Luego hablamos de eso, Juana... -dijo Ekáitz guiñándole un ojo-. De momento vamos a hacer que Gorka descanse; ya sabes lo rudo y cabezota que és, intentemos verle bien esas heridas.
Y salió corriendo.
Juana paró en seco a Ekáitz antes que marchara, le susurró algo y luego el muchacho salió corriendo. Después habló su maestro.
Fueron unas fiebres que muy de repente entraron en mí, un veneno de un antiguo enemigo, otro gentil llamado Gaizto... -respondió Aritz-. Habéis de saber que vivimos apartados de los humanos en ésta nuestra aldea, pero con suma frecuencia hemos de viajar a vuestras tierras para obtener alimentos, recursos y otros productos, por lo que hemos de mezclarnos y hacernos pasar por vosotros. En mi opinión, somos en realidad iguales: tenemos soldados, comerciantes, curanderos y médicos, como vosotros -dijo mirando a Pol-. Gaizto vive de esta forma, oculta en el mundo humano, y de alguna manera encontró la forma de envenenarme con algún ungüento traído de vuestro hogar... Mi pericia como druida hizo que pudiera yo mismo extraerme el veneno, pero unos restos se quedaronen mi cuerpo, y estas altas fiebres se apoderaron de mí...
Aritz ya parecía curado, parecía un milagro su estado tras lo que os estaba contando.
Gaizto tiene un pupilo, un chico llamado Arri, un poco más mayor que Ekáitz... -decía con su dulce y a su vez atronadora voz-, y también sigue los pasos oscuros de su maestro. Dicen que moran en los alrededores de la puerta de la aldea, del dólmen de entrada a nuestro hogar, pero por el lado de los humanos... De momento Ekáitz ha obedecido al a perfección, gracias a vosotros. No necesito más cuidado: gracias, joven -le dijo a Pol-.
Tras unos minutos caminando por la plaza y alguna callejuela más, entrásteis en una vivienda un poco oscura por dentro. En su interior había un largo pasillo y las habitaciones que se sucedían a un lado y a otro estaban repletas de armarios, muebles y sobre todo botes, palanganas, probetas, libros y muestras de plantas por doquier. Al final del pasillo había una habitación iluminada. Allí llevásteis a Gorka, y la sirvienta de Aritz se encargó de cuidarlo y reestabilizarlo.
Gorka se quedará aquí unos días -dijo Ekáitz-, es inútil convencerle ahora de nada y hacerme ver tal cual soy en estos momentos. Necesita reponerse... Ahora que lo recuerdo, aún faltan dos hombres más, Maestro -dijo mirando a Aritz-, Yosef y don Justo, que quedaron tras la entrada... ¡y Arri estaba por allí! ¡Iré a por ellos!
Ekaitz desapareció de la casa, corriendo una vez más. Vosotros íbais a seguirle instintivamente cuando Aritz os habló.
Os daré algo como muestra de agradecimiento -os dijo el druida-. Entonces os condujo a una de la salas con innumerables botes llenos de especias y otras rarezas, a los que también acompañaban grandes cajones y estanterías llenas de libros.
Esto es para vos, Pol de Labastida, -le dijo al médico. Entonces le entregó un anillo un poco desgastado, que tenía una especie de piedra en su centro y brillaba levemente-. Cuando veas a un ser querido o desconocido al borde de la muerte por herida y sangre y no puedas recurrir más que a eso de rezar, como tantas veces hacéis, ponte este anillo en un dedo, cierra el puño y presiónale la misma herida. Éste gritará y tal vez te maldecirá, pero su vida dejará de correr peligro hasta llevarlo a un lugar seguro.
Tras hacer una reverencia, miró a Juana,y le entregó una especie de amuleto.
Esto es para vos, Juana, y no temáis si encontráis cruentas fieras en los bosques más oscuros y amenazantes... Llevalo en tu cuello, y si un lobo o algo peor te ronda en el camino, haz como si no lo vieras... y él apenas podra verte, ni oirte, ni sentirte. Es tuyo..
Aritz se encaró inmediatamente con el monje Aingeru.
No se si creeréis en la palabra de un pagano, señor, pero me gustaría daros este anillo:
Ni es maligno, ni nada ha de temer -le decía-. Tan sólo colóquelo en su meñique cuando nadie pueda verle, pero cuando vos queráis ver a alguien... a alguien que esté muy levos de vos. Puede cuidar de su "rebaño" en su totalidad, aunque éste se encuentre a muchas leguas de distancia...
