Partida Rol por web

Bueno, un misterio revelado. Así que eso significa Mahal. - Suspiró aliviado. - Una cosa menos de la que preocuparse. Por supuesto que Aulë me suena más familiar. - Se rascó la barbilla. - Aunque me da escalofríos pensar que un nombre de Valar tenga algo que ver en todo esto. - Se acurrucó en su capa. - Espero que no estemos metidos en problemas de proporciones épicas. - Y sonrió, al menos por un momento lo hizo. De manera leve, eso si. Quizás, en el gesto del enano al ayudar a Tolman, había algo que lo traía nuevamente desde su sombríos pensamientos. Quizás, solo no quería preocupar más al pequeño. - Se hace camino al andar. Es mejor que descansemos, mañana tras la noche tal vez podamos alejar estos sobrios pensamientos de nuestra mente. - Miró hacia el horizonte, buscando algo. - Y si la noche no lo hace, el camino que tendremos delante nos dará motivos para despejar la mente. - Luego su semblante volvió a ser sombrío, aunque ninguno pudiera vérselo puesto que ya yacía tumbado y envuelto en su capa élfica tratando de buscar conciliar el sueño. 

A la mañana siguiente, y durante el resto del día, se mantuvo callado y taciturno. Sin embargo, su semblante era algo más blando. Con cada metro que se alejaban de aquel misterioso (y en parte, espeluznante) lugar recuperaba poco a poco la candidez de su carácter. Para la tarde de la segunda jornada ya parecía él mismo. Al menos, lo parecía. - Falta poco para atravesar el paso y los picos. Creo que si mis conocimientos no son esquivos podríamos hallar alojamiento en los poblados de las buenas gentes del valle del Anduín. 

Las palabras de Gláin fueron esclarecedoras, y le dejaron claro que en todos los casos era posible que hubiese algunos elementos comunes.

-Si Gláin, en mi visión, en la que veo las cosas desde la perspectiva de Gallind, también termina todo consumiéndose, y justo al final aparece un idioma extraño, que me resulto incomprensible. Supongo que con el tiempo, podamos llegar a comprender mejor el posible significado de las visiones. Aunque yo prefiero centrarme en la realidad, y afrontar el futuro cuando llegue.- A la fría noche, siguió otro duro día de ascenso, en el que terminaron agotados, pero también esperanzados y animados, ya que se estaban acercando al final de la travesía.

-Habrá que tener cuidado con las cuevas, y tratar de acampar lejos de ellas, ya que podrían estar infectadas de trasgos y orcos.- Tendrían que andarse con mucho cuidado, pero si las cosas les salían bien, pronto llegarían a una zona de laderas, donde con un poco de suerte podrían encontrar alguna granja en la que descansar y hacerse con provisiones. 

Rilwen tenía razón. De nada servía preocuparse por el futuro si lo importante era el presente. Centrarse en el día a día y en seguir aquel camino que habían emprendido, eso era lo que tenían que hacer. Pero aún así, la experiencia vivida en el robledal y las vivencias de los otros no dejaban de rondar por la cabeza del enano.

El día mejoró y cada vez se acercaban más a las laderas de la Montañas Nubladas, Gláin solo esperaba que el resto del camino fuera lo suficientemente tranquilo, sin contratiempos, magias o enemigos. Pero las altas laderas que flanqueaban el valle le hacían sentirse más pequeño de lo que ya era. En cambio las cuevas, recuerdos antiguos de sus congéneres, le aportaban una aparente tranquilidad solo empañada al saber que aquellas minas ahora estarían infestadas de trasgos y a saber qué otros peligros.

—Tienes razón Rilwen; aunque es una pena porque esas cuevas nos podrían otorgar un buen refugio —dijo el enano, mirando las bocas abiertas en las laderas como si buscara algún recuerdo olvidado por su pueblo—. Pero será mejor mantenerse alejados.

A pesar de cenar bien siento un vacío en el estómago que me impide conciliar el sueño pronto. Todo ese asunto de los enanos y su Padre resuena en mi cabeza y se mezcla con mis propios presagios y la búsqueda de la senda perdida de mi propio padre. Tolman parece tener menos problemas que yo para conciliar el sueño, aunque finalmente el cansancio también me vence.

