Tras un esfuerzo brutal para lanzar unas últimas rocas uno de los soldados me pide calma para poder atarme a la cuerda que me llevará a la salvación que supone el helicóptero. Sus palabras son como el "THE END" de una película, al menos para mi.
Me dejo hacer mientras siento que los oídos me sangran de nuevo por todo el estruendo que hay a mi alrededor y, claramente, porque no fue ninguna minucia lo que provocó en ellos el grito de nuestros primeros enemigos de este infierno.
Mi cabeza comienza a darme vueltas antes incluso de notar que me elevo, pero una vez que mis pies se alejan del suelo y puedo ver con claridad la masacre allá abajo, es entonces cuando mi mente se apaga, exhausta, cansada, débil... Noto cómo llego al suelo frío del helicóptero, y con los ojos entrecerrados me quedo recogida contra una esquina del aparato, rezando por que todos sobrevivan, porque las muestras que recogimos sirvan, porque esos malditos vytrus desaparezcan para siempre.
Dinamita... Explosivos... esas palabras de pronto rondan mi mente al recordar la escea que acabo de ver. ¿No era acabar con el nido de vytrus una de nuestras opciones?
- ¿No hay explosivos que lanzarles a esos malditos? - pregunto en voz alta, o al menos todo lo alto que puedo para intentar ser escuchada por quienes están en el helicóptero.
-Me temo que los explosivos se nos acabaron hace demasiado tiempo....- responde Zyor medio gritando desde su asiento de piloto, y aún así los pasajeros del helicóptero deben hacer un esfuerzo para comprender lo que dice. Es evidente que las bombas y la dinamita quedaron atrás hace tiempo aunque algo más rudimentario sí sería posible... pero no demasiado efectivo.
Abajo la acción sigue siendo desenfrenada y más peligrosa a cada instante. Los vytrus ya están encima de los pocos supervivientes que intentan mantenerlos a ralla y Karim se da cuenta entonces de que debería haber recargado su arma cuando tuvo ocasión.
Dispara a un par de esos monstruos con total efectividad pero luego se ve obligado a quitar el cartucho... recibiendo una oleada de zarpazos y mordiscos brutales en el proceso.
Por suerte Martin está ahí para cubrirle, incluso a tanta distancia. Vuestro tirador personal empieza a disparar sin despegar el dedo del gatillo y consigue quitarle de encima las bestias a vuestro compañero y algunos otros valientes que seguían abajo, dándoles el tiempo suficiente para atarse y empezar a ascender, aunque inevitablemente algunos de ellos ya no volverán a casa... entre ellos Phoena.
Cuando todos estáis dentro y cerráis las compuertas del helicóptero apenas quedan unos huesos y ropas raídas de lo que en realidad han sido vuestros salvadores. Después el vehículo se pone en marcha mientras la mayoría se limita a mirarse los zapatos, agotados. Otros os observan de reojo con curiosidad y algunos simplemente siguen temblando.
Karim no sentía, se dejaba llevar. Su cuerpo estaba hecho trizas, pero no le importaba lo mas mínimo, y no era el efecto que pudiera tener su habilidad extraordinaria, su poder, no, no tenía nada que ver con eso.
Habían dejado gente atrás, aquellos seres habían matado a sus conciudadanos. Ellos habían ocupado el lugar que él había elegido para sí. Cuando lo engancharon a las cuerdas, estaba convencido de que podrían salir, de que tenían un plan de fuga, quizás fuego, o algo que detuviera a aquellos seres y les diera los segundos que necesitaban para salir de allí, y sin embargo, no.
Phoena, la primera humana, la primera luchadora, la primera superviviente que había conocido, a la que debía mucho, a la que se había enfrentado para llevar a cabo ese plan suicida, se había quedado atrás. Había muerto, había dado lo que más le importaba por él. Y él estaba muerto por dentro, muriendo cada segundo que aquel trasto volador, valientemente pilotado por Zyor, los alejaba de la colonia enemiga.
Karim, tenía la vista puesta mas allá de donde sus ojos miraban. Veía una y otra vez, como los infernales enemigos de la raza humana atacaban y asesinaban a hombres y mujeres buenos. Sintió la muerte no solo de aquellos valientes, sino de todos los inocentes que habían perecido antes, desde que habían llegado a aquel absurdo planeta, tan lejos de todo lo que ya no recordaba como suyo.
Si algo creía tener, era instinto de supervivencia, y ahora resultaba que no. Que lo que tenía, era una idiotez del tamaño de una galaxia entera. Había provocado aquellas muertes, y su corazón su alma no se lo podía perdonar.