Después se acercó finalmente al de Oleti, y le habló sonriéndole:
Si el deseo carnal o la discordia le invaden alguna vez como una prueba de fuego para un clérigo, béba esto; su mente se relajará, y su alma estará de nuevo en paz. Me figuro que también habrán experimentado un susto muy grande al entrar en nuestro mundo a través de un dólmen... Si esa sensación vuelve a invadirle... tómelo -y le enseñó el frasco-, es una antigua receta familiar, y no se apure.
Podéis hacer una tirada de Conoc. Mágico (CUL) +20% o bien CUL x2 (lo que más tengáis) para saber realmente qué es cada una de vuestras cosas.
Juana agradeció el regalo del anciano con una reverencia, pero sin mirarlo dos veces. Su vista se iba hacia la entraa esperando a ver si volvía Ekaitz. Sabía que tardaría pero estaba impaciente, finalmente pareció decidir que el agradecimiento no podía postergarse.
- Gracias señor, aunque no he hecho nada que merezca una recompensa, de hecho no fui más que una carga durante todo el camino. No hay mucho que una ignorante como yo pueda ofreceros en pago, y dinero no tengo, pero puedo remendar cualquier ropa, o coseros ropa nueva si tenéis telas para ello.
- Siempre he abogado por las buenas relaciones entre judíos y cristianos, incluso entre musulmanes y cristianos. Pero vosotros no sois humanos, druidas, gentiles o como queráis llamaros. Vuestras almas si es que tenéis están condenadas puesto que el juicio del señor llega a todos, manteneos en vuestro mundo y no habrá problemas pero al que llamáis Gaizto y aquellos que como vosotros viven entre nosotros los expulsaremos. Espero no volver jamás a ver a Ekaitz ni a ninguno de ustedes. - digo con semblante serio
Sin tomar el anillo que el viejo me tiende me vuelvo a Juana, Pol y Alex.
- Sin aún hay algo de cristiano en vosotros y teméis por vuestra alma inmortal no aceptéis estos blasfemos regalos. Así es como el Diablo trabajo, os tienta con hermosos regalos pero al precio de vuestra alma. No deis la espalda a Dios que él aún no os la ha dado a vosotros. - me vuelvo directamente hacia Alex - Es esperable que una mujer deje tentarse de esta forma, pero vos sos un hombre de Dios y aunque no habéis hecho más que poner en duda mi buen concepto sobre vuestra fe y la confianza del Señor sabed que hasta ahora aún hay esperanza. Vuestros pecados pueden ser perdonados pero tomar este regalo significa renegar del verdadero y único creador. - doy un paso atrás y nuevamente me dirijo a los 3 - Mirad qué es lo que nos presenta como magníficos regalos, un anillo que tan solo me tentaría a alejarme de mi rebaño. Una pócima para que no sea necesario sobrepasar la tentación cuando ella misma nos tienta. Un medio para engañar a la muerte cuando tan solo Dios es capaz de curar, no estarías acaso engañando a Dios entonces? Y por último quizás lo peor de todo, un medallón con poderes del maléfico. Tan solo Dios puede proteger a un hombre como lo hizo con San Patricio al ocultarle de sus enemigos, si algo así es lo que quieres entonces reza y pide al señor y si lo mereces él responderá.
Vuelvo a dar un paso adelante acercándome al viejo y mirándole fijamente
- Ahora estoy convencido, el señor nos ha traído aquí para probar nuestra fe, nuestro amor y nuestro temor por él y si aceptamos estos regalos estaremos renegando de Él. Pues bien, yo no temo por mi alma inmortal ya que mi fe es fuerte y mis actos piadosos - me vuelvo entonces para mirar a los demás - Y ustedes? Es vuestra fe firme? Lo demostrarán con actos y palabras o renegarán del señor para regalar vuestras almas al diabólico y pasar la eternidad en el infierno?
Motivo: cul *2
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 19 (Exito)
Pol estaba hipnotizado por el anillo; aquel ser maravilloso, que irradiaba poder y sabiduría, le ofrecía lo máximo a lo que un médico podía aspirar: salvar de la muerte a sus semejantes. No tenía suficientes palabras de agradecimiento para aquel hombre que tan generosamente donaba aquellos regalos que su mágica gente había labrado.
