Una vez la mujer se quedó dormida en un sueño intranquilo, Mireille se instaló en el asiento del copiloto y se puso el cinturón. Seguía preocupada por ese vampiro que había escapado y que, estaba segura, iba a volver. No sabía qué tal peleaban sus compañeros, pero ella se vería en problemas, seguro, si tenía que enfrentarse a él. Metió la mano en el bolsillo y apretó con fuerza lo que llevaba ahí antes de sacar el teléfono móvil.
—¿Vamos a por Clarisse ahora? —preguntó echando un vistazo a Remi antes de mirar hacia atrás para ver a Sasha.
Mientras esperaba a que respondieran, encendió la pantalla para ver si había algún mensaje de Chloé o Éléonore. Finalmente, pulsó el botón de marcación rápida de su ghoul para intentar llamarla otra vez.
Por unos instantes, olvidó que aquella pequeña y frágil anciana era la misma artista vieja y mediocre que ansiaba ver muerta y lejos de un pincel. Sus largos dedos se deslizaron por los cabellos de esta con cariño, sosegándola con una canción de cuna de su propia infancia, mientras con la otra mano la arropaba en las mantas y contra él.
—Oui —contestó a Mireille, con un leve asentimiento, y luego buscó la mirada de Remi por el espejo retrovisor —¿Te parece bien, mon oisillon?
Arrancó el coche cuando estuvieron listos y empezó a conducir de vuelta a Lyon. Escuchó la pregunta de Mire y asintió para después mirar por el espejo retrovisor para mirar a Sasha y asentir también.
El gesto de Remi se había vuelto serio, sabía lo que venía y lo que iba a venir después y después de eso y de pronto se sintió profundamente apesadumbrado y para que negarlo, algo aburrido.
Pisó el acelerador bordeando los límites de velocidad hacia su próxima misión: Clarisse.
No hubo respuesta de tu ghoul nuevamente. Sin embargo había un mensaje de texto a tu móvil, que provenía del de tu mentora. "Madame Éléonore ya puede hablar contigo" decía únicamente.
Si vas a llamar a Éléonore, podemos hacerlo en tu escena para llevarlo rápido, y ponemos en la próxima escena el post de todo.
Poco a poco las edificaciones de la ciudad volvieron a levantarse, devorando la oscuridad y el descampado de las afueras de Lyon, y reemplazándolo por concreto, vidrio y ladrillo, hasta que a ambos lados de la calle estaba claro que estábais de regreso en la urbe.
Las luces eran más brillantes, los sonidos más fuertes, y los coches se movían sobre el calle, en plena ebullición nocturna tan propia de los mortales. Los olores secos llenos del humo de exhostos y tierra seca llenaban los aires al interior de la ciudad, y además del ruido del motor, sólo el sonido de la respiración de la anciana mujer atrás y sus débiles latidos llenaban el interior de vuestro coche.
Las estrellas habían desaparecido, eclipsadas por las amarillas luces callejeras. Había todavía un largo trecho hasta el sur, en donde estaba el sitio descrito en la ficha, pero por fortuna, parecía que el tiempo iba a vuestro favor por el momento.
Final de la escena.