Te despiertas en una sala inmensa, encima de una mesa de piedra. La sala está llena de otras mesas similares, igualmente ocupadas por otros cuerpos, entre los que reconoces a alguno de tus compañeros de armas.
Todos están muertos, terriblemente despedazados y desfigurados, y te das cuenta de que ¡también estás muerta! Algo empieza a moverse, entonces, en el interior de tus entrañas, como si quisiera salir...
Tirada oculta
Motivo: Pesadillas
Tirada: 1d6
Resultado: 2 [2]
Estabilidad mental (1/1d4)
Sentir la fría losa de piedra bajo sus manos hizo que la mujer se arrugara el gesto y poco a poco abriera los ojos... Sólo para encontrarse con el horror.
—Dios mío...— murmuró cubriéndose la boca, o al menos así creyó hacerlo.
Fue entonces cuando percibió aquella extraña sensación, algo que se movía dentro de ella. Instintivamente se llevó las manos temblorosas al vientre, con los ojos desencajados, y empezó a rezar en latín:
Pater noster, qui es in caelis
sanctificetur nomen tuum
adveniat regnum tuum
fiat voluntas tua
sicut in caelo et in terra...
Motivo: Estabilidad Mental
Tirada: 1d100
Dificultad: 65-
Resultado: 92 (Fracaso) [92]
Motivo: Fracaso
Tirada: 1d4
Resultado: 4 [4]
Vengaaa... Empezamos bien, xD
25 de Julio de 1918
Justo cuando aquellos seres están a punto de alcanzaros... despiertas en el hospital militar de Val-de-Grâce, situado en el 227 de la rue de Sant Jacques, en París. Ves que no eres el único que acabas de despertar, hay más a tu alrededor, todos pertenecen a la 2ª Compañía del I Regimiento de la 42 División (División Rainbow) del I Cuerpo Expedicionario de los Estados Unidos. En camas adyacentes se encuentra el resto de sus compañeros de armas, veintiuno en total. Al parecer, son lo único que queda de la 2ª Compañía.
Un hombre os llama la atención para que todos le escuchéis todos los presentes:
-Soy el doctor Alexander Scie de Villevile, el jefe de planta. Todos los aquí presentes presentáis los mismos síntomas, habéis estado sumidos en un estado de coma, inexplicable en términos médicos, desde que habéis llegado al hospital hace cinco días procedentes de un hospital de campaña en las afueras de Reims, donde en un principio se creyó que podíais ser víctimas de algún nuevo tipo de gas. Todos sufrís una amnesia parcial: al parecer sois incapaces de recordar nada de las dos últimas semanas.
Al intentar recordar, en efecto, recordáis exclusivamente la monotonía de la guerra de trincheras del frente americano, en los alrededores de Chaumont.
El doctor sigue hablando:
-Además, todos tenéis un extraño tatuaje en el hombro derecho.
Lo más extraño es que nunca has visto nada igual, y aún menos, recuerdas haberte hecho ese tatuaje
Así me gusta, enloqueciendo a la monja xD
La hermana se despertó con un sobresalto, con los ojos desorbitados y respirando con nerviosismo. Instintivamente se tanteó su cuerpo en busca de heridas, hasta que con el rostro desencajado miró a su alrededor para comprobar que estaba en un hospital militar. Lynn Marie cerró los ojos para respirar profundamente mientras, sentada en la camilla, apoyó sendas manos a sus costados.
Más relajada, comienza a reconocer algunos rostros de la 2ª Compañía a la que había sido asignada. Arrugó el ceño, pues casi todos estaban allí, en aquel hospital.
—Santo Dios, ¿qué nos ha pasado?— murmuró más para sí misma que para nadie en concreto.
Entonces volvió la vista hacia el hombre que ahora atraía la atención de todos los presentes. Sus palabras hicieron que Lynn Marie lo mirase confundida. ¿Gas? ¿Amnesia? Intentó hacer memoria de lo ocurrido y no recordaba nada extraño: algunas curas de primeros auxilios, rezar con los soldados para que el Señor los protegiera... pero poco más.
Sin embargo, fue la mención del tatuaje lo que hizo que la mujer abriera mucho los ojos y se apresurase a corroborar las palabras del médico. Con horror, vio que, en efecto, alguien había mancillado su piel dibujando un extraño símbolo.