La perorata de Aingeru le cogió desprevenido. Aquel hombre no solo despreciaba el regalo que el gentil, tan gentilmente (valga la redundancia) le ofrecía sin tener por qué, sino que también pretendía que los demás renunciaran a ellos. Comprendía sus recelos, pero su sentimiento religioso se estaba convirtiendo en fanatismo a pasos agigantados, y sus palabras llegaron a indignarle.
-Aingeru -le dijo, tranquilo pero firme-, si Dios lo ha creado todo, también ha creado a esta gente; no por ser distintos tiene que estar el demonio detrás de ellos. Distintos son también musulmanes y judíos, mas el Dios al que alaban no es sino una versión del Dios verdadero, distinta de la nuestra, pero, como reconoceréis, son "gentes de libro", como nosotros. Los gentiles viven en este mundo; entonces, ¿por qué no iban a ser ellos también criaturas de Dios? ¿No véis que en el corazón de esta gente no hay más maldad que la que puede haber en hombres como vos y como yo?
Entonces Pol cogió su regalo, con decisión, e hizo un gesto de agradecimiento a Aritz.
-Esto salvará vidas. Dudo que Dios quiera que nos matemos los unos a los otros en guerras, santas o no, pero lo que no dudo es que él ha dado la sabiduría a estas gentes para crear algo como esto -y le mostró el anillo-, algo que salvará las vidas que nosotros tan impíamente nos segamos.
Después Pol suavizó su tono.
-Os comprendo, Aingeru. Esto ha sido un descubrimiento demasiado grande para todos, que ha hecho tambalear los cimientos de nuestra razón. Pero pensad que Dios nos ha querido mostrar con esto las maravillas que existen en su creación. Si os empeñáis en ver la obra del diablo en todo cuanto os rodea, ¿acaso negáis que la obra de Dios sea más fuerte? ¿Es que el infierno acecha en cada rincón de este mundo? ¿No estaba Dios en el corazón de Ekaitz cuando nos protegió de aquellos horribles hombres? ¿De verdad creéis que ese muchacho puede ser un ser infernal? Entonces, Aingeru, mirad en vuestro propio corazón y preguntaos qué hay en él... un hombre de Dios como vos no puede ver el mal en todo cuanto le rodea, debe saber reconocer la obra de Dios.
Sabía que aquellas palabras eran vanas, pero Pol necesitaba decirlas. Por monjes como Aingeru había huido de su monasterio; eran mentes muy cerradas, como encerradas estaban sus vidas siempre entre cuatro paredes, ajenos a la realidad del mundo exterior.
Motivo: CUL x2 +suerte
Tirada: 1d100
Dificultad: 50-
Resultado: 16 (Exito)
He empleado la suerte pero no ha hecho falta, me resto 1 punto.
Alex escuchó en silencio las palabras de Aingeru, y del mimso modo asistió a la respuesta del médico. No era la primera, ni sería la última vez que se encontraba frente a hermanos con planteamientos de aquella índole, tan habituales entre los suyos... pero su naturaleza al respecto era otra. Podía ser su la herencia poderosa de la tierra en la que había nacido, podía ser la propia sangre que corría por sus venas, pero él no era tan común en lo que concernía a aquellas ideas...
- Sois buen hermano Aingeru, sin duda un verdadero hombre de Dios. No obstante sois demasiado apresurado a la hora de emitir juicio sobre el bien y el mal, algo en lo que nuestro único maestro es el mismo Señor. Antes de sermonearme, honrad vuestro digno nombre mostrando humildad, y no emitiendo juicios en exceso raudos. Yo no he visto la mano del Maligno en esta gente. Como bien dice nuestro compañero Pol, al que sin duda veo enseñaron bien, todo lo que ha crecido en esta Tierra es obra del amor de nuestro Señor, y no escapan ellos del mismo ¿Son ignorantes en el conocimiento del único y verdadero Dios? Sin duda, como puede serlo incluso alguno de quienes nos han acompañado en este viaje. Pero no hay pecado en ello, más bien nos corresponde mostrar con nuestro ejemplo, cuan enorme es la grandeza del Altísimo, para que ellos también puedan conocer Su gracia. -y, de una manera mas personal, añadió.- No volváis a sermonearme, Aingeru.
Se volvió entonces hacia aquel hombre que les ofrecía semejantes regalos.
