Día 35.
Las alarmas aún sonaban. Era un ruido cíclico acompañado de alertas color rojizo. Sólo aparecían en estados de excepción del complejo. Sin embargo, llevaban así más de tres horas...
Durante ese intervalo de tiempo, en la estación de crecimiento acelerado ocurrieron muchas cosas. Alertas en las inmediaciones, protocolos de actuación ante emergencias y un despliegue logístico y armamentístico por todas las zonas de la colonia, en pos de la seguridad global. Nosotros, como agentes Blade Runners, teníamos vía libre a todas las instalaciones. Sin embargo eso no evitó que murieran, de nuevo, mis tres compañeros de misión...
Luego continuamos la búsqueda durante otras seis horas. Vacío absoluto. Ni rastro de Deckard. El protocolo de actuación había acabado. Incluso estaban preparando naves de evacuación de la zona, por temor a que el replicante, desde alguna zona no escaneada ni inspeccionada, lanzara una bomba de carbono, mortal para cualquiera que estuviésemos allí.
Finalmente, se decidió el traslado de vuelta a la Tierra. Decisión final. Había escuchado cómo iban a trasladar a todos los operarios, científicos y agentes del complejo de vuelta a casa. Luego me informaron que el plan sería destruir todo el meteorito, atacándolo con naves externas desde una posición alejada. Los restos se adherirían de forma natural a la cintura de la Puerta de Tannhäuser por el efecto de gravedad del planeta Kolomatrón. Ni un replicante modelo 8 sobreviviría a tales hostilidades espaciales. Tampoco habría demasiadas consecuencias, pues estábamos al lado de la visión panorámica más espectacular del Universo, y un hecho de estas características no haría sombra a aquel magnífíco espectáculo.
Por tanto, y como último superviviente de mi grupo, decidí dirigirme a la nave rápidamente para volver a casa. El trabajo había concluido. De una u otra forma, Deckard moriría en el abandono o en la destrucción. Tyrell habría derrocado a su sofocador de masas. No obstante, quedaban muchos otros en los rincones siderales...
Minutos después me colgué mi arma a la espalda, quité el comunicador de mi oído y me pasé la mano por el pelo. ¡Menudo viaje! –pensaba: A punto de morir a manos de aquellos con quien conviví, ser envenenado por bombas inteligentes o haber vivido viajes terrestres y espaciales en persecución, justo antes de contemplar rayos C en esta galaxia deslumbrante, alejada de toda civilización...
Divagaba en estos pensamientos cuando me di cuenta que me había quedado sólo en la instalación. Los agentes se seguridad habían salido ya a los hangares, y continuaban evacuando en las naves a los últimos rezagados. Yo los veía desde en interior, a lo lejos, a través de los cristales de las ventanas. Sin más dilación comencé a caminar hacia allí, valorando todos aquellos momentos...
En pocos instantes, la luz interior de las instalaciones se apagó. Las alarmas, que siempre estaban alerta aún en situaciones extremas dejaron de moverse y emitir su ruido característico. El apagón general en todo el complejo fue unánime. Ahora no veía nada. No lograba ver nada a través de las cristaleras. ¿Qué pasaba? ¿Qué ocurría? No lo pensé, fue algo instintivo: tomé de nuevo mi arma y comencé a aligerar el paso hasta la salida, mientras mis ojos me guiaban entre la oscuridad aparente.
He ahí cuando nuestro daño me alcanzó.
Mientras avanzaba con pensamientos paranoicos y alertado del cuestionamiento del apagón, noté unos pasos a mi lado. Crujían. Pisaban algún asiento caído durante los registros, al igual que se escuchaban hojas moverse de las oficinas... en esos momentos alguien me golpeó. Fue un golpe seco, pero terrible. Mi cabeza comenzó a adolecer como nunca lo había hecho. Supuse, tiempo después, que me habían golpeado con una especie de barra metálica. Mientras tanto yo, tras comprender lo que vi instantes después, creía que mi vida llegaba esos momentos a su fin.