Sabía que había gritado, no recordaba haber suplicado que lo dejaran atrás. Que le dejaran volver a por ellos, que mientras lo metían dentro del helicóptero, se resistió para que no dejaran a nadie atrás, que alguien bajara a por los demás.
Fue alguien, quizás Martin, quizás otro, quien le dijo al oído, que ya no había nada que hacer. Como no era posible hacer nada. Como es que no había nada más que hacer.
Ahora, mientras, estaba perplejo, y en silencio, con un rictus en la cara, de sufrimiento, no se sentía como un ganador, como un superviviente. Sino como un hombre sucio, vacio, sin alma.
Pero una cosa podía prometerse. Aquellas eran las últimas victimas. El volvería hasta esa colonia, y la quemaría hasta sus cimientos, o moriría intentándolo. Pensaba erradicar aquellos seres de la faz del planeta. Del único hogar que iba a conseguir tener.
Los destruiría, esa sería una empresa, larga, y tendría que volverse más precavido, más listo. Mas de todo, pero la llevaría a lo largo de toda su vida.
Karim se encogió como un niño pequeño, en una posición casi fetal, mientras alguien miraba sus heridas, mientras los demás, hablaban a gritos por encima del ruido de los rotores, y ya no le importaba nada. Porque había muerto, y porque desde ese momento, lo único que lo sostendría, sería el fuego de la venganza, el sabor de pesado y amargo de la venganza.
La terrible pesadilla parecía haber terminado por fín, y Clarisse se encogió sentada en el hueco del helicóptero en el que ahora se había convertido todo su mundo.
Su mente era un pandemonium de pensamientos inconexos que trataban de cohesionarse y adquirir algún tipo de forma que la hiciera mirar hacia delante, y planificar los siguientes movimientos del grupo, pero el caos desatado hacia escasos segundos, con la peligrosa amenaza de los vytrus convertida en real, la pérdida de vidas, y la muerte rondando cerca de ellos constantemente, dificultaba en exceso aquella tarea.
Aún así, fue capaz de alzar la mirada y dejarla pasear por el paisaje exterior cuando una ráfaga de aire la devolvió al mundo en el que ahora vivían, y unas pequeñas lágrimas se perdieron en el aire cuando el viento azotó su rostro. Se secó la cara, y pudo sentir que seguía viva, algo que otras personas no podían decir.
Se sintió agradecida por el malestar que la acosaba, ya que en esos momentos, pese a llo doloroso y confuso de la situación, era el único indicativo de que seguía respirando, y de que por sus venas la sangre continuaba fluyendo impulsada por los latidos de un corazón.
La mujer miró a sus compañeros sin decir nada, y luego su vista bajó a la mano, que había perdido el color a causa de la presión ejercida sobre el pequeño objeto que había custodiado desde que lo cogiera, la abrió, y pudo ver el víal con la sangre de los seres de pesadilla, algo que había llegado a olvidar hasta ese momento.
Aquel pequeño tesoro fue la boya a la que agarrarse en la tormenta de pensamientos que la zarandeaban de aquí para alla, y de pronto, su mente volvió a encontrar la cordura necesaria para estabilizarse.
-Todo esto eras una locura desde el principio... murmuró ...No teniamos ninguna posibilidad... se han perdido muchas más vidas que la que tratábamos de salvar...
¿Ha merecido la pena? Pensó, y una chispa de rabia y vergüenza acudió a ella, por dejarse llevar por esa clase de pensamientos.
-Esto no ha terminado. Dijo de pronto con firmeza, y con una entereza incoherente para el estado de ánimo que aparentaba. Nada de esto habrá valido para nada si no salvamos a Epsilon, y esa gente habrá muerto por nada. La mano volvió a apretar el vial. Queda trabajo por hacer. Sentenció.
Entrecierro los ojos mientras me llegan fragmentos de frases, gritos desgarradores, el sonido de la batalla, la muerte y la salvación. Toda una mezcla de cosas que no sé separar, porque de hecho no hay manera lógica de separarlas... Y de pronto todo ha acabado.
Alguien cierra la compuerta del helicóptero y de la brusquedad de ello abro los ojos un momento para hacer recuento: Mike y Karim están tirados en el suelo, recomponiéndose, pero apenas quedan soldados.
¿Dónde está Phoena y los que bajaron al llegar aquí? me pregunto, pero no tardo en hallar respuesta al fijarme en el rostro desolado dell grandullón. No subirán, no volverán, ya ni siquiera están aquí... pienso, tratando de asimilarlo, pero me cuesta; me siento culpable, no quiero pensar en que esas personas han dado sus vidas para salvarme a mí y al resto, para salvar algo que ni siquiera sabían si habíamos conseguido... Ni siquiera yo lo sé.