A la mañana siguiente me paso varias horas algo somnolienta, pero intento no retrasar la marcha. Me esfuerzo por buscar una oportunidad de hablar con cierta intimidad con Gallind. Cuando él relató que en su propio visión me había encarnado, fue cuando sentí un escalofrío de temor que me había recorrido desde los rizos de la cabeza hasta el pelo de los pies. un escalofrío que anidó en mi estómago y prácticamente me robó el apetito y el sosiego para dormir. En ese momento el miedo me había disuadido de preguntar más. El miedo por saber lo que el destino futuro tenía guardado para mí. Pero en las horas de desvelo de la noche había superado ese temor y me había convencido a mí misma de que el conocimiento es poder. La única manera de evitar cumplir los oscuros presagios anunciados por el robledal pasaba por conocerlos. Mi padre está muerto, ¿qué puede ser tan horrible en lo contemplado en su visión por Gallind como para tener reparos en contarlo abiertamente? 

Sin embargo mi amigo elfo se muestra esquivo y reservado durante horas. Más taciturno y callado de lo que lo había visto nunca. No es hasta la tarde de la segunda jornada que me parece reconocer en él al Gallind más cercano y habitual. Por eso no es hasta entonces  que me decido a abordarle y, dando algunos saltitos para mantener su zancada y ritmo, le pregunto.

- No quiero causarte molestia, Gallind, pero es necesario tener esta conversación. Necesito saber lo que viste en el Robledal. Lo he  pensado mucho y creo que puede ser crucial llegado el momento. Cuéntame lo que viste, por favor. Todo. No temas por mí, sea lo que sea lo que viste a través de mis ojos no me hará daño ahora, pero puede hacerlo en un futuro si lo mantienes guardado para ti. Sonrío a Gallind para que se siente reconfortado y no dude de que realmente estoy decidida a soportar cualquier cosa que me cuente. Los secretos no son buenos, jamás los tuve con nadie a quien confiase mi amistad. Los secretos son una puerta a la mentira, y las mentiras no tienen sitio entre los amigos de verdad. ¿no lo crees tú, Gallind?

Tatharina avanzó igual de taciturna que el resto del grupo, mimetizándose con el malestar que se cernía sobre ellos. Que hubieran hablado del tema tabú le había servido para comprender algo mejor los sentimientos de aquellos que la rodeaban, pero no tenía claro si a los demás les había hecho algún bien.

Por su parte se sentía agradecida, estaba claro que en la lotería del Robledal había salido ganando. No solo no había sufrido, sino que parecía haber visto por primera vez el rostro de su madre. Y a ese regalo se pensaba aferrar cuando los demás relataban cosas terribles y perturbadoras. Por otro lado, le preocupaban sus compañeros, su estado mental parecía alarmantemente alterado. Tolman estaba asustado, Lily preocupada, Gallind distante y Rilwen evasiva. Gláin parecía el más entero, aunque con el estoicismo enano nunca se sabe qué se esconde bajo su corteza.

Así pues, la joven no sabía si desear que esas visiones fatídicas sirvieran de algo en un futuro para darle una justificación al sufrimiento presente, o si, por el contrario, que nunca se tuvieran que ver en una situación similar, pese a que todo fuera en vano. Por el momento se propuso no darle demasiada importancia a las visiones y centrar todos sus esfuerzos en intentar reconfortar a sus amigos, y eso fue lo que hizo.

No sabía decir si Gláin le tranquilizó, el paso del tiempo o el haber hablado de ello pero lo cierto era que comenzaba a sentirse mejor. El camino seguía y de poco o nada valía ni sentirse así, ni comportarse de esa manera que sentía en cierta parte egoísta. Los sentimientos no pueden controlarse y estaba seguro de que ese no sería el fin de sus temores, aunque solo fuese una pesadilla sin más como le había dicho su compañero. 

Una cama caliente era todo en lo que pensaba y parecía que con un poco de suerte su deseo se vería cumplido, aunque el optimismo seguía desaparecido, no del todo pero aún no lo sentía como antes. Se pegó a su hermana mientras caminaba.- ¿Qué te ocurre Lily? No te veo demasiado bien.- Palabras escuetas pero no se encontraba en mejor posición de pedir más explicaciones que las dadas, tenía que dejar que los demás hablasen por si mismos. Igual no ocurría nada y era solo cansancio, tanto en Lily como en el resto, pero mejor asegurarse al menos uno por uno.

Su sonrisa se fue dibujando suavemente sobre su rostro. A lo largo de todo el día había sentido como el frío, la pesadumbre y las dudas se alejaban de su cuerpo poco a poco con el paso del sol radiante sobre sus cabezas. La brillante esfera parecía más cerca a estas alturas, y derretía con su calor las interrogantes e incertidumbres del elfo, pero el calor del sol no era lo único que sentía. Había además, clavados en su élfica capa, unos ojos curiosos que le habían estado instigando y siguiendo durante gran parte de la jornada. De pronto, y por sorpresa, un trotecito lo abordó. Era Lily, que no podía aguardar más tiempo para responder a las dudas que anidaban en su corazón. El elfo, con una mirada y una sonrisa lo comprendió. 