- No, yo tampoco aceptaré el regalo, pero no porque crea que el Adversario guía su intención, sino porque, y en esto habéis dicho bien, no puedo aceptar algo cuyo efecto he de alcanzar por mis propios medios. Pero además, porque mi mayor recompensa es haber cumplido con mi deber para el necesitado, y esa es la única recompensa que Dios contempla adecuada. Incluso si, como decís, yo estuviera equivocado, y el demonio hubiera cegado mi razón, no hay mayor premio que haber acercado la buena obra y gracia de nuestro Señor ante el mismísimo Maligno... Todo eso, es lo único que necesito.
Motivo: Culx2
Tirada: 1d100
Dificultad: 36-
Resultado: 46 (Fracaso)
El anillo es un talismán, el cual no pierde sus poderes con el paso del tiempo. Aunque parece una misma pieza, el anillo es de oro (ahora ennegrecido) y la forma del rayo está hecha precisamente de una "Piedra de Rayo". Si colocaras el anillo en el dedo meñique de la mano izquierda, entrarías inmediatamente en trance, tiempo durante el cual verías cosas que están sucediendo en ese momento, aunque fueran a muchos kilómetros de distancia, preferentemente a amigos o pareientes. Sin embargo, luego quedarías muy debilitado, tardando hasta una larga hora en recuperarte.
Ese anillo es un talismán; su flor es Paniquesillo (flor de Olmo) y la piedra central es una turquesa. Éste no pierde sus propiedades con el tiempo y sus efectos son instantáneos y permanentes. El anillo, cuando no se usa, puede estar puesto en el dedo o colgado del cuello. Presionando la piedra del anillo contra la herida de un moribundo (que tuviera puntos de vida negativos), le eliminará dichos puntos, dejándolo en Resistencia=0: desmayado, pero fuera de peligro.
Entiendo vuestras postura, amigo Aingeru -respondió el druida-. No seré yo quien cuestione las creencias de cada uno, pues nosotros mismos adoramos a la Mari, la dama de Amboto, y no podría yo adquirir algo que no procediera de su enorme sabiduría. Respeto vuestra opinión, aunque espero que si que aceptéis, al igual que os digo a vos, Alex de Oleti, mi gratitud y agradecimiento, de nuevo, por guiar a mi muchacho hasta el hogar...
Luego se giró hacia Juana, mientras le negaba con la cabeza antes de responder.
No dudo de vuestras dotes y vuestras maestría con la costura, pero éste es el hogar de los ocultos, no de los humanos. Ninguno de vosotros podría vivir aquí indefinidamente, y tampoco trabajar. Volved con éstos hombres a vuestro hogar, y os pido, por favor -dijo ya con rostro más serio-, que no habléis nunca de este lugar a nadie. Sería un gran detalle.
Luego miró a Pol, que sí que había aceptado el regalo, igual que Juana.
Espero que salves muchas vida con ésto, muchacho.
Gorka se quedaría allí. Allí os lo había hecho saber Aritz; pero sería durante el tiempo de su recuperción: el banderizo regresaría más tarde a Tolosa, sin rasguño alguno en la medida de lo posible. Aritz, finalmente, insistió en acompañaros para ayudar a cruzar el mágico portal hasta las tierras de los humanos. Enseguida comenzásteis a caminar, saliendo de la aldea y disfrutando enormemente del placer del sol rozando vuestra piel.
Los que aceptáis el regalo, apuntáoslo en vuetra ficha por si un día volvéis a jugar con estos personajes.
Escena cerrada.
Fue entonces cuando, aun estando discutiendo sobre qué hacer ahora, sobre volver ambos dos solos, o si aún quedaba posibilidad en vuestras mentes (suicidas en tal caso) de ir tras el hombre de ojos candentes y su secuaz, ¡¡el dólmen volvió a vibrar y a iluminarse!!
Otro fogonazo apareció delante de vuestros ojos, y sólo teníais ojos para ello. Parecía una vez más, una aparición divina, pero, no era así (o bueno, tal vez si): era Ekáitz. El muchacho había aparecido sólo delante del dólmen... Se llevó sus manos a la boca, rodeándola, para acabar gritando sin dirección alguna:
¿¿¿Yoseeeeff??? ¿¿¿Señor Justooooo??? ¿¿¿¿Dónde estáis????
Un ínfimo eco se hacía en el claro. Y justo ante de que respondiénseis o fuérais ante él, un segundo fogonazo apareció tras Ekáitz, también procedente del dólmen... ¿Acaso aquello era verdaderamente la puerta a la casa de dios o del demonio? ¡Menudas visiones!
Escena cerrada.
Pasamos al la última