo quería verla, necesito verla de nuevo y darle las gracias por salvarme. La llevo buscando desde hace ya algún tiempo y creía que por fin estaría aquí con usted, pero resulta que ya no es su discípula

- No, no te equivoques muchacho –dijo haciendo un gesto de negación con el dedo índice de su mano derecha. - Un discípulo de Montoya sabe cuándo tiene que seguir su propio camino, pero nunca deja de ser discípulo de Montoya.

- Y si no es mucha indiscreción, ¿Puedo saber cómo lo supo ella? –le pregunté.

- Bueno, está bien, te lo contaré. Pero después tendrás que invitarnos a unas buenas botellas de vino. –me respondió mientras su acompañante, que hasta ese momento había permanecido inmóvil, asentía con la cabeza y sonreía mostrando unos grandes colmillos afilados.

- Eso está hecho. –le dije algo más animado, pues iba a saber más cosas sobre ella.

- Pues bien. –comenzó diciendo Montoya mientras inclinaba un poco su cuerpo hacia delante adoptando la pose de alguien que fuese a contar algo sumamente importante. – Mara llegó a mi hace ya más de cinco años, custodiada por uno de mis discípulos, Diogo Boasorte. En un principio me sorprendió, pues era la primera vez que Diogo traía a alguien para que fuese mi discípulo, así que cuando le pregunté por qué ella, sus palabras fueron: “Francamente querido, no he visto nunca a nadie tan intrépido sin tener la más mínima idea de cómo defenderse” Aquello hizo que tuviera curiosidad por aquella muchacha y comencé su entrenamiento junto a otro de mis discípulos en ese momento Voltalbeldar.

Entonces, Montoya con un ágil movimiento se puso en pie, y comenzó a caminar por la habitación mientras continuaba relatando. – Y desde luego que Diogo tenía razón, esa muchacha apenas sabía coger un arma, tenía conocimiento sobre ellas, pero ni la más remota idea de cómo usarlas. Todo aquello lo compensaba con unas tremendas ganas de aprender y como no, gracias a mis magnificas e inigualables enseñanzas. –recalcó llevándose la mano derecha al pecho y con una expresión de absoluta modestia.

- Total que, durante su aprendizaje, los tres estuvimos viajando por toda Mercatia. Yo le enseñé todo lo que ha aprendido, desde cómo moverse hasta como empuñar ese estoque. Y si bien he de aceptar que fue una buena aprendiz, su código de conducta difiere un tanto a la mía, digamos que ella es demasiado buena –y acompañó esto ultimó con unos movimientos con los dedos índice y corazón de sus manos”. – Lo que en numerosas ocasiones provocaba muchas discusiones entre nosotros, porque ella no sabe divertirse, como lo sabe hacer Montoya.

No entendí muy bien que quería decir Montoya con esto último, pero me daba la impresión de que el espadachín, se andaba mucho por las ramas. - ¿Es por eso que ya no está con usted? –le pregunté para intentar reconducir la conversación.

- ¡Claro que no! No seas ridículo. –me dijo haciendo un leve gesto de descontento. - Fue hace unos meses cuando ella decidió seguir su camino. Habíamos estado escoltando un carromato de oro hasta Verdor; nada complicado la verdad, habíamos sufrido un pequeño asalto por el camino, pero lo solventamos sin problemas. Esa noche, una vez instalados en el “Senescal de la loma” una de las posadas de Verdor, volvimos a tener una de nuestras charlas. En ella, como buen maestro, le decía que no debería dejar pasar la oportunidad de visitar lugares de interés como “La Chinche Revoltosa”; que solo así podría disfrutar de la vida como lo haría el mismísimo Montoya. Y entonces ella me miró fijamente, y me dijo: “Maestro, pero es que yo no quiero ser usted, yo quiero ser mucho más”. Ambos nos quedamos en silencio sin decir nada más, pero ambos supimos que su momento había llegado. Al cabo de unos minutos se levantó, puso unas monedas para pagar los vinos que estábamos bebiendo y me dio las gracias antes de marcharse a su habitación.  Esa misma noche, recogí mis cosas y con la primera luz del alba dejé Verdor,  a mi discípula y la cuenta de mi habitación para que ella la pagara.

Una carcajada que más bien parecía un ladrido interrumpió el relato.  El acompañante de Montoya reía echando la cabeza hacia atrás y aunque la risa daba algo de miedo, he de reconocer que era ciertamente contagiosa, pues yo también empecé a reír. Cuanto más oía de Mara, más interés tenía en ella y en encontrarla. ¿Lo podría conseguir? ¿Dónde estaría ella en este mismo momento?

Cuando todo se calmó, me puse en pie para darles las gracias a Montoya y me disponía a salir para traer las botellas de vino como prometí, pero entonces Montoya volvió a hablar:

- Eh, maese Connor. ¿Ya os marcháis? –dijo señalándome hacia los pantalones. –No os vayáis así, quedaos y disfrutad de la vida como lo hace Montoya. Haré llamar Charlotte para que traiga ese vino del que hablamos y  ropa limpia.

- Pero yo, no quiero ser una molestia señor –le respondí.

-  Anda ya, ven y disfruta. Está anocheciendo y como diría mi buen amigo Hem, antiguo gerente de este local: “Si lo que quieres es encontrar a alguien… ¿Qué mejor que empezar ayudado de la luz que te otorga El Faro?”

No entendí demasiado bien lo que quería decir Montoya, pero supongo que sería descortés irme de inmediato, así que me quedaría para ver a qué se refería.

 

 

Era la primera hora del mediodía, acababa de ganar unas monedas jugando a las cartas contra un comerciante. Sin embargo, ahora llevaba un tiempo detenida delante de un cartel que consiguió llamar su atención.

- Quizás debería dejar esta manía, pero no puedo evitar enroscar alguno de mis dedos en el extremo de mi trenza cuando llevo pensando un buen rato. –se dijo, pues aquella nota que acababa de leer, ciertamente lo había conseguido. - Tendría que cambiar de ciudad, cosa a la que ya estoy acostumbrada, y que por otra parte pensaba hacer más pronto que tarde pues ya había acabado deshaciéndose, junto a otros tres aventureros, del grupo de trasgos que mataban por las noches el ganado. Pero mi principal idea era volver a Rhovesia y visitar a mis padres en Mena de Oro, pues desde que salí aquella noche con Diogo, no he vuelto a verlos. Pero Almeia… nunca había estado allí y el llamamiento parece serio e importante. Aunque echo de menos volver a ver a mi familia, amigos y conocidos, no me perdonaría dejar pasar una oportunidad como aquella. Cuando llegue, podría escribir a mis padres y volver a casa más adelante, cuando se presente otra ocasión.

Volvió a leer la nota con atención y con paso decidido se encamino a la posada donde se estaba hospedando en ese momento. Una vez en ella, recogió sus cosas, colocó sus estoques y una vez con todas sus pertenencias encima, bajó para dar cuenta de su estancia allí.

Una vez fuera, miró hacia el cielo en aquel soleado día, segura de que se trataba de un día perfecto para viajar y que no encontraría problema alguno en poder conseguir transporte. Comenzó a dar los primeros pasos y con decisión y una sonrisa dijo: - Posta de Guntar, allá voy.