—¡Vaya, que sorpresa! Así que eras tu —dijo el elfo, observando el curioso rostro de la hobbit brincando a su lado—. Temía que fuera algo más. —Contempló las laderas de las montañas a los lados buscando, y escuchó. Su rostro se volvió algo más sombrío cuando la joven Lily concluyó su petición. Se detuvo, y arrodillándose frente a la muchacha continuó hablando. Luego la tomó por los hombros, intercambió con ella unas palabras y por último, para sorpresa de quienes pudieran observar la abrazó con fuerza. 

—Por supuesto, que los secretos pueden hacer mal. Aunque, creo, que también bien. —Suspiró y se detuvo acuclillándose frente a la hobbit—. Te diré toda la verdad de mi visión. —La tomó por los hombros y mirándole fijamente a los ojos, dijo en tono tranquilo y solemne— En mi visión, primero era Lily, pero luego migré a través de una de tus pinturas a los ojos de tu padre. En el reflejo de un charco de una oscura celda pude ver esos hermosos ojos, iguales a los que veo ahora. —Tomó aire y sonrió— Tu padre estuvo encarcelado en la oscura torre que conté la otra noche. —Dejó por un momento que la muchacha asimilara las palabras y continúo—, pero eso no es todo lo que vi. También pude ver junto a él orcos encerrados. Además, en una de las paredes de la celda había un mural, con escrituras indescifrables. Luego de eso tus acuarelas me llevaron a un segundo cuadro, tu padre corría, con una piedra oscura, que intuyo, robó al hechicero. Y... —Su sonrisa se disipó y su rostro se volvió serio. Sus ojos difícilmente sostenían la mirada a la muchacha— Y vi la manera en la que terminaron los días de la persona que buscas. —Ante la sorpresa de la muchacha, la abrazó fuertemente y acercándose a su ojera agregó una última, y quizás esperanzadora, frase— Lamento mucho tu perdida, aunque creo ser capaz de reconocer el lugar donde yace tu padre y podría llevarte hasta él si me lo pidieras. —Luego de unos cortos segundos volvió a apartase, y ya solo teniendo una mano sobre uno de los hombros de su compañera agregó con un guiño cómplice— Los amigos no tienen secretos. 

El día comienza como terminó el día anterior: viento helado del noreste y cielo despejado. Recogéis el campamento y montáis en los ponis. Avanzáis en fila india por el sendero, que casi no se ve debido a la erosión que provoca el aire, las extremas temperaturas y el hielo. El día avanza sin nada interesante que reseñar. Los altos picos de ambos lados del valle cada vez son más y más altos. Al mediodía llegáis al final del valle y veis que el sendero o lo que parece un sendero, serpentea ascendiendo por una ladera hacia el norte. Desmontáis de los ponis y avanzáis andando. Pocas conversaciones hay, pero parece que después de un par de días desde lo del robledal, ahora estáis más calmados. También os habéis contado las visiones y habéis aclarado que cada una ha visto retazos de un posible futuro de otra compañera.

Por la tarde, el camino vira al este para después descender hacia el sureste. Las extensiones de tundra, una corta hierba resistente punteada con flores de montaña, van apareciendo hora tras hora, y los peñascos y los campos de rocas se hacen más comunes. Hace una hermosa tarde cuando estáis pasando a lo largo de un declive sobre una alargada cuenca de granito. El viento azota vuestros rostros y el sol lanza reflejos desde las partículas de cuarzo de las rocas que os rodean. Los cascos de los ponis resuenan con claridad. Delante, una baja estribación cierra el final del extremo oriental de la cuenca. Vuestro declive se ensancha y allí parece haber unas ruinas contra la cara norte del risco. ¿Podría ser este el refugio de los enanos que indicaba vuestro mapa?

Escena 3: Profundas mazmorras y antiguas cavernas

Zurga bufó y aceleró el paso un poco. Estos guerreros inexpertos tendrían que aprender de una vez a ser más duros; mejor ahora que en el calor de la batalla. El arrastrar de pies de un tropezón sonó tras él. Zurga abrió la boca en una risa silenciosa. El soldado que no descubría el ataque de un invasor enemigo era un soldado que valía poco para el Gran Trasgo. Dejó su cuerpo pisoteado yaciendo en el túnel como un aviso a sus compañeros.

Zurga sacó la cimitarra de su vaina. Estaban más cerca ahora.

-"Dejad que la oscuridad alimente mi hoja con su fuerza." Gruñó el líder trasgo, hambriento de sangre.