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La religión del presente mundo se basa en las creecias de que la naturaleza, o al menos ciertos elementos de esta, tienen voluntad, dandoles esto la capacidad de sentir, odiar e incluso llegar a amar.
Sus principales dioses son el sol y la luna, dado que son quienes marcan los ciclos día y noche y, según ellos, quienes deciden las estaciones. Estos son conocidos como Ethen e Ictium respectivamente. Algunas de las leyendas de los antiguos incluian la posibilidad de que, tras una gran afrenta, Ethen desapareciera del firmamento, dejando a Ictiun solo, quien se ocuparía de hacer pagar por el daño recibido. No suelen representarse como más allá de un círculo blanco y amarillo y otro blanco y negro, pero pese a esto, el avance de la religión ha incluido algunas ilustraciones de artistas rurales donde una hermosa Ethen de curvas femeninas y sin nada más que la silueta se alza en el aire, mientras el tenue brillo de Ictiun descansa en el fondo de un lago, con apariencia masculina pero algo más elegante.
Todos los árboles merecen respeto y cuidado, incluso cuando van a ser cortados, pero tan solo las secuoyas son sagrados para ellos. Las secuoyas cuyo tronco muestre en las raices un hueco del tamaño de un canasto de recién nacido son protegidas y cuidadas como si de oro se tratase. Se les da el nombre de Evrand y las plantas a su alrededor son rehubicadas o utilizadas para la construcción del templo. Una por una, cien piedras puramente blancas son colocadas en forma de cadena alrededor de las raices del Evrand. En el borde del templo se prepara una estructura de madera que marca las paredes, y con un enorme hueco en el techo desde el cual Ethen e Ictium sean capaces de escuchar las plegarias y deseos de sus creyentes. En el hueco de las raíces se coloca un recipiente que permita la salida progresiva de líquido, usualmente un cesto con arcilla que impida el agotamiento temprano, que se llena con el agua recogida tras el primer baño de los recién nacidos o, en su defecto, agua totalmente pura y sin tocar, recogida directamente del río, preferiblemente manantial.
Las montañan son llamadas Hepstat y se cree que son los encargados de repartir la vida entre cualquier ser vivo, desde los pequeños insectos a las propias secuoyas. Una vez al año, durante la última semana de Archiel, a final de año, son recorridas por las jóvenes de la aldea para realizar sus peticiones. Aquellas que busquen un casamiento deben llevar una pulsera tejida con su propio cabello del tamaño suficiente como para poder rodear la muñeca del hombre que ama. Quienes busquen un hijo o hija, deben reunir una cantidad determinada de plumas u hojas con las que formar un pequeño pañuelo. Las que quieran que su embarazo llegue a buen puerto, acompañadas por una cinta besada por toda persona  que comparta estos sentimientos, atarán el presente en la rama más baja que logren encontrar que se encuentre por encima de su cabeza, puede ser ayudada por el padre de la criatura o una acompañante femenina si este no se presta.
Los rios, también compañeros de estos dioses, se encargan en su rápido y siempre movido fluir de llevar las noticias allí donde sean necesarias. Buenas o malas las ayudan a moverse para así acompañar a los sentimientos de miedo o rencor para que fluyan con ellas, expandiendo la alegría y cuidando de quienes los cuidan. Son llamados Ardbei y las ofrendas se realizan lanzando sobre ellos flores secas, que siempre son bien recibidas dada la naturaleza usualmente bondadosa de estos.
La tierra, Cawold, tibia y acogedora, se presta de ayuda para recoger las almas de los muertos enterrados en ella para que vuelvan a formar parte de Ethen removiendo con ello las hojas de los árboles en forma de viento, y conduce a aquellas errantes hasta Ictium, donde descansaran hasta sanar todas sus heridas. También se considera el encargado de proteger los recuerdos de aquellos que han fallecido.