Partida Rol por web

Rilwen aprovecho los días para descansar, para hablar con los elfos de Rivendel, y con sus amigos. Y en mas de una ocasión, paso largas horas estudiando los mapas de aquella sala. Era un largo viaje el que tenían por delante y quería estar lo mejor preparada posible. 

Habló con Gallind, pero decidieron que mejor hablaban de Tathariel una vez estuviesen en marcha.

Se dio cuenta, ya lo sabía, pero ahora con mayor claridad, que aquel era ahora su hogar. Allí era feliz, y se sentía querida. Pero ella era una persona inquieta, a la que no le gustaba estar demasiado tiempo ociosa. Una vez descansada, y hechos los preparativos del viaje, estaba deseando volver a los caminos y a las aventuras, aunque sabía que pronto echaría de menos aquellos jardines y aquella paz. 

Gláin estaba feliz con su pequeño barril de hierba para pipa pero, ante los comentarios que le hacían para que eligiera algo más, el enano se quedó mirando con cuidado los distintos objetos sobre la mesa. Sopesó entre sus manos la cota de malla mágica, comprobando que era más ligera que la que él usaba. Quizás, si nadie más la quería, él pudiera arreglarla para que ajustara a su cuerpo.

Sin lugar a dudas Rivendel era impresionante. No solo se trataba de un remanso de paz sino que cada rincón de aquel bello lugar tenía algo que ofrecer; como pudo comprobar con la visita guiada que Arwen, amablemente, les ofreció. Un lugar tan especial que había conseguido que el enano apenas se hubiera dado cuenta de la rapidez con que los días habían pasado.

Había recorrido varias estancias, había paseado por los jardines y se habia sentado a la sombra de los árboles y con el murmullo del agua como dulce canción mientras se fumaba una de sus pipas. Pero sobre todo, donde Gláin había pasado casi todo su tiempo había sido en las forjas. Allí conversó con los elfos herreros, observó su manera de trabajar e intercambió con ellos distintos secretos para mejorar la manufactura de las piezas. Ellos habían aprendido algunos trucos, pero él se iba con mucha información que mejoraría más aún el buen arte de los enanos.

Pero aquella visita también tuvo su final y el día de la partida llegó. Gláin se sentía emocionado ante la nueva aventura que les esperaba, en especial poder ayudar a sus compañeros a descubrir todos los misterios y secretos de sus vidas; pero también sentía tristeza en su corazón ya que los días pasados en Rivendel habían sido muy importantes para sanar su cuerpo y su alma.

—Buenos días... —saludó tanto a sus compañeros como a sus anfitriones—. Este enano ya está preparado para una nueva aventura.

El tiempo había pasado muy despacio, tanto que en determinados momentos de impaciencia no había podido encontrar sosiego ni siquiera entre mis pinceles y mis dibujos. Me sentía impaciente como un pequeño hobbit en una fiesta de cumpleaños delante de la mesa donde todos los parientes han ido depositando los regalos antes del banquete.

Expliqué a Tolman que el motivo de tomar aquella daga era que mi pequeño cuchillo no era realmente un arma. Tenía un poder muy útil aquél pequeño puñal que me había acompañado en mis aventuras anteriores, pero no era un arma propiamente dicha. -- Hermano, yo ahora soy, al igual que tú, la hija de un aventurero y una aventurera por propio derecho. Una aventurera necesita un arma para defender su vida y las de sus amigos. - Le dije con las manos en jarra sobre las caderas y fingiendo cierto grado de indignación. - Gláin me enseñará lo que necesito saber para no ser una carga.

Ahora entendía muchas de las sensaciones que había experimentado en los últimos tiempos, en especial cierto gusto por esta vida llena de sorpresas a pesar de las incomodidades del viaje y la intemperie. Pero todas esas incomodidades las olvidaba rápido con cada nuevo giro del destino y cada nuevo lugar descubierto. Estaba feliz y triste al mismo tiempo en estos días entre los elfos. Triste por el destino de nuestro padre, feliz por ir detrás de sus pasos. En cierta medida podía sentirlo a mi lado preparando el viaje con la misma expectación que yo. 

He pasado horas junto al agua sentada con la mandolina a mi lado. Imaginando a mi padre también junto a ella sonriendo. Incluso le he dibujado allí sentado tocando su mandolina para un auditorio de elfos a pesar de no recordar su rostro. Pero también me he preparado. He seguido las instrucciones de Gláin y he aprendido cómo blandir a hiendemales gracias a su consejo. He decido llamar así a la daga enana que mis presentimientos anticipan que necesitaré más adelante.

Hoy por fin nos despediremos de los elfos y en breve partiremos. No estoy apenada por ello, tampoco deseo regresar a Bree, hierve en mis venas una emoción desconocida hasta ahora. El deseo del camino, de esclarecer el pasado de nuestro padre, y sobre todo, de ir más allá de las montañas y visitar tierras en las que los hobbits somos sólo un rumor. 

Aparezco en la reunión contenta, con un hermoso lazo recogiendo mi cabello y una sonrisa resplandeciente. Me alegra ver mis amigos allí, y las nubes oscuras de mis presagios me parecen desvanecerse con la tranquilidad que me da su presencia y compañía. Sin ellos, seguramente estaría temblando de pies a cabeza ante el viaje que se avecina. 

