Al principio todas levantan el rostro con gesto hosco pero al ver a un sacerdote de Heiroenus, suavizan su aspecto. En sus rosotros se lee la vida que han llevado al lado del mar. Arrugas profundas surcan sus frentes y su piel, curtida por el sol, parece casi de cuero.
-¡Mirad! Un sacerdote! -grita una
-¡Y muy apuesto!- comenta otra.
-¿Que necesita un clérigo de unas pobres ancianas? - dice otra en un tono algo mas preocupado.
Arielus recibe las respuestas de las ancianas con una cortés y honesta sonrisa mientras se termina de acercar hacia donde están cosiendo la red.
- Mis queridas señoras no he podido evitar ver que algo ronda este lugar, algo que parece ensombrecer el alma de los habitantes y no es mas mi sana intención de ayudarlas y tratar de aliviar su carga.- De pronto el clérigo se detiene y poniendose firme continua hablando - Pero disculpenme pues no me he presentado, soy Arielus Valor, un humilde sacerdote de Heiroenus siempre a su servicio.- termina.
Todas callan, menos una:
-No se ofenda, hombre de Dios, pero contra lo que habita en estas aguas, ningún hombre puede oponerse.
- Al oir las palabras de la mujer, Zelmar sonríe bajo su capucha, tras las espaldas fornidas de su compañero, y aprovechando las sombras que proyecta para pasar lo mas desapercibido posible - Vaya, vaya, parece que si hay algo en el agua al fin y al cabo, esto promete...
- El Elfo se mantiene atento a la conversacion...
A la izquierda, a unos 500 metros a través de la aldea casi fantasmal, brilla la luz de la herrería del pueblo. Si prestais atención, el sonido del repiqueteo del metal os alcanza a través de la bruma que viene del mar.
Arielus centra su atención en la anciana que parece llevar la voz cantante y se acerca hacia ella dando un rodeo por detras del resto de las mujeres mientras aferra un amuleto de su adorada deidad que lleva en el cuello.
- Muchas cosas oscuras y tenebrosas habitan este mundo mi querida señora, pero es nuestro deber como hombres libres y defensores de la fe el combatir tales criaturas por poderosas que parezcan- Responde con voz firme pero afable al tiempo.
- Que es eso que habita estas aguas, contadme mi señora pues solo tratamos de ayudar.- La pregunta interesado.
- Zelmar, al ver que su compañero se desplaza en dirección a la mujer, decide mantenerse al margen sin dejar de prestar atención...
- Rapidamente localiza un lugar donde podria mantenerse apartado sin llamar la atención y sin desviar el interés de las gentes por el clérigo...
- Acercándose a una de la barcas de la playa, cercana a las mujeres se acomoda y observa la conversión bajo su capucha, la cual evita que le vean los ojos y por ende que es lo que mira, se dispone a escuchar...
El resto de mujeres retoman su faena sin abrir la boca pero la que ha hablado, la mas vieja de ellas, medio ciega, te habla sin mirarte directamente.
Hace tanto que ya ninguno lo recuerda. Los hombres del mar llegaron. Hundieron pesqueros, saquearon galeras, tomaron prisioneros aquí, en este mismo pueblo. Tienen hambre, se comen a los peces. Saturan el mar con el sabor de la sangre. Por esos los peces han huido...
El pueblo salado ha vuelto. Esta gente los ha visto. Los han oido hablar de su señor...
La anciana habla como medio en trance. No estais seguros de que no esté un poco pallá.
El sonido del martilleo es un indicativo suficiente para saber dónde se encuentra la herrería. Aún tenemos tiempo antes de que vuelvan Zelmar y Arielus aun en el caso de que estuviesen de camino en este momento, a juzgar por el lugar en el que los hemos visto.
-Nok, ¿hay algo que quieras comprar en la herrería?