Aún sin perder la consciencia en ningún momento, el apagón no fue tal; se iluminó la zona; en la instalación volvió la luz los focos, pero no lo alarmas. Tampoco había oficinas, asientos, escritorios, salas de investigación o barracones. Tampoco contemplé las ventanas por las que veía a los agentes lejanos evacuar el sitio... Ahora estaba en una sala circular.
Era muy simple, minimalista, y todo era completamente blanco: paredes curvadas, techo ovalado y un suelo con una moqueta blanca. Aún no se cómo llegué allí. Me encontré, sin darme cuenta, sentado en una silla, blanca, por supuesto. Del mismo color y delante de mi, se encontraba una mesa, en la cual no había nada, tan sólo mis brazos, hombros y cabeza descansando sobre ella. Nada más. Ni una explicación. Nada de porqués.
En esos momentos, apareció, por una puerta incrustada en la pared (y que no parecía una puerta) un tipo. Yo aún estaba algo confuso y desorientado por el golpe. Sin embargo no dije, no pregunté nada. Supuse que era Rick Deckard, que ese era mi final.
Cuando abrí los ojos un poco más comprobé que el sujeto me era familiar, lo conocía. Portaba una larga gabardina oscura con el cuello alto, un polo amarillo, camisa azul y una pajarita en su cuello. En su mano llevaba un bastón. Tenía también un sombrero y portaba bigote... ¡Ah! Recuerdo que tenía algo entre las manos, un trozo de papel, pero no era papel, ahora era algo más; una pequeña figura. Se parecía a aquella bomba de Carbono con la que Deckard intentó intimidarnos en la estación Mirmidón, desde las pantallas... ¡Si! Era papiroflexia, ¡una perfecta bomba C de papel!
Se acercó, la puso en la mesa, justo delante de mi cara, y luego se sentó. Me miró, y yo reaccioné con numerosas dudas. Luego comenzó a sonreír para sí y carraspear mientras acariciaba la pequeña obra de papel.
Sin decir palabra alguna, levantó su mano, y en esos momentos alguien entró en la sala. Enfrente de mi había otras dos sillas blancas, al otro lado de la mesa. El sujeto que entró se sentó en ella. Sin duda había reconocido a Gaff, pero a éste no lo conocía de nada (su rostro y cabeza estaba cubierto parcialmente por numerosas vendas).
Gaff comenzó a hablarme en interlingua:
Señor Bruce,
Enhorabuena..., ha logrado sobrevivir..., ¡ha logrado salvar muchas vidas ante una rebelión!, y ha logrado mostrarse infalible. Para nosotros es una satisfacción que alguien no se vuelva loco ante tantas muertes anunciadas... y repentinas. Es usted el perfecto superviviente.
Luego cogió su figura y volvió a tocarla. Hizo una pausa y con un semblante más serio continuó.
Este señor que está a mi lado. Lo conoce. Bueno, de hecho, él es la causa de vuestra misión.
Miré al tipo de las vendas. Imposible. No era él, no podía ser él. Estaba demacrado, mucho más que cuando lo vimos en la pantalla. Largo tiempo habíamos cruzado llanuras y distancias espaciales para darle caza. De manera instintiva, palpé mi cinturón en busca de mi arma reglamentaria, pero no estaba.
No lo intente. Es inútil –dijo Gaff. En efecto, él es Rick Deckard, nuestro agente Nexus modelo 8. Es un agente Blade Runner, pero no es un replicante cualquiera. No es alguien más que usted, no piensa mejor que usted, no es más inteligente que usted... ¡es usted! ¡Soy yo! ¡cualquiera de nosotros!¡es un humano, la perfección!
Estaba fuera de mi. Gaff. Deckard. Los replicantes y la misión. Tyrell, por supuesto, cerebro de todo. ¿Qué broma era esa?
Ahora bien. Basta de secretos. Sabemos tu condición de replicante. Sabemos que Michelle es otro modelo 6 de Nexus. Esto ha sido un entrenamiento: No eres real. Esta habitación no es real. Mi cuerpo y el propio Deckard, no existen ahora mismo.
Sin tiempo para las preguntas, Gaff sacó de un bolsillo interior de su gabardina un arma, me apuntó directamente y apretó el gatillo.