—¡No! ¿Cómo es posible? ¡¿Quién me ha hecho esto?!— estaba visiblemente alterada, pues para una monja como ella, que la marcaran de ese modo era como si alguien profanara su piel.
Un individuo agresivo, de gafas oscuras y enormes patillas se acerca a ti
-Hermana, acompáñeme -en su voz notas que no es una petición sino una orden, te lleva hasta una habitación completamente vacía, con una silla en el centro donde te indica que te sientes-. Quiero que me explique cómo desertaron usted y sus amigos, ¿cómo consiguieron esfurmarse de Chaumont para ir a tatuaros a Reims? ¿Cómo lo hicieron sin que nadie les viera y atravesando el campo de batalla?
Aún consternada por lo que había pasado o, mejor dicho, por no saber qué había sucedido, Lynn Marie siguió a aquel hombre algo confundida, sin dejar de agarrarse la marca tatuada con su mano izquierdo.
—¿Q-quién es usted?— preguntó mientras la guiaba hasta la sala —¿Qué nos ha pasado?
Miró la silla, frunciendo el ceño y luego al desconocido —¿Deserción? Lo primero es que yo me uní voluntariamente para apoyar a los soldados, no soy militar, soy monja, señor mío— dijo con cierta arrogancia —. Y lo segundo, es que no tengo ni la más remota idea de lo que ha pasado, pues yo en mis cabales jamás habría profanado mi cuerpo de... de este modo— añadió, descubriendo con temor la marca de su hombro antes de volver a taparla con su mano, como si su mera visión fuera un castigo.
-Soy el teniente de la policía militar, Alan Xavier. -El hombre te mira impasible, haciendo caso a tus explicaciones te pregunta-. ¿Sabe que por haber desertado se puede enfrentar a un Consejo de Guerra? ¿Sabe que cuando eso suceda su próxima cita será con el pelotón de ejecución?
haz tirada de burocracia
La monja se frotó la sien, le dolía la cabeza, apenas acababa de despertar tras haber sufrido un coma, no recordaba lo sucedido y ahora, al parecer, se enfrentaba a un Consejo de Guerra a pesar de ser miembro de la Iglesia.
—Mire, no sé de qué habla— reconoció —, acabo de despertar en este lugar, no sé lo que ha pasado, lo último que recuerdo es ayudar a vendar unas heridas y rezar por las almas de aquellos soldados que se enfrentaban cada día a una muerte segura— lo miró a los ojos —. Es más, ni siquiera debería estar aquí, pero la Iglesia prefiere evitar muertes innecesarias y ayudar a todo el que lo necesite de forma altruista— puede que no recordara las últimas dos semanas, pero sí lo sucedido meses antes —. Le recuerdo que Su Santidad, Benedicto XV, ha intentado mediar para que este conflicto llegue a su fin y ha establecido ciertas directrices al respecto de los prisioneros de guerra, señor Xavier. Así que dudo que les agrade la idea de que amenace a un miembro eclesiástico con el paredón por supuesta deserción, ya que yo sirvo a la Iglesia y al Pueblo, no a su ejército.
Motivo: Burocracia
Tirada: 1d100
Dificultad: 10-
Resultado: 7 (Exito) [7]
Aunque sabes que las palabras de aquel hombre son ciertas, hay algo que no es real, no te pueden llevar al pelotón de ejecución sin antes aclarar los sucesos, por lo que debe haber una investigación previa, aunque tienes claro que si aquél hombre se iba a encargar de la investigación, todos terminaríais frente al pelotón de ejecución
Puedes poner algo más si quieres, pero el prólogo ha terminado
De pronto, a la monja se le encendió una bombilla.
—Además...— comenzó a decir —Creo recordar que no puede llevarnos al pelotón de ejecución sin aclararse previamente los sucesos mediante una investigación— dijo, a medida que su mente parecía recobrar algo más de sentido —. Y, le recuerdo, que el doctor ha dicho que toda la compañía sufre amnesia... esto va a dificultar su labor, me temo.
-Yo mismo me encargaré de llevar esa investigación, créame que encontraré pruebas que los condenen a todos por deserción