-Sirven algo en especial alli? Pregunto con una sonrisa en la cara. -He oido que no hay mejor sitio para reponer el hierro que necesitemos, pero... creo que no es el que yo necesito ... jeje
-¿Reponer el hierro? ¿Es que tú usas algo de eso?
Sonrío por la pequeña broma mientras empiezo la marcha hacia la herrería. No he pensado en comprar nada, pero puede que cambie de idea al ver los objetos a la venta. Después de todo, no tenemos nada mejor que hacer. El herrero será tan bueno como cualquiera para hacerle preguntas.
Cuando llegais a la herreria os encontrais con una solitaria casa hecha de piedra basta. En su interiro, una fragua encendida y, manipulandola, un hombre pequeño, enjuto, casi en los huesos, que parece no poder usar el fuelle como es debido porque pesa casi mas que el. El hombre hace una pequeña pausa cuando os ve llegar pero en seguida sigue dandole al fuelle para avivar el fuego.
Saludos, viajeros. Se os ha roto una rueda de vuestro carro o acaso habeis perdido una herradura?
Mientras la anciana habla, el clérigo lanza una rápida mirada al elfo por encima de su hombro y rápidamente vuelve a centrar su atención en la mujer. Cuando ésta acaba, Arieus se queda pensativo unos momentos antes de decir nada.ç
- ¿El pueblo salado decís? Contadnos mas mi señora, quien es ese de quien habláis- Inquiere con suma curiosidad y respeto.
Las otras mujeres desvian la vista como se hace cuando alguien esta diciendo tonterias. Una de ellas os hace el gesto universal de que le falta un tornillo.
-Ahora ya casi no veo pero en aquella epoca el mar se teñia de sangre y los peces huían. Los hombres verdes, mitad hombre, mitad pez, vinieron liderados por uno especial entre ellos, uno que podia morder como un tiburon, o nadar como una foca...uno que era uno con el mar.
Yo apenas lo recuerdo pero mi madre me contaba las historias. "No lo olvides nunca, Bettany, cuenta las historias para que nadie las olvide"
Jefe hay alguna forma de saber si me suenan estas historias o algo?
No, son historias muy locales. Si fueras del pueblo podrias saberlo pero siendo de fuera , no.
El Clérigo escucha con atención las palabras de la anciana, aunque de tanto en cuando se gira estudiando al resto de las mujeres que guardan silencio. Una vez la mujer termina de hablar Arielus se acerca hacia ella.
- Sois muy amable por prestarnos vuestro valioso tiempo mi señora, si podemos hacer algo por vos o por cualquiera del pueblo tan solo tenéis que decirlo- añade el clérigo, aguardando unos instantes antes de girarse hacia Zelmar y acercarse hacia él.
- Parece que hay algo en el agua - dice Zelmar a Arielus, una vez esta junto a el
- Puede que se trate de algún tipo de criatura acuática, una de esas razas raras y escurridizas, deberíamos reunirnos con los demás y comenzar a investigar las cuevas de la zona en busca de indicios y quien sabe, hasta encontremos una guarida repleta de esas criaturas que... superándonos en numero, acaben con todos nosotros jeje!
- Zelmar bromea como siempre...
Master Ojo destinatarios
Arielus asiente serio girándose y lanzando una mirada al mar, preocupado de como luchar contra aquellas criaturas o lo que fuera que pudiera haber alli dentro.
- Venga, vayamos e por el resto, cuando antes los encontremos antes podremos ponernos en marcha- responde - no es de buena educación hacer esperar a tan singulares criaturas - comenta con una sonrisa.
Entramos en la herrería después de indicarle a Lobezna que espere fuera, no quiero que se asuste.
-No tenemos nada para arreglar.- Mi intención al venir aquí era buscar información, pero decido que lo primero es lo primero. Señalo con un gesto el fuelle antes de preguntarle-. ¿Quieres que te ayude? Nunca he trabajado en una herrería, y no estaría mal probar la experiencia.