En esos momentos desperté. Estaba en una sala llena de camillas dispuestas circularmente. En cada una de ellas estábamos todos tumbados: Alice, Arthur, Aryenne, Bruce, Bryan, Dana, Enola, Jhosep, Kirk, Krausser, Michelle, Monique, Nicole, Nolan, Phillip, Sophie, Stuart y Jolie. En el medio de la sala había una especie de elevador incrustado en una mesa.
Estaba confuso. Mis compañeros aún no habían despertado, no se habían levantado. Me quedé esperando unos minutos, sentado en mi camilla, sin decir nada, sin moverme, y pensando en todo lo acontecido con Gaff. No obstante, no entendía cómo estaba ahí, vivo, pues lo último que recuerdo fue siendo asesinado con un arma, a manos de Gaff. Momentos después, comenzaron a despertarse todos ellos.
Me saludé con alguno de mis pasados compañeros, y me alegré de verlos. Con otros mi reacción fue más fría, al igual que les pasaba entre ellos. Miradas de aceptación, recelo o alegría (al menos por fuera). Todos recordábamos lo que había pasado. ¡¡Imposible!! ¡¡Habíamos muerto todos!! ¡¡Retirados!! ¡Destruidos!... Bueno, casi en su totalidad...
En esos momentos hubo un ruido. No era muy prolongado y emanaba del elevador en la parte central de la sala: el elevador estaba subiendo. No sabíamos qué era ese mecanismo, pero en definitiva se elevaba desde algún piso superior hasta nuestra habitación, transportando algo. En cuestión de momentos, dicho elevador portaba en su interior algo que nos era muy familiar a todos. No lo podíamos creer.
En cuestión de minutos, nuestros cuerpos fueron pasto del gas tóxico procedente de su interior. Una bomba C acabó con nuestras vidas. En esos momentos, volví a experimentar la muerte.
* * *
Mientras estáis en la sala del hangar esperando a las 18.00, uno comisario de policía se presenta y os habla en nombre de la empresa. Bajó de un vehículo policial propulsado. Antes de decir una palabra se identificó como tal.
Saludos. Ahora sois agentes Blade Runner. Generalmente nuestros agentes trabajan de forma individual, pero en este tipo de misiones enviamos a varios de ellos de forma conjunta a lugares donde a uno sólo le resultaría imposible realizar su trabajo, los retiros. Por eso es bueno que os conozcáis, al menos sabiendo vuestros nombres.
Tras miraros a todos con un rápido vistazo, continuó.
Os dirigís al planeta HD 37605, en la constelación de Orión. Posee un clima similar a la Tierra y es muy rico en compuestos carbosulfatados, los cuales, hasta hace un mes, eran recolectados por modelos de Replicantes en la colonia para su uso en la tierra. La situación ahora: crisis. La rebelión de Nexus en otras galaxias ha impregnado este planeta y es el lugar donde vosotros actuaréis... Por ello, y con la pretensión de vuestro trabajo conjunto, debéis elegir un líder que se encargue de vuestra organización general una vez allí, así como servirá de nexo de unión de nuestras indicaciones o las procedentes de Tyrell Corporation y los sucesos que ocurran en vuestro destino. Por supuesto, nadie sabrá quién de vosotros lo es.
¡Ah! No os olvidéis del señor Deckard. Es un tipo imprevisible.
Luego se dio la vuelta, y antes de montarse en su vehículo os dijo desde lejos:
Tyrell no podía permitirse enviar Agentes así como así, sin experiencia. Ahora sabéis cómo se siente cuando se mata a un compañero, se retira a un enemigo y se ponen en práctica pautas propias de un Blade Runner.
ÉSTE HA SIDO VUESTRO ENTRENAMIENTO, agentes. Una vez en el espacio, recordadlo.
Finalmente, justo después de acabar, os guiñó un ojo, se montó en su vehículo y se elevó hasta perderse entre las nubes. Luego apareció el segundo de a bordo de la nave Morgan con destino a Orión...
Los treinta minutos han pasado, es hora de partir... –dijo-, ¿están listos?
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Diario de Bruce Halpert. Agente Blade Runner destinado en el planeta HD 37605, en la constelación de Orión.