Los días que pasaste con Farlan no fueron del todo improductivos. El bibliotecario elfo era un tipo callado, pero gentil. Había sido avisado de tu visita y dejó sus quehaceres para ayudarte en tu búsqueda de información. Fue una tarea titánica, pero algo encontrasteis. Las pocas referencias acerca de tu familia decían que era una familia noble, con algunas tierras en la ribera oeste del Alto Anduin. Un ataque conjunto de hombres malvados y orcos acabó con casi todo tu clan. Tus padres sobrevivieron y partieron hacia el oeste, pero no llegaron a vivir su nueva vida junto a ti. Esa historia ya la conoces. También se habla de un hechicero que comandaba esos ejércitos, un tal Moraglar, un elfo oscuro al servicio del Nigromante. Y que los restos de tu clan se dispersaron por el Valle del Anduin. El último día, Gláin se te acercó para preguntarte, y le comentaste que habías descubierto algo de información, que se la relatarías durante el camino.

Los días que pasaste junto a los herreros élficos te hicieron aprender ciertas técnicas que harían únicas tus piezas de orfebrería. ¡Eso sería genial para el negocio! Además, pudiste ajustar la cota de malla y ceñirla a tu robusto cuerpo. Cuando pasaron varios días y había que partir, te reuniste con Tatharina, que te comentó que había averiguado algo acerca de su familia y que te lo relataría por el camino. También pudiste estudiar bien el mapa que trajisteis del bastión de los ladrones, donde venían los martillos enanos que indicaban sitios seguros. Quizás si encontrabais alguno, habría algún objeto de los días antiguos allí, quién sabe...

Durante los días de asueto que pasasteis allí, fue el último el más intrigante, dado que Elrond en persona os mandó llamar a solas con él. Los dos fuisteis escoltados hasta una sala pequeña, con un escritorio de madera noble ricamente labrado.

-"Hola, amigos. Sentaos por favor." Os dijo. "Seré claro, si queréis saber más acerca de lo sucedido a vuestro padre, el camino adonde os llevarán vuestros pasos puede que no sea fácil. Incluso diría que podéis correr el mismo sino de vuestro padre, así que mi consejo es que dejéis pasar el dolor por lo descubierto y que volváis a Bree. Pero la decisión es vuestra, claro."

Os miró fijamente y meditó si deciros algo o no.

-"Cuando vuestro padre vino aquí para que le aconsejara, enviado por Gandalf, me contó una historia muy singular. Había encontrado una piedra mágica, una muy singular y peligrosa. Tenía el poder de abrir un portal mental entre el poseedor y el dueño de la piedra. Vuestro padre estaba en peligro, ya que el dueño de esa piedra era Moraglar, un elfo oscuro al servicio del Nigromante y poseedor de una gran magia. Le indiqué que la tirara lejos, donde nadie, ninguna persona pudiera encontrarla. Él decidió partir hacia el Bosque Negro para allí desecharla, pero algo le pasó en el camino. Lo único que sé es que pasó por Lórien y después apareció muerto en las proximidades de Dol Guldur. Sabiendo esto, espero que recapacitéis y volváis a vuestro hogar, a llevar la vida tranquila que llevabais antes."

Después de esta breve conversación, estuvisteis todo el día pensativos.

La reunión empieza en cuanto os sentáis todos y cogéis alguna bebida fría. Las voces de la gente empieza a menguar hasta que el silencio cubre la estancia por completo. Elrond preside una pequeña tarima, con Arwen a su lado y varios elfos y hombres de noble porte. Cuando empieza a hablar, os comenta de los peligros del viaje:

-"Mis queridos amigos, os tengo que advertir de los peligros de este viaje, ya que como sabéis, cruzar las Hithaeglir no es fácil y es muy probable sufrir algún percance. Aunque es verano, en las cimas de las montañas el tiempo es glacial, con mucho frío por la noche. Os he preparado ropa de abrigo, y unos ponis para que os ayuden con el transporte de la comida y los enseres. Os daré unos mapas del paso que creo es más seguro ahora mismo, aunque no hay que fiarse. El Paso Alto es frecuentado por algunos y parece ser el más seguro actualmente. Aún así, habrá seguramente trolls, orcos o trasgos merodeando por los alrededores. Ni qué decir de los gigantes de piedra, tened cuidado con ellos y sus peleas, ya que hacen temblar las montañas. En vuestro trayecto no hay posada o granja alguna donde pasar la noche, así que buscar cobijo en alguna cueva. Solo desearos buen viaje y espero volver a veros muy pronto. Que la luz de Eärendil brille sobre vuestras cabezas."

Elrond os miró uno a uno, especialmente a los dos hobbits. Después de despediros, fuisteis conducidos a donde estaban los ponis con las cosas. Todo vuestro equipo estaba perfectamente colocado, además de comida y útiles para cocinar. También había mantas y ropa de abrigo para soportar las bajas temperaturas. Revisasteis todo y decidisteis que todo estaba en orden, así que fuisteis a almorzar antes de partir. ¡El último almuerzo en Rivendel!

Seguimos en la Escena 1: El viaje hacia el este