Desde mi posición observo a Clarisse, abre con lentitud una de sus manos para mostrar el vial. Nuestra única esperanza está en algo tan pequeño... Cierro los ojos con gesto de dolor. El cansancio y las heridas están pudiendo conmigo.
Y dejo de oír. Aunque el dolor punzante sigue en mi cuerpo y en mi alma, dejo de oír. El ensordecedor sonido de las aspas girando se convierte en una monótona y extraña nana que hace que el sueño se apodere de mi.
Pero mi mente está plagada de imágenes, de recuerdos, de preguntas sin respuesta, y no consigo dormirme del todo. Sin poder separar los sueños de la realidad, sin poder gritar porque apenas me queda saliva, sin poder golpear con rabia a ninguna parte porque apenas me quedan fuerzas siquiera para respirar... me mantengo en un duermevela constante.
Y lo último que pasa por mi cabeza antes de dejarme llevar es solo una frase:
"Ojalá todo esto haya servido"
Nada más tocar el "suelo" del helicóptero encaro mi arma hacia el mar de vytrus. Disparo frenéticamente intentando que esas cosas no se acerquen a Karim o al resto de los soldados, pero son muchísimos objetivos y mi arma no tiene la potencia suficiente para hacerlos retroceder a todos. Poco a poco observo horrorizado como algunos de los soldados empiezan a caer hasta que de repente noto como empezamos a alejarnos de la zona. Entre los soldados desaparecidos se encuentra Phoena.
Por fin detengo el fuego. No se si he dejado de disparar porque ya no me quedan balas, porque ya estamos bastante alejados o porque simplemente es inútil. El caso es que me levanto lentamente y sin dejar de observar a todos los vytrus chillando con rabia. Cada vez se hacen más pequeños pero yo no aparto la mirada. El viento me golpea con fuerza en la cara. De repente siento como una mano me empuja hacia el interior y las compuertas se cierran. Dentro todo parece mucho más tranquilo, aunque no prima un sentimiento de felicidad.
Dejo caer mi arma machacada, sobrecalentada y con un fuerte olor a pólvora quemada en el suelo y avanzo hacia una de las esquinas. Por el camino no puedo evitar darle una palmada en el hombro a Karim, el último que ha conseguido subir al helicóptero. Cuando llego a mi sitio me siento y saco los pocos cigarrillos que me quedan ofreciéndoselos a todo aquel que quiera fumar. Lentamente me coloco uno en la boca y lo enciendo.
-No podemos pensar así Clarisse. Es cierto que la vida de Epsi no vale más que la de los soldados o Phoena, pero...No podemos pensar que nuestra travesía ha sido inútil. Epsi es como nosotros, tiene poderes o algo extraño. En cuanto se recupere seguro que ayuda mucho en la lucha contra los Vytrus. Además con suerte los científicos son capaces de sacar un antídoto para el veneno de esas cosas. Si conseguimos todo estono habremos luchado en vano.- aunque intento levantar los ánimos tampoco digo las palabras con demasiado apasionamiento. Al fin y al cabo todo depende de que lleguemos a tiempo para salvar a Epsi...Si no...
Uno de los soldados llora desoladamente murmurando algo sobre su hermano mientras uno de sus compañeros le rodea los hombros e intenta consolarle inútilmente. Las miradas de los presentes resultan afligidas y cansadas en la mayoría de casos pero algunos consiguen sobreponerse a la pérdida y observan el vial en la mano de Clarisse con satisfacción. Al fin y al cabo han conseguido cumplir su misión...
El trayecto transcurre en silencio, pero tampoco es demasiado largo. En apenas 20 minutos el helicóptero aterriza frente a las puertas de la colonia y todos bajáis ayudándoos unos a otros hasta que os adentráis en las murallas, agotados.
Lo que os sorprende entonces es comprobar que todo el poblado se encuentra allí, esperándoos. Distinguís al doctor, a la buena mujer del almacén, a Hiedra corriendo hasta Zyor e incluso a varios habitantes del túnel de metro subterráneo.
El silencio se propaga por el lugar mientras todos os miren expectantes. Se escuchan algunos murmullos, alguien pregunta por Phoena, y nadie sabe muy bien qué o cómo responder.
Es entonces cuando Zyor da un paso hacia delante, sujeta la muñeca de Clarisse que sostiene la probeta con sangre y la levanta para que todo el mundo pueda verla.
Tras la duda y sorpresa inicial el silencio es substituido por un aluvión de aplausos, felicitaciones y agradecimientos. La gente se abalanza sobre los soldados y sobre vosotros, completos desconocidos, compartiendo abrazos, besos y llantos pues no les habéis traído una simple muestra de sangre, les habéis traído esperanza.
*Podéis responder a esto si queréis pero el turno "real" será cuando abra el siguiente